Hace un par de semanas hablamos ya de cómo los alemanes se habían ensañado con la población civil belga en los primeros días de la Primera Guerra Mundial. Tan sólo en las seis semanas iniciales de la campaña, más de 5.500 civiles fueron asesinados por resistir “ilegalmente” la visita, o simplemente por ser sospechosos de la paranoia teutona. Aparte de la tragedia humana, no obstante, los alemanes también se dedicaron a destruir sistemáticamente las estructuras funcionales del país y, en especial, algunos de los más importantes tesoros del patrimonio belga. Bruselas se salvó, pero la destrucción de su vecina Lovaina, gracias a la información de corresponsales de países neutrales que marchaban con las tropas alemanas, se convirtió en el mejor ejemplo de la barbarie cultural.
Enclavada en los márgenes del rio Dijie y a sólo 25 kilómetro de la capital, Lovaina es actualmente una pujante ciudad de 100.000 habitantes famosa por su Universidad Católica, la más antigua de Europa, el Hospital Universitario UZ Leuven, uno de los más grandes del continente, y sede de Anheuser-Bush InBev, el grupo cervecero más grande del mundo. Desgraciadamente para sus habitantes, su situación geográfica hizo de Lovaina un objetivo militar de importancia en la mayoría de los conflictos europeos del pasado. La Primera Guerra Mundial no iba a ser una excepción.
Las tropas alemanas habían conquistado Lovaina el 19 de agosto, sin oposición, pues para entonces el ejército belga se había retirado a su último reducto en la ciudad de Amberes. Los primeros seis días se respiró un ambiente de calma nerviosa en los que los habitantes de la ciudad permanecían encerrados en sus casas para no provocar a los ocupantes, ya bien conocidos por ejecutar a inocentes con la excusa de resistir. El día 25, sin embargo, un evento provocó un estado de confusión entre los alemanes que tendría graves consecuencias para la ciudad.
Aparentemente, un ataque de las tropas belgas a las afueras obligó a los invasores a replegarse al casco urbano, acción que tuvo lugar en el más absoluto desorden. Dentro de la confusión, los alemanes acusarían más tarde a los civiles de Lovaina de haberles disparado, acusación que nunca fue evidenciada. También dijeron que algunos civiles se subieron a las azoteas de sus edificios para hacer señales a las tropas británicas y francesas que supuestamente se acercaban, una denuncia sin sentido cuando en ese momento, las tropas aliadas se retiraban a marchas forzadas hacia París. Por su parte, los belgas dijeron que los alemanes se habían disparado entre ellos, presas del caos como estaban durante la retirada. Da igual, el resultado es que los alemanes iniciaron una campaña de destrucción y asesinatos de cinco días de duración, no tanto para castigar a Lovaina, sino como ejemplo de lo que podía sucederle a cualquier ciudad que resistiera el avance de los invasores.
La primera atrocidad fue la ejecución del alcalde, del rector de la universidad y de toda la fuerza policial. La biblioteca de la universidad, fundada en 1426, fue incendiada con gasolina y pastillas aceleradoras, lo que demuestra la intención destructiva de sus instigadores. Más de 230.00 volúmenes fueron consumidos por las llamas, incluidos 750 manuscritos medievales y mil incunables. La misma suerte corrieron decenas de edificios públicos e iglesias, en especial la de San Pedro, que fue incendiada con una veintena de obras de arte de incalculable valor en su interior. En total, un 20% de todos los edificios de la ciudad fueron destruidos, y casi 300 civiles asesinados, muchos de los cuales fueron obligados a cavar sus propias tumbas.
La prensa internacional pronto se hizo eco de la noticia. Richard Harding Davis, corresponsal del New York Tribune en Bruselas, llegó a Lovaina el 27 de agosto y envió un artículo que fue publicado con el titular de “Alemanes Saquean Lovaina. Mujeres y Curas Asesinados”. El resto de la prensa internacional no se quedó atrás, especialmente la británica, nunca tímida a la hora de la propaganda, calificando el saqueo de Lovaina como una “traición a la civilización” e insistiendo en que los alemanes no eran descendientes de Goethe, sino de Atila el Huno, comparación hecha ya anteriormente por el mismo Kaiser Guillermo.
Irónicamente, la intención alemana de intimidar a sus enemigos y a todos los que se pusieran en su camino tendría el resultado contrario. La destrucción de Lovaina no fue considerada como un evento más en una guerra, sino como un ataque frontal a la cultura y civilizaciones no alemanas, que empujó a los aliados a luchar con más determinación, si cabe, para acabar con la amenaza imperialista desatada aquel verano de 1914.
P.S. La biblioteca universitaria fue reconstruida en la posguerra, principalmente bajo la iniciativa de organizaciones privadas británicas y estadounidenses, sólo para ser destruida una vez más por los nazis en 1940, con la pérdida de un millón de volúmenes.
Son hechos como este, silenciados en los manuales de Historia Contemporánea, los que hacen ver de otra manera los hechos de la Primera Guerra Mundial. Alemania no fue uno más de los combatientes sino uno de los principales responsables.
Cuando pueda tengo intención de escribir sobre este hecho de Lovaina y otro parecido.
Hola Hesperetusa,
La historia no es siempre justa ni completa, y tiende a centrarse en lo que más llama la atención, en lo que vende. En su época, la destrucción de Lovaina fue muy utilizada para agitar la oposición a Alemania, pero al terminar la guerra, la atención de los lectores se distrajo con nuevos temas. Suele suceder, y creo que seguirá sucediendo, pero para eso estamos los aficionados, para recordar lo hechos menos conocidos.
Me encantaría leer tus trabajos sobre el tema, seguro nos maravillas.
Muchas gracias nuevamente y un cordial saludo.
Qué destrucciones tan inútiles!!!!!!! Por supuesto que se podrían comparar con Atila.la leyenda ya dice que por donde el pasaba, ya no crecia la hierba. Destruir una biblioteca que es la cuna donde ampliar nuestros conocimientos….. un horror. No sabia nada de Lovaina, una vez más amplio mis débiles conocimientos gracias a ti. Un abrazo arrasante, más no de guerra.
Rosa! qué gusto tenerte de vuelta! Espero hayas descansado un poco de nosotros y tus baterías estén a tope.
La destrucción de Lovaina fue un crimen innecesario, una muestra más de cómo los alemanes despreciaban todo lo que no fuera suyo, y una ofensa que repetirían 25 años después. Esperemos que no se repita, ni esas guerra ni ninguna otra.
Bienvenida a casa!
Un besín y gracias como siempre por comentar.
Hola Jesús,
una muestra más del sinsentido de las guerras. Con la excusa de ganar una ciudad, una batalla… se destruye la cultura. Pero no hay excusa, es patrimonio de todos y actos como estos es un ataque no solo al enemigo sino al mundo entero. En cuanto a la foto de los «civiles cavando su propia tumba» también da también que pensar …
Un abrazo
Hola Francisco,
otro comentario que se me había colado.
Las guerras son destructivas por definición, y a la gran mayoría de los generales de la historia les ha importado muy poco la pérdida de patrimonio histórico si este interfiere con sus planes. Lovaina era y es una ciudad maravillosa, pero perdió mucho durante ambas guerras, y en la mayoría de los casos, fueron tesoros que jamás podremos recuperar.
Muchas gracias por comentar y disculpa el retraso.
Un abrazo.
Claro que las guerras son destructivas ¿Oh acaso como se pretendería vencer al enemigo?, no hay que olvidar que las guerras se producen cuando la diplomacia falla, de ahí su carácter destructivo .
Por supuesto que las guerras son destructivas, pero una cosa es tener como objetivo los ejércitos y armas del enemigo y otra es destruir obras de arte que no tienen ningún valor militar. La destrucción de Lovaina fue una acción digna de bárbaros, inútil desde el punto de vista militar, gratuita, y sólo demostró la naturaleza salvaje de los líderes alemanes durante la Primera Guerra Mundial.
Gracias por comentar. Un saludo.