Amelia Earhart. Temeraria, eterna.

Primera Parte: Nace una Estrella.

Para un chaval criado en los tiempos antes de internet, justo cuando la exploración y la carrera espacial estaban en su apogeo, las vidas de célebres exploradores, científicos y aventureros, reales o ficticios, fueron de gran influencia. Yo fui uno de esos afortunados que bebieron de las hazañas de Neil Armstrong, de Charles Lindbergh, de Miguel Strogoff y Phileas Fogg, entre los hombres; entre las mujeres, una jovencita pelirroja y pecosa acaparó siempre mis atenciones. Valiente, segura de sí misma, ambiciosa y con un carisma de esos que dejan una marca indeleble en la historia, Amelia Earhart fue la heroína de mi infancia, debido o a pesar de su trágico final, envuelto durante décadas en un misterio, y desde hace tiempo que la tenía en mente para dedicarle una entrada.

Amelia Earhart

Como muchos otros grandes héroes de la historia, Amelia Earhart tuvo una infancia difícil, no tanto marcada por la pobreza, pero sí por la inestabilidad. Edwin Earhart era un hombre que prometía mucho, educado, de “buena familia”, pero el alcohol hizo de las suyas y en varias ocasiones Amelia y su hermana Muriel tuvieron que vivir con sus abuelos, sus tíos o incluso con amigos de su madre, trasladándose de un lado al otro del país. La falta intermitente de una figura paterna y de un anclaje social, unió más a las hermanas, que pronto desarrollaron un marcado carácter independiente. Aún así, Amelia consiguió graduarse del instituto en 1915. Ese mismo verano, durante una visita familiar a Toronto, Amelia entró en contacto con las realidades de la guerra, pues los Estados Unidos tardarían dos años más en unirse al esfuerzo, y decidió enrolarse como enfermera.

Muchos de los heridos a los que trató eran pilotos, a los que pronto llegó a admirar, e incluso pasó muchos de sus ratos libres en el campo de aviación de las Fuerzas Aéreas Reales, pero no fue ahí donde cogió el virus del vuelo. Según su propia versión, fue a los 23 años, en Long Beach, California, donde sus padres habían reunido una vez más a la familia, cuando durante un espectáculo de aviadores acrobáticos, un piloto ofreció llevarla a dar un paseo aéreo – “No había pasado ni 10 segundos en el aire cuando supe que tenía que aprender a volar”. Trabajando como fotógrafa y conductora de camiones, consiguió pagarse sus primeras lecciones de vuelo, bajo la tutela de Anita Snook, una de las primeras piloto femeninas. Se cortó el pelo y se compró una chaqueta de piel para imitar la pinta de aquellos pioneros, y se sumergió en todo lo que tuviera que ver con los aviones.

El Kinner Aister de amelia Earhart.

El Kinner Aister de amelia Earhart.

Un año después, en el verano de 1921, Amelia compró su primer avión, un biplano Kinner Aister de segunda mano al que ella bautizó como ”El Canario”, por su color amarillo brillante. En octubre de 1922, consiguió hacerse un hueco entre los círculos de aviación llevando su canario por encima de los 4.000 metros, un récord para una piloto femenina y, el 15 de mayo de 1923, fue la piloto número 16 en recibir su licencia de vuelo por la federación Aeronáutica. Hasta entonces la familia había vivido de la herencia de su abuela materna, pero en 1924 el dinero se acabó y Amelia tuvo que vender su avión. Poco después se trasladó a Boston con su madre y se matriculó, por segunda vez, en la universidad, gusto que le duró poco, pues las estrecheces económicas le obligaron a abandonar una vez más y a ponerse a trabajar. Primero como profesora y luego como trabajadora social, antes de entrar a trabajar como comercial de la compañía aeronáutica Kinner.

De vuelta en contacto con el mundo de la aviación, Amelia se convirtió en miembro de la Sociedad Americana de Aeronáutica en 1927. Por esos mismos días, empezó a escribir una columna promocionando los aviones en un periódico local, y su nombre comenzó a destacar en los mentideros de la industria. Entonces, en abril de 1928, la risueña pelirroja recibió una llamada que cambiaría su vida. Al otro lado del teléfono estaba el piloto y agente de publicidad Hilton H. Railey, quien escuetamente le pregunto – ¿Le gustaría volar sobre el Atlántico? La respuesta fue inmediata y positiva, seguir los pasos de Charles Lindbergh que el año anterior había sido el primer hombre en cruzar el charco, sería un paso definitivo en su carrera por subir a lo más alto.

En un Fokker F VIIb3/m bautizado como “amistad” Amelia despegó el 17 de junio de 1928 con destino a Europa. El problema era que ella no era el piloto y sólo iba como pasajero de una tripulación al mando de Wilmer Stultz y con Louis Gordon como mecánico. Amelia se sintió “como equipaje, como un saco de patatas”, pero sabía que la publicidad de la hazaña le abriría las puertas para un futuro intento en solitario. La oportunidad llegó de la mano de un hombre que, a partir de ese momento, sería su inseparable socio tanto en lo profesional como en su vida personal., George P. Putnam.

Putnam era el director de una editorial que había publicado una exitosa autobiografía de Charles Lindbergh, además de un aventurero que había explorado el Ártico con la National Geographic Society. También un experto publicista, Putnam vio en Amelia y en su Earhart Lucky Strikescarácter muchas posibilidades para la promoción. Fue él uno de los inversores del vuelo del “Amistad” y, antes incluso de que volviera de Europa, ya preparaba el futuro de Amelia como celebridad. Llegaron los anuncios en revistas, la línea de ropa, las conferencias y los libros. A la piloto no le hacía mucha gracia tener que utilizar su fama para vender, pero sabía que sin patrocinadores sus sueños eran imposibles. Eso sí, su posición le ayudó a luchar por una de sus causas favoritas, la igualdad de las mujeres, promoviendo las carreras de otras mujeres pilotos y hablando a favor de la presencia de más mujeres en la vida pública y privada, actividad que continuó hasta el final de sus días..

El dinero y la fama le consiguieron los ansiados patrocinadores y Amelia pudo dedicarse a volar. Recién llegada de Europa en 1928, hizo el que sería el primer vuelo transcontinental entre Nueva York y California, y de vuelta, por una mujer. Al año siguiente participó en la carrera Santa Mónica-Cleveland, quedando en tercer lugar sólo porque retrasó el despegue en una de las escalas para ayudar a una piloto amiga que había sufrido un accidente en la pista. Vuelos de Los Ángeles a Ciudad de México y de esta capital a Nueva York consolidaron su lista de récords y su estatus como estrella de la aviación. En 1931 consiguió incluso un récord de altura volando un autogiro.

Boda de Amelia Earhart.

Boda de Amelia Earhart.

La piloto y su promotor pasaban mucho tiempo juntos en las giras y, como era de esperar con eso de que el roce hace el cariño, la relación profesional se transformó en íntima. Al conocer a Earhart, Putnam era un hombre infelizmente casado, pero aprovechando que su mujer se había fugado con un hombre joven a Sudamérica, George obtuvo el divorcio. No tardó en declarar su amor a Amelia y en pedirle matrimonio, pero ella, de naturaleza fuertemente independiente, se resistió, al menos durante un tiempo, pues el 7 de febrero de 1931 por fin dio el sí quiero. Para entonces, la pareja ya estaba planeando la aventura más ambiciosa y peligrosa, un vuelo que, de tener éxito, llevaría a Amelia al Olimpo de los grandes héroes de la aviación.

Continuará…

5 thoughts on “Amelia Earhart. Temeraria, eterna.

  1. Hola Jesús,
    si esta mujer hubiera nacido setenta u ochenta años más tarde, ¿de qué hubiera sido capaz? Creo que en la actualidad sería la dueña de una gran compañía aérea, o quizás la primera mujer en pisar… ¿Marte? ¡ja, ja, ja! Extraordinaria su firmeza, tenacidad y valor. ¡Una pionera y todo un ejemplo!
    Un abrazo

    • Hola Francisco,
      sin duda Amelia sería en la actualidad una lideresa mundial. Ya fuese en la aviación, la moda, la industria o incluso la política. Yo la vero de presidente de Estados Unidos…;) o como bien dices, bien podría ser la primera mujer en Marte. Pero no se pudo, le tocó vivir otra época, una en la que la aventura aún se valoraba mucho, y en el que la valentía y el arrojo eran más importantes que el conocimiento o los enchufes. El gran consuelo es que logró al menos uno de sus objetivos, pasar a la historia…
      Muchas gracias por comentar. Un abrazo.

  2. J.G.Barcala
    Profesor y traductor de idiomas. Comprometido con la libertad, la democracia y el progreso. Aventurero y viajero empedernido. Escritor amateur.
    Me encontré a Barcala en unas de esas navegaciones sin destino preciso, a lo que encuentre. Asi me ví una noche a este senor que desde elperfil me pareció coincidente en varios aspectos conmigo, «Comprometido con la libertad, la democracia y el progreso… Escritor amateur.» Y tambien he descubierto que algunas sensiblidades de nino son compartidas por algunos a quienes nunca he conocido. Earhat, fue de mis heroinas. Leia sobre el ella lo que escasamente llegaba a mis manos, no habia internet y en la biblioteca pública de la Calle San Juan de Dios ni luego de su traslado al Paque del Centenario habia pistas sobre ella

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