Hay personas que nacen con estrella, guiadas por las hadas de la fortuna por los caminos de la vida, marcadas por el destino para alcanzar grandes metas y dejar una importante huella en la historia. Ese parece ser el caso de uno de los arqueólogos más célebres del pasado, descubridor de la tumba más fastuosa de Egipto, repositorio de grandes tesoros y del legado de un niño-faraón y uno de los hallazgos más importantes de la era contemporánea. Pero en los inicios de la vida de Howard Carter, las cosas no pintaban bien, y nadie hubiese podido presagiar su éxito futuro. Sólo su dedicación y talento, regados con buenas dosis de suerte para situarlo en el lugar adecuado en el momento adecuado, consiguieron dar forma y sentido a la existencia de nuestro personaje de hoy.
Es muy difícil resaltar cuando naces en una familia de clase media con diez hermanos mayores, peor aún si eres algo enfermizo. El pequeño Howard vio la luz en Londres el 9 de mayo de 1874, hijo de Samuel Carter, un reconocido pintor, y Martha Joyce. Debido a su frágil estado de salud, pasó largas temporadas bajo el cuidado de dos de sus tías en el pueblo de Swaffham, y se ausentó de la escuela lo suficiente para no poder acceder a estudios superiores. Sin embargo, el pequeño era un chico listo y curioso y dio muestras de esto último dando largos paseos por los campos, observando la naturaleza, tomando notas y plasmándolo todo en dibujos, gracias a que su padre le había enseñado los rudimentos de la pintura. Casualmente, fue este talento el que le abrió la puerta para labrarse una carrera en la arqueología. Una familia rica para la que Samuel Carter había trabajado, financiaba algunas excavaciones en Egipto, recientemente añadido al Imperio Británico. Ellos recomendaron al joven Howard para que se integrara como dibujante a una de las expediciones y copiar pinturas e inscripciones en ruinas para su posterior estudio. Con sólo 17 años, salió por primera vez de Inglaterra y llegó a Alejandría en 1891, para asistir al arqueólogo Percy Newberry en las tumbas de Beni Hassan. Su estilo y disciplina pronto le granjearon una buena reputación, y un año después, llegó a Amarna para trabajar bajo el tutelaje del gran Flinders Petrie.
Aquella misión resultó clave para el futuro de Howard. Más que utilizarlo exclusivamente como ilustrador, Petrie asignó a su asistente tareas que iban más allá de las reproducciones de pinturas, y le enseñó los rudimentos de la exploración arqueológica. En más de una ocasión lo puso a cargo de pequeñas excavaciones y Carter pudo absorber y asimilar conocimientos que le fueron muy útiles en el futuro. De 1894 a 1899 trabajó con el suizo Édouard Naville en la excavación del Templo de Hatsheput en Deir al-Bahari, y continuó su aprendizaje hasta convertirse en un arqueólogo en la práctica, a pesar de no contar con estudios formales.
Su primer golpe de suerte le llega en 1899, cuando el jefe del Servicio Egipcio de Antigüedades (EAS), el francés Gastón Maspero, le ofrece la posición de Primer Inspector para supervisar las excavaciones en Tebas, actualmente denominada Luxor, y posteriormente en el bajo Egipto. Carter aumentó su prestigio por sus labores de mejora en la protección y acceso a excavaciones existentes, y por desarrollar un sistema de parrilla para facilitar la búsqueda de nuevos yacimientos. Además, sus jefes le patrocinaron sus primeras excavaciones propias, en las cuales encontró las tumbas de los faraones Tutmosis I y Tutmosis III, aunque en ambos casos ya habían sido expoliadas. Pero entonces un desafortunado incidente cortó la carrera ascendente de Carter. Unos turistas franceses tuvieron un altercado con los guardias egipcios en una de las excavaciones supervisadas por Carter. Como los visitantes estaban borrachos y se comportaron de mala manera, el inglés se puso del lado de los nativos. Los franceses, que al parecer tenían influencias, protestaron y consiguieron presionar al EAS para expulsar a Carter, pero no fue necesario, pues este renunció cuando fue trasladado a una zona con pocas posibilidades. Durante los dos próximos años nuestro amigo se dedicó a vender acuarelas y trabajar ocasionalmente como agente y como guía de turistas, pero la Diosa Fortuna no le había abandonado por completo, y en 1907, nuevamente con la ayuda de Maspero, Carter volvió a colocarse en el mejor punto de partida hacia la gloria.
Otro noble inglés de esos que tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él, George Herbert 5º Conde de Carnarvon, llegó a Egipto por recomendación médica después de un accidente automovilístico. Pronto se interesó por la historia y la arqueología y buscó a una persona capaz de dirigir excavaciones. Joven, inglés, experimentado y con muy buena reputación, Howard Carter era un candidato ideal, y la pareja millonario-arqueólogo hicieron migas en poco tiempo y comenzaron inmediatamente las excavaciones en el Valle de los Reyes, aunque no en la mejor de las zonas, y durante los primeros años poco o nada de valor fue encontrado. En 1914, Theodore Davis, un arqueólogo norteamericano que llevaba años trabajando en la zona, decidió que ya no había nada más que encontrar y ofreció sus permisos de excavación a Carnarvon y Carter, que inmediatamente los aceptaron. Desgraciadamente, el inicio de la Primera Guerra Mundial suspendió todos los trabajos, y tuvieron que esperar hasta 1917 para reanudar los trabajos.
Durante los primeros años tampoco hubo suerte. Para el verano de 1922 Lord Carnarvon pensó que habían fracasado y llamó a Carter para que lo visitara en su residencia en el Castillo de Highclere (famoso por aparecer en innumerables películas y series de televisión, más recientemente la sede de Downtown Abby). Allí anunció al arqueólogo que suspendía la financiación de las excavaciones. Carter estaba estupefacto y le pidió la autorización de seguir con los trabajos una temporada más, financiada por su propio bolsillo, a lo que Carnarvon respondió, algo avergonzado, que continuarían una temporada más, pero él como patrocinador. Rápidamente Carter volvió a Egipto y, pocos días después, llegó el momento que todos esperaban.
El 4 de noviembre de 1922, un chaval de los que se encargaban de traer agua a los trabajadores, encontró por casualidad un escalón, y llamó a los jefes. Carter ordenó inmediatamente despejar la escalinata y se encontró con un puerta con lo que parecían ser sellos reales. Movido por el agradecimiento a su patrón, Carter no dijo nada y pidió a sus obreros volver a tapar la escalera, pero corrió al pueblo más cercano para enviar un telegrama a Carnarvon, pidiéndole que fuera a Egipto lo más pronto posible. El día 26, ya con Carnarvon y su hija como testigos, Carter se preparó para el hallazgo que le haría famoso. Rompiendo un pequeño agujero en la esquina superior izquierda de la puerta, utilizó una vela para observar el interior, sólo para disfrutar de los reflejos de cientos de objetos de oro y ébano. Cuando Carnarvon le preguntó – ¿Puedes ver algo? – el simplemente respondió – Sí, cosas maravillosas.
En esos momentos ninguno de los presentes comprendió la magnitud del descubrimiento. Tutankamon no era un faraón conocido y muy poco se sabía de él, mucho menos que su tumba contenía uno de los más grandes tesoros jamás reunidos en un mismo lugar. No es el lugar adecuado para listar los contenidos del tesoro, que incluía la momia del mismo faraón, por lo que prefiero dejaros un enlace que lo detalla, pero el encuentro fue y sigue siendo uno de los acontecimientos más importantes de la arqueología moderna. Ese mismo día, sin embargo, nació también uno de los más conocidos mitos de la historia, la maldición del faraón, que supuestamente castigaba a aquellos que habían osado profanar la tumba del faraón. Como supuesta evidencia de la mala suerte, muchos citaron la pronta muerte de Carnarvon, seis meses después, víctima de la infección provocada por la picadura de un mosquito. Carter dedicó los próximos diez años a extraer y catalogar el inmenso caudal de riquezas guardado durante miles de años en la tumba. Carter se convirtió en una celebridad mundial y a partir de 1932 se retira de la arqueología y se convierte en agente para coleccionistas privados y museos, además de impartir cientos de conferencias.
Pero Howard Carter, a pesar de ser el principal responsable de descubrir a Tutankamon, no sufrió ningún castigo de los dioses, y murió de linfoma el 2 de marzo de 1939 a la edad de 64 años, no precisamente un anciano en estos días, pero si una larga vida para los estándares de su época. No está mal para un niño enfermizo que no pudo ir a la universidad.
«El pequeño Howard vio la luz en Londres el 9 de mayo de 1974, hijo de Samuel Carter…» es evidente que, al parecer, hay una imprecisión de «sólo» 100 años en la fecha, ya que de otra manera, no se explicaría el resto de años o fechas mencionadas en el artículo, y sería también difícil entender que, estando en 2014 actualmente, y si este personaje hubiera «fallecido» de viejo con únicamente 40 años de ser cierta la primera fecha…
Por otra parte, me sorprende un poco y resulta quizás algo contradictorio que alguien «comprometido con la libertad, la democracia y el progreso», como Ud. mismo se autodefine, dedique tantas entradas en el sitio a la cuestión de la guerra, aunque las que he leído me parecen neutrales al respecto (es decir, sólo analizándola desde un punto de vista estrictamente histórico como lo indica el propio título del blog y sin hacer «apología» de ella o tomar algún partido, sesgo o inclinación ideológicos). Por lo demás, la página está excelente y tengo ya de hecho cierto tiempo suscrito a sus actualizaciones. Felicitaciones y un saludo.
Hola Roberto,
muchas gracias por llamar mi atención al error, que ya he corregido.
Sobre lo que dices acerca de mi compromiso con la libertad y taantos artículos sobre la guerra, es porque creo que mis ideas políticas no deben mezclarse con la historia, y desgraciadamente, la guerra es una constante en nuestro pasado que debe ser recordada.
Te agradezco mucho tus comentarios, que espero me hagan un mejor bloguero en el futuro, y agradezco también, encarecidamente te pases por estas humildes páginas.
Un abrazo.
Sr. Roberto, es absolutamente entendible,para los que nos gustan las historias del antiguo Egipto, que se trató de un pequeño error de tipeo. Muy pequeño comparado con todo lo que nos porta el amigo Barcala.
Disculpe, aporta.
Ruperto… perdón, error de tipeo > Roberto:
Quienes estamos comprometidos con la libertad, la democracia y el progreso DEBEMOS hablar de la guerra aunque nos rompa el alma porque las guerras son provocadas por la Historia o inventadas para vender armas. Entiendo que tu comentario es bienintencionado y cariñoso, pero debes leer antes de opinar.
Un abrazo. Feliz 1933! 🙂
Hola Jesús,
hace unos años pude admirar en mi ciudad una exposición sobre la tumba de Tutankamon. Eran réplicas (increíblemente bien realizadas) de sus sarcófagos, de todos los objetos que se encontraron en su tumba, de la máscara… amenizada con audios y explicaciones de lo más interesantes. Me quedé fascinado y me hubiera estado dos horas admirando cada uno de esos objetos si no hubiera sido por mi hijo que, entre prisas y cansancio, interrumpía mi viaje imaginario a ese lugar. No me puedo poner en la piel de Carter. No puedo llegar a imaginarme lo que sintió cuando miró a través de ese agujero. ¿Maldición dicen? No, una gran bendición.
Abrazos
Hola Francisco,
has tenido una suerte que yo no he compartido, y aún me falta ver los tesoros de Tutankamon, pero nunca se sabe, igual y los visitamos juntos en el Museo de El Cairo.
Siempre me ha parecido curioso que un faraón con tan poca influencia en la historia de Egipto se el más célebre en el mundo moderno, y todo ello se lo debemos a Carter y Carnarvon, sólo por eso quería hacerles un pequeño homenaje en estas páginas. Espero lo hayáis disfrutado.
Muchas gracias por comentar y un caluroso abrazo.
Sería increíble poder visitarlo in situ.
Me atrae muchísimo todo lo referente al antiguo Egipto, y cuando estás allí aún aumenta más la pasión. Naturalmente sabía que Carter descubrió la tumba y algunas anédoctas más, pero en verdad no había leido nada de su vida, gracias. Y por supuesto NO creo en las maldiciones ni ésta ni otras.
Quizás si creyera en la reencarnación, diría que provengo de China o Egipto… who knows it????
Abrazos…
Hola Rosa,
bienvenida al Club de los Egiptomaniacos! Una de las grandes civilizaciones de la historia antigua, origen de tanta cultura, arte, sabiduría…a nadie deja indiferente el mundo del Nilo, sus pirámides y faraones, y Tutankamon y su tumba es uno de los mejores ejemplos. No he tenido la oportunidad de visitar ese gran país, pero está en lo más alto de la lista, y espero en un futuro cercano escribir desde ahí algunas cuantes entradas…
Muchas gracias por leerme y comentar, te has ganado el cielo…
Un besín faraónico…
No es mi intención dispersar, pero Lisa Simpson le agradeció a un inglés por haberse caído accidentalmente en una famosa tumba egipcia.
Jejeje, muy bueno Jorge…
Como me hubiera gustado estar en ese momento.
Toda la vida me emocionaron las palabras q dijo. Si, cosas maravillosas.
un gran abrazo
Ya somos dos Deimos, un momento emocionante en la vida de cualquier aficionado o experto en historia o arqueología. Una pasada que a mí también me hubiese gustado presenciar.
Muchas gracias y un saludo.