Con este nombre genérico se conoce a las actividades extra o paramilitares con las que las tropas alemanas reprimieron a la población de Bélgica en las semanas posteriores a su invasión en agosto de 1914. No se refiere exclusivamente al quebrantamiento de su neutralidad, sino a los crímenes cometidos contra civiles belgas con la venia de las autoridades militares alemanas, y muchas veces impulsadas por las mismas. Lo que originalmente arguyó el invasor como una «necesidad inevitable» para defenderse contra los franceses, la ocupación de Bélgica, pronto desveló la naturaleza violenta y prepotente del ejército alemán y se mostró al mundo en toda su barbarie. Probablemente irritado por la resistencia de un pueblo insignificante que, a sus ojos, no tenía derecho a resistir, decidió aplicar un castigo ejemplar a su vecino, como advertencia a los demás rivales de su implacable fuerza y voluntad de conquista.
El comportamiento violento de los militares no era nada nuevo en la historia del mundo, la guerra es por definición violenta, pero a finales del siglo XIX parecía estar en boga el modo de batalla «galante» en el que dos ejércitos se enfrentaban en algún terreno abierto, y se disparaban hasta ver quién quedaba con más hombres en pie, para que luego sus comandantes se saludaran y felicitaran e incluso cenaran juntos como buenos «caballeros» mientras que pueblos y ciudades eran dejados en paz. Pero esa moda ya estaba pasando, y von Clausewitz ya recomendaba en su libro más importante, Sobre la Guerra, de la necesidad de aterrorizar a la población. La brutalidad del ejército alemán se demostró ya entre 1904 y 1907, cuando durante una revuelta de las tribus herero y nama en la colonia de Namibia, más de 100.000 personas murieron durante los enfrentamientos y el resto cuando las fuerzas del Kaiser las empujaron hacia el desierto, para morir de sed. Poco se dijo en Europa en aquellos días, después de todo, el rey Leopoldo II había asesinado a un mayor número de nativos en el Congo Belga y, menos importante aún, porque eran africanos “incivilizados”.
Es muy probable que las intenciones originales de los alemanes para con Bélgica no pasaran por la violencia, es más, tanto el gobierno como los comandantes alemanes esperaban un recibimiento pacífico e incluso amistoso, pues el verdadero enemigo era Francia. Así pensaban que sería y así debía ser. Esa misma falsa impresión, esperanza o expectativa, pudo haber sido el origen de la gran frustración que sintieron cuando se enfrentaron a la resistencia belga. No ayudó el hecho de que la negativa belga a aceptar las condiciones teutonas, junto con actos de sabotaje, o enfrentamientos directos, estaban retrasando el calendario del ataque alemán que había sido minuciosamente preparado durante años, y pocas cosas enfurecen tanto a los alemanes como un proyecto fuera de plazo. Conozco bien a los alemanes después de haber vivido entre ellos durante algunos años, y se bien de lo que hablo.
Otro gran problema de los alemanes, surgido de su estricta disciplina militar, era que no podían aceptar cualquier acción defensiva por parte de la población como algo válido, esto es, sólo los ejércitos pueden pelear y si un civil se atreve a disparar contra un invasor este es considerado un criminal, prácticamente un terrorista. El recuerdo de los francs-tireurs de la guerra de 1870 resonaba aún en las ofuscadas mentes germanas, y en Bélgica 44 años después, cualquier ciudadano al que se encontrara en posesión de un arma, podía ser fusilado sólo con ser sospechoso de ser un franc-tireur que, aunque es el origen de la palabra española «francotirador», en realidad se refiere a un «libre-tirador», un hombre que lucha en solitario o en pequeños grupos fuera de las estructuras del ejército. Para las fuerzas invasoras, la resistencia era una actividad «ilegal», promovida por el rey y por la odiada iglesia católica, y debía ser tratada con el mayor de los castigos, como si su invasión se ajustase estrictamente a la ley.
Entra en escena el término Schrecklichkeit, que en alemán quiere decir terror, y que se convirtió en la política para controlar a la población civil. A partir del sitio de Lieja, cualquier civil sospechoso de llevar a cabo actividades que pudiesen retrasar los planes alemanes, podía y sería ejecutado sin las más mínimas garantías. La realidad encontrada después de la guerra, es que los ataques de la resistencia fueron escasos, pero ya sea por paranoia, por confusión o simplemente por darse un gusto, los gatillos de los ejecutores se pusieron manos a la obra. Entre el 23 y el 25 de agosto de 1914, 674 civiles fueron fusilados en Dinant, una población de 25 mil habitantes cercana a la frontera francesa; entre el 25 y el 27 del mismo mes, 248 ciudadanos cayeron bajo las balas del verdugo en Lovaina y 383 en Tamines. En sólo las primeras seis semanas del conflicto, tuvieron lugar más de 6.000 ejecuciones de civiles, incluyendo mujeres y niños.
Los crímenes de guerra perpetrados por las fuerzas alemanas pronto llegaron a las cabeceras de prensa occidentales, y la respuesta no fue para menos, aunque hubo ocasiones en las que las atrocidades fueron claramente exageradas, especialmente en Gran Bretaña. En todo caso, las noticias confirmaron a los aliados de la legitimidad de la guerra y agitaron el sentimiento anti-alemán subyacente en otras naciones, fundamentalmente en los Estados Unidos. Si a Alemania le quedaba algún partidario en el resto del mundo, ella misma le daba las razones para abandonarla. Y luego se preguntaba el Kaiser por qué todo el mundo estaba contra él.
Hola Jesús,
la violencia engendra violencia. Supongo que toda esta barbarie es el fondo una muestra de debilidad (no me refiero tanto a la armamentística). A final, siempre, la violencia se vuelve contra uno mismo.
Un abrazo
Hola Francisco,
tienes mucha razón al decir que la violencia engendra violencia, y ese círculo vicioso es lo que trae al mundo constantemente de cabeza, haciendo sufrir siempre al inocente, al que no puede defenderse y que muchas veces no tiene ni que ver en el entierro. Pero como siempre digo, así somos los humanos, avariciosos, egoistas, y dudo mucho que cambiemos…
Un abrazo y gracias.