Por definición, una leyenda es la narración de un suceso imaginario o extraordinario, normalmente alrededor de una persona cuyas hazañas se consideran irrepetibles o inalcanzables para la mayoría de los mortales. Las hay basadas en falsedades, en supuestos hechos que nunca existieron, como el caso del Hombre de Piltdown, la máquina de movimiento perpetuo o el motor de agua. Hay leyendas negras y las hay urbanas; hay leyendas del rock y del deporte, y algunas otras todavía inexplicables, como el famoso Manuscrito de Voynich, que puede ser no más que una broma de su autor aunque decenas de “expertos” le han concedido igual número de orígenes y propósitos, ninguno de ellos comprobado, por supuesto. Otras leyendas, sin embargo, encarnan una buena dosis de realidad, basadas en hechos ocurridos y comprobables, pero que un grupo de personas decide manipular para crear o construir evento o personaje que sea admirado y venerado por una población determinada, muchas veces para aprovecharse de ella de alguna manera, haciéndoles creer que el evento o persona en cuestión es algo excepcional. En la Batalla de Tannenberg, tanto las personas como el acontecimiento alcanzaron la condición de leyenda pero, como podremos ver, ambos casos nacieron de la manipulación de la información.
Los hechos son los siguientes. Después de la Batalla de Gumbinnen en la que las fuerzas del 1er Ejército ruso se enfrentaron a los alemanes en Prusia Oriental, al comandante del 8º Ejército, General Prittwitz, le entró el miedo de verse envuelto por las numéricamente superiores tropas rusas. Su primera reacción fue pedir autorización para retirarse a una posición más segura tras el Rio Vístula, cediendo buena parte de territorio alemán al enemigo. Sus miedos eran infundados, y así se lo hicieron ver tanto el Alto Mando en Coblenza como algunos de sus comandantes. El 1er Ejército ruso no estaba preparado ni había mostrado intenciones de perseguir a los alemanes, la retirada estaba injustificada. Por ello, el General von Moltke, Comandante Supremo, lo destituyó y envió en su lugar al ya retirado Paul von Hindenburg y al “héroe de Lieja”, Erich Luddendorf como su segundo al mando. Antes de partir en el célebre viaje por tren que los llevaría al frente oriental, Luddendorf firmó las órdenes para enviar el grueso de las tropas alemanas hacia el sur para enfrentarse con el 2º Ejército de Samsonov, al que esperaban destruir antes de volverse contra el 1º del General Rennenkampf. La estrategia funcionó y en tres días de batalla en los que la balanza pudo haberse inclinado hacia cualquiera de los bandos, los alemanes consiguieron una victoria sin paliativos, destruyendo la capacidad ofensiva de los rusos y haciendo casi 100.000 prisioneros. Hindenburg y Luddendorf fueron aclamados como héroes. La leyenda nacía; la realidad fue otra.
Para empezar, el mismo nombre elegido para el encuentro entre el 2º Ejército ruso y el 8º alemán lleva ya la intención de adulterar los hechos. La batalla entre el 25 y el 29 de agosto tuvo lugar a las afueras de un pueblo llamado Allenstein (actual Olsztyn, en Polonia), pero los generales Luddendorf y Hoffman decidieron bautizarla con el nombre de otra población, a unos 30 kilómetros de donde sucedieron los hechos, Tanneberg. La motivación surgió de la existencia de otro combate 600 años antes, en el que los Caballeros Teutones fueron vencidos por fuerzas lituanas y polacas. La nueva Batalla de Tanneberg para vengar el nombre de los derrotados, una especie de “Limpieza histórica”.
Segundo, la victoria alemana no era de ninguna manera sorpresiva. Es verdad que los rusos disfrutaban de una superioridad numérica, 200.000 contra 120.000, pero las cifras no son el único factor a considerar en el desarrollo de una batalla. Los alemanes contaban con un equipamiento superior, más entrenamiento, mejores mandos y luchaban en su propio territorio. Los rusos, que llevaban marchando cuatro días, alejados como estaban de sus líneas de suministro por la falta de trenes, llegaron a la zona de conflicto en condiciones deplorables, cansados y hambrientos, lo que ya daba una ventaja al contrincante. Pero el hecho que marcó el devenir de los acontecimientos fue que muchas de sus divisiones no contaban con teléfonos y su comandante tuvo que utilizar la radio inalámbrica para transmitir sus órdenes, que fueron fácilmente interceptadas por los alemanes. Con la ventaja de conocer los movimientos enemigos por adelantado, la victoria pierde mucho de su apelativo de “milagrosa”.
Los protagonistas también sufrieron o disfrutaron de la versión creada. La idea de movilizar a las tropas alemanas de una manera sorpresiva sobre las fuerza de Samsonov salió de la mente del General Hoffman, quien ya había dado las órdenes necesarias a los comandantes antes incluso de que se nombrara a Luddendorf y Hindenburg como responsables militares en la zona. Sin embargo, fueron estos dos quienes se llevaron todos los honores y a quienes se les otorgó una capacidad supra humana, casi mística, que les convirtió en los dos grandes héroes de la guerra en el bando alemán. Estos dos generales, que en ningún momento, en mi opinión, demostraron ninguna capacidad excepcional, aprovecharon su popularidad para adquirir poder tal sobre la nación que hacia 1918, en la práctica eran los dictadores de Alemania.
La Batalla de Tannenberg fue una gran victoria, pero de ninguna manera decisiva. Tampoco produjo los resultados estratégicos esperados, expulsar a los rusos de suelo alemán, lo que sí llegó después de la Batalla de los Lagos Masurianos una semana después, cuando los alemanes habían recibido refuerzos del frente occidental. En todo caso, no pudieron aprovechar las victorias para pasar a la ofensiva, pues una vez llegados a Rusia se encontraron con el mismo problema que los rusos habían tenido con el ancho de vías diferente entre los dos países. Además, los rusos habían conseguido en los mismos días una victoria similar contra los austriacos en la Batalla de Galizia, lo que requirió la asistencia alemana. En todo caso, Tannenberg reverberó en la consciencia y moral alemanas incluso más allá de la Primera Guerra Mundial, y el “matrimonio” Himdenburg-Luddendorf gozaría de un gran respeto y consideración, cualidades que estos utilizaron para su propio beneficio y que tendrían consecuencias perversas para el futuro de Alemania. Pero eso es ya otra historia.
Pues sí, de una realidad pueden derivarse leyendas o exageraciones. He vuelto de Rumanía y he reafirmado lo que ya sabía…el famoso Conde Drácula SI que existió, era Vlad III El Empalador, cuyo abuelo era el conde Dracul. Vlad era un gran sanguinario con sus enemigos y se los «cargaba» a cientos mediante el ampalamiento, aunque su pueblo le tenian por buen regidor. Pues bien debido a sus masacres y que el castillo está emplazado entre bosques, el escritor Bram Stoker dió rienda suelta a su imaginación y a Vlad le «convirtió» en el Conde Drácula el Vampiro y así continua la leyenda. En los puestos de recuerdos está repleto de tazas, camisetas y todo lo imaginable referente al Vampiro con sus colmillos y todo lo que ya sabemos. Esto no tiene que ver con lo que cuentas de la batalla, pero es la exageración de los hechos y que muchos se aprovechan de ella. Hay un refrán que dice «Cria buena fama y échate a dormir»
Beso de una vampira… jejeje
Hola Rosa,
qué bien te cuidas! Rumania es un país muy bello, y seguro lo pasaste buen. Conozco la leyenda del Conde Drácula sólo de manera superficial, y se que está basada en las «aventuras» de Vlad, pero como sabemos bien, la gente y los medios se encargan de exagerarlo todo. En este caso fue Bram Stoker, que con su obra maestra nos metió de lleno en el universo vampiril, que tanta fuerza sigue teniendo, aunque ahora los chupa-sangre sean guapos y jóvenes.
A ver si te animas un día con una biografía del verdadero Drácula…
Un besín misterioso…
Los austrohungaros fueron una rémora militar para los alemanes tremenda, una y otra vez les tuvieron que sacar las castañas del fuego. Ni si quiera fueron capaces de derrotar a los servios que eran un ejército mucho más pequeño.
Querrás decir a los serbios, no?
Hola Jesús,
si dejamos los otros motivos a parte, no deja de ser curioso el hecho de querer «vengarse» de un hecho acontecido seis siglos atrás. Es cierto que en la batalla de Tanneberg (1410) representó un duro golpe para los teutones y de hecho muchos la consideran como una de las grandes batallas de la época medieval, pero es difícil de comprender querer rememorarla con más sangre y más muerte. Esto solo lo puede hacer el hombre.
Otro artículo de «leyenda», gracias por compartirlo.
Un abrazo
Buenos días Francisco,
la venganza es parte de la naturaleza humana, lo cual, en mi opinión, es una contradicción a la evolución, pues no conlleva nada bueno. Ahora bien, no creo que en las mentes de los generales alemanes en 1914 estuviera la venganza, sino que aprovecharon su victoria para elevar la moral del pueblo y, de paso, su reputación. No conozco los detalles de la Primera Batalla de Tannenberg, pero has picado mi curiossidad, a ver qué encuentro.
Muchas gracias por tu amable comentario, siempre tan certero.
Un cordial saludo.
Da risa por no decir otra cosa, que alguien muy cómodamente sentado en una silla, 100 años después de los hechos, pretenda desmerecer o quitarle brillo a esta victoria espectacular del ejercito alemán, donde un ejercito de 250 mil hombres derrota apabullantemente a un ejercito que le duplicaba en números, en una situación critica donde la mayoría de las tropas alemanas combatían en otros frentes y donde la perdida de esta batalla hubiese significado automáticamente la derrota alemana. Argumentos como la inferioridad de los medios de comunicación, mejores mandos, equipo superior, el ancho de la vía del tren, no tienen ningún sentido, ya que son aspectos que el alto mando ruso debió haber considerado antes de decidir invadir el territorio alemán. La única explicación en toda esta pretendida subvaloracion de los hechos, es que el autor sea gente de izquierda, que solo ven y admiran los triunfos de los ejércitos comunistas. Tanto la 1a guerra como la 2a, la perdieron los alemanes por la intervención de USA, sino la historia que conocemos hubiese sido muy diferente.
Francisco,
me decepciona que no hayas entendido el artículo. No es mi intención desmerecer la victoria de Tanneberg, y bien digo al comienzo del último párrafo que fue una gran victoria. Lo que si quiero esclarecer, es que no fue la batalla legendaria que los alemanes, y en especial el socialista Hitler, no se cansaron de promover. Primeramente, es verdad que el ejército ruso debió haberse preparado para la guerra, pero no lo estaba, y cometieron muchos errores, por lo que más que mérito de los alemanes fue un cúmulo de errores de los rusos. Además, y como aclaro bien en el artículo, la leyenda dio crédito a Hindenburg y Luddendorf, cuando en realidad fue Hoffman quien diseñó la estrategia.
Respecto a mi condición de izquierdas, mejor ni respondo, pues queda muy claro que no me conoces y que no has leído bien. Ni veo ni admiro ninguna victoria comunista, empezando porque los comunistas aún no estaban en el poder cuando se peleó la Batalla de Tanneberg (sospecho que no lo sabías), pero en fin, no todos mis lectores prestan atención a lo que escribo, y siempre hay algunos que critican lo que no he escrito.
Te recomiendo leas bien.
Un saludo.