Las Batallas de Mons y Charleroi habían sido ganadas por los alemanes que a partir del 24 de agosto avanzaban hacia el corazón de Francia. El Mariscal Joffre, sin perder la calma en ningún momento, había dado la orden para que más de un millón de soldados cayera tras las filas hasta una segunda línea defensiva donde poder pertrecharse y reanudar la batalla y, aunque algunos mandos se mostraron nerviosos y casi rendidos, por lo general el ambiente en los cuarteles generales se respiraba un ambiente de preocupación, sí, pero también de crisis organizada. Algo así como un cambio de gabinete con un mismo presidente, y no sólo metafóricamente, pues uno de los primeros pasos de Joffre ante el fracaso del Plan XVII, fue sustituir a varios generales, aquellos que en su opinión no habían obedecido sus órdenes y a quienes el viejo general consideraba culpables de la debacle. En ningún momento se escuchó un mea culpa por la elección de la estrategia, no, la culpa era de los mandos, afirmó.
Uno de los comandantes franceses más vilipendiados de la Primera Guerra Mundial fue el General Lanrezac (imagen), aunque la historia le ha rehabilitado en cierta medida. Veterano de la guerra Franco-Prusiana y nativo de la Isla de Guadeloupe, este hábil comandante había formado parte del Estado Mayor e incluso había sido considerado para el más alto puesto, pero un año antes de la guerra, fue asignado como comandante del 5º Ejército, aquel que debía atacar en el centro del frente alemán, a través del Bosque de las Ardenas, y evitar el movimiento de flanqueo de los alemanes por Bélgica, una tarea titánica, como poco. Lanrezac no compartía la estrategia del Plan XVII y desde el principio mostró sus objeciones, afirmando que los alemanes tenían planeado enviar el grueso de sus tropas por Bélgica, tal y como lo especificaba el Plan Schlieffen y como von Moltke había demostrado en sus juegos de guerra en 1911. Cuando el avance alemán demostró que esa era la estrategia, Lanrezac hizo un nuevo llamamiento a Joffre para que cambiara de táctica y le permitiera atacar hacia el norte, en lugar de en dirección noroeste, pues los alemanes ya habían rebasado Lieja y se dirigían a la frontera francesa. Joffre no le escuchó, e insistió en su offensive à outrance.
A pesar de que Joffre (imagen) ya había admitido el 15 de agosto que el ataque primario de los alemanes vendría por Bélgica, creía que entre los tres ejércitos enemigos sólo sumaban 17 divisiones, cuando en realidad eran 28, y el día 20, seguía creyendo que Lieja resistía en manos belgas, aunque los alemanes habían capturado el último fuerte el 16 de agosto. En esos días tuvieron lugar una serie de desencuentros célebres por su agresividad, entre Lanrezac y su Comandante en Jefe, Joffre, el primero resistiéndose a sacrificar sus tropas en un intento fútil por atacar y el segundo insistiendo en que obedeciera sus órdenes. La relación del comandante del 5º Ejército tampoco resulto ser muy buena con su colega inglés, el General Sir John French, quien debía proteger su flanco izquierdo. Lanrezac tuvo que aguantar enormes presiones de varios frentes, y lo único que salvó su posterior reputación fue la demostración de que tenía razón, aunque esta llegó demasiado tarde.
Mientras que generales y Estado Mayor discutían por la estrategia, los alemanes llegaron a Namur el 20 de agosto y ese mismo día lograron establecer cabezas de puente en el Río Mosa, y los contraataques franceses fueron rechazados. Aquí el General von Bülow perdió una oportunidad de rodear al 5º Ejército, no sería la última. El 21 de agosto, el 2º Ejército de von Bülow apoyado por el 3º el mando del general Hausen, atacó Charleroi, donde una avanzadilla de Lanrezac ofreció una valiente y efectiva resistencia contra un enemigo considerablemente superior en fuerzas. Al final, sin embargo, la superioridad numérica decantó la balanza hacia los alemanes, y el 23 de agosto, Lanrezac retiraba a sus tropas de Charleroi. El mismo día, el Cuerpo Expedicionario Británico (BEF por sus siglas en inglés) de Sir John French, se batía con el 1er Ejército de von Klück en Mons y, a pesar de haber tenido que ceder sus posiciones iniciales, la BEF había formado una línea secundaria de defensa frente a los alemanes, que habían sido castigados con grandes bajas durante la batalla. French sugirió que podrían aguantar algo más. La crisis surgió cuando, sin avisar a su colega inglés, Lanrezac inició la retirada. No fue sino hasta la madrugada del día 24 que French se enteró y se vio forzado a hacer lo mismo.

La Gran Retirada. La línea continua representa el frente el 22 de agosto; la discontinua el frente el 5 de septiembre; las flechas el avance alemán. (Haz click para ver mejor).
En cualquier campaña militar sea ofensiva o defensiva, una de las prioridades de los mandos es mantener una línea homogénea en el frente. La motivación es obvia, si un ejército avanza a un ritmo superior al de sus vecinos, puede quedar aislado y ofrecer sus flancos al enemigo. Lo mismo sucede en una retirada. Es crucial mantener la sincronización de todo el frente para evitar estas circunstancias. El problema aparece especialmente durante las retiradas, pues cuando un regimiento, cuerpo o ejército comienza el repliegue, aquellos a sus flancos deben hacer lo mismo, aún cuando en ese momento puedan estar disfrutando de la iniciativa contra el enemigo. Eso fue lo que sucedió aquel caluroso verano de 1914. Cuando Lanrezac ordenó el repliegue, la BEF a su izquierda tuvo que hacer lo mismo, pero también el 4º Ejército francés a su derecha, y el 3º a la derecha de este, provocando un efecto dominó hasta la frontera con Suiza.
Joffre tiene el mérito de haber mantenido la cabeza fría en los momentos álgidos de la batalla, algo que siempre es más fácil de conseguir en la seguridad del Cuartel General cuando las balas de tu enemigo zumban sobre tu cabeza. La retirada, 200 kilómetros en diez días, se hizo de forma ordenada manteniendo tropas en la retaguardia para cubrir la huida, y la mayor parte de los ejércitos sobrevivieron a la crisis de agosto, cediendo terreno, si, pero manteniendo las formaciones y el equipamiento, un hecho que se demostraría trascendental un par de semanas después.
Lanrezac tenía razones para retirarse, aunque no fue sino hasta el final de la guerra que pudo demostrar sus razones, pero en aquellas tensas jornadas todos los dedos apuntaron hacia él. A los ojos de Joffre, no obstante, el veterano general había sucumbido a la presión de la batalla y no supo o quiso responder a la estrategia del Alto Mando. En algo si falló Lanrezac, en mi humilde opinión, y fue en no haber avisado a tiempo de su repliegue a su vecino inglés. En todo caso, y la evidencia lo demostró, la decisión que tomó fue la más acertada, retirarse con sus tropas en buen estado para más tarde, y en una mejor posición, hacerle frente al enemigo y montar la contraofensiva. Desgraciadamente para él, ese día no llegaría, pues Joffre lo destituyó el 3 de septiembre, días antes de la decisiva Primera Batalla del Marne.
He estado por varios sitios de los lugares en que ocurrió todas esas batallas y … es un horror que las dejaran tan inútiles, por suerte ya vuelven a estar más o menos como en tiempos anteriores. Conoces mi gusto y deseo por viajar e insisto que es una gran pena que a veces arrasen los bellos panoramas. Muaaa..
Hola Rosa,
eres muy afortunada de haber podido viajar tanto. Lo que se aprende en el camino es un tesoro invaluable de cultura que debería estar al alcance de más personas.
En verdad es muy triste que en las guerras perdamos tanto patrimonio, pero así es la guerra, y así es el ser humano…
Otro besín pacifista para tí…