Esta semana saltó la noticia de que la Armada sueca había detectado señales de emergencia provenientes de un submarino en sus aguas territoriales, a la vez que se conocían al menos cinco supuestos avistamientos en sus costas por parte de ciudadanos, un hecho que se consideraría una transgresión grave y que podría haber provocado una crisis internacional. La prensa habla de un posible contratiempo en un submarino ruso, aunque el gobierno del neo-zar rápidamente negó la mayor. Por lo visto ambos países han resuelto el percance de una manera discreta, pues Suecia anunció esta mañana que suspendía la operación de búsqueda. No sería la primera vez que algo similar sucede en esta parte del mundo, y un evento parecido sucedido en la década de los setentas, aparentemente sirvió de inspiración a un vendedor de seguros norteamericano para escribir un libro, convertido a su vez en un éxito de taquilla con Sean Connery en el papel estelar: La Caza del Octubre Rojo.
La caza en casa
El 9 de noviembre de 1975, aniversario de la Revolución Soviética, el destructor Storozhevoy zarpaba de su base en Riga, en la actual Lituania. El oficial comandante Valery Mikhailovich Sablin, un comunista convencido, había encerrado al capitán y a media docena de sus compañeros oficiales en un camarote abordo y posteriormente tomado el mando del barco con la intención de llevarlo a Leningrado. Ahí, su plan era atracar al lado del barco-museo Aurora, un símbolo de la Revolución de 1917, y emitir a través de los medios una proclama para iniciar una contrarrevolución que devolviera el espíritu leninista a una Unión Soviética, según él, corrupta, injusta y alejada de los ideales comunistas promovidos por su fundador. –Camaradas – dijo por la radio – no somos los traidores de la patria, lo nuestro es tan sólo un acto político. Los verdaderos traidores serán aquellos que intenten detenernos.
El Storozhevoy (Vigilante) era uno de los caza submarinos más avanzados de la época y el orgullo de la flota. Sablin, su segundo de abordo, era un oficial respetado del que se esperaba una brillante carrera, pero su frustración con la situación de su país le había llevado a planear una operación que, a los ojos de cualquier observador, difícilmente podría concluir con éxito. Pero eso no detuvo al comandante y al puñado de conspiradores y, pocos minutos antes de soltar las amarras, conseguían dar el primer paso del motín. Irónicamente, Sablin era también el comisario político del destructor, encargado de impartir cursos de “orientación política” a su tripulación y de velar por el cumplimiento estricto de la voluntad del partido. Sin embargo, en lugar de repetir los dictados del politburó, su retórica se volvió cada vez más subversiva, recordando constantemente la tradición rebelde de la armada, y en especial del motín del acorazado Potemkin en 1905. Su fe en la revolución y en el legado de los primeros revolucionarios, le convencieron de que sólo hacía falta un detonador para su contrarrevolución; su posición de mando, le confería el poder de ser dicho detonador. Pero la fe no es suficiente cuando la causa se enfrenta a un enemigo claramente superior. Hace falta mucha preparación, cuidar los detalles, y asegurarse que cada paso se lleva a cabo con la más estricta disciplina y cuidado, y aquí es donde los conspiradores fallaron.
Con la excusa de que algunos marineros estaban bebiendo, Sablin convenció al capitán del barco para que bajara a unas dependencias normalmente prohibidas al resto de la tripulación. Una vez dentro el capitán, Sablin cerró la escotilla. Enseguida reunió a los oficiales diciéndoles que como parte de las celebraciones del aniversario revolucionario, debían ver un documental político, precisamente el famoso filme de Einsestein, El Acorazado Potemkin. Durante la proyección, Sablin relató sus planes sus subordinados y les intentó convencer de que se unieran a él en la operación. Siete oficiales rechazaron la oferta y fueron encerrados en una celda, pero otros ocho y el resto de la tripulación votaron por el motín. Sabían que si fallaban les darían caza.
Saplin dio entonces la orden de zarpar al mismo tiempo que reproducía por la radio parte de su discurso en una frecuencia que él esperaba fuese escuchada por la población civil para incitarlos a la revuelta.
“Me dirijo a aquellos de Vds. que llevan nuestro pasado revolucionario en sus corazones. Aquellos que piensan de manera crítica y no cínicamente sobre el presente y futuro de nuestro pueblo en caso de un ataque militar a nuestra patria. Pero ahora tenemos otra misión, levantar la voz de la verdad.”
Lo que no sabía Sablin es que uno de los marineros detenidos por negarse a participar en el motín, había logrado soltarse de sus cadenas, escapar de su celda, y enviado un mensaje a las autoridades del puerto, alertándolas de la situación. Pero siendo las primeras horas del día y, dormidos bajo los efectos de las celebraciones la noche anterior, pocos responsables se enteraron, y los que si llegaron a escuchar el mensaje quedaron paralizados por su gravedad. Eventualmente, sin embargo, el mando de la flota en Riga intentó ponerse en contacto con Sablin, pero este les rechazó, aduciendo que sólo negociaría directamente con el Kremlin. El líder de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, fue despertado e informado de la situación. Según sus ayudantes navales, el mensaje radiado podría ser una cortina de humo y su verdadera intención era desertar a occidente con el valiosísimo buque, y Brezhnev no quiso correr riesgos. Ordenó inmediatamente que el Storozhevoy fuese detenido o, en su defecto, hundido.
Caza mayor
Trece buques de la armada fueron enviados a la persecución, a la caza, junto con varios escuadrones de la fuerza aérea. Poco después del amanecer, alcanzaron al Storozhevoy y le enviaron por código morse la orden de detención. Sablin respondió que no pensaban traicionar a la patria escapando a occidente. Momentos después aparecieron los primeros aviones con órdenes de lanzar misiles sobre el barco, pero sus pilotos desobedecieron arguyendo que consideraban una traición disparar sobre sus camaradas. Por unos instantes, parecía que la rebelión se extendía.
Mientras tanto, en Suecia y Noruega habían saltado todas las alarmas debido a los extraños movimientos navales y aéreos no muy lejos de la península escandinava. En el feroz y paranoico ambiente de la caza en Guerra Fría, cualquier actividad militar podría significar un ataque preventivo. Los mandos de la OTAN se prepararon para lo inevitable y desde sus bases despegaron numerosas unidades para, al menos, averiguar de qué se trataba el problema.
En la sonda de Riga la caza siguió. Finalmente otros pilotos no tuvieron tantas reservas y dejaron caer dos bombas al frente y por detrás del Storozhevoy, causándole daños menores, pero suficientes para detener al destructor. Aprovechando la confusión, dos marinos asustados liberaron al capitán, quien se hizo con una pistola y corrió al puente para encontrarse con Sablin y, sin dudarlo, le disparó en la pierna. Al poco tiempo el buque fue abordado por comandos y personal de la KGB que detuvo al personal rebelde. El Motín del Storozhevoy había terminado.
Sólo Sablin y su ayudante Alexander Shein fueron juzgados por su audaz maniobra. Ambos fueron encontrados culpables y Valery Sablin fue ejecutado el 3 de agosto de 1976, mientras que Shein recibió una sentencia de ocho años. El resto de los rebeldes fueron liberados pero expulsados de la armada. Lo que pudo haber desatado una guerra Mundial quedó en un incidente silenciado durante décadas por las autoridades soviéticas hasta la caída de la URSS en 1990.
Hola Jesús,
acabo de ver en televisión lo que comentas al principio de tu artículo: Suecia decide suspender la investigación. No deja de ser curioso… Disfruté la película (por cierto, magnífica) pero desconocía el hecho que la inspiró. Una vez más gracias por acercarme esa parte de la Historia tan inexplorada por mí.
Un abrazo
Hola Francisco,
yo leí la noticia hace unos días y me sirvió como punto de partida para un artículo que ya tenía planeado. Fue un evento que pudo haber detonado una catástrofe, pero gracias a la fortuna todo terminó con la unica pérdida del perpetrador. Ahora bien, no lo culpo de su intento, pues aunque sus metas no eran muy loables, sus razones pueden ser defendibles, pues todos sabemos cómo se las gastaban los líderes soviéticos.
Te agradezco tu amable comentario y tu permanente apoyo a este blog. Te deseo el mejor de los domingos.
Un abrazo.
No tenía ni idea del curioso suceso, gracias por reportarlo.
Hola Silverman, suele suceder con este tipo de historias, sobretodo las que le sacan los colores a una potencia como la URSS. Pero para eso estamos en Ciencia Histórica, para darlas a conocer e intentar que no se pierdan en las grietas del olvido.
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.
Reblogueó esto en bibliotecadealejandriaargentina.
Jesús:
No sabia que escribías en este blog que sigo desde hace un año.
Muy interesantes tus aportaciones, creo que el Hno. Carrillo te infundió amor a la historia, aunque daba clases de literatura las enriquecía con muchos detalles históricos. Gracias por compartir. Saludos desde Gdl
Hola Martha María (serás Martha Mariana?),
el Sr. Carrillo, como muchos otros profesores del Colegio Benavente, me inspiró un profundo amor por la literatura y una pasión por todo lo que hago. Desde que empecé a publicar este blog, no he tenido más que satisfacciones, y todas os las debo a vosotros los lectores.
Muchs gracias por tu comentario, y por recordarme una figura tan importante en mi vida.
Un beso amiga!