¿Héroe o fracasado? (2ª Parte)

(Continua de la 1ª Parte, abajo).

Los exploradores lograron un buen ritmo en las primeras tres semanas del retorno, a pesar del cansancio. Scott las definiría como “marchas excelentes”. Sin embargo, el frio empezaba a hacer estragos, especialmente en Edgar Evans que sufría de congelación en los pies y Oates en las manos. El 7 de febrero alcanzaron el Glaciar Beardmore y comenzaron su descenso, durante el cual Evans sufrió una caída en una grieta y añadió una herida a la cabeza a su ya precario estado.  Murió el 17 de febrero.

TerraNova Map

A partir de ahí el clima comenzó a empeorar y el grupo apenas podía avanzar unos cuantos kilómetros al día. Aparte del agotamiento, la falta de combustible y el retraso causado por la condición del pie de Oates, la superficie del hielo se había vuelto tan dura que los esquís del trineo ya no deslizaban suavemente como solían hacerlo, aumentando la fricción y el esfuerzo necesario para arrastrarlo. Dos veces, el 2 y el 9 de marzo, los expedicionarios encontraron los depósitos dejados durante los preparativos, pero parte de la gasolina se había evaporado, lo que añadió un punto más a sus pesares. Además, el 9 de marzo esperaban encontrar a los perros para llevarlos de vuelta al campamento base, pero problemas organizativos y otras emergencias médicas sufridas por los que se quedaron, impidieron que los equipos de rescate acudieran a su cita. El 17 de marzo, mientras descansaban en su tienda, Oates se excuso para salir un momento, pero nunca volvió, probablemente creyendo en vano que su sacrificio quitaría un peso de encima a sus compañeros. Scott, Bowers y Wilson continuaron su lucha hasta que el día 20 una tormenta de nieve les hizo detenerse. Poco a poco sus exiguas raciones se terminaron y, el día 29 de marzo de 1912, Scott anotó su última entrada en la bitácora.

“Todos los días nos preparamos para salir hacia nuestro próximo depósito, a 17 kilómetros, pero fuera de la tienda continua la escena de remolinos sin dirección. No creo que podamos esperar nada mejor. Aguantaremos hasta el final, pero nos debilitamos, por supuesto, y el fin no puede estar lejos. Es una pena, pero no creo que pueda escribir más. R. Scott. Última anotación. ¡Por amor de Dios, cuidad de nuestra gente!”

Tumba RFS

Los equipos de rescate ya nada pudieron hacer por el advenimiento del invierno austral, y tuvieron que esperar hasta que en octubre enviaron un equipo en búsqueda de los expedicionarios, o de sus restos, pues sabían muy bien que era prácticamente imposible que hubiesen sobrevivido. El 12 de noviembre encontraron la tienda con los cuerpos congelados. Recogieron el diario del Comandante, algunas pertenencias personales y coronaron la tumba con una cruz.

El final trágico de Scott y sus hombres levantó una ola de sentimientos en todo el imperio. Su muerte opacó cualquier otra consideración, incluso el triunfo de Amundsen, y durante décadas poco o nada se habló de las condiciones en las que se había llevado a cabo la expedición o sus fallos. Todo cambió cuando en 1979, el periodista inglés Roland Huntford publicó “El Último Lugar Sobre la Tierra”, una narración alternativa sobre la expedición Terra Nova en la cual establecía la tesis de que el fracaso de la misión se debió al estilo autoritario de Scott, a su falta de preparación y a los muchos errores cometidos durante el viaje. El debate estaba servido.

Para empezar, dice Huntford, haber elegido a los ponis y la fuerza humana como principal medio de locomoción fue un desastre, comparándola con la decisión de Amundsen de llevar exclusivamente Huskis Siberianos. Probablemente Huntford tenga razón, fue un error, pero es muy fácil decirlo a toro pasado. Scott no improvisó, sino que su experiencia anterior con los perros no había sido satisfactoria y pensó que los caballos y hombres fuertes y resistentes harían el trabajo. Algo parecido sucedió con los ropajes. Amundsen, más experimentado en zonas polares pues había sido el primer hombre en navegar el traicionero Pasaje del Noroeste entre el Pacífico y el Atlántico, utilizó pieles de foca a la manera de los inuit (esquimales) del norte de Canadá. Los ingleses se protegieron con ropas de lona, suficientes para las condiciones y temperaturas conocidas hasta entonces en la Antártida, pero no para el clima extremo que encontraron en sus últimos días, lo que nos lleva a uno de los puntos más discutidos.

Como vimos anteriormente, el meteorólogo Simpson había hecho un registro exhaustivo de las temperaturas durante el año de preparativos. Dichos apuntes se conservan y sorprende la exactitud de sus resultados, por lo que poca culpa podría achacársele al científico o al comandante que confió en sus datos. Lo que no pudo predecir Simpson fueron los cambios de terra-novatemperatura extremos que aquel fatídico marzo acaecieron sobre sus compañeros, hasta -44ºC por la noche. En 2001, la meteoróloga Susan Solomon publicó el libro “La Marcha Más Fría”, en el que defiende a Simpson y a Scott apoyada por sus propios estudios climatológicos en la Antártida, y donde concluye que las condiciones sufridas por Scott fueron “excepcionales”, y que aún en estas fechas serían casi imposibles de `predecir.

La tesis del detractor Huntford estribaba principalmente en la poca preparación de Scott, su carácter y sus improvisaciones, subrayando que Scott había dado órdenes orales a uno de los equipos de apoyo para que llevaran a los perros a la latitud 82º 30’, que de haberse cumplido hubiesen significado un final diferente a la historia, pero en 2012, Karen May revisó los papeles de la expedición y encontró la orden por escrito solicitando los perros.

Estos son los datos estimados lectores, y fuera de toda influencia externa corresponde a cada uno decidir las razones de la tragedia. Mi opinión es que estos y otros valientes en la historia llegaron a donde el resto sólo podía soñar con ir, y cada mar que surcaron, cada paso que dieron, cada anotación que hicieron, significó un avance geográfico y un aliciente al resto de nosotros para soñar, descubrir y llegar más lejos.

Tristemente los humanos hemos perdido nuestra capacidad de impresionarnos por los grandes logros. Muchos critican las glorias pasadas de los exploradores tanto en la Tierra como en el espacio, gentes que en su cortedad de vista no saben apreciar el valor de los conocimientos adquiridos en expediciones sucesivas e inspiradas en los primeros héroes quienes, además, inspiraron y siguen inspirando a generaciones de jóvenes emprendedores. Nadie se mueve sin ambición. Ningún hombre alcanza la excelencia sin un sueño.