Hay pocas escenas más enternecedoras que una madre haciéndole carantoñas a su bebé recién nacido. Es muy difícil describir con palabras la conexión existente entre los dos seres, el uno asombrado por cómo el milagro de la vida es capaz de producir con tan poco material una criatura tan mágica y tan frágil, mientras que el otro fija su mirada en quien desde ese momento será su seguro de vida, su sostén y eterno protector. Y eso aplica también a los humanos, con más fuerza, si cabe, pues un recién nacido de nuestra especie es probablemente el vástago más indefenso de la naturaleza, sin fuerzas para valerse por sí mismo en los primeros meses, si no años, de su andadura por este planeta donde la naturaleza acecha en cada momento. La relación de los padres humanos con sus hijos es realmente algo especial, un fuerte vínculo afectivo reforzado por sustancias químicas que en nuestro cerebro se encargan de darnos la recompensa para que repitamos una y otra vez el ritual de las caricias y los besos, y que nos diferencian del resto de especies. Y todo está relacionado.
Por alguna razón de la que los científicos no se han puesto de acuerdo, Homo sapiens camina exclusivamente sobre sus dos extremidades inferiores. Mucho se ha discutido en las últimas décadas sobre cuál fue la ventaja evolutiva que el bipedismo nos ha conferido para que haya tenido éxito como característica física y la hayamos adoptado permanentemente. 1) que caminar erguido es energéticamente más eficiente, y que el ahorro de recursos facilitó la reproducción de aquellos especímenes capaces de andar erguidos por más tiempo y posibilita el recorrido de grandes distancias a la hora de recoger frutos o cazar animales; 2) Aumenta el radio visual en el terreno abierto, posibilitando así una mejor defensa frente a los ataques de los grandes predadores que poblaban la sabana africana; 3) las manos quedan libres de la función locomotriz, permitiendo su uso para otras labores. No es mi intención en esta entrada valorar ninguno de estos argumentos, pero sí mencionar que, como suele suceder, puede que todos los factores hayan tenido algún grado de influencia.
Pero para responder a la incógnita que presento en el título, las ventajas acarrean menos peso que las desventajas. A saber. Durante el largo proceso evolutivo que nos llevó al bipedalismo algunas piezas del esqueleto tuvieron que cambiar de tamaño y posición, en especial las que están en contacto directo con la columna vertebral y las piernas. El hueso pélvico iliaco se ensanchó y movió hacia adelante, mientras que el isquion se encogió, estrechando el canal pélvico por donde tiene lugar el parto. Al mismo tiempo que estos cambios tenían lugar, los humanos desarrollamos cráneos más grandes para acomodar nuestros también crecientes cerebros, y eso presentó lo que los expertos denominan el Dilema Obstétrico. ¿Cómo un cráneo cada vez mayor iba a pasar por un canal cada vez más estrecho? La naturaleza, como es su costumbre, encontró la mejor respuesta, seguramente después de ensayar y fallar infinidad de veces, y se manejan dos posibles hipótesis del por qué los bebés humanos nacemos con el cerebro aún inmaduro 1) para que el parto pudiese tener éxito, el niño tendría que nacer antes de desarrollarse completamente, un concepto que los ginecólogos llaman altriciality (en inglés, no he encontrado el término en español) y se basa en el hecho de que el cráneo del infante no se haya endurecido y pueda moldearse ligeramente para poder salir por el canal pélvico, 2) el hecho de que el cerebro sea el órgano que más energía consume, presentaba un enorme gasto a la madre si aquel terminaba su desarrollo en el vientre, por lo que el nacimiento prematuro es la mejor solución. Fuese cual fuese la razón, lo que nos concierne es que los bebés humanos nacen mucho antes de completar su desarrollo.
Llegados a este punto, es más fácil comprender la estrecha relación entre padres e hijos humanos. Todos hemos visto cómo el pequeño potrillo o la ternera son capaces de ponerse en cuatro patas apenas segundos después de nacer y, aunque aún necesitarán del cuidado materno durante un tiempo, lo cierto es que los pocos días ya son capaces de sobrevivir en solitario. Para un infante humano, la supervivencia sin la ayuda de un adulto sería prácticamente imposible. Sus padres, entonces, deben invertir muchos más recursos en los pequeños de lo que hacen otras especies. Hay que alimentarlos, vestirlos, bañarlos, entrenarlos, y ya que estamos, apapacharlos, y como bien sabemos, mientras más recursos dedicamos a algo o alguien mayor es el valor que le damos a ese algo o a esa persona. ¿Y por qué lo hacemos? ¿Existe una explicación científica al amor? Aparentemente, sí.
La oxitocina es una hormona producida por la glándula pituitaria en nuestro cerebro, la misma que se encarga de regular el crecimiento del cuerpo. Esta hormona, llamada también la “molécula del amor” o “afrodisiaca”, se relaciona con la conducta maternal y paternal, al igual que con la actividad sexual. La oxitocina también se libera en grandes cantidades después del parto y ante la estimulación del pezón durante la lactancia. En pocas palabras, la oxitocina es una sustancia que nos hace sentir bien, y en ella se apoya la naturaleza para que los humanos repitan las actividades que la producen. Es como un premio a las madres y padres por su esfuerzo en la crianza de sus vástagos.
En conclusión, el cuerpo humano adaptó su estructura para caminar erguido, y de paso complicó el parto, para lo cual la evolución encontró la solución de parir a los niños antes de desarrollarse completamente, lo que a su vez obligó a los padres a cuidar de ellos durante sus primeros años de vida, y bien dice el dicho que del roce nace el cariño. Todo ello terminó por convertir la relación padres-hijos de un primitivo instinto protector en un vínculo amoroso apenas apreciable en otras especies. Nada es casual y todo tiene explicación. La naturaleza es sabia y, en ocasiones, bondadosa.
Muy interesante, pero me gustaría tener las fuentes, porque en los artículos que he leído de ustedes nunca las veo
Hola Cousteau,
normalmente no pongo enlaces por la simple razón de que no cuento nada nuevo ni intento pasar mis escritos como tratados de ciencia o historia. En muchos casos, como el que hoy nos ocupa, mis fuentes provienen de mis clases den la universidad hace muchos años. Aún así, te puedo dejar un enlace con información al tema que he tratado en este artículo (en inglés, pues no hay versión en español). De todos modos, si necesitas más información al respecto, puedo buscarte más.
http://en.wikipedia.org/wiki/Obstetrical_dilemma
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.
Totalmente cierto. A propósito de la oxitocina, tan mágica como la famosa poción de amor de Tristán e Isolda, es interesantísimo el libro de Patricia Churchland, filósofa especializada en neurociencias: «Braintrust. What Neuroscience Tells Us about Morality». Para ella, los circuitos nerviosos que responden a la oxitocina constituyen buena parte del sustrato neurobiológico de la moral. Un tema muy navideño: http://diasdeandar.com/2013/12/06/adviento-neurobiologico/
Hola Elena,
no soy un experto médico ni químico, y mis conocimientos de la oxitocina se limitan a poco más de lo que menciono en el artículo. SIn embargo, un colega nos ha hecho un comentario en el que explica con inusitado detalle lo que ocurre con dicha sustancia antes y después del parto. Es una magnífica aportación a mi entrada.
Muchas gracias por comentar y por el enlace, le echaré un ojo.
Un besín.
Hola Jesús,
el tema que tocas hoy me resulta más familiar que otros por los que con tu permiso me alargaré un poquito en el comentario aunque me centraré en su aspecto más científico. Hablas de un aumento de la oxitocina después del parto (y es cierto) pero antes, en esas semanas previas al expulsivo del feto, ya se detectan aumentos de esa hormona. La causa EXACTA por la que se desencadena el parto nos es todavía desconocida y quien descubra este misterio podría llegar a ser un buen candidato al premio Nobel de medicina. Son muchas las causas y todas ellas entrelazadas entre sí y determinadas desde el inicio de la gestación. Es un proceso complejo y posiblemente resultado de la evolución humana. Quizás sea algún mecanismo producido a tres bandas: entre la madre, el feto y la propia placenta.
Sí es verdad que sabemos mucho, conocemos muchas de las sustancias y vías por las que se ponen en marcha, pero ese «clic» que desencadena el trabajo de parto nos es desconocido. En el ser humano el parto normal (no pretérmino) se inicia entre las 37 y 42 semanas de gestación considerando comúnmente que a las 40 semanas «se cumple». Es a partir de las 36 semanas que se produce un cambio hormonal en el organismo de la mujer: disminuye el efecto de la progesterona (que durante el embarazo evita que se produzcan contracciones) aumentando el de los estrógenos, provocando un aumento de las prostaglandinas y otros factores, además de actuar en los receptores de la oxitocina (la que te refieres) que poco a poco van provocando esa percepción en la gestante en el aumento de las contracciones aisladas (no dolorosas). Como decía al principio existen varias posibilidades en el desencadenamiento de ese «clic». Unos piensan que es el propio feto maduro el que libera esa «señal» para desencadenar la cadena de cambios hormonales que provocan las contracciones del expulsivo (también siglos atrás decían que era el feto el que llamaba a la puerta porque quería salir…). Actualmente la hipótesis más completa y más abalada por los científicos es la existencia de un “gen reloj placentario”, que determinaría la duración de la gestación y el momento del parto. Este reloj controlaría el Factor Liberador de Corticotropina Placentaria (CRF) que es estimulada por la oxitocina, la prostaglandinas, entre otras sustancias. Algunos sugieren que durante el estrés aumenta el cortisol en sangre provocando ese aumento del CRF acelerando la cascada del inicio del parto. Lo dejaré aquí porque el tema se complica mucho más, pero solo mencionaré que en el caso de los partos prematuros, muchas veces se producen por una infección intraamniótica (clínica o subclínica) que provoca esa respuesta inflamatoria que causa finalmente un aumento de prostaglandinas y por tanto de las contracciones. Podéis comprobar que el tema es de lo más complejo, de lo más «misterioso» y de lo más desconocido hasta la fecha.
Si todavía estáis leyendo este rollo que os acabo de soltar es que os interesa el tema, así que voy a acabar con algo que os puede ser más curioso que todo esto. El tiempo de gestación de los diferentes animales comparándolo con la especie humana:
Ratones (18)
Perros (58-62)
Humanos (259-294)
Ballenas (360-390)
Elefantes (600-660)
Felicidades Jesús por el tema que tratas hoy, un punto de vista de lo más interesante en esa relación afectiva de una cuestión evolutiva nada banal, el parto.
Abrazos.
Buenos días Francisco,
me he quedado de piedra al leer tu genial aportación a la cuestión planteada en mi entrada. Poco más puedo añadir y prefiero dejar que los lectores se deleiten con tan interesante colaboración, pues tú mejor que yo conoces los efectos de la oxitocina antes, durante y después del parto. Te agradezco muchísimo lo que nos cuentas, sólo por ello me alegro haber abierto el tema. Recomiendo a todos lean este comentario, y si me lo permites, creo que podrías expandir este gran comentario en uno de tus magníficos artículos, todos te lo agradeceremos.
Muchas gracias nuevamente y un fuerte abrazo.
Ha sido un placer compartirlo. Creo que es un tema de lo más interesante y me apunto la idea para un posible post en el futuro. 😉
Muchas gracias nuevamente Francisco, en realidad es un tema muy interesante que merece más atención.
Un abrazo.
Entre tu Jesús, y Francisco, tengo al alcanze de mi mano dos enciclopedias, estoy aprendiendo tanto y es tan grande la satisfacción que tengo, que me estoy hinchando (menos mal que tomo diuréticos, tres … ahí es na’), gracias y abrazos para los dos!!!!!!
Jeje, en este tema definitivamente es Francisco quien debe llevarse la palma, yo sólo intento divulgar la relación que existe entre nuestra evolución y nuestro comportamiento, pero reconozco que mi análisis no es un tratado de obstetricia. Para eso está el doctor, y espero en el futuro nos ayude a entender mejor este tema.
Muchas gracias como siempre por tu comentario.
Un beso evolucionado.
Yo añado a este interesante artículo que la naturaleza es sabia, me dirás que vaya aporte, pues sí, porque es sabia al hacer a los bebés tan adorables, porque si nacieran feos, sabiendo el curro y los problemas que dan, nadie los tendría, y si los tienes por error los echas a los perros fijo 🙂
Son monos, y para cuando empiezan a dar problemas ya les has cogido cariño, lo que impide su abandono.
Estimado Dess,
tu aportación no es moco de pavo, aunque parezca tan obvia, pero es que esa es la realidad. La evolución utiliza cualquier artimaña para conseguir avanzar, y el atractivo, en este caso de los bebés, es claramente su método para conseguir que los padres sacrifiquen tantos recursos para criarlos. Ahora bien, cuando yo nací, lo primero que dijo mi madre al verme fue: «pobrecito, que niño tan feo», por lo que tengo que añadir que a veces la naturaleza también tiene sus misterios…:P y aquí ‘toy!
Un abrazo compañero!
No te quejes que yo empecé a andar solo a los dos meses porque nadie me quería ni coger en brazos 😀
Jjajajajaja…a mi, en lugar de pecho me dieron la espalda!
Es interesante reseñar también que el bipedismo al mismo tiempo facilitó que las crías pudieran nacer prematuras. Unas manos libres con las que transportar a ese cachorro incapaz eran muy necesarias para migrar con el resto de la manada, o huir de depredadores.
Supongo que con esa salvaguarda, evolutivamente ser favorecía a los más listos, ya que aunque nacieran más prematuros (porque sus cerebros más grandes estaban menos desarrollados) daba igual porque eran los padres los que se encargaban de protegerlos hasta ser adultos. Si el listo no tiene desventajas, en realidad tiene ventaja sobre el tonto.
Hola Lucien,
sin duda el bipedismo tuvo muchas consecuencias para dirimir las futuras características del ser humano. Un buen ejemplo es el que citas de liberar las manos, pues bien sabemos que nuestra especie es especialmente activa con las manos. Te imaginas si no tuviéramos el pulgar prensil? No podríamos haber evolucionado hasta lo que somos sin ese truquito de la naturaleza.
Muchas gracias por tu interesante aportación. Un cordial saludo.