Para un gran aficionado al atletismo y a la historia como un servidor, el origen de la carrera, y de la distancia del Maratón es un tema, como poco, atrayente. Hace mucho que disfruto de estas dos pasiones, pero rara vez tengo la oportunidad de mezclarlas en un solo tema de estudio, y hoy es uno de esos días. Y bien, creo que la historia de cómo surgió esta competencia para honrar al mensajero Filípides es bastante conocida para la mayoría, pero quiero aprovechar para darle una repasada por si alguien no recuerda los detalles, y de paso, aclarar el por qué son exactamente 42 kilómetros, y 195 metros.
A decir verdad, la carrera que supuestamente hizo Filípides de Maratón a Atenas para anunciar la victoria sobre los persas, para después caer muerto, es más una leyenda que un relato certero. Normalmente se le atribuye dicha anécdota a Herodoto, pero la realidad es que el Padre de la Historia no la menciona en sus escritos. Sí habla (en el Capítulo VI de su Historia) de un corredor llamado Filípides (o Fidípides) que es enviado por los líderes atenienses a buscar el apoyo de Esparta cuando se enteran del desembarco persa en Maratón, y de cómo a este se le aparece el Dios Pan para recordarle que Atenas lo tiene un poco olvidado. Sin embargo, no dice nada de la hazaña de Filípides después de la batalla.
“En la ocasión de la que hablo -es decir, cuando los comandantes de Atenas le encomendaron una misión a Filípides y éste explicó que había visto a Pan, Filípides llegó a Esparta un día después de haber salido de Atenas y pronunció su mensaje ante el gobierno espartano. «Hombres de Esparta -fue su mensaje- los atenienses os piden ayuda, y os ruegan que no permanezcáis de brazos cruzados mientras la ciudad más antigua de Grecia es aplastada y sometida por un invasor extranjero; Eretria ya ha sido esclavizada, y Grecia se debilita por la pérdida de una buena ciudad.» Los espartanos, aunque se conmovieron por el ruego y querían brindarles ayuda, no podían hacerlo de inmediato sin quebrar sus propias leyes. Era el noveno día del mes, y dijeron que no podían marchar hasta que la luna estuviera llena. Así que esperaron a la luna llena, mientras que Hipias, el hijo de Pisístrato, guió a los persas a Maratón.”
Herodoto, Historia VI, 105.
Plutarco, el historiador de las Vidas Paralelas, escribió 400 años más tarde la historia de un hemerodromo (correo o heraldo) llamado Tersipio o Eucles, quien también presuntamente hizo la carrera después de la victoria griega. Es Luciano de Samostata quien, cinco siglos después de la Batalla de Maratón en el 490 a. d C., atribuye a Filípides la misma historia, en la versión que todos conocemos. Cabe decir que Herodoto escribió sólo 30 años después de la batalla, por lo que sus fuentes pueden ser más fiables, y los historiadores modernos creen que entre Herodoto y Luciano sufrió cambios y exageraciones.
Real o imaginaria, la carrera de Maratón se convirtió en leyenda y, cuando el Barón Pierre de Coubertin tuvo la idea de revivir los Juegos Olímpicos a finales del siglo XIX, un filólogo alemán amigo suyo, Michel Bréal, le sugirió organizar una carrera que homenajeara la gesta de Filípides con una distancia de los aproximadamente 40 kilómetros que separan Maratón de Atenas. A Coubertin le encantó la idea y el primer Maratón se corrió en los Juegos Olímpicos de Atenas el 10 de abril de 1896, siendo ganado por el griego Spyridion Louis en un tiempo de 2 horas, 58 minutos y 50 segundos. Desde entonces, la Madre de todas las Carreras no ha dejado de celebrarse en todos los J.J.O.O. No obstante, en sus tres primeras ediciones la distancia era aproximada, y fue un factor ajeno al deporte lo que terminó por darle esos arbitrarios 42.195 metros.
En 1908 los Juegos Olímpicos se celebraban en Londres, y el Maratón, que desde el principio se había establecido como una de las competiciones favoritas del público, estaba incluido. Originalmente, el Comité Olímpico Internacional había fijado la distancia del Maratón en “alrededor de 40 kilómetros”, lo que la dejaba abierta a los organizadores dependiendo de la ruta. Desde el principio, el deseo de los responsables ingleses era que la carrera empezara en el Castillo de Windsor para terminar en el estadio de White City, en la capital inglesa. Se decidió que la línea de salida se situase justo delante del Castillo pero, supuestamente para que el público no interfiriera con los corredores, al final pidieron permiso al Rey para que iniciara dentro de los jardines del Castillo. Otros dicen que el Príncipe de Gales quería que sus hijos pudiesen ver la salida desde sus habitaciones (no vaya a ser que se mezclaran con la chusma) y fue él quien pidió que la fuese en sus jardines.
En todo caso, los corredores entrarían por la Puerta Real del Estadio y darían una vuelta más a la pista antes de llegar a la meta frente al Palco Real, para un total de “alrededor de 26 millas) más los 536 metros de la última vuelta. Pero poco antes de que se inauguraran los juegos, alguien se dio cuenta de que en la Puerta Real se habían levantado unos escalones para facilitar la bajada de sus majestades de los carros, y se había bloqueado por seguridad el túnel que llevaba a la pista, por lo que dicha entrada ya no podía servir a los corredores. La solución fue usar una puerta al otro lado del estadio, obligando a los corredores a girar según las manecillas del reloj, y reduciendo la vuelta final a 352 metros (el italiano Dorando Pietri, que llegó en primer lugar, fue descalificado porque al entrar se equivocó y corrió en sentido contrario y, cuando se dio cuenta, agotado, recibió ayuda de algunos espectadores para dar la vuelta). La distancia quedó fijada en “alrededor de 26 millas” más 352 metros, los 42.195 metros recorridos en la actualidad.
En los siguientes Juegos Olímpicos la distancia siguió siendo arbitraria, siempre “alrededor de 26 millas”, hasta que en 1921 se utilizó la de Londres como la oficial, con un margen de 42 metros para adaptar el recorrido. Da igual. Cualquiera que ha tenido la suerte y el coraje de correr un Maratón, sabe que 195 metros más no hacen mella en las ya destrozadas piernas. Yo he corrido 8 maratones y en mi caso es lo contrario, pues después de 42 kilómetros de sufrimiento, esos últimos pasos me sirven para saborear la victoria, para sonreír otra vez, y para acordarme de los persas, de Filípides y de Dorando Pietri.
Hola Jesús,
nunca he recorrido esa distancia en carrera, ni siquiera en bicicleta (soy más de distancias cortas) pero menos mal que no fueron 100 kilómetros. ¡Ja, ja, ja! En la actualidad hacen ultramaratones que ríete tú de los 42 km y 195 metros,aunque eso ya es sobrepasar los límites del cuerpo. No sé qué será lo próximo. Bueno, agradecido te estoy por esta información aunque no me has animado lo suficiente como para correr la próxima. Te esperaré en meta con la cervecita en la mano… 😉
Abrazos
Hola Francisco,
nunca es tarde, yo corrí mi primer Maratón a los 36, y pienso seguir hasta que las piernas aguanten. Ahora bien, sospecho que sentarse en una terracita y ver a miles de locos correr un domingo por la mañana suena muy apetecible. Otra opción es el maratón de cañas que se lleva a cabo aquí en Madrid el mismo día que el atlético. Pocos son capaces de beberse las 42 cañas, una por kilómetro…te animas?
Mil gracias por comentar. Un abrazo.
Hombre, no sé si después de correr una Maratón tienes tanta sed como para beber esa cantidad de cerveza, pero bueno, que no quede por probar el experimento… ¡Ja, ja,ja!
Encantada de conocer esta historia así como tu afición al atletismo, de modo que sabes bien de lo que hablas y se te nota la pluma del que le encanta correr. Tengo también poquita (!) experiencia, aunque, cuando nadie me obligaba a hacerlo, empecé, ya siendo mayor, a descubrir el placer de correr campo a través o por la orilla del mar. Más que estar pendiente del tiempo en que tardas en recorrer cierta distancia, es simplemente dejarse lleva por el gusto de correr o de caminar (!) y disfrutar del camino.
Mil gracias a tí Anita, y es un gustazo saber que eres del club! Yo tampoco me fijo ya mucho en el tiempo, prefiero disfrutar el recorrido, el ambiente, la gente, más que la llegada, aunque tengo que reconocer que es un gran alivio ver la meta. Desgraciadamente, como he confesado a otros lectores, cuando decidí publicar este blog supe que tendría que dejar de correr regularmente por falta de tiempo, pero como decía McArthur, volveré… 😉
Mil gracias por comentar. Un besín atlético.
¿Ocho ya? Yo llevo 5. 26,2 millas, cada vez mejor, pero siempre sufriendo. Saludos
Jeje, yes, pero tengo aparcado lo de correr desde que empecé a publicar el blog. Pienso volver el próximo año, pues la verdad es que ya tengo mono…No sabía que corrías, y cinco son muy válidos, es más, uno lo es!
Nunca se sabe, alomejor algún día corremos uno juntos…
Un abrazo.
Cuando quieras compañero!
Felicitaciones por tus hazañas. 8 maratones!
Espléndido post, como siempre.
Un abrazo y hasta pronto.
Hola Stella,
muchas gracias, es un hobby que disfruto mucho pero que tengo aparcado desde el momento en que decidi publicar este blog. Eso sí, pienso volver…es un poco adictivo, a pesar del esfuerzo, o precisamente por ello.
Mil gracias por comentar. Un beso muy atlético.
Espero que en tus maratones obtuvieras mejor resultado que Pietri.
un abrazo
Jeje, bueno Chris, sólo corro por diversión, no para hacer un buen tiempo, pero creo que muy posiblemente si disfruto más que Pietri, quien no creo se haya enterado mucho de los últimos metros…;)
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.