Os sabéis ese chiste que dice:
-¿Qué tienen en común un espermatozoide y un abogado?
-Que ambos tienen una en 3.000.000 de posibilidades de convertirse en ser humano…
Y el otro que dice:
-¿Cuál es la diferencia entre una sanguijuela y un abogado?
-Que la sanguijuela deja de chuparte la sangre cuando mueres…
Hay cientos si no miles de chistes sobre abogados (aunque tengo un amigo que dice que sólo son tres, que el resto son historias de la vida real), cantidades sólo equiparables a las bromas que afectan a las rubias. Por alguna razón que conozco bien, la cultura popular moderna no tiene a dicha profesión en un pedestal (a menos que sea para practicar el tiro al blanco), y las rubias nacieron así. Llevaba yo unos días preguntándome, ¿qué habrán hecho estas criaturas del señor (probablemente el de los infiernos) para que los odiemos tanto?, y decidí echar una vista atrás a la historia de la abogacía para ver si encontraba una respuesta. He aquí lo que he encontrado.
Los primeros en practicar el arte del malabarismo legal fueron los griegos, expertos oradores que apoyaban a sus amigos en problemas de la justicia. No eran abogados propiamente dichos, pues no se habían establecido aún las reglas (esas que están hechas por abogados, para romperse por supuesto) que gobernaban la profesión. Pero el germen ya estaba ahí, pues aunque los acusados tenían la obligación de defenderse a sí mismos, alguien encontró la manera de permitir que un “amigo” los defendiera. Ahora bien, estaba prohibido que ese amigo cobrara por sus servicios legales, por lo que los primeros abogados tenían que fingir no ser profesionales, y así poder trabajar, y cobrar, al amparo de la ley, la misma cuyo espíritu doblegaban.
Lo mismo sucedía en la antigua Roma, donde los defensores en un principio no eran más que buenos oradores, capaces de convencer a un jurado con su retórica. Durante la República también se puso de moda una nueva clase de aristócratas que como hobby se estudiaban las leyes , los Iuris consulti, a los que tanto los defensores como el pueblo en general consultaba (valga la redundancia) sobre cuestiones legales antes de acudir a los tribunales. Pero en el siglo I d. de C., el Emperador Claudio transformaría para siempre la carrera legalizando y regulando la abogacía para que pudiese ser practicada legal y abiertamente, eso sí, con un límite de honorarios de 10.000 sestercios (Tácito nos cuenta en sus Anales que, por aquella época, un legionario ganaba 10 sestercios al día). Ya asomaba la patita el gusto por los altos emolumentos. El modelo romano funcionó hasta el Imperio Bizantino, aunque ya altamente regulado y profesionalizado desde que a finales del siglo IV los abogados emprendieran el estudio de las leyes, además de la retórica, reduciendo la necesidad de los Iuris consulti, que poco a poco desaparecieron.
Pero como en muchas otras cosas, la caída de Roma significó el abandono de muchos de sus avances culturales y sociales, y la carrera de la abogacía prácticamente desapareció (evidencia de que no todo en la Edad Media era malo). El nacimiento de los estados feudales, donde la palabra del rey o del señor era la ley, desechó el objeto y la necesidad de abogados. Durante casi toda la Edad Media, nadie en Europa Occidental podría considerarse un abogado profesional (creo que fueron sustituidos por los bandoleros). Ya en el siglo XII, según el experto James A. Brundage, la complejidad de los estados y la popularidad de más leyes provocaron un renacer en la carrera legal, y varios reinos comenzaron a regular nuevamente el oficio. Finalmente, el establecimiento de las naciones-estado y el surgimiento de los parlamentos que limitaban el poder de los gobernantes, ratificó la necesidad de los abogados, ya no sólo para defender a los ciudadanos, sino para redactar las mismas leyes por las que serían juzgados.
El Renacimiento también ayudó a afianzar el poder de los abogados, una vez que el sistema legal romano comenzó a ser rescatado y adoptado por varias naciones, especialmente en Europa y luego extendido a sus colonias. La expansión del colonialismo, del comercio y de sus conflictos inherentes fueron el perfecto caldo de cultivo para la intervención de los abogados, que lograron hacerse con posiciones de prestigio y riqueza en sus respectivas sociedades. La carrera de abogado adquirió un velo de respeto del que gozaría por mucho tiempo. Aún en el siglo XX, las familias pudientes deseaban que al menos uno de sus muchos hijos estudiara derecho (sí, con la ironía que el término despierta).
¿Pero qué sucedió para que una profesión anteriormente respetada terminara por ser el blanco de tantas bromas y desprecios? Pues por algo será, ¿no? Pero yo tengo una teoría. Imagino que todo se debe a que, en los estados modernos, elefentiásicos e hiperatrofiados, son los abogados los que redactan las leyes (y las lagunas que ellos mismos aprovecharán luego en los juicios); abogados son también los fiscales que promueven las acusaciones; abogados son los defensores, ya que con tanta ley decretada cada tres días es imposible para un ciudadano común y corriente conocerlas y entenderlas todas, y abogados son los jueces que interpretan y deciden la culpabilidad o inocencia de los acusados. Por supuesto, todo esto ha creado un quebradero de cabeza para la gente de a pié, y una considerable merma en sus bolsillos, pues si no pagas, ya te enviarán a un abogado.
Además, siendo todos estos personajes abogados, y muchos de ellos compañeros en sus estudios, no son pocos los que reclamamos un cierto tufillo a maniobras entre abogados, fiscales y jueces amiguetes fuera de los tribunales, preferentemente en cacerías, campos de golf y comilonas, para decidir juicios sin tener en cuenta la culpabilidad o inocencia de los afectados. Y para qué os digo de lo que sucede en España (y seguramente en otros países), donde la inexistencia de la separación de poderes ha convertido a fiscales y jueces en empleados serviles de los políticos (buena parte de ellos también abogados). Pero probablemente lo que más nos disgusta de los abogados es que sean capaces de defender incluso al más perverso de los criminales, ladrones (no siempre políticos), asesinos, narcotraficantes y, ¡hazme el fabrón cavor!, hasta terroristas y genocidas. Así cómo quieren que los tengamos en nuestras oraciones.
Ahora bien, me consta que hay gente que defiende la existencia de los abogados, generalmente los mismos que defienden la existencia de las leyes y de los complejos sistemas judiciales. Pero claro, hay pasta gansa en el negocio y muchas familias sufrirían si este se acabara. Personalmente creo que si necesitamos abogados, es para defendernos de las leyes impuestas por los gobiernos, pero visto lo visto, es muy difícil encontrar a los que se dedican exclusivamente a esta tarea.
Espero que no me malinterpretéis, no odio a los abogados, me consta que hay gente que cree que son humanos, y hasta tengo amigos (a ver cuántos me quedan después de hoy) que son abogados. Espero no se enfaden conmigo, pero hoy me levanté de buen humor y quise echarme algunas risas a su costa mientras os contaba una breve historia. Sé que corro el riesgo de que algún abogado me demande por injurias o por “discurso al odio”, o cómo le llamen ellos en su compleja distorsión del lenguaje, pero no estaré desprotegido, pues siempre habrá alguno dispuesto a defenderme, si le pago, claro está.
Y ya que estamos, os dejo un enlace con chistes de abogados (y se aceptan más en los comentarios).
http://www.1000chistes.com/chistes-de-abogados
¿Diferencia entre hiena y abogado? >
Uno es una bestia cobarde, que acecha a los moribundos y se alimenta de carroña; el otro es un animalito inocente.
Jajajaja, muy bueno MrJordi…gracias!
Jajajaja, genial tu entrada. Acabo de posteársela en FB a mis buenos amigos abogados. Un saludo desde Colombia, donde el Derecho parece funcionar bastante parecido que en España… 😀
Muchas gracias amigo, espero que tus amigos abogados, como los míos, se lo tomen a broma…Un abrazo hasta Colombia!
Estoy segura que nunca nos veremos libres de la «Band of sharks» ( slang como el dibujo), por lo visto no se puede hacer nada sin ellos, ni que nos quiten de los corruptos. La primera vez que necesité uno (mujer), me salió el tiro por la culata, el 2º tuve más suerte y eso que era contra un «mosso de escuadra» y… lo gané!!!! eso es toda una hazaña. Los chistes muy buenos y cuando el rio suena… pues eso.
Hola Rosa,
tengo que reconocer que hay abogados buenos y malos, como en todo grupo humano, pero los malos se llevan toda la prensa, y mucho de ello gracias a que son políticos, fiscales o jueces, y sus ética es más que reprobable. En todo caso, mi intención era contar una historia y aprovechar la opinión pública para sacar unas risas a los lectores. Creo que ha funcionado…
Mil gracias por comentar. Un saludo cordial.
En Hungría hay el mismo chiste de la sanguijuela, solo que en vez de sanguijuela es una garrapata 🙂
Hola Jesús,
¡ja, ja ja! No es que los quiera defender pero siempre se ha dicho que el «sino» de los abogados es que si ganan són caros, y si pierden són malos. Una entrada divertida a la vez que seguro que generará debate y opiniones variadas (esperemos que algún abogado deje su impresión desde su perspectiva, pero de buen rollo).
Un abrazo y genial entrada para el finde.
Hola Francisco,
muy interesante frase, y creo que todo depende de cómo nos vaya en la feria: si nos hacen ganar seguramente tendremos una opinión positiva de ellos, a menos que nos saquen mucha pasta; si perdemos, es culpa del abogado. Al menos he conseguido hacer reír a alguno…;)
Muchas gracias por comentar y un cordial saludo.
Reblogueó esto en Divagaciones ¿irreales?.
Una acotación con respecto a la época romana, abogado » advocatus» significa llamado, este termino se empezó a usar en la Antigua Roma, ya que las leyes no eran escritas, y eran transmitidas de generación en generación, por los patricios. Al desconocer las leyes el populus, debía llamar a un conocedor de la ley, para que lo defendiera en los conflictos de la pequeña aldea que era en ese momento Roma. De allí que se comenzó usar el termino advocatus, luego abogado. Con la publicación de las leyes de las XII tablas, el derecho ya era escrito e igual para todos los ciudadanos, pero se siguió llamando a los advocatus.
Otro detalle de color fue en la fundación de Córdoba de la Nueva Andalucía (Argentina) estuvo prohibida la entrada de los abogados , justamente para evitar conflictos. Y en 1614 se funda el Colegio Maximo, cuna de la futura Universidad Nacional de Córdoba que fue la primera y mas importante en nuestro país, el gran semillero de los grandes abogados y jurisconsultos de Argentina, entre ellos Velez Sarsfield, el autor de nuestro Codigo Civil, todavia vigente, aunque reformado, cuya base fue el Codigo Napoleoninoco de 1804, que a su vez su base era el Corpus Iuris Civilis de Justiniano.
En mi defensa a los abogados, alego que un pueblo sin leyes es un barco a la deriva, y la creación de las leyes ayuda a la sana convivencia, , en general a la defensa de los mas débiles.
Aun con sus falencias, errores y contubernios , son un mal necesario. Nadie le discute los honorarios a los medicos, que se ocupan de el bien mas preciado del ser humano que es la vida, pero si los de los abogados, que defienden el resto de los bienes mas preciados del ser humano ( propiedad, libertad, familia, etc) que son la base de nuestra sociedad.
Aclaro que no soy abogada
Una bella y truculenta historia de abogado picaresco sucede en El Salvador con el náufrago José Alvarenga, va mas o menos así: http://elcomercio.pe/mundo/latinoamerica/abogado-entabla-demanda-millonaria-contra-naufrago-salvadoreno-noticia-1783616
Hola Fran,
muchas gracias por tu aportación, le echaré un ojo, pues parece interesante.
Un cordial saludo.
Reblogueó esto en bodicea72's Blog.
¿En qué se diferencian un abogado y un mújel? En que uno se alimenta de toda la mierda que pilla y el otro es un pez.
Jeje, muy bueno José Juan, muchas gracias y un saludo.
Buena entrada. Es una desgracia que la abogacía haya degenerado en estos malos usos por parte de los estados, y en especial en el estado español. Aún así, considero que hay buenos abogados que con sus conocimientos ayudan a los personas, con pequeños éxitos. Para acabar, diré que hay un abogado al que admiro. Todo un personaje que llegó a presidente de Estados Unidos: Abraham Lincoln. Supongo que muchas de las argucias legales que en su día utilizó para hacer mejor la vida de sus conciudadanos, hoy serían impensables. Un abrazo.
Muy bueno, sobre todo si tenes amigos abogados.
Los tengo amigo/a, al menos hasta hoy…;)
Muchas gracias por comentar.
Muy bueno, exelente por si tienes amigos abogados.
un abrazo
Hay por ahí una frase que no recuerdo con exactitud, tampoco quién la dijo, da igual, lo importante de una frase de estas, de una reflexión, es la idea, la frase viene a decir más o menos «cuando la gente pide justicia lo que en realidad está pidiendo es que le den la razón».
Pues bueno, el trabajo de un abogado es precisamente intentar llevar a buen término la frase para su cliente.
Hola Dess,
no conocía la frase, pero es muy válida. Normalmente en un pleito lo que busca,os es tener la razón, o que nos la den, y nos importa muy poco lo que le pueda pasar al otro. Al menos ese es mi caso… y repecto a los abogados, como decía otro comentarista, se gane o se pierda, siempre cobran…:P
Muchas gracias por comentar.
Un fuerte abrazo.
En la primera clase un profesor de derecho se dirige a los futuros abogados:
Señores-les dijo mientras con su dedo índice apuntaba el cielo- Los juicios a veces se ganan, a veces se pierde, pero SIEMPRE SE COBRA!!
😆
No creo que los abogados se resientan, pues precisamente esa era la profesión del cuenta chistes.
En referente a la entrada, pues genial que te levantes de buen humor y nos regales este post.
Saludos.
Hola Martín,
la base de la abogacía, siempre se cobra! y estoy de acuerdo contigo en que la mayoría de abogados ya están acostumbrados a las bromas…con tal de que paguemos…
Muchas gracias por leer y comentar.
Un abrazo, compañero.
Los profesores de derecho NO son abogados. Los jueces NO son abogados. Los fiscales NO son abogados. ALGUNOS de los que hacen las leyes (Cortes Generales y Parlamentos de las CC.AA.) son abogados (sin ejercer), otros muchos no. La Edad Media no fue tan mala por otras cosas, no por excluirnos primero y por encumbrarnos después. No somos bandoleros. Cuando un asunto no tiene base legal SE RECHAZA (lo he hecho mil veces y no me he muerto de hambre). También he perdido pleitos y no los he cobrado (algunas veces, y no me he muerto de hambre). Y también hago muchas cosas aparte de llevar pleitos (a ver si los ignorantes se van a pensar que sólo nos dedicamos a pleitear).
Chistes hay de miles de cosas, y muchos más que de mi honorable y noble profesión, en la que llevo más de 22 años. Los hay sobre habitantes de cierto pueblo de Huelva, sobre tendencias sexuales de la peña, sobre la suegra, etc, etc. Ahora bien, los del enlace que has puesto son realmente buenos, jajajajajaja, sí que lo son. Otros, como el de José Juan Picos es un mojón de chiste y la anécdota de martincx confunde futuros LICENCIADOS EN DERECHO con ABOGADOS (craso error).
Seguro que muchos de los que comentan pamplinas sobre esta magnífica publicación luego van a ver a su abogado (todo el mundo tiene uno o tiene un pariente o amigo que se lo recomienda, por algo será, o lo pide de oficio si puede) como corderitos para que les arregle el marrón o para que les defienda en lo que por justicia les corresponde. ¿Que hay abogados chorizos, mangantes y delincuentes? SÍ, Y YO LOS HE SUFRIDO. Que creías ¿que no iba a hacer autocrítica? El más famoso era presidente de un club de Primera División y ahí está con sus siete años de talego en curso. Como muestra un botón.
No te vayas a cacerías, comilonas o saraos. La división de poderes la quiebran los políticos, algunos de los cuales SÍ SON ABOGADOS. Otros (jueces, fiscales, profesores de derecho, químicos, físicos, maestros, economistas, electricistas o fontaneros NO lo son). A ver si va a resucitar Alfonso X «EL SABIO» y te va a dar en la cabeza con las Siete Partidas.
Y todo esto sin acritud, si tú y yo fuésemos amigos lo seguiríamos siendo. En mi caso, y si lo permite Su Señoría, seguiré por aquí con mi «alter ego» Rudolf Berthold al que, como al auténtico, de vez en cuando le da por derribar infieles. Por cierto, otro día te contaré algunos chistes sobre profesores y traductores de idiomas que te van a gustar, jejejejejejejeje.
No creo que este comentario me lo dejes «pendiente de moderación», como los anteriores.
Un cordial saludo.
Hola Rudolf,
como ya le habñia respondido a otros comentaristas, mi intención es que este artículo sirviese más para sacar unas risas que para ofender. Soy consciente de que ni todos los políticos ni todos los jueces son abogados, pero creo que la mayoría sí lo son, y también creo que, a pesar de que hay muchos independientes, existe demasiada cercanía entre buena parte de ellos, al menos en España.
Me alegra que te lo hayas tomado positivamente, y prometo meterme con otras profesiones en el futuro, incluso con la mías, sólo para reírnos un rato.
Mil gracias como siempre por tu amable comentario. Un cordial saludo.
A mandar que pa eso estamos. La autocrítica es buena y sana, y los de mi gremio no la practican todo lo que deberían. Gracias por tu respuesta.
Cordiales saludos.
Aunque soy uno de ellos, reconozco nuestra mala reputación, pero ¿y el cliente?. Fijémonos en lo que decía Ibn Abdun, un sevillano del siglo XI en sus ordenanza 15:
» Tocante a los abogados, sería menester suprimirlos, pues su actividad es motivo de que el dinero de la gente se gaste en vano. El que recurre a ellos no aspira, al emplearlos, más que a transformar, en beneficio propio un delito en acto equitativo, merced al oropel de sus alegatos y a los discursos zalameros y embusteros que pronuncian ante los jueces, disfrazando la verdad. Pero si no hubiera otro remedio que mantenerlos, que sean los menos posibles y conocidos como personas de buenas costumbres, honradas, piadosas y sabias, no entregadas a la bebida ni susceptibles de cohecho, aunque tales cualidades no se suelen encontrar en ellos. De todos modos, el abogado no ha de ser mozo, ni borracho ni libertino o de vida es desordenada.
Ningún abogado debe defender a una mujer, pues no tendría escrúpulos en ir a verla a su casa para hablarle, y lo primero que haría sería procurar obtener sus favores e intentar seducirla, induciéndola a error y prolongando el pleito para poder cortejarla por más tiempo. Yo he visto con mis ojos me he oído a uno de ellos que en una reunión se vanagloriaba de haber obrado así»