En un momento de la película El Imperio Contraataca, justo después de la Batalla de Hoth, Han Solo se ve en la necesidad de adentrarse con el Halcón Milenario en el campo de asteroides del mismo nombre para evitar ser capturado o destruido por las fuerzas imperiales. Con singular destreza y su acostumbrado bravado, el posiblemente mejor piloto de la galaxia consigue esquivar una y otra vez las grandes rocas producto de la colisión de dos planetas rocosos, mucho, mucho tiempo antes de la guerra, y todo eso, a pesar de las advertencias de C3P0, el dorado androide protocolar: “Señor, las posibilidades de navegar con éxito a través de un campo de asteroides es aproximadamente tres mil setecientos veinte contra uno”. Pero claro, aunque hablamos de la segunda entrega de la espectacular saga de La Guerra de las Galaxias, sigue siendo una película. La realidad es otra.
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Al menos en lo que se refiere al cinturón de asteroides de nuestro Sistema Solar, es más que seguro cruzarlo. Las posibilidades de que una de nuestras naves fuese golpeada por un asteroide en el trayecto no pasan de una en mil millones, según NASA. La primera vez que escuché este dato, me costó un rato creerlo. ¿Cómo era posible que un frágil objeto construído por el hombre pudiese cruzar una zona infestada de miles y millones de pequeñas y grandes rocas sin sufrir un impacto? La respuesta es que, contrario a lo que nos pintan desde Hollywood, nuestro campo de asteroides está menos que infestado. De hecho, podríamos decir que está casi vacío. Antes de seguir, no obstante, veamos un poco de historia.
Los primeros indicios de la existencia de algo orbitando entre Marte y Júpiter aparecen en la segunda mitad del siglo XVIII. Johan Daniel Titius, un astrónomo alemán, se dio cuenta de que había una relación entre las distancias en las que orbitaban los planetas alrededor del Sol. Utilizando lo que más tarde se conocería como la Ley Titius-Bode, por la contribución de su compatriota Johan Elers Bode, Titius predijo los semi-ejes mayores de las órbitas de los seis planetas conocidos hasta entonces, y sus predicciones dieron en el blanco. El problema era que, según la misma Ley, debía haber otro planeta entre Marte y Júpiter, y nadie lo había descubierto todavía. En 1781, cuando William Hershel descubrió Urano, el semi-eje de su órbita confirmó la relación, y convenció a los astrónomos de que faltaba un planeta por descubrir. En 1800, Hershel y dos docenas más de astrónomos europeos, fundaron la Vereignite Astronomische Gesellschaft (Sociedad Astronómica Unida), con la intención, entre otras cosas, de buscar ese errante perdido. La Sociedad asignó a cada astrónomo una región del zodiaco para buscar, y menos de un año después, llegaron los primeros resultados.
Giuseppe Piazzi, astrónomo de la Universidad de Palermo, en Sicilia, localizó en 1801 un pequeño objeto moviéndose en la órbita que la Ley Titius-Boden predecía. Llamó al astro Ceres,en honor a la diosa romana de las cosechas y patrona de Sicilia. Año y medio después, Heinrich Wilhelm Olbers descubrió un objeto similar en la misma región al que bautizó como Pallas, por el Gigante de la mitología griega, hijo de Urano y Gaia. Ambos cuerpos fueron intensamente estudiados por los miembros de la sociedad,esperando que fuesen planetas, pero pronto notaron que, a pesar de aumentar al máximo el poder de sus telescopios, Ceres y Pallas seguían apareciendo como dos puntos de luz, como sucedía con las estrellas, y no como discos, como acostumbraban ver en los planetas. Pero tampoco eran estrellas, pues se movían demasiado rápido, lo que indicaba que estaban más cercanos. Fue Hershel quien se arrogó el derecho de darles un nuevo nombre: asteroides, o “similares a estrellas”, en griego.
En la escuela me enseñaron que el Cinturón de Asteroides podría haber sido originalmente un planeta que estalló o que colisionó con un cometa, pero hace tiempo ya que esta teoría ha sido rechazada. Primero, la energía necesaria para destruir un planeta es enorme, y hubiese dejado otro tipo de secuelas; segundo, la masa total del Cinturón de Asteroides es tan pequeña que hubiese podido formar un cuerpo apenas un cuarto el tamaño de nuestra Luna. Es este último dato el que nos ayudará a responder la pregunta-título de esta entrada.
El Cinturón de Asteroides se localiza entre 2.2 y 3.2 Unidades Astronómicas del Sol, esto es, entre 327,800,000 y 476,000,000 kilómetros, con una anchura de 149,000,000 kilómetros. La órbita central recorre una distancia aproximada de 2,527,000,000 (dos mil quinientos millones), de kilómetros, lo que tomando en cuenta su anchura nos da un área de 375,480,000,000,000,000 (trescientos setenta y cinco mil cuatrocientos ochenta billones de kilómetros cuadrados), un espacio gigantesco sin paliativos. Si dividimos dicha área entre la masa total de los asteroides de 3 X 10²¹ kilos, obtenemos una densidad de 5 x 10-²⁴, esto es, mucho menos de un kilo por kilómetro cuadrado (me he currado yo mismo los números y son aproximados). Cifras aparte, la realidad es que, a pesar de que se han localizado más de un millón y medio de asteroides, el espacio por el que están esparcidos es tan grande que, según NASA, la distancia media entre ellos excede el millón de kilómetros. Además, la mitad de las masa total de lo asteroides se encuentra en los cuatro más grandes, Ceres (también considerado un planeta enano, con 950 kilómetros de diámetro) Pallas, Vesta e Hygiea, con poco más de 400 km de diámetro. Hay también unos 200 asteroides conocidos con más de cien kilómetros y entre 0.7 y 1.7 millones de asteroides con más de 1 kilómetro de diámetro, todos ellos discernibles con un telescopio de mediana potencia, el resto, podríamos considerarlo como polvo.
Pero repito, el espacio que ocupan es tan grande que es muy difícil no ya cruzarse con un grupo de asteroides, sino con uno solo. De hecho, de las 11 sondas espaciales que han cruzado el cinturón, cuatro de ellas ni siquiera vieron uno, el resto sí lo lograron, pero porque estaban programadas para ello. Entonces, si queréis hacer un viaje interplanetario que os lleve a través del Cinturón de Asteroides, no os preocupéis, estaréis muy seguros. Por otra parte, ¿No se equivocaba C3P0 en sus cálculos de riesgo? Lo dudo, recordemos que Han Solo estaba en otra galaxia.
Muy buen artículo. Entonces a tomar las maletas y realizar el viaje atravesando el cinturón de asteroides sin problema alguno.
Jeje, yo encantado de irme a los confines del universo, pero en este punto de la historia, eso es algo fuera del alcance de los mortales…quizá algún día…eso sí, si vas tú,me avisas… 🙂
Muchas gracias por comentar Victor Hugo. Un abrazo.
Hola Jesús,
ya sabes que me pierdo con estas cifras tan astronómicas y como que mi sueldo nunca las igualará, pues como que me suenan a muy lejanas. Pero dejo una pregunta en el aire ¿Qué hubiera pasado si el Halcón Milenario hubiera chocado con un asteroide?
Abrazos
Hola Francisco,
Me extrañó mucho no encontrar esos datos bien trabajados en alguna página web y no veas lo que me costó hacer los números. Pero lo hice con gusto, pues sabía que en el proceso me maravillaría aún más por las dimensiones de nuestro universo.
Respondiendo a tu hipotética pregunta sobre Han Solo, en mi opinión, un capitán de su destreza simplemente no es capaz de cometer un error, y si lo hiciese, no habría película, y entonces si que me cabrearía… 😛
Muchas gracias por comentar. Un abrazo.