Sólo una barra de pan.
No hace más de unos días que terminamos el especial conmemorativo de la Primera Guerra Mundial, uno de los eventos más oscuros de nuestra historia y cuyas consecuencias llegaron mucho más allá de la simple destrucción de vías e infraestructura. Tanto ganadores como perdedores, la mayoría de los países involucrados, si sobrevivieron, tardaron mucho en reponerse del inmenso coste en almas y recursos materiales.
El caso de Alemania es el más notable principalmente porque los aliados la hicieron responsable de la guerra, y por ser uno de los países más grandes de Europa y su economía una de las más potentes. El Tratado de Versalles, como seguro recordaréis, impuso una serie de sanciones económicas sobre Alemania muy onerosas.
Muchos creen que de cierta manera fueron la causa del inicio de la Segunda Guerra Mundial, algo exagerado en mi parecer, aunque no puedo negar que si fue la excusa esgrimida por grupos interesados en derrocar la naciente República de Weimar. Pero dejemos la política de lado, y concentrémonos en el periodo de hiperinflación sufrido por los alemanes entre 1921 y 1923, que no fue ni el primero ni el último, pero sí el más célebre.
Inflación
La inflación ocurre cuando el nivel general de precios aumenta consistentemente durante un periodo de tiempo e una economía. Cuando dichos precios se incrementan, cada unidad de divisa puede comprar menos productos y servicios, reduciendo el poder adquisitivo por cada unidad de dinero.
A saber, si en un momento dado un consumidor puede comprar una manzana por un dólar, pero al día siguiente esa manzana cuesta ya un dólar y medio, se dice que la divisa ha perdido valor. Existe un consenso en que la inflación nace de un incremento de la oferta de dinero, esto es, cuando un gobierno o un banco central emiten dinero por un valor más alto que el crecimiento económico de la economía real del país en cuestión, o sea, más dinero disponible del que la oferta y la demanda pueden absorber.
En román paladino, si hay mucho más dinero disponible, más gente quiere comprar manzanas, por lo que el precio de estas sube, y el poder de compra de cada unidad baja, pues ahora para comprar una manzana se necesitan más unidades de dinero. ¿Y qué lleva a un gobierno a cometer tamaño error? Pueden ser muchas las causas, pero la que nos concierne hoy, no fue otra que la guerra.
La guerra
En 1914, al iniciarse la PGM, el gobierno del Kaiser Wilhelm II decidió no aumentar la carga impositiva sobre los ciudadanos para pagar los costes del conflicto, y prefirió depender de los préstamos de los bancos. Fue una política que pudiese haber sido acertada si la guerra hubiese durado un par de meses tal y como los alemanes calculaban.
Pero no fue así, y las deudas del estado crecieron hasta niveles insostenibles. Para pagar dichos préstamos, el Kaiser y sus cómplices tomaron el camino corto, uno que continúa destruyendo economías a diestro y siniestro a pesar de haberse mostrado en diversas ocasiones lo dañino de su naturaleza: imprimir más dinero sin el respaldo suficiente en activos.
La situación empeoró cuando para pagar las reparaciones de guerra, el gobierno tomó el mismo camino. Mientras más billetes imprimían, menor era el valor de cada unidad de moneda, por lo que se vieron obligados a imprimir cada vez más y más billetes. Como era de esperar, el valor del Reichsmark, la divisa alemana de la época, se devaluó.
En los cuatro años del conflicto, el valor de un Marco pasó de 4,2 por un Dólar, a 8,91 por Dólar. Para 1923, la devaluación había llegado al insostenible valor de 4,2 billones de Marcos por un Dólar. Una barra de pan necesitaba miles de billetes para ser comprada.
Los efectos y una barra de pan
Durante un tiempo, especialmente durante la guerra y los primeros meses después del armisticio, la escasez de productos y servicios impidió que la inflación se desbocara. Por mucho que la gente quisiera comprar manzanas con sus muchos billetes, la fruta no estaba disponible en los mercados, y los precios se mantuvieron relativamente estables.
Pero conforme el suministro de bienes retomó el camino, no había fuerza que detuviera la catástrofe. O mejor dicho, si la había, y la hiperinflación se hubiese evitado si el nuevo gobierno hubiese subido los impuestos, reduciendo la oferta de dinero disponible en los bolsillos de los consumidores.
La débil República de Weimar temía que una subida de impuestos hubiese sido la puntilla para el sistema semi-democrático implantado después de las revoluciones a finales de la década anterior. En pocas palabras, no hubo voluntad política para tomar las duras pero necesarias medidas, y los sucesivos gobiernos prefirieron ignorar la burbuja y esperar que le explotase a otro. Y eso fue justo lo que sucedió.
Una barra de pan
En enero de 1923, una barra de pan costaba 250 Marcos. Nueve meses después, el precio de la misma se había disparado a 200.000 millones. Algunas anécdotas ilustran la situación por la que tuvieron que pasar los ya castigados alemanes durante ese periodo.
- Un periódico que costaba 1 Marco en mayo de 1922, se ponía a la venta en noviembre de 1923 por 70 millones de Marcos.
- Era más barato quemar billetes en la estufa que usarlos para comprar carbón o madera.
- En un restaurante, lo normal era negociar un precio fijo antes de comer, pues los precios podían subir durante la comida.
- En lugar de contar todos los billetes necesarios para comprar un producto, los comerciantes lo pesaban.
- A los trabajadores se les pagaba dos veces al día y se les daba una pausa para que pudiesen ir a comprar bienes antes de que el dinero perdiera aún más valor, en muchos casos, bienes que no necesitaban, pero que podían intercambiar posteriormente.
- Muchos cobraban sus emolumentos en maletas; un trabajador descuidó la suya, y encontró al volver que habían robado la maleta, pero no el dinero.
- Una familia vendió su casa con la intención de emigrar a América, pero cuando llegaron a Hamburgo, el dinero de la venta no les alcanzaba ya para los pasajes. Peor aún, ni siquiera era suficiente para comprar sus billetes de vuelta a su pueblo. Mucho menos una barra de pan.
Una nueva divisa y una nueva barra de pan
La única manera de frenar la espiral inflacionaria y el desempleo y miseria que le acompañaban, fue crear una nueva divisa, el Rentenmark, que entró en circulación el 16 de noviembre de 1923. Se recortaron doce ceros de todos los precios y salarios. Se limitó la emisión de billetes a las cantidades que podían ser respaldadas por activos fijos, en este caso, bonos de oro.
Eventualmente, una ley que entró en vigor 30 de agosto de 1924, permitió el cambio de un billete de un trillón de los viejos Reichmarks por uno de uno de los nuevos. El gobierno también recibió la ayuda de algunas potencias extranjeras, especialmente los Estados Unidos, que refinanció sus créditos con Alemania e invirtió hasta 25 mil millones de dólares para reflotar la economía. Una barra de pan volvió a ser barata.
El “milagro” funcionó, y en cuestión de semanas la nueva divisa logró la estabilización de los precios y salarios, salvando a Alemania de una completa bancarrota. Desgraciadamente, las cicatrices quedaron y, como mencioné anteriormente, la experiencia de la hiperinflación fue uno de los factores que los nazis utilizaron para desprestigiar a la República de Weimar.
Da igual que aquel régimen no era completamente responsable de la hiperinflación, pues como ya hemos visto, los problemas venían del régimen autocrático del Kaiser, pero la verdad nunca importó a los nazis, y muchos incautos les creyeron. En todo caso, eso es ya otra historia.
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Gracias por formar parte de mi familia online. Mis felicitaciones y saludos.
Hola Verónica,
te agradezco mucho la nominación, un motivo más para seguir adelante con la misma energía y ganas que cuando iniciamos este blog. Es un placer formar parte de tus fans.
Un cordial saludo.
Hola Jesús,
¡alucinante! Porque lo explicas que si no es difícil de creer tal devaluación, y lo que encuentro más increíble es lo de pactar el precio de la comida en un restaurante para no llevarnos «la sorpresa» de que durante el ágape se incremente. No, si las guerras nunca pueden traer nada bueno, lo miremos desde el punto de vista que sea.
Un abrazo.
Hola Francisco,
la hiperinflación en la República de Weimar es una de las mejor documentadas, y aún sirve de ejemplo para los estudiantes de economía. Desgraciadamente, hay mucho político que parece no haberse enterado. A mi me ha servido de lección, y por eso siempre me gasto todo el dinero enseguida…:)
Muchas gracias por comentar.
Un cordial saludo.
Se trata del paradigma de la hiperinflación y una prueba de cómo funciona la Economía, que no es otra cosa que el reflejo del comportamiento agregado de una sociedad; no deja de ser un síntoma que el hecho de aumentar la cantidad de dinero disponible en circulación, lejos de servir para repartir mejor la riqueza, lo que se consigue es empobrecer aún más a la población. También es curioso el funcionamiento de los precios, en el fondo, arbitrarios; ¿cuánto cuesta algo? Pues, simplemente, lo que alguien quiera pagar por ese algo, ni más ni menos…
Hola Jomule,
Estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas. La hiperinflación es un gran ejemplo de cómo funcionan las economías, aunque aún haya gente que se niegue a aceptarlo. Hay muchos ejemplos, desgraciadamente, y todos llevan al fracaso. Elegí el de la República de Weimar porque es uno de los mejores documentados, y porque tuvo consecuencias muy perversas. Ojalá y más gente lo entendiese.
Muchas gracias y un cordial saludo.
Muy buen artículo, como siempre, pero creo que si bien hacer frente a los desastres de la primera guerra mundial fue el origen de la escasez, en la inflación tuvo más culpa la socialdemocracia alemana, que creyendo que con dar el botón a la máquina de hacer billetes se arreglaba toda la miseria que existía. Igualito que han hecho Chavez y Maduro.
Hola F. Joya,
Tienes razón en que una de las causas de la Segunda Guerra Mundial fue la debacle económica de la República de Weimar, mayoritariamente gobernada por la socialdemocracia. Parece ser que los seguidores de dicha ideología, como los perversos ejemplos que bien apuntas de Chávez y Maduro, no se dan cuenta del enorme perjuicio que causan a sus países con la libre y descontrolada emisión de billetes. En lugar de trabajar para resolver los problemas, eligen el camino fácil, aunque a la larga sea peor la cura que la enfermedad.
Muchas gracias como siempre por tu amable comentario.
Un cordial saludo.