El Batallón Perdido o de cómo una paloma mensajera salvó doscientas vidas.

A lo largo de la historia militar del hombre, muchas han sido las unidades, regimientos, batallones e incluso ejércitos que se han perdido prácticamente al completo durante una batalla. Ya los romanos perdieron la célebre Legión IX Hispana en algún momento a principios del siglo II, muy probablemente en la rebelde provincia de Britania. También se cree que Carlomagno perdió un ejército en sus campañas para la reunificación del Sacro Imperio Romano, y los cruzados registran más de una pérdida, aunque en aquellas épocas, la falta de comunicaciones y el caos general en Europa facilitaba de buena manera que un grupo de hombres se diluyera simplemente entre la población. Sin embargo, el título de “Batallón Perdido” ha sido adjudicado a un grupo de unidades del ejército norteamericano durante la Primera Guerra Mundial que sobrevivió a un asedio de seis días y que, gracias a una paloma mensajera, pudo salvar a un tercio de sus hombres. Esta es su historia.

Sobrevivientes del Batallón Perdido en su vuelta al sitio de la batalla.

Sobrevivientes del Batallón Perdido en su vuelta al sitio de la batalla.

El Bosque de Argonne es una larga franja de montañas rocosas cubiertas de arboledas silvestres muy cercana a la frontera de Francia con Bélgica. Es un territorio difícil, tupido, con innumerables barrancos y riscos que entorpecen cualquier intento de avance por parte de un ejército y, a finales del verano de 1918, seguía en manos de las bien atrincheradas tropas alemanas que llevaban cuatro años repeliendo todos los ataques aliados. Como parte de la Ofensiva de los Cien Días que terminaría por acorralar al invasor, los estadounidenses organizaron la Campaña del Meuse-Argonne, por el río y el bosque que delimitaban su sector, y que sería la mayor batalla en la historia de los Estados Unidos, una operación que requeriría grandes ataques en una amplia línea con más de un 1,2 millones de hombres involucrados.

La ofensiva comenzó la mañana del 26 de septiembre sobre un frente de varios kilómetros. El objetivo era expulsar de la zona al enemigo, privándole de sus líneas de abastecimiento. Para ello, el Mayor Charles White Wittlesey, un capitán de la 77ª División, Charles Wittleseyconocida como la Metropolitana al estar formada en su mayoría por reclutas de la Ciudad de Nueva York, recibió la orden de avanzar con tres regimientos, el 306, el 307 y el 308, por una serie de barrancos en dirección al Molino de Charlevaux, un punto estratégico pues dominada un camino importante para el abastecimiento de las tropas norteamericanas, así como la vía de tren que suministraba  a los alemanes. Los hombres a cargo de Wittlesey serían apoyados en su flanco izquierdo por tropas francesas, y en el derecho por otra división norteamericana. El General Johnson, Comandante de la ofensiva, dio la orden de no retirarse de los territorios ocupados bajo ningún concepto, un mandato que tendría consecuencias desastrosas.

El 1 de octubre, Wittlesey avanzó conforme a sus órdenes y alcanzó los objetivos marcados para ese día, atrincherándose para descansar. Al día siguiente, llegó la orden de tomar el camino Binarville-La Viergette. El ataque comenzaría  a las 7:00 de la mañana para dar tiempo a que se disipara la niebla. Wittlesey dejó dos compañías para reforzar su flanco derecho y envió el resto hacia el punto denominado “Colina 198” para poder rodear al enemigo. Al final de un largo día de batalla, el Mayor Wittlesey recibió informes de que sus hombres habían alcanzado la Colina 198. Los 554 hombres a su cargo, prepararon posiciones defensivas para esperar los refuerzos prometidos. De lo que no recibió noticias, fue que tanto los franceses a su izquierda como sus compatriotas a la derecha habían sido rechazados y obligados a replegarse, lo que de facto dejaba a sus fuerzas rodeadas por los alemanes.

Mapa de la bolsa en la que fue aislada el Batallón Perdido.

Mapa de la bolsa en la que fue aislada el Batallón Perdido.

El 3 de octubre, el Mayor envió mensajeros para contactar con las unidades que supuestamente protegían sus flancos, pero ninguno volvió, todos fueron muertos o capturados. Las sospechas de lo sucedido comenzaron a rondar la mente del huraño comandante,

Ilustración de la batallapero le llamó la atención que los alemanes no atacaran. No lo hicieron durante la mañana, pues pensaban que los estadounidenses tenían la superioridad numérica, pero cuando se dieron cuenta de lo contrario, a mediodía, lanzaron el primero de tres ataques por los cuatro costados, lo que confirmó a Wittlesey el encierro de sus fuerzas. Sus líneas de comunicación y abastecimiento fueron cortadas, no obstante, como ambos bandos habían sufrido un gran número de bajas, los alemanes decidieron volver a sus trincheras y esperar un mejor momento. Aislado, el Mayor no sabía si sus comandantes en el cuartel general conocían su situación. Tampoco estaba seguro de que la orden de no retirarse era todavía válida. En todo caso, no tenía otra elección que atrincherarse y esperar.

Ahora bien, le quedaba un as bajo la manga, y no era más que las palomas mensajeras, con las que podría intentar contactar con sus superiores. El 4 de octubre, en un intento de aliviar su situación, Wittlesey envió un mensaje con uno de sus pichones, pidiendo una cortina de artillería contra las posiciones alemanas a sólo unas decenas de metros por delante de él. Nunca se pudo resolver el debate sobre quién cometió el error, ya fuese Wittlesey quien envió las coordenadas incorrectas, o la artillería que erró en sus cálculos, el caso es que el Batallón Perdido fue atacado por fuego amigo, causando graves pérdidas a un ya diezmado regimiento. Para corregir el entuerto, fue enviada la última de las palomas mensajeras, una llamada Cher Ami (Querida Amiga), que a pesar de haber sido herida por una de las bombas, llegó a su destino, 25 kilómetros en la retaguardia, en sólo 65 minutos, y consiguió que se detuviera el trágico ataque. Tan pronto cesó el fuego, los alemanes hicieron un intento más en el que los soldados tuvieron que pelear cuerpo a cuerpo debido a la cercanía de las líneas, y fueron rechazados una vez más.

Cher Ami, la paloma que salvó al Batallón Perdido. Héroe condecorado.

Cher Ami, la paloma que salvó al Batallón Perdido. Héroe condecorado.

Del 5 al 8 de octubre continuaron los esfuerzos teutones de destruir u obligar a rendirse al enemigo. En una ocasión, el comandante alemán envió a un joven hecho prisionero durante esos días con un mensaje para Wittlesey, en el que le exhortaba a abandonar una lucha en condiciones tan deplorables. Parte del mensaje leía:

«el sufrimiento de sus heridos puede escucharse desde aquí en las líneas alemanas, e imploramos a sus sentimientos humanos a detenerse…”

Pero Wittlesey ni siquiera se molestó en responder. Sus hombres sufrían hambre y sed, y algunos de los heridos enfermaban, pero sus órdenes estaban por encima de cualquier sentimiento. El día 8 de octubre, por fin los aliados pudieron abrirse camino y rescatar al Batallón Perdido. De los aproximadamente 550 hombres que entraron en el bosque, sólo 194 resultaron ilesos, en buena medida gracias a Cher Ami. La paloma sobrevivió a la guerra gracias a los esfuerzos de los médicos de la 77ª División, aunque perdió un ojo y una de sus patas, que fue reemplazada por una de madera. De vuelta en los Estados Unidos, se convirtió en mascota y recibió varias condecoraciones por sus 12 mensajes entregados en Verdún, entre ellas la Croix de Guerre. A su muerte, el 13 de junio de 1919, fue disecada y actualmente puede ser visitada en el Museo Nacional de Historia en Washington D.C.

 

10 thoughts on “El Batallón Perdido o de cómo una paloma mensajera salvó doscientas vidas.

  1. Hola Jesús,
    ¡una paloma mensajera, como en la Antigüedad!. A pesar de gastar dinero y esfuerzo en conseguir las últimas tecnologías y en avanzar para construir las armas más mortíferas es irónico que una simple paloma pudiera conseguirlo. ¡Sí señor! ¡Bravo por el pichón! Aunque lo de ponerle una pata de palo ¡Ja, ja, ja! En fin, yo ni me había fijado en lo del Mayor Charles White, qué más dá, Capitán, Mayor o General. A mí mañana se me habrá olvidado su graduación pero de lo que me acordaré es de esa paloma y de este post. Gracias Jesús por dármelo a conocer. Esto no se explica en muchas de los textos que hay sobre la Gran Guerra.
    Un abrazo, plumífero.

    • Hola Francisco,
      muchas veces la tecnología más avanzada viene de lo más simple. La historia de las alomas mensajeras es larga, aunque tuvo su punto álgido durante la PGM, en la que más de dos millones de pichones volaron sobre el frente. Como siempre, he intentado fijarme en esos detalles de la historia que tan poco espacio ocupan en los libros tradicionales y, aunque las historia del Batallón Perdido sí ha recibido mucha atención, Cher Ami es conocida casi en exclusiva por los norteamericanos.
      (Por cierto, Whittlesey empezó la guerra como capitán y la terminó como mayor, por ello la duda de mi crítico favorito.)
      Muchas gracias por comentar.
      Un abrazo pacífico (como diría Rosa…)

  2. Nunca he sabido como esas pequeñas criaturas,pueden conocer el destino, eso que delante de mi piso vivia un señor (que hace años murió) y se pasaba horas adiestrándolas, su terraza está delante de mis balcones y se pasaba horas y horas y se juntaba con otros de una peña. Pobre palomita, perdió un ojo y una patita, por culpa de esa guerra tan funesta.
    Besito de una paloma de la paz (algo de parecido pues mi nick también lleva alas)

    • Hola Rosa,
      las palomas mensajeras han servido al ser humano durante siglos, hasta que llegaron el teléfono y la radio, aunque aún hay gente que se dedica a criarlas y entrenarlas. En España, hasta hace no mucho, todas las palomas mensajeras estaban supeditadas al servicio del ejército, que podía reclutarlas en cualquier momento. Yo imagino que en una cuarta guerra mundial, como la que anunciaba Einstein, las palomas volverán a ser de gran ayuda. La pobre Cher Ami perdió su ojito y su patita, pero se ganó el reconocimiento y la fama para siempre…
      Otro besito con alas para tí…y buen fin de semana…

  3. Ésta crónica tiene la ternura plumífera que faltaba.
    Me encantó, se me podrán borrar nombres y fechas, pero voy a recordar a la paloma que salvó a parte del batallón perdido.
    Gracias, sigo aprendiendo.
    Un abrazo y hasta pronto.

    • Así es Stella, una heroína circunstancial, que probablemente nunca se enteró de lo importante de la hazaña, pero que por una vez, recibió el homenaje adecuado.
      Gracias por leerme y por comentar, siempre es un placer.
      Un besín

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