Ayer tuve la suerte de asistir, como miembro de la Asociación Antiqva Hispania, a una jornada lúdico-cultural en el yacimiento Arqueológico de Complutum, en Alcalá de Henares. Como en otras ocasiones, tuvimos la suerte de contar con las interesantes y entretenidas charlas de un par de fenómenos, nuestro Presidente, Oscar Fernández, y el arqueólogo David Gálvez. En un momento durante la intervención de este último, que hablaba de la fundación de una ciudad romana, me acordé de que yo desde hace tiempo había tomado notas sobre el tema, pero no lo había publicado porque no encontraba la inspiración necesaria para darle un giro entretenido al artículo. Allí, entre columnas y mosaicos, me llegó el momento ¡Por Tutátis!, y de esa manera, os pongo a vosotros de protagonistas.
Primero, elegir el sitio.
Está claro que el primer paso para fundar una ciudad es encontrar el lugar ideal. para ello, necesitáis tener en cuenta una serie de factores:
1.- Que haya un río en la zona.
2.- Que sea un lugar estratégico.
3.- Que las tierras de alrededor sean fértiles.
4.- Que haya abundante madera.
5.- Que sea fácilmente defendible.
6.- Que esté bien comunicado, y si no, ya construiréis vosotros los caminos. Y por último,
7.- Que el territorio os pertenezca.
Para lograr esto último, necesitaréis un buen ejército liderado por un general capaz, pero eso lo damos por sentado. Si alguien se opone, ya sabéis, a descuartizar.
Segundo, la ceremonia.
Los romanos heredaron y adaptaron de sus vecinos etruscos una serie de rituales previos a la fundación de una ciudad, una cuestión tanto práctica como supersticiosa. Debéis llevar un augur, una especie de sacerdote con poderes de adivinación y predicción, que se encargará de averiguar si el terreno elegido es el adecuado para la colonia.
Primero, el augur llevará a cabo la contemplatio, un rito de observación del cielo para ver si hay alguna señal divina. Si todo parece correcto, el augur disectará un águila, o cualquier otro ave disponible, incluso un pollo; examinará sus entrañas y dependiendo del estado de estas decidirá si el agua y el aire de la zona es saludable.
Si los auspicios eran positivos, el augur tomaba la decisión de construir la ciudad romana. La ceremonia lleva el nombre de Inauguratio, en honor del augur.
Tercero, la delimitación del espacio.
Necesitáis dos reses, un toro y una vaca, blancos y que nunca antes hayan llevado el yugo, de preferencia, que para eso los romanos eran muy prácticos. Engancháis animales a un arado de bronce, el toro, símbolo de la masculinidad, la guerra y la fertilidad, iba por fuera; la vaca, evocadora del cuidado del hogar, por dentro.
El fundador trazará con la yunta un surco (sulcus primigenius)marcando el perímetro de la ciudad, de preferencia cuadrado, sobre el cual construréis las murallas de la ciudad. En donde se situarán las puertas, se levanta el arado para que no haga surco. En latín levantar se dice portare, de ahí el término “puerta”.
El surco es sagrado y nadie debe pasar por encima de él, y si lo hace, será castigado con la muerte. Debéis guiar la yunta de manera oblicua, para intentar que toda la tierra que salga caiga del lado interior de lo que será la ciudad. Si algo cae fuera, trabajadores elegidos para ello la meterán. La zona exterior inmediata a la muralla se llama pomerium, y está reservada a los dioses. Nadie puede vivir ahí ni cultivar la tierra, y la entrada con armas está prohibida.
Continúa el ritual
En el centro de lo que será la ciudad, deberéis cavar una fosa circular, el mundus, en la que depositaréis los restos del águila, algunas ofrendas y una caja con tierra de vuestro lugar de origen, para significar que lleváis a vuestros dioses a la nueva morada.
Se tapa el foso y se coloca sobre él una piedra cuadrada, si sois legionarios veteranos, pondréis vuestros estandartes alrededor de la piedra, que servirá de altar y sobre la cual encenderéis un fuego, el focus. En ese momento bautizaréis a la ciudad. Os queda un último ritual, el consecratio, que consiste en un sacrificio para dedicar la ciudad a los dioses Júpiter, Juno y Minerva.
Planificación y construcción de una ciudad romana
Ya tenéis las bases de la ciudad romana, ahora debéis planificarla. Si no sabéis utilizar la groma, llevaréis a un agrimensor que se encargará de delinear las dos calles principales, la decumanus maximus, de este a oeste, y la cardo maximus, de norte a sur. Los cuadrantes reciben el nombre de dextra, siniestra, postica y antica. A este tipo de planta cuadriculada se le llama hipodámica, en honor a Hipodamo de Mileto, considerado como uno de los padres del urbanismo.
En la intersección de las dos calles principales construiréis el foro, donde estarán los edificios de índole público y religioso. El resto será dividido en parcelas que repartiréis entre los colonos. Debo aclarar que todos estos pasos aplican a la fundación de una ciudad ex novo, esto es, desde cero. Cuando los romanos se veían forzados a construir sobre un oppidum existente, simplemente lo adaptaban lo mejor posible a su estilo.
Para finalizar, y si queréis que vuestra ciudad romana sea verdaderamente romana, tendréis que construir los elementos necesarios para la vida diaria, acueductos, fuentes públicas, puentes, templos, termas, baños y mercados; para el ocio, un circo y un anfiteatro, y para las cuestiones oficiales, foro y basílica. Del resto se encargará la población, villas para los ricos, insulae para las clases medias y bajas, casae para los esclavos, tabernae y el horreum para guardar el grano. Como ornamentos, levantaréis obeliscos, o los importáis de Egipto, y arcos del triunfo.
Y voila! Ya tenéis vuestra ciudad romana, ahora sólo hace falta brindar con un buen mulsum y si os sentís muy generosos, podéis organizar juegos con gladiadores y una buena bacanal. Salve novis civibus!
Hola Jesús,
no puede decirse que los romanos dejaran nada al azar y muestra de ello es que después de más de 2.000 años, muchas de estas ciudades romanas siguen en pie convertidas en verdaderas metrópolis del siglo XXI.
Un abrazo después de brindar por tu exposición (lo de los juegos con gladiadores lo dejo para otro momento).
Hola Francisco,
Tienes mucha razón, los romanos no dejaban nada al azar, y creo que eso tuvo mucho que ver en su éxito expandiéndose por toda la región mediterránea y con el enorme legado cultural que nos dejaron. pero como escribía hace no mucho, los romanos eran muy supersticiosos, y temían que si no hacían las cosas como debían la ira de los dioses se ensañaría con ellos. Más vale prevenir que lamentar, y un águila un pollo o unos bueyes eran un precio insignificante… 😛
Muchas gracias por comentar. Un abrazo.
¡Por Tutatis! Yo siempre creí que se decía oppidum (y no «Tutáis» ni «opidium»)
En ambos casos tienes razón Eladio, lo de Tutatis no estaba seguro, y lo de oppidum fue un gran error de dedo. te agradezco me hayas llamado la atención a estos errores. Un cordial saludo.
Me encantan sus post, créame que su lectura es muy agradable y sobre todo muy ilustrativa, lo felicito.
Hola Oscar,
me siento muy halagado por tu comentario. Intento contar historias poco conocidas pero interesantes, y hacerlo de una manera atractiva y fácil de leer. Me alegra escuchar que vamos por buen camino.
Muchas gracias y un abrazo!