Primera Parte. Antecedentes.
Como si de una buena novela se tratara, todos los grandes conflictos tienen un principio, un desarrollo y un final que no siempre puede considerarse feliz. Siempre hay un gran ganador, al que la victoria le puede haber salido tan cara como al rey Pirro, y otro que se marcha a casa con la cola entre las piernas, si es que sobrevive. En la mayoría de las ocasiones, además, hay un momento clave en el que los eventos son determinantes para el resultado final que pueden ya ser la última batalla, como Waterloo, una intermedia como Stalingrado, e incluso una derrota inicial que obligue al perdedor a ajustarse los machos, resolver sus deficiencias, y volver con más fuerza para cambiar el signo de la guerra, como le sucedió a Hernán Cortés en La Noche Triste. La Primera Guerra Mundial también tuvo su principio y su final, y su momento decisivo, un enfrentamiento que, si bien no se decantó claramente para ninguno de los adversarios, fue esencial en que frenó al invasor y destruyó para siempre los planes que durante años se habían gestado en los Estados Mayores, obligando a los participantes a replantearse la estrategia e iniciar una fase en la que lo aprendido durante años tendría que ser desechado ante el advenimiento de nuevas formas de hacer la guerra, y el poder destructivo de las armas industriales. La Primera Batalla del Marne fue ese momento determinante al haber frenado las ambiciones alemanas de conquistar Francia y en haber ganado tiempo para reorganizarse y para construir una coalición que, después de cuatro sangrientos años, obligaría al enemigo teutón a rendirse.
Alemania declaró la guerra a Francia el 3 de agosto de 1914, un día después de haber invadido Bélgica de acuerdo con los dictados del Plan Schlieffen, con el que los alemanes pensaban conquistar París en seis semanas antes de girarse sobre el gigante ruso. Durante el primer mes, los acontecimientos parecían sonreírles, a pesar de la resistencia belga y de las numerosas bajas. Desde las batallas de Mons y Charleroi, británicos y franceses se batían en retirada perseguidos por los 1º, 2º y 3er Ejércitos alemanes a cargo de los generales von Kluck, von Bülow y von Hausen respectivamente, quienes creyeron que dicho repliegue significaba que el enemigo estaba derrotado. Esa opinión distaba mucho de la realidad, pues a pesar de que los aliados sí habían cedido mucho terreno y corrían para salvarse, la Gran Retirada se estaba llevando a cabo con gran orden, manteniendo a los ejércitos prácticamente intactos y preparados para el contraataque. El mismo Comandante en Jefe alemán, Helmuth von Moltke, dudaba que la supuesta victoria fuese tan contundente, lo que le llevó a preguntar a finales de agosto ¿dónde están los prisioneros?
Al mismo tiempo, el Mariscal Joffre insistía en continuar la retirada hasta poder despegarse completamente de sus perseguidores para reorganizar sus ejércitos y prepararlos para volver a la ofensiva, pero no tenía claro ni cuándo ni dónde llegaría ese momento, hasta que la suerte le sonrió. El 3 de septiembre, aviones de reconocimiento francés informaron que el 1er Ejército de von Kluck, en lugar de dirigirse hacia la capital, había virado hacia el sureste con la intención de alcanzar el Río Marne, cruzarlo, rodear al enemigo y darle el golpe de gracia, pero presentando su flanco a lo que él consideraba una capital desprotegida. El General Gallieni, a cargo de la defensa de París, vio la oportunidad que se le presentaba y rápidamente se lo comunicó a Joffre, aunque este tardaría algunas horas en dejarse convencer. La idea era ordenar a los ejércitos franceses a detener el repliegue, girarse sobre sus talones y contraatacar, empezando por una ofensiva desde París sobre el flanco abierto de von Kluck y, posteriormente, lanzar el grueso del ejército hacia el centro alemán. Joffre decidió entonces transportar tropas desde Lorena y Alsacia y reforzar con ellas tanto su centro, como la ofensiva desde París, creando el 6º Ejército a cargo del General Maunoury con nueve divisiones y dos divisiones de caballería.
Para la gran mayoría de estudiosos de la PGM, la decisión de von Kluck de virar, desechando para siempre el Plan Schlieffen, es uno de los momentos decisivos de la campaña, y de la guerra en general. Y razón no les falta, pero como suele suceder en estos casos, esa decisión fallida no surgió de la nada, sino que estaba fundamentada en una cadena de errores previos, en la falta de información, en la sobre estimación de las capacidades propias y en la subestimación del enemigo. Primero, muchos de mis lectores estarán de acuerdo que una de esas decisiones fue la retirada del ala derecha por parte de von Moltke, de dos cuerpos para reforzar el frente oriental, hombres que si bien no hicieron mucha falta para derrotar a los rusos, podían haber cambiado el signo de los acontecimientos en el Marne. Segundo, los generales alemanes nunca recibieron información fidedigna sobre los movimientos y la situación general del enemigo. Como hemos visto, tanto von Kluck (imagen derecha) como sus colegas estaban convencidos de que los aliados estaban derrotados y sólo hacía falta sellar la victoria, un gran error por parte de la inteligencia alemana. Tercero, los generales alemanes creían tanto en la superioridad de sus fuerzas y en la debilidad del enemigo que no creyeron posible un contraataque, y no se prepararon para esa eventualidad.
Los aliados no lo tenían todo de su parte. A la inherente extenuada condición de los hombres después de un repliegue de casi 200 km en diez días, se sumaba la baja moral de las tropas. El Plan XVII había fracasado, los alemanes habían conquistado diez ciudades en tantos días y no parecía que nada pudiese detenerlos. Los mandos tampoco habían salido ilesos. Solamente en las primeras cinco semanas, Joffre había sustituido a dos comandantes de ejército, diez comandantes de cuerpo y a treinta y ocho generales de división, aunque como opina Margaret Tuchman en Los Cañones de Agosto, con los sustitutos, entre ellos tres futuros mariscales, Foch, Petain y d’Esperey, Francia salió ganando. Peor aún era la situación del Cuerpo Expedicionario Británico, cuyo comandante en jefe, el General Sir John French, parecía haber desaparecido en los momentos cruciales, y cuyo segundo dio la orden el 3 de septiembre de continuar la retirada. Tres veces tuvo que ir Joffre a su cuartel general entre el 3 y el 4 de septiembre, y no fue sino hasta la segunda noche que logró encontrar a French y convencerlo, después de muchos ruegos, de que frenara a sus hombres y los sumara a la batalla el día 6.
Cuando todo parecía estar listo, las tropas en su sitio, las órdenes enviadas y el aliado convencido, la madrugada del 5 de septiembre de 1914, Joffre reunió a su estado mayor y les anunció –Caballeros, lucharemos en el Marne.
Mañana, el Orden de Batalla.
Como siempre increible, gracias por hacer q me haya enganchado a tu blog, desde que lo descubri hace un mes ni un dia falto a leerlo.
Muchas gracias Erik por tu amable comentario. El trabajo lo hago con mucho gusto para vosotros los lectores, y se agradece mucho cundo nos damos cuenta de que algo estamos haciendo bien. Además, nos das ánimos para seguir por este camino.
Un abrazo…
Hola Jesús,
otra ilustradora entrada que engancha en su lectura desde la primera línea. Lo que estoy aprendiendo contigo sobre la PGM… un tema del que reconozco que no sabía nada y del que me estoy convirtiendo (al igual que todos los que lo siguen en tu blog) en un verdadero experto.
Un abrazo.
Buenas tardes Francisco,
yo soy el primero que está aprendiendo mucho con este especial. Me ha servido para conocer mejor los detalles de una guerra olvidada por las masas, y para entender a sus líderes y protagonistas, así que me uno al club de los aprendices…:)
Eso sí, agradezco encarecidamente tu apoyo y todos tus comentarios. Ya nos queda poco, a ver si la traca final me sale bien…
Un abrazo.
¿Y si como estaba planeado Italia hubiera entrado en la guerra del lado de Alemania? Eso si hubiera supuesto una superioridad numérica suficiente como para mantener el plan y desbordar París.
No lo se Dani, a juzgar por el rendimiento de los italianos en la SGM, crees que hubiesen sudo determinantes?
Hombre habría que comparar al rendimiento de los italianos en la IGM que después de todo si participaron en la contienda, aunque más tarde y del lado de los aliados.
Uffff… con tanta alabanza te subiran los humos! NADA de eso amigo, por no repetirme confirmo todo lo que dice nuestro amigo Francisco.
Un beso con muuuuxa alabanza manito!
Querida Rosa,
ya no sé cómo agradeceros tanto apoyo y cariño. Espero en el futuro poder hacerlo personalmente. Mientras tanto, mil besos domingueros…
¿Y esto?
http://devociones.blogspot.com.es/2007/04/el-milagro-de-marne-milagro-de-la.html
Mucho mejor y mas explícito que en los libros de historia.
Muchas gracias Edison,
hacemos lo posible para que los textos sean asequibles a todos los lectores. Precisamente mi intención es alejarme del tono pretencioso de muchos académicos, que parecen querer encerrar la historia para su disfrute personal en lugar de divulgarla.
Te agradezco mucho tu comentario y te envío un cordial saludo.