Primera Parte. El Bismarck.
No soy muy fan de las grandes efemérides, las más conocidas por todos, pues yo mismo me harto de leer en todo diario y blog sobre el mismo tema, pero si hay algunas menos conocidas a las que los medios convencionales hacen poco caso y que merecen la pena recordar. La próxima semana se cumplirán 74 años del hundimiento del acorazado alemán Bismarck, probablemente el buque de guerra más poderoso que haya participado en la Batalla del Atlántico.
Sin embargo, de muy poco sirvió ese poder, de nada el orgullo de la flota nazi sirvió para darle la vuelta al control de los mares ostentado por la Royal Navy, y como siempre, no es que no fuera una arma superior a las del enemigo, que lo era. El problema del Bismarck fue que el líder de la Kriegsmarine, el Almirante Reader, lo envió casi en solitario a una campaña de destrucción contra una armada muy superior, que terminaría con fatales consecuencias.
Nace Bismarck.
Construido entre 1936 y 1939 en los astilleros Blohm & Voss de Hamburgo, el Bismarck fue bautizado en honor al canciller que lideró la unificación de los reinos alemanes en 1871. En agosto de 1940 entró en servicio de la Marina Alemana y fue enviado al Mar Báltico a proceder con sus pruebas de navegación y armamento. A pesar de desplazar más de 50.000tomeladas con carga máxima, sus tres turbinas producían 150 mil caballos que empujaban al buque a una velocidad de 30 nudos.
Ocho baterías de cañones de 38 cm eran sus principales bazas, pero no las únicas, pues el Bismarck presumía también de 12 cañones de 15 cm, además de hasta 42 antiaéreas de diversos calibres. No era el tamaño lo que las hacía más temibles, sino una nueva tecnología que les permitía disparar a mayor velocidad y con un menor tiempo de vuelo, lo que permitía una mejor puntería.
En la primavera de 1941 las cosas parecían irle bien al Tercer Reich después de las sucesivas invasiones de Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda y Francia, aunque la intentona de conquistar las Islas Británicas había sido abandonada al no poder la Luftwaffe dominar los cielos sobre el Canal de la Mancha. El objetivo de Hitler se tornó entonces en aislar al enemigo, que requería del control de los mares para el suministro de recursos militares y civiles, por medio de una campaña de acoso y derribo de la Marina Británica.
No era suficiente
Hitler y Reader sabían que no contaban con una armada lo suficientemente poderosa para poder enfrentarse directamente a los ingleses, por lo que decidieron en una estrategia de ataques furtivos a buques aislados o convoyes desprotegidos. El Scharnhorst y el Gneisenau ya actuaban desde su base francesa en Brest a modo de corsarios de superficie, con algún éxito, y se decidió que el Bismark y su gemelo, el Tirpitz, se unieran a dicha campaña.
No obstante, retrasos en la botadura del Tirpitz y los daños sufridos por el Scharnhorst y el Gneisenau durante la Operación Berlín, obligaron a Reader a cambiar los planes. El Bismarck zarparía con sus más de 2.200 tripulantes sólo acompañado por el crucero pesado Prinz Eugen. Al mando estaba el Capitán Otto Ernst Lindenmann, a quien acompañaría el Almirante Günther Lütjens, jefe de la Flota de la Kriegsmarine, quien en vano demandó el retraso de la misión hasta que el Tirpitz estuviera listo. A las 14:00 del 19 de mayo, Bismarck soltó los amarres del puerto de Gotenhafen y esa misma noche se unió al Prinz Eugen en los Estrechos Daneses.
Tres destructores, una flotilla de dragaminas y un escuadrón de la Luftwaffe les protegieron hasta llegar a Noruega. Precisamente esa primera noche, aviones suecos avistaron el grupo naval, sin que los alemanes se dieran cuenta. Lütjens y Lindenmann pensaban que los británicos ignoraban la operación, pero los suecos les habían avisado.
Avistado
El 20 de mayo, dos bombarderos británicos confirmaron la presencia del Bismarck en Bergen, Noruega, y el Almirante John Tovey ordenó al Crucero de Batalla HMS Hood, al Acorazado HMS Prince of Wales y a seis destructores dirigirse al Estrecho de Dinamarca para unirse a los cruceros Norfolk y Suffolk, que realizaban patrullas en la zona.
También se enviaron 18 bombarderos con la orden directa de atacar al Bismarck, pero el mal tiempo impidió el cumplimiento de la misión. Así, al mediodía del 22 de mayo, Lütjens ordenó a sus dos buques enfilar hacia el Estrecho de Dinamarca para intentar adentrarse en el Atlántico. En la tarde del día 23, los hidrófonos de ambos barcos detectaron la presencia del Suffolk a una distancia de 12,5 kilómetros, y Lütjens dio la orden al Prinz Eugen de atacar, aunque el crucero británico rápidamente se alejó lo suficiente para evitarlo.
Una hora más tarde llegaría el Norfolk, a quien el Bismarck disparó cinco salvas sin llegar a dañarlo, pero que igualmente, se retiró tras una cortina de humo. Los buques británicos continuaron su seguimiento desde la distancia.
HMS HOOD
A las 5:45 de la mañana del 24 de mayo, los vigías del Bismarck detectaron dos columnas de humo aproximándose desde el suroeste. Eran el Hood y el Prince of Wales, bajo el mando del Vicealmirante Lancelot Holland. El Hood era un veterano de 20 años y el orgullo de la Royal Navy, que lo consideraba el buque de guerra más poderoso del mundo.
Era tan grande e incluso ligeramente más veloz que el Bismarck, y su armamento no dejaba nada al azar, aunque su blindaje era más delgado en la cubierta, algo que los buques más modernos ya habían corregido. Además, el Hood poseía una ventaja sobre los alemanes, radares antiaéreos y de artillería. Holland no dudó en ningún momento enfrentarse a su rival y cargó de frente contra los alemanes, pero estos ya estaban alertados de su presencia.
El Hood y el Prince of Wales abrieron fuego a las 5:52 horas a una distancia de 16,5 kilómetros. El buque bandera, erróneamente apuntó al Prinz Eugen creyendo que era el Bismarck, y el Prince of Wales disparó contra el Bismarck pensando lo contrario. En un principio, el capitán Lindenmann del Bismarck no quiso dar la orden de disparo, optando por retirarse, pero el Almirante Lütjens lo convenció tras un par de minutos explicándole que ya no había tiempo de retirada.
Estrategia
Ambos acordaron centrar los cañones de ambos barcos alemanes contra el Hood, y fue una salva del Prinz Eugen la que dio en el blanco primero. El Hood entonces giró para apuntar con todos sus cañones, pero en ese momento, cuando el reloj marcaba las 5:59 horas, un proyectil del Bismarck golpeó y penetró su cubierta, alcanzando el polvorín.
Una enorme llamarada surgió de las entrañas del Hood y la subsiguiente explosión destruyó el área de popa, partiendo al buque en dos. En tres minutos, la última sección de proa se hundió bajo las aguas llevándose a 1415 marinos; los únicos tres supervivientes fueron rescatados dos horas más tarde. No se recuperó ningún cadáver.
El Prince of Wales, ya en solitario y también dañado en la batalla, se retiró tras una cortina de humo. Aún así, tres de sus proyectiles habían golpeado al Bismarck causándole daños que, aparentemente eran recuperables, pero cuyos efectos fueron decisivos en la persecución de los próximos días.
El hundimiento del Hood fue un golpe muy duro para la opinión pública británica, y en especial para el Almirantazgo. A petición del Primer Ministro Winston Churchill, se despachó a todo barco en la zona a encontrar y hundir al Bismarck, en lo que sería una de las persecuciones más apasionantes y memorables de la guerra.
Continúa aquí: Hundimiento y Persecución.