El invento que muchos hombres y mujeres agradecemos todas las mañanas.

Ellas nos quieren guapos y limpios, nosotros las queremos ídem, y no siempre es fácil. Cada mañana hay que lavarse, afeitarse (o depilarse), ponerse crema, peinarse (lo que nos quede de pelo), cepillarse los dientes y, finalmente, vestirse con una camisa planchada (no todos siguen esta última premisa). Lo más difícil, sin embargo, es intentar mantener todo en su sitio durante el día. A veces pienso en todos los hombres y mujeres que en la historia han contribuido al ritual, desde aquel ancestro al que se le ocurrió usar las espinas de un pescado como peine, hasta los químicos que desarrollan más y mejores filtros solares, pasando claro está por los inventores del jabón, del shampoo y de la pasta de dientes. A todos ellos les estoy enormemente agradecido. Y luego está el Señor Gillette.

King Camp Gillette.

King Camp Gillette.

No hace falta que os de más detalles sobre el invento del que vamos a hablar hoy. El apellido de este emprendedor norteamericano es sinónimo de uno de los artilugios más ubicuos de los hogares modernos, la maquinilla de afeitar, sin la cual, nuestras vidas serían muy diferentes. Yo no cambiaría mi Mach3 por las peligrosas navajas del pasado, ni siquiera por una rasuradora eléctrica, pues con eso de que me afeito en la ducha, la última sería mortal. En todo caso, la gran mayoría de los lectores Paquete Gilletteestá familiarizado con ese nombre, y los mayores incluso con su cara, pues acostumbraba aparecer en los paquetes de hojas de afeitar hasta hace unas décadas. Pero menos conocida es su historia, y de cómo su ingenio y ambición le llevaron a crear uno de los inventos más populares de nuestra actual civilización. King Camp Gillette nació la víspera del Día de reyes de 1855 en Fond du Lac, Wisconsin, aunque aun siendo niño su familia se mudó a Chicago, donde llevó a cabo sus estudios. En esta ciudad, los Gillette sobrevivieron al Gran Incendio de 1871, pero perdieron la ferretería que tenían y se trasladaron nuevamente, esta vez a Nueva York, donde Don George Gillette obtuvo un empleo como agente de patentes. Este último detalle aparentemente tuvo una cierta influencia sobre el futuro del joven King, pues su progenitor, en contacto diario con nuevas invenciones, inculcó a su hijo la curiosidad y el deseo de concebir sus propios artificios. 

Mientras tanto, sin embargo, había que ganarse la vida y el menor de los Gillette se inició en el mundo de las ventas a los 21 años para una empresa de Kansas City. Durante las dos décadas siguientes nuestro amigo saltó de un trabajo a otro, sin rumbo, y con la única motivación de que encontraría un producto que le hiciese rico. Su carrera como agente no fue muy brillante, pero le permitió formar una familia al lado de Atlanta Ella Gaines, con quien tuvo un hijo al que bautizaron King Gaines Gillette. Hacia 1891, la frustración comenzó a hacer mella en la vida de nuestro amigo quien, imitando a su madre que había publicado un libro de cocina junto con el cocinero de la Casa Blanca, decidió hacer lo propio, pero no con contenido culinario, sino político.

Resulta que King Gillette era un socialista utópico que creía en una sociedad igualitaria en la que una sola y gigantesca corporación produciría todo lo necesario para los ciudadanos, que a su vez serían todos accionistas de la empresa. Todos vivirían en apartamentos iguales y la propiedad sería compartida. Un mundo feliz, sin crimen, sin abusos; un mundo, pues eso, utópico. No sería por sus ideas políticas que el protagonista llegaría a ser conocido, pero es irónico que un hombre con su ideología se convirtiese en uno de los representantes más simbólicos del capitalismo. Cinco años antes de la publicación del manifiesto, George había recalado nuevamente en su pueblo natal, trabajando para la Crown Cork & Seal Company, dedicada a la fabricación de tapas para botellas. Ahí entablo una cordial relación personal y profesional con el presidente, William Painter, quien había diseñado un nuevo y muy eficiente tapón desechable para las botellas, y quien dio a Gillette probablemente el consejo más útil de su vida: “Busca un producto que sea de usar y tirar, y así los clientes volverán una y otra vez a comprar.”

Gillette navaja

En 1895 llegó ese momento Eureka que todos los inventores del mundo esperan. Una mañana en la que King se encontraba frente al espejo con la cara espumada y lista para afeitar, se dio cuenta de que la navaja estaba sin filo, lo que probablemente significaría una incómoda afeitada y algún corte. De pronto, Gillette pensó en la posibilidad de crear una navaja que ya viniese afilada de fábrica y que fuese tan barata que pudiese tirarse después de unos pocos usos. Era el producto que estaba buscando y la emoción de la epifanía le llevó a escribir una carta a su esposa con un mensaje escueto: “Lo tengo. Nuestra fortuna está hecha.” Ahora bien, de la idea a la concreción no todo es un camino de rosas.

Ya existían en el mercado algunas navajas desechables, pero de muy mala calidad y con la tendencia a oxidarse, además de caras. El problema sería encontrar un tipo de acero fácil de cortar y resistente a la oxidación. Gillette acudió entonces al prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para hablar con sus expertos metalúrgicos sobre su idea, pero estos le dijeron que el proceso sería prácticamente imposible. Esto no detuvo a nuestro amigo, quien persistió en su búsqueda, e incluso intentó fabricar su navaja él mismo, sin éxito, lo cual no le impidió solicitar su primera patente en 1899. Al año siguiente, sus esfuerzos se verían reforzados al conocer a Emery Nickerson, casualmente un exalumno del MIT que vio viable la propuesta y se dedicó a la cuestión de los materiales y la manufactura, mientras que Gillette buscaría los fondos para montar la empresa.

King Gillette patente

Por fin, en 1903, la empresa Gillette Safety Razor Company inició la producción y, a través de anuncios en revistas masculinas, ese primer año se vendieron 51 maquinillas y 168 navajas, todas empaquetadas con la efigie de su inventor. El segundo año, gracias a precios agresivamente bajos conseguidos gracias a la automatización del proceso de fábrica y una campaña masiva de mercadeo, las ventas aumentaron a 90.884 maquinillas y 123.468 navajas. Ya en esos días Gillette aplicó a su estrategia lo que ahora se conoce como la táctica de “maquinillas y navajas”, que consiste en regalar o vender a muy bajo precio las primeras, para aumentar las ventas de las segundas, mucho más rentables. En 1915 las ventas se habían disparado a 450.000 máquinas y 70 millones de navajas, y la empresa había abierto fábricas en Canadá, Gran Bretaña, Alemania y Francia. Probablemente el mayor salto ocurrió cuando el ejército de los Estados Unidos encargó a Gillette tres millones de maquinillas para sus soldados que en 1918 se unirían al esfuerzo bélico en Europa. De vuelta en casa, esos mismos hombres demandarían decenas de millones de navajas para usar en los equipos que el ejército les había regalado.

maquinillas gillette evoluciónSobra decir que Gillette consiguió su sueño de hacerse millonario, aunque perdería buena parte de su fortuna en el crash de la bolsa de 1929. Para entonces ya había abandonado la gestión de la empresa por desavenencias con uno de sus inversores, quedando como Presidente Emérito. La Gillette Safety Razor Company sufriría muchos cambios en las próximas décadas, a la vez que vio surgir a varios competidores,Venus pero a través de la innovación y el marketing, ha logrado mantenerse como líder en la fabricación y venta de maquinillas y navajas de afeitar. Gillette, por ejemplo, fue pionera en el patrocinio de eventos deportivos con su célebre Cabalgata Deportiva, aún en boga, pero también en diseñar y vender maquinillas específicas para mujeres.

King Camp Gillette falleció en 1932 en su mansión californiana, pero su nombre e imagen siguen siendo parte del imaginario mundial. Las navajas actuales no tienen nada que ver con las que inventó King Camp y, de hecho, la empresa desapareció como tal al fusionarse con el gigante Procter & Gamble en el año 2005. No obstante, un siglo después, el legado de Gillette nos acompaña todas las mañanas y probablemente lo seguirá haciendo varias décadas en el futuro. Ya sabemos a quién agradecérselo la próxima vez que una afortunada o afortunado nos acaricie el rostro y diga – ¡mmmh, que suavidad…!

 

No he querido extenderme mucho más, así que os dejo un enlace muy interesante sobre Gillette y la historia de los barberos y de sus muchas labores.

Gillette España

Cirujanos Barberos

NOTA: Este es un artículo NO patrocinado y la empresa Procter & Gamble no ha tenido nada que ver con su redacción. Conozco a una persona que trabaja para dicha empresa en España, pero  hace cinco años que no la veo ni hablo con ella. 

 

 

2 thoughts on “El invento que muchos hombres y mujeres agradecemos todas las mañanas.

  1. Hola Jesús,
    reconozco que yo no soy mucho de afeitarme con Gillette (soy más de máquina eléctrica) pero su genial invento es de esos que se usan cada día millones de veces sin que nadie se pare a pensar en la historia que tiene detrás. En cuanto al consejo que recibió “Busca un producto que sea de usar y tirar, y así los clientes volverán una y otra vez a comprar.” ¡Qué gran verdad! Recordé una historia que mi abuelo siempre me explicaba y con tu permiso la comparto. No sé si habéis visto en alguna ocasión esos interruptores antiguos para encender y apagar la luz de las casas antiguas. Como se suele decir… ya no se fabrican cosas tan buenas y que duren tanto tiempo como las de antes. Pues en este caso fue así. Son de principios del siglo XX y funcionaban tan bien que nunca se estropeaban (incluso cien años después siguen funcionando). Solo había un problema (en este caso para la empresa que los ideó): al no ser necesario reemplazarlos la empresa se arruinó al disminuir la demanda (después aparecieron otros más «modernos»)

    Un saludo y gracias por acercarnos estas historias tan curiosas que seguro recordaremos (al menos cada vez que nos afeitemos).

    • Hola Francisco,
      yo nunca he podido dominar las eléctricas, y mira que lo he intentado. Es un debate sin fin, como el ¿A quién quieres más, a papá o a Mamá? 😉
      Pero es verdad que el invento de Gillette ha tenido un enorme impacto en nuestra sociedad, y lo sigue teniendo.
      Recuerdo muy bien los interruptores a los que se refería tu abuelo. Estaban hechos de una pasta súper resistente y es verdad, nunca se rompían, pero también es verdad que ya no los hacen, y probablemente porque no les conviene que duren tanto 😛
      Me viene a la cabeza el concepto de IKEA, muebles de diseño muy baratos que puedes tirar o regalar cuando te mudas o te cansas de ellos. El único problema que veo con la estrategia es que se consumen muchos recursos naturales, y nuestro planeta ya no está para esos trotes. Seremos los consumidores quienes decidimos si queremos seguir comprando productos desechables, o volvemos a los de larga duración.
      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo.

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