Cuando dos países se tienen ganas, es difícil detenerlos.

Es muy difícil comprender para la mente bien amueblada que dos países supuestamente civilizados, modernos y ricos, tengan tantas ganas de bronca. Y bronca de la buena, de la de balas, bombas y bayonetas, de las que dejan viudas y huérfanos, de las que empujan al hombre a cometer los peores crímenes en nombre del nacionalismo rancio y de la superioridad de la raza. Cuesta trabajo comprender que en las tierras de Victor Hugo, Camús, Zola, Goethe, Schiller y Beethoven hubiese tantos ciudadanos con ansias de echarse unas rondas de artillería con el vecino, pero esa era precisamente la situación entre Francia y Alemania a principios del siglo XX.

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Cada país tenía sus razones, válidas o no, para repetir el espectáculo del fuego oscuro de la guerra que les había enfrentado en 1870, en cuya victoria los alemanes se llevaron como botín de guerra las provincias de Alsacia y Lorena, francesas desde el siglo XVI. Esa era la excusa de los galos para recrear los trompazos, la recuperación de sus territorios más una pizca de venganza. Por otra parte, a algún pícaro habitante del Olimpo se le ocurrió que Alemania ya había recibido su dosis de fortuna con tantos y tan grandes artistas y científicos, y para equilibrar un poco las cosas, decidió enviarles a un tal Guillermo.

Ese Guillermo tenía un nombre muy rimbombante de esos que tienen los que se creen con derecho divino a gobernar sin ser elegidos por los ciudadanos. Federico Guillermo Víctor Alberto Hohenzollern de Prusia era el Kaiser de Alemania desde 1888 KAISER_WILHELMcuando heredó el trono a la muerte de su padre. No sé qué bicho el picó a este tipo cuando era niño, pero se pasó media vida quejándose de lo que sus primos tenían y él no, confabulando sin tregua en la manera de obtenerlo por la fuerza. Id est, si no me lo dan, me lo cojo por la fuerza. En realidad esa parecía ser la moda entre los alemanes, especialmente entre los militares, y no es que ese no sea su trabajo, es que soñaban con arrasar al enemigo y hacían planes al respecto como si fueran niños jugando al “Risk”, pero con tropas y cañones reales.

Como nos recordaba Barbara Tuchman en “Los Cañones de Agosto”, posiblemente el mejor libro sobre la Primera Guerra Mundial, tanto Fichte, uno de los fundadores del Idealismo Alemán, que en sus escritos urgía a su pueblo a “tener carácter y ser alemán” y sentenciaba que “convertir a los judíos en ciudadanos alemanes libres haría daño a la nación alemana”, como Hegel, quien esperaba que su pueblo “liderara” al mundo hacia un feliz destino culto y civilizado, habían sentado las bases del nacionalismo alemán y sembrado la semilla de un sentimiento de superioridad innata que, siglo y medio más tarde, causaría la destrucción de esa misma cultura de la que tanto presumían.

La queja más común de Guillermo y sus cómplices, era que quería su “lugar bajo el Sol”, y eso no quiere decir que reclamara un huequito en las atascadas playas veraniegas de Alicante para poner su toalla, sino el derecho a construirse un imperio colonial de ultramar como ya lo habían hecho Francia, Inglaterra y Colonias alemanashasta la Bélgica del salvaje Leopoldo. Pero la realidad es que, a principios del siglo XX, Alemania ya tenía un imperio colonial en el que sus súbditos podían irse a tostar la piel. Solamente en África, el Imperio contaba con cuatro grandes territorios a cuyos habitantes gustosamente tenía como “protegidos” mientras les expropiaban sin discreción sus recursos naturales. Tanganica (actualmente Tanzania), Ruanda-Burundi, Namibia y Camerún, sumaban casi dos millones y medio de kilómetros cuadrados, algo así como México y España juntos. Además, Alemania también poseía una buena parte de Nueva Guinea Oriental (actual Timor Oriental), más los archipiélagos de Salomón, Marshall, Carolinas y Marianas (exceptuando Guam).  Cualquiera que haya podido visitar alguna de estas paradisiacas islas, sabrá que el Sol no es precisamente escaso en esas latitudes. Pero nada, Guillermito quería un imperio como el de sus primos y estaba dispuesto a pelear por él.

En 1894, Alfred von Schlieffen, entonces Mariscal de Campo y Jefe de Departamento del Estado Mayor Alemán, diseñó la primera versión de lo que llegaría a llamarse el plan que lleva su nombre. Se trataba de un planteamiento estratégico para luchar una Plan Schlieffenguerra de dos frentes, y ganarlas las dos. Para ello, sería necesario vencer rápidamente a Francia en una batalla decisiva antes de tornar hacia el este y enfrentarse al gigante ruso, aliado de los galos, pero tan retrasado logísticamente que se pensaba tardaría al menos seis semanas en movilizar sus tropas. ¿Que había que romper la neutralidad belga para evitar la línea de fortificaciones francesa? Nimiedades-  debió pensar Guillermo-. Cuando Alemania quiere algo, tiene el derecho divino a tomarlo por la fuerza.

Los franceses, mientras tanto, no andaban cojos ni de ganas de revancha ni de preparativos. Además de la amplia red de fortificaciones en su frontera oriental, el Alto Mando también tenía su plan, el XVII, basado en el élan vital, algo así como una fuerza vital innata en los franceses bastaría por sí solo para alcanzar la victoria. Parece que no pensaron en que los pantalones rojos de la infantería serían el mejor blanco para las ametralladoras alemanas. La pérdida de Alsacia y Lorena había sido una tragedia nacional, una sombra en el alma de la nación y a nadie se le pasaba por la cabeza renunciar a ellas para siempre. Desde aquella derrota en 1870, toda la actividad diplomática y militar de Francia estaría ligada al imprescindible acto de recuperarlas en la primera oportunidad, pero para ello hacía falta camorra, y muy pocos preveían lo sangrante que esta podría ser.

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Cuando la guerra estalló en agosto de 1914, tanto franceses como alemanes se alegraron de que la oportunidad de arreglar cuentas hubiese llegado. Civiles en ambos países vitorearon las declaraciones de guerra y despidieron con flores a los jóvenes uniformados camino del frente. Se escribieron canciones y poemas, y los titulares de la prensa no ocultaban su gozo ante la posibilidad de poder demostrar quién era más fuerte. Eso sí, todos pensaban que su bando iba a ganar y que antes de Navidad sus hijos estarían de vuelta en casa, vivitos y colmados de gloria. Así son las cosas de la guerra.

 

12 thoughts on “Cuando dos países se tienen ganas, es difícil detenerlos.

  1. La evolución militar les pudo, pensaban en una guerra rápida, todos, y se encontraron con unas nuevas formas de hacer la guerra que desde luego no facilitó las cosas, desde que se estabilizó el frente occidental hasta el fin de la guerra las líneas apenas se movieron, a pesar de los millones de muertos.

    • Una aportación muy acertada Dessjuest, los generales, como suele suceder, planearon la guerra con las tácticas que ellos utilizaron cuando eran tenientes, pero no se detuvieron a pensar en el poder destructivo de las armas modernas (el artículo de mañana versa sobre ese tema), y la masacre fue de aupa. No sé si es mejor el nuevo estilo de pelear remotamente con drones, pues le quita una pizca de barbarie a la guerra, y puede que en el futuro ya no nos parezca tan aberrante.
      Siempre agradecido, te deseo un buen feliz domingo, o lo que queda de él..un abrazo.

  2. Hola Jesús,
    pobres desgraciados no sabian donde se metían. Nada merece que se lleven a millones de personas al sufrimiento y a la muerte. El ser humano nunca aprenderá…
    Un abrazo

    • Así es Francisco, no tenían la menor idea de la idiotez que estaban cometiendo, y otros pagaron por ello. Al menos los reyes de la antigüedad lideraban a sus tropas ellos mismos. Pero tiene razón, nunca aprenderemos, es parte de ser humano…
      Agradezco tu comentario, y toda tu ayuda estos seis meses…parece que fue ayer…
      Un abrazo.

  3. Sabes mis ideas sobre las malditas guerras. En ësta -como en todas- creian los dos enemigos que era cosa de cantar y coser y nada de eso, fue una matanza horrorosa, especialmente la batalla de Verdún. ¿Por Navidades en casa?… cuatro años tuvieron que esperar.
    Me entusiama leer todo lo que escribes, eres un fenómeno.
    Un abrazo muy pafícico.

    • Hola Rosa, estamos de acuerdo con respecto a la guerra, y eso que soy consciente de que a veces una guerra defensiva puede ser necesaria, pero esta en particular era la más evitable de la historia. Verdú, el Somme, el Marne, nombres que quedaron grabados en las crónicas del ser humano a sangre y fuego, lugares donde decenas de miles de jóvenes fueron enviados a la muerte por dos metros de tierra. En fin, no me quiero calentar ahora, guardaré todo mi cabreo para otros artículos.
      Otro besín de vuelta…;)

  4. Os recomiendo., si no las habeis visto ya, dos obras maestras, Sin novedad en el frente, y Senderos de Gloria. Al final siempre sufren las consecuencias quien menos culpable es…,

    • Grandes películas ambas Manuel, e igualmente las recomiendo a mis lectores.
      Muchas gracias por la sugerencia y un cordial saludo.

  5. Qué comentario si no el de siempre: franceses hoy, mañana alemanes; hoy rusos, mañana chinos o japoneses; hoy judíos, mañana palestinos, jugando y rejugando el mismo estúpido deporte de la guerra. De por medio, la mentira, la propaganda, los argumentos falaces de uno y de otro lado, el mismo volcarse y revolcarse en el barro de la condición humana decaída, y… el mismo dolor inocente, multiplicándose. No puedo todavía comprenderlo; mejor aún, me cuesta aceptarlo.
    Lino

    • Hola Lino,
      como bien dices, siempre hay alguien que se cree más listo, más fuerte, con más derechos que los demás, que utilizará cualquier medio para obtener lo que quiere. Son gente sin principios, sin valores, sin amor por nada que no sea su propia persona. Y siempre son los inocentes los que tienen que pagar. Cambiaremos algún día? lo dudo, creo que es parte de nuestra naturaleza. Triste, pero inevitable.
      Muchas gracias por comentar. Buen fin de semana.
      Un abrazo.

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