Testigos presenciales. La fotografía del horror.

(ADVERTENCIA: algunas imágenes pueden herir la sensibilidad del lector.)

Hace un año, el terrible accidente del tren Alvia en Santiago de Compostela me dejó descompuesto de cuerpo y alma, seguramente algo parecido a lo que experimentó la mayoría de los españoles. A la tristeza del hecho se sumó la frustración de saber que el accidente podía haberse evitado y de que muy posiblemente podía haberse evitado. Lo que me llamó más la atención, no obstante, fue que me enteré del suceso a través de un post en Facebook, un cuarto de hora antes de que cualquiera de los diarios on-line publicara cualquier noticia al respecto. En cuestión de minutos corrieron por la red diversas cifras preliminares de las víctimas, algunas de las posibles causas del incidente e incluso las primeras imágenes, tomadas por los vecinos con sus teléfonos móviles y subidas a internet con la inmediatez que sólo las redes sociales son capaces de lograr. Algo muy diferente ocurrió con las noticias y las imágenes durante la Primera Guerra Mundial, evento acaecido en un momento de la historia menos sofisticado tecnológicamente para los medios de comunicación, y en una época cuando la información estaba en manos de los periódicos casi en exclusiva, y bajo la constante amenaza de la censura por parte de los gobiernos. Pero en este como en otros aspectos, el control tiene sus límites y así se aseguraron de demostrárnoslo decenas de sus participantes directos, jóvenes soldados que con sus cámaras dejaron un abundante testimonio de su paso por el frente, reflejos del cambiante estado de ánimo de los hombres en las trincheras, y del paso del optimismo inicial de la guerra al más oscuro desánimo provocado por la insensata masacre de la que fueron testigos.

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Cuando el 7 de agosto de 1914 los primeros hombres de la Fuerza Expedicionaria Británica se embarcaron en Southampton rumbo a Le Havre para unirse a sus aliados franceses, la sensación reinante en la opinión pública era que el conflicto duraría no más que unas semanas y que los chicos estarían de vuelta para Navidad. Para los jóvenes uniformados, no era más que una aventura, una oportunidad para demostrar su fervor patriótico y de paso llevarse por delante las almas de algún enemigo. En los barcos dominaba la euforia y regía el entusiasmo bohemio de quien no sabe lo que le espera, y así lo retrataron sus protagonistas.

Crucero en el Canal de la Mancha

Crucero en el Canal de la Mancha.

Soldados británicos camino al frente.

Soldados británicos camino al frente.

 

 

 

 

 

 

A principios del siglo XX, la tecnología fotográfica había avanzado lo suficiente como para poder encontrar en el mercado máquinas compactas a precios accesibles, entre las que destaca la Vest 

vest-pocket-kodakPocket Kodak, o VPK (Kodak de bolsillo), muy popular en toda Europa. En todos los bandos hubo soldados con cámaras que retrataron momentos para ellos inolvidables de la guerra, como cualquier otro grupo de amigos haría, pero a nadie se le escapa que en sus mentes rondaba la idea de que más de uno no volvería a casa. Para la memoria quedaron las imágenes grupales con sus varoniles uniformes, presumiendo bigote o sus herramientas favoritas de muerte.

Canadienses presumiendo armas

Canadienses presumiendo ametralladora.

Tres amigos

Tres amigos.

 

 

 

 

 

 

 

Oficiales franceses.

Oficiales franceses.

 

Las cosas cambiarían conforme el optimismo inicial dio paso a la realidad de la guerra, cuando los días se convirtieron en semanas y estas en meses, y cuando las cargas en campo abierto se sumergieron en el callejón sin salida de las trincheras. Los motivos de las instantáneas se tornaron más sombríos, melancólicos, Árbol de Walter Kleinfeldtevidenciando los sentimientos de sus autores y de la tropa en general. El pesimismo no fue igualmente recibido por las autoridades militares de los ejércitos, que no querían que la realidad llegara al público y mucho menos que alguna imagen pudiese ser de ayuda al enemigo. La gota que derramó el vaso llegó cuando, el día de Navidad de 1914, soldados alemanes y británicos declararon una tregua no oficial y compartieron por varios minutos saludos, ron y cigarrillos, y se fotografiaron juntos. La reacción de los generales británicos fue imponer la prohibición a todos los hombres de tomar fotografías e incluso de tener una cámara a partir de principios de 1915. Sólo unos cuantos valientes se atrevieron a desobedecer.

Soldados alemanes y británicos posando juntos en Navidad 1914.

Soldados alemanes y británicos posando juntos en Navidad 1914.

A partir de la Batalla del Somme se produce una reducción drástica del número de imágenes, probablemente motivada por la masacre, por la desilusión de ver truncado lo que había empezado como una aventura y tornado en horror sin paliativos. Además, el tono y los temas cambiarían con el estado de ánimo, mostrando ya no la camaradería de los inicios, sino la aflicción y pesar de de sus creadores enfrentados a la realidad.

Después de la tormenta (Walter Kleinfeldt).

Después de la tormenta (Walter Kleinfeldt).

Alemán muerto.

Alemán muerto.

Hombre colgando de árbol PGM.

Hombre colgando de árbol PGM.

 

 

 

 

 

 

 

 

Hombre y Crucifijo.

Hombre y Crucifijo.

Entre todos los soldados cuyos esfuerzos por legar un recuerdo de sus experiencias, y entre los miles de fotografías privadas de la PGM, destacan dos jóvenes cuyas imágenes han sido descubiertas en los últimos años. Lo más interesante, a mi parecer, es el hecho de que, a pesar de estar en bandos opuestos, el inglés William Smallcombe y el alemán Walter Kleinfeldt fijaron sus objetivos en temas similares, y la evolución de los temas retratados por ellos concuerda con la situación y el desarrollo de las batallas.

Soldados fotógrafos Smallcombe y Kleinfeldt.

Soldados fotógrafos Smallcombe y Kleinfeldt.

Colegas en la trinchera (Smallcombe y Kleinfeldt).

Colegas en la trinchera (Smallcombe y Kleinfeldt).

Presentando armas (Smallcombe y Kleinfeldt).

Presentando armas (Smallcombe y Kleinfeldt).

El baño (Smallcombe y Kleinfeldt).

El baño (Smallcombe y Kleinfeldt).

Zeppelines (Smallcombe y Kleinfeldt).

Zeppelines (Smallcombe y Kleinfeldt).

La Gran Guerra no fue la primera en ser documentada por las cámaras, pero sí en la que la fotografía se utilizó de forma masiva por sus protagonistas, y no sólo por los enviados especiales de la prensa. Su legado es el testimonio inequívoco de sus sentimientos, de sus miedos, de sus esperanzas y de su intención de eternizar lo inimaginable. La fotógrafa Dorothea Lang dijo un día sobre su arte: “Uno debería usar la cámara como si al día siguiente se fuera a quedar ciego”. La humanidad quedó ciega de odio e ineptitud de 1914 a 1918, y para que no los olvidemos, los soldados decidieron dejarnos su triste recuerdo.

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Cruces

Over the top en Verdún Michael St Maur

12 thoughts on “Testigos presenciales. La fotografía del horror.

  1. Pues esperaba que las imágenes fuesen más duras e insoportables. tengo algunas fotos de la Primera Guerra Mundial, que uso en mis diapositivas de clase, bastante más terribles, hasta el punto que hay alumnos que me han pregunta «si esa imagen es real». Hoy hay mucha violencia, fortísima, pero simulada. La violencia real como la de una guerra parece no existir, sobre todo desde que la Primera Guerra del golfo nos acostumbró a una guerra sin muertos y con aves acuáticas embadurnadas de petróleo (del Exxon Valdez)
    Es curioso que durante muchos años las películas de guerra jamás enseñara lo que de verdad pasara: cuerpos mutilados, decapitados, huesos a la vista , arterias segadas…, tuvo que llegar «Salvar al soldado Ryan» y entrever el horror. el problema es que si el horror nos e percibe como real sino como ficción no hemos aprendido nada.

    • Hola Hespe,
      tienes mucha razón acerca de la existencia de fotos más fuertes, y la razón para no ponerlas es que tengo muchos lectores jóvenes a los que no quisiera afectar demasiado, y no tanto por ellos, sino por los problemas que me puedan causar con las madres…;I)
      Muchas de las fotos de la PGM disponibles en la actualidad estuvieron escondidas durante décadas, muy posiblemente debido a que los protagonistas habían decidido dejar atrás la barbarie y no hablar de ella, un caso que to viví en carnes propias, pues mi padre nunca quiso hablar de sus terribles experiencias durante la Guerra Civil española.
      Salvar al Soldado Ryan es en verdad un ejemplo de la violencia gráfica en el cine. Recuerdo que cuando la vi por primera vez (casualmente en Alemania) me dejó bastante descompuesto, pero las veces que la he visto después ya no han causado ningún efecto, algo que ver con la pérdida de sensibilidad al ser expuestos constantemente a la violencia.
      En fin, la guerra es lo que es, y en mi opinión así debemos mostrarla, otra cosa es que, como bien dices, algunos puedan llegar a creer que es ficción. Muchas gracias por comentar, un cordial saludo.

      • Perdona las erratas, pero es que en los blogs que tenéis dominio propio, la forma más fácil de comentar es desde el Reader de WP. Un comentario desde el mismo post es un suplicio técnico, pues tengo que pasar por varios pasos de verificación de identidad y contraseña (aparte de no poder decir que me gusta) para que al final no sirvan para nada. Esa es la razón por la que no pienso abandonar WordPress.com:
        Me han faltado algunas n. Pero la letra es mucho más pequeña escribiendo la respuesta en el reader.

  2. Hola Jesús,
    debo felicitarte por la narración de este artículo.¡Magistral! Me has hecho entrar en el artículo desde el primer párrafo (aunque esto suele ocurrir casi siempre con tus posts). Desde esas primeras imágenes de soldados alegres que desconocían a dónde se dirigían hasta las últimas, que mostraban la cruda realidad. Me ha hecho que pensar la imagen de esos soldados, enemigos entre ellos pero que muestran perfectamente que al final, todos somos iguales, fuera de toda ideología, fuera de cualquier bandera o país.
    Un abrazo

    • Hola Francisco,
      muchas gracias por tus halagos. Este artículo lo he hecho con la misma pasión que todos los demás, aunque últimamente me acompaña una cierta pesadumbre al rascar más profundamente en las vidas de los jóvenes que murieron en la guerra. Me topé con todas estas fotos hace unas semanas y pensé que debía mostrarlas, a pesar de ser un poco fuertes (y hay peores), pero como dice Rosa por ahí, incluso los estudiantes deben verlas.
      Como bien dices, todos somos iguales, y en el caso de los dos fotógrafos que señalo en la entrada, da la casualidad que ambos lucharon en la Batalla del Somme y llegaron a estar a unos cuantos metros uno del otro, aunque nunca llegaron a conocerse.
      Muchas gracias nuevamente por los ánimos, siempre vienen bien.
      Un abrazo.

  3. Pues yo creo que si hubieras tenido que poner fotos más crudas, si hay juventud, precisamente está en sus manos que no hayan guerras, cosa imposible por desgracia, pero cuanta más gente haya en contra, mejor. Comentando eso de cada bando con similitud a sus fotos, tenía un libro titulado «Dos tumbas en Normandía», que explicaba la vida de sos soldados, uno inglés y otro alemán, con nombres muy similiares pero en cada idioma, la vida también muy similar y los dos enterrados en Verdún, uno al lado de otro. El libro me gustó y lo digo a cuento de lo que dices de las fotos. La película del soldado Ryan NO la quise ver, pues vi trailers y no quise sufrir, ya sabes como odio las guerras. La histora hemos de saberla pero ver películas y documentales, si puedo lo evito.
    Por supuesto que el descarrilamiento habrías de ser inhumano para no sentir el dolor en tu propia piel.
    Qué dura es la vida, por qué no hemos de hacer todo lo posible para no amargarnos por cosas diarias que casi no tienen importancia, hemos de intentar cuando nos levantemos hacerlo con una sonrisa.
    Abrazo y una sonrisa de tu amiga.

    • Hola Rosa,
      no conozco el libro que mencionas, pero te garantizo que lo voy a buscar, simplemente por el título, que ya dice mucho.
      Como le decía a Hesperetusa, me he moderado un poco al no mostrar las fotos más fuertes por cierto sentido del pudor que tengo, y porque me preocupa que gente muy joven pueda verlas. En todo caso, me quedan muchas, y probablemente me anime a subirlas en los artículos de agosto y septiembre, ya dentro de la batalla.
      Qué razón tienes al decir que muchas veces nos preocupamos por nimiedades, sabiendo lo que estos chavales vivieron, y probablemente con una sonrisa. Fue el destino que les tocó, y seguro muchos murieron contentos de servir a su patria.
      Gracias mil por comentar y alegrarme un poco la tarde. Te envío otro muy merecido beso. Gracias.

  4. Gracias por compartir importante información

  5. Estoy encantada con esta entrada y de poder leer tu trabajo! Felicitaciones

    • Muchas gracias Maigualda,

      es un verdadero honor leer comentarios como el tuyo, y te estoy eternamente agradecido. Espero volver a leerte por aquí.

      Mil gracias y un besín.

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