De ases y fama…
Hollywood es experto en pintarnos escenas románticas con héroes y heroínas poco creíbles en entornos mágicos. No sé por qué, pero parece ser que es lo que vende, y es lo que nos ha tocado ver durante décadas.
Hay una que recuerdo en especial desde la infancia, de una película sobre la Primera Guerra Mundial de la cual no recuerdo ni los actores, ni el director, ni el nombre, pero que dejó grabadas en mi mente imágenes que, en ocasiones, no estoy seguro si son sueños o mi versión despierta y sugestionada del paraíso.
Veo campos de oro estivales de alfombra, un atardecer de esos que enamoran, firmamento de azur dando paso a los púrpuras y carmines fogosos de William Ashcroft, de esos que pintó en los años siguientes a la explosión de Krakatoa.
Aire puro y fresco magreando la estilada faz del piloto satisfecho volando su biplano después de una misión. Todo lo que yo quería ser de pequeño, volar y derribar nazis (no sabía que no había nazis en 1914) pero desgraciadamente crecí y tuve que enfrentarme a la realidad.
Arriesgando la vida
La vida de un piloto aviador en el primer gran conflicto industrial, tenía muy poco de romántica. Para empezar, muy pocos de aquellos valientes duraban más de unos meses haciendo piruetas persiguiendo al enemigo o para evadirse de sus balas. La esperanza de vida para un nuevo piloto del Royal Flying Corps (la antecesora de la Royal Air Force) en 1917 era de 11 días, y de media durante la guerra no sobrepasó las 19 semanas, ni siquiera medio año.
No quiere decir que algunos no hayan sobrevivido, que lo hicieron, pero las matemáticas no fallan. Si unos llegaron vivos al final de la guerra, es que otros apenas y les dio tiempo de levantar el vuelo.
Más de una tercera parte de todos los pilotos murieron en combate o en accidentes, comparado con una tasa del 15% de fallecidos en la infantería. Aún así, miles de jóvenes se ofrecieron voluntarios para las fuerzas aéreas de todos los bandos, atraídos por la magia del vuelo, y el aparente glamur de la vida del piloto.
En 1914, la ciencia del vuelo era incluso más joven que todos los hombres que la practicaban, y la fiabilidad de los ingenios voladores dejaba mucho que desear. Como mencioné anteriormente, más pilotos murieron durante los entrenamientos que en combate, pero eso no detuvo al resto, en todo caso, la otra opción eran las trincheras.
Sin embargo, no cualquiera se subía a una de esas quebradizas amalgamas de madera y tela con alma de hierro. Hacía falta estar hecho de otra pasta para arriesgar el pellejo en un armatoste tan frágil, y más si el enemigo te apuntaba desde abajo con sus cañones.
No para cualquiera
La lucha en el aire era brutal, cercana. Los pilotos podían verse las caras e incluso sus distintivos militares. Durante la Batalla de Verdún, un piloto volvió a su base después de una misión cubierto de sangre de los hombros hacia arriba.
Cuando su mecánico lo vio, pensando que estaba herido, intentó ayudarle, pero el tranquilo as simplemente le dijo, – es que disparé de muy cerca. No muchos podrían presumir de sangre tan fría.
Como en cualquier otra rama de las fuerzas armadas, los pilotos recibieron ascensos y medallas por sus logros, muchos de ellos póstumos. Pero un clan tan selecto merecía un galardón igualmente distinguido.
Poco después de iniciada la guerra, un periodista francés sugirió una categoría que sería otorgada a aquellos pilotos capaces de superar un baremo. El ejército del aire, siguiendo la recomendación, instituyó la figura del “As”, que recibiría un piloto al derribar cinco aviones enemigos. El resto de países adoptó la misma condecoración para sus ases.
Los Ases de la Primera Guerra Mundial
Decenas de aviadores alcanzaron el título de As durante la PGM y un buen número de ellos excedió por mucho el límite requerido. El más famoso de los ases, fue también el que más victorias consiguió, convirtiéndose en uno de las figuras más reconocidas, laureadas y admiradas de todo el conflicto: Manfred von Richthoffen (80 victorias), el Barón Rojo.
Pero como ya hemos dedicado una página especial a su vida, recordemos a otros de sus colegas y rivales que destacaron por sus números. (En paréntesis el número de victorias).
Oswald Boelke, Alemania, (40), mentor de Richthoffen y el primer piloto en poner por escrito una serie de reglas y recomendaciones para ayudar a sus camaradas, la llamada Dikta Boelke. Muerto en combate.
Ernst Udet, Alemania, (62), sobrevivió para convertirse en uno de los fundadores de la Luftwaffe en la Segunda Guerra Mundial, pero se suicidó cuando su estrategia falló en la Operación Barbarrosa, la invasión de Rusia.
Erich Löwenhardt, Alemania, (54), muerto en combate.
Max Immelmann, Alemania, (15), primer “As” alemán, inventor del “Giro Immelman”, primer ganador de la Pour le Merite, la más alta condecoración del ejército alemán. Muerto en combate.
Heinrich Gontermann, Alemania, (39), muerto durante vuelo de prueba.
Max Ritter von Muller, (Alemania, 36) muerto en combate, uno de los pocos “As de Ases”, por derribar a cinco Ases.
También había ases franceses…
Georges Guynemer, Francia, (53), el más querido de los ases franceses. A los niños en las escuelas de la época se les dijo que Guynemer había volado tan alto que no pudo volver a bajar. Sobrevivió a siete derribos antes de desaparecer en combate sobre Flanders.
René Fonk, Francia, (76) el “As de Ases” aliado de todos los tiempos, pues su marca aún lidera la clasificación. Sobrevivió a la guerra.
Charles Nungesser, Francia, (43), arquetipo del piloto glamoroso, siempre rodeado de mujeres y alcohol. En ocasiones se presentó al trabajo aún vestido de smoking y con compañía femenina. Sobrevivió a la guerra pero desapareció con su avión cuando en 1927 intentaba ser el primero en cruzar el atlántico, dos semanas antes de que Charles Lindbergh lo consiguiera.
Georges Madon, Francia, (41), sobrevivió a la guerra.
Billy Bishop, Canadá, (72) En un principio el derribo del Barón Rojo fue otorgado a Bishop, hasta que décadas después las pruebas demostraron el disparo fatal surgió de una ametralladora en tierra. Sobrevivió a la guerra.
Mick Mannock, Gran Bretaña, (61) muerto en combate.
Raymond Collishaw, Gran Bretaña, (60), sobrevivió a la guerra.
James McCudden, Gran Bretaña, (57) muerto en accidente. Uno de 3 hermanos pilotos que murieron en la guerra y quien entrenó a Mick Mannock (ambos de familias modestas, ambos recibieron la Victoria Cross).
Qué hubiera sido de estos jóvenes ases si hubiesen sobrevivido, nunca lo sabremos. Pero fueron precisamente los muertos los que se convirtieron en héroes en las mentes de sus conciudadanos y en las de más allá de Europa. Será esa odiosa cualidad de la muerte.
Hola Jesús,
gracias por esta entrada. Yo de niño también soñé en más de una ocasión con ser un «As» de la Aviación viendo esas películas aunque no tenía ni idea de lo que significaba serlo. Como bien dices, había que ser de una pasta muy especial (o como diría yo pero no tan finamente, había que tenerlos muy bien puestos) para ir directo a ese suicidio pues, aunque con gloria y glamour, no dejaba de ser eso, un suicidio. Puestos a elegir, me quedo con el francés René Fonk, que además de liderar ese ránking, sobrevivió.
Un abrazo
Hola Francisco,
Fonck era una bestia, en el buen sentido, Era mucho más frio que la mayoría de sus colegas, y aceptaba su misión como cualquier otro trabajo, Se supone que derribó muchos más aviones enemigos, pero las reglas indicaban que cada derribo debía ser confirmado por alguno de sus compañeros, y aparentemente 63 victorias no fueron corroboradas por ningún testigo. Aún así, fue uno de los máximos ases de la guerra y continuó su carrera en la No es tan famoso como los demás, probablemente porque sobrevivió…
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Excelente listado Jesús, a diferencia del Barón rojo al resto los desconocía. Si me permites aporto el nombre de un compatriota, el as de la aviación Italiana y pionero de la aviación EcuatorianaCosme Renella Barbatto.
En fin gran artículo, no he leído la serie en orden que debería, pero en cuanto tenga tiempo me pongo al día.
pd: Según sé en algunas fuentes consta su lugar de nacimiento Guayaquil- Ecuador, pero en otras se afirma que en realidad nació en Nápoles y se trasladó a tierras ecuatoriales siendo muy pequeño.
Hola Martin,
no conocía el nombre de Renella, pero simplemente por lo que cuentas debe tener una historia muy interesante, lo buscaré y a ver qué se me ocurre.
Mientras tanto, aquí seguimos cintando historias, que me alegra mucho te interesen, que ya sabes, por esfuerzo no queda.
Muchas gracias por leerme y por comentar. Espero disfrutes de unas merecidas vacaciones, si las tienes, y si no, cuando puedas.
Un abrzo y gracias por comentar…;)
Hay quien discute que el máximo as de la IGM fuera Manfred von Richthoffen y dicen que hubo un piloto francés que llegó a los 130 derribos (no recuerdo el nombre), pero que no se le acreditaron porque prefería que sus derribos quedaran a nombre de sus compañeros.
El francés Rene Fonck aseguró haber derribado a 65 aviones más de lo s que se le reconocieron, pero no tenía testigos, y la política de reconocimiento requería que al menos otra persona pudiera confirmar dichos derribos.