Se dice fácil pero, para principios del siglo XX, Europa Central había estado en guerra semi-permanente por casi dos milenios. Desde la conquista de la Galia por Julio César, pasando por las invasiones bárbaras, las luchas encarnecidas que vieron la luz de las naciones estado en la Edad Media, las Guerra de los Cien Años, la de los Treinta años y finalmente las Guerras Napoleónicas, nuestros antepasados no pararon de darse de mamporrazos siempre con la intención de engrandecer sus territorios, para mayor gloria de quién sabe quién. No es que el resto del mundo no se diera gusto derramando sangre, pero el espacio más reducido y la mayor densidad de población en el viejo continente aumentaron las fricciones, además de que las civilizaciones europeas habían alcanzado un alto nivel tecnológico en el desarrollo de las armas.
Pero desde que el pequeño general corso había sido derrotado en Waterloo y enviado al exilio, las relaciones mejoraron bastante entre dos de los principales protagonistas, enemigos de antaño que parecían haberse cansado de tanto tiempo dedicado a la violencia. Durante el siglo XIX y sin la necesidad de un pacto tácito, Francia e Inglaterra se acomodaron en un balance de poder que satisfacía a ambas partes, mientras que Prusia se embarcaba en la reunificación de los reinos alemanes bajo la batuta de Bismark (derecha). En 1870, la nueva alianza teutona se lanzó al ataque contra su vecina que fue derrotada prontamente y robada de dos de sus provincias, Alsacia y Lorena, en el único gran conflicto de la época. A partir de ese momento, y ya con Alemania como nueva potencia en el paisaje europeo, Francia buscó la forma de, en un futuro no muy lejano, recuperar sus territorios, mientras que Bismark se aseguró de que no encontrara ningún aliado. Inglaterra quedó encantada con la situación, pues recuperaba un balance de poder en el continente y mantenía a sus rivales ocupadas, mientras que aseguraba su preeminencia en el resto del mundo. Pero las cosas no iban a quedarse así para siempre. La exclusión de Bismark por un nuevo Kaiser, WIlhelm II, y la política expansionista que este buscaba para su nación, despertó las viejas rencillas y calentó el ambiente, por lo que todos los involucrados comenzaron a buscar apoyos entre sus vecinos.
Mientras tanto, las cosas se estaban moviendo en África, probablemente azuzadas por las intenciones del rey de Bélgica, Leopoldo II. Contrariamente a la práctica europea de montar colonias en la periferia del continente negro, desde donde comerciaban con los jefes locales del interior, Leopoldo formó la Sociedad Internacional Africana en 1876, supuestamente para investigar y “civilizar” a los pueblos de África, pero con la subyacente misión de apoderarse cada vez de más territorio en el interior y de fundar en él un nuevo estado, el Congo Libre. La inteligencia francesa se enteró de las intenciones de su vecino y movió ficha también, apoderándose de Túnez con el pretexto de acabar con los piratas que tenían su base en los puertos tunecinos y reforzando sus posiciones en la actual República del Congo y de Guinea en 1881 y 1884 respectivamente. Para no quedarse atrás, Portugal revivió sus abandonadas colonias precisamente al lado del Congo Belga (actual Zaire) y en Mozambique, y firmó una alianza con su antiguo aliado, Inglaterra, para bloquear las pretensiones de Leopoldo. Aquella, viendo que el renacido interés en África por parte de los estados europeos y la amenaza que esta expansión representaba para sus intereses, aprovechó una revuelta en Egipto para invadir ese país, nominalmente aún parte del Imperio Otomano. Era el comienzo del reparto de África.
Entonces, en 1884, Portugal convocó una cumbre para limar asperezas antes de que las fricciones en África tuvieran su reflejo en Europa. A la Conferencia del Congo o Conferencia de Berlín, como fue llamada por algunos, dado que tuvo lugar en dicha ciudad, fueron invitados por el todavía Canciller Bismark los siguientes países: Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, el Reino Unido, Italia, los Países Bajos, Portugal, España, Suecia, el Imperio Otomano y los Estados Unidos. Aunque las negociaciones empezaron con un caramelo de marketing para el resto del mundo, decretando el fin de la esclavitud y del tráfico de hombres, los verdaderos objetivos pronto salieron a relucir.
1) El Estado Libre del Congo fue reconocido como propiedad personal de Leopoldo II.
2) Las potencias firmantes tendrían libertad de comercio en toda la cuenca del rio Congo y en buena parte de los territorios al sur y al este del nuevo estado.
3) Se estableció un “Principio de Hecho”, que prohibía a las naciones formar una colonia sin haberla ocupada antes.
4) Cualquier nueva toma de posesión de cualquier territorio africano tendría que ser notificada por el invasor al resto de firmantes.
5) Cada potencia ocupante tendría derechos exclusivos para “legalizar” la propiedad de las tierras ocupadas.
Es de notar que en ningún momento los firmantes tuvieron la delicadeza de consultar a los jefes africanos, después de todo, no eran más que “salvajes”. Estados Unidos, a pesar de firmar el documento final, rechazó crear ninguna colonia, aparte de Liberia, donde antiguos esclavos estadounidenses habían vuelto para fundar su propio país. La Conferencia de Berlín fue, pues, un descarado reparto de África. Eliminadas las rencillas, Francia aceptó Egipto como parte de la esfera de influencia británica y, para devolverle el favor, Inglaterra reconoció a Marruecos como protectorado francés. El resto fue dividido muy amistosamente entre estas dos naciones, Alemania, Bélgica, Italia y Portugal. Como resultado, el 10% de África colonizado en 1871, se convirtió en un 90% en 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial.
La cumbre imperialista también tuvo sus consecuencias en Europa. La Guerra de los Bóers en Sudáfrica a principios del siglo XX y el renacido imperialismo alemán habían despertado algunas dudas sobre el aislamiento en el Reino Unido, y el acercamiento a Francia era una oportunidad de oro para que estos dos países reforzaran sus lazos. Mucho ayudó la visita del rey Eduardo VII a París en mayo de 1903, en la que conquistó a los parisinos y les hizo ver lo que ya se comentaba en Londres, que la alianza de los dos países servía a sus mutuos intereses. Menos de un año después, los vecinos firmaban la “Declaración entre Francia y el Reino Unido respetando Egipto y Marruecos”, un acuerdo que desembocó en la firma de otros y cuyo conjunto vendría a ser conocido como la “Entente Cordiale”, o entendimiento amistoso. Francia ya tenía un pacto de ayuda mutua con Rusia, y a partir de ese momento trabajó para convencer a su nuevo aliado de participar en él. La Entente se convertiría en 1908 en una alianza militar entre las tres naciones.
Obviamente, el pacto no agradaba a Alemania, cuyo Kaiser armó un berrinche tal que pudo escucharse fuera del palacio (eso me lo he inventado yo), pero que si le dio una razón más para protestar por el cerco que se cernía sobre su país. Pero Wilhelm no podía quejarse, pues su padre había firmado una alianza militar con Austria-Hungría e Italia en 1882, conocida como el Pacto Tripartito, y él mismo la había refrendado en 1902. Con la Entente Cordiale y el Pacto Tripartito, Europa se dividía en dos bandos. Esta división, junto con la carrera armamentística y la lucha por los despojos del Imperio Otomano en Europa, sería la pólvora necesaria para una nueva guerra. Ya sólo hacía falta la mecha, y un joven nacionalista bosnio, estaba a punto de ponerla y encenderla.
Es un artículo que define muy bien esa famosa frase de «la gota que colma el vaso», el llamado «casus belli», la gota fue el atentado, pero es evidente que un atentado por si solo, por grave que fuera, no causa una guerra de la magnitud de la PGM, todo viene de atrás.
En ese sentido siempre digo que el conflicto de los Balcanes de finales de los noventa y primeros años de este siglo, que en gran medida sigue ahí latente, no se entiende sin mirar el pasado de odios y masacres mútuos, de traiciones constantes, imperios variopintos y un largo etcétera.
Abrazos.
Así es Dess, el Casus Belli, pero para mi no fue más que una excusa, estando como estaban algunas naciones con ganas de aporrearse, y de repartirse los despojos del Imperio Otomano.
Como bien dices, el conflicto de los Balcanes no se puede entender sin la historia de pirncipios del siglo XX, y sigue latente, aunque s muy probable que el progreso de esos países pueda hacerles olvidar. Esperemos que así sea, y yo espero que tengas un buen fin de semana.
Gracias y un abrazo.
No importa los tratados, pactos, conferencias… entendimientos, nadie respetó, ni respeta, nada ni en Europa, ni a la pobre África que todos querian recibir una parte del pastel, cuanto mayor, mejor, la pobre y a la verz rica África que desde allí vienen todos nuestros antepasados. Buena lección de cultura. Un buen abrazo…
Hola Rosa. Los europeos de antaño creían que su civilización era la más avanzada y que tenían el derecho y la obligación de «civilizar» al resto del mundo, o eso decían, porque yo más bien creo que sólo les guiaba la avaricia, el poder y el dinero. La pobre África no ha podido tener paz desde entonces…
Muchas gracias por tu comentario, ya no sé cómo agradecértelo más…
Un besín internacionalista…
Hola Jesús,
me ha llamado sobremanera el dato que proporcionas de que «el 10% de África colonizado en 1871, se convirtió en un 90% en 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial». ¡Qué descaro! Se nos tendría que caer la cara de vergüenza, bueno, más que a nosotros, a todos estas personas (políticos, militares…) que dicen trabajar por la sociedad y el país.
Un abrazo y magnífico artículo, relatado con objetividad y minuciosidad.
Así es Francisco, descaro total, pero daba igual, las potencias mandaban, como lo siguen haciendo en algunos casos, y no había quien les tosiera.
África fue repartida a su antojo, y aún hoy, muchos de los problemas que acucian al continente negro, étnicos, sobre todo, provienen de aquella repartición. Esperemos algún día se solucionen de una manera pacífica.
Muchas gracias por comentar, lo hacemos lo mejor que podemos dentro de nuestras limitaciones.
Un abrazo.
«Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, el Reino Unido, Italia, los Países Bajos, Portugal, España, Suecia, el Imperio Otomano y los Estados Unidos». Era el G-12 en 1884 y se repartieron el mundo a conveniencia en función de su potencia militar, que para eso servía el colonialismo. Muchos años mas tarde, en Postdam, hubo una reunión similar donde de nuevo los vencedores se repartieron el pastel: USA, URSS y GB. Ahora muchos ya no están en el grupo original y otros han reclamado su lugar, dice el abuelo que las vueltas que da el mundo…
Gracias por tus artículos y por la manera que tienes de acercarnos a la historia.
Estimado Tomás, la repartición de África fue un hecho sin precedentes en la historia, una descarada colonización movida por la ambición y el poder. La Conferencia de Potsdam fue algo muy diferente, pues se trataba de solucionar la cuestión alemana después de que esta hubiese perdido una guerra que ella misma inició. Es verdad que la Unión Soviética faltó a su palabra cuando decidió quedarse con los territorios conquistados, cuando había prometido a Roosevelt liberarlos, pero ni los Estados Unidos ni ningún otro país aliado se apropió de ningún nuevo territorio, no hubo pues, ninguna colonización.
Muchas gracias por tu amable comentario.
Un cordial saludo.
y la repartición de Alemania ¿que?. Era necesario tratara de esa manera al pueblo alemán, cuando son los políticos los que hacen las guerras, de la cual en la 2a. guerra mundial, los británicos tienen mucho de culpa por tratar de conservar su hegemonía comercial y política.
Las potencias se repartieron África sin que esta hubiese hecho nada para merecer la colonización. Alemania no era inocente, ni fue colonizada. Alemania inició una guerra sangrienta y destructiva como pocas. No hay comparación.
SI dices que Inglaterra tuvo culpa, es como si yo dijera que yo tengo derecho a robar en tu casa, y la culpa es tuya, por querer protegerla.
Pocas cosas de hoy se comprenden sin las de ayer.
Gracias por tu artículo, un placer leerlo, como siempre.
Un abrazo fuerte.
Tienes mucha razón amigo/a, el presente no se entiende sin la historia, y por el.o estamos aquí intentando divulgar trocitos del pasado.
Muchas gracias por tu comentario y un afectuoso saludo.