El curioso caso del artículo 246 del Tratado de Versalles.

Muchos de los lectores estarán familiarizados con los eventos que dieron fin a la Primera Guerra Mundial y, en especial, con las condiciones impuestas a Alemania y sus aliados tras su derrota ante los aliados. Un total de 133 mil millones de Marcos Oro (33 mil millones de Dólares) fue la cantidad en efectivo, divididas en tres tipos de bonos, más territorio y una serie de pagos en especie lo suficientemente interesantes como para tratarlos en otra entrada en los próximos días. Pero entre los 440 artículos, hay uno que llama la atención tanto por su contenido, como por la historia detrás, y es que la cláusula en cuestión exigía que se devolvieran un importante ejemplar del Corán, y un cráneo en manos de los alemanes. Esta es la historia de la calavera.

Antecedentes.

En 1885 Alemania inició su campaña de conquistas en África Oriental, como parte de su botín en la Repartición del continente. Los buques de guerra enviados por Otto von Bismarck no tuvieron problemas para “convencer” al Sultán de Zanzibar y el Imperio Alemán pronto se estableció en un territorio de aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados (el doble de España) en la zona de los Grandes lagos, que en la actualidad incluye Ruanda, Burundi y partes de Tanzania, ahora Tangañica. La colonización tuvo sus dificultades, no obstante, y al menos tres tribus resistieron a los alemanes, que lucharon en las tres correspondientes campañas contra los Abushiri, los Maji-Maji y los HeHe. 

Durante siete años los guerreros HeHe, liderados por el jefe Mkwavinyika Munyigumba Mwamuyinga (alias El Jefe MkwawaMkwawa), lucharon contra el invasor. El 17 de julio de 1891, 3,000 de hombres armados con lanzas y unos cuantos fusiles se lanzaron sobre una fuerza de 320 guerreros askaris liderados por oficiales alemanes y armados con ametralladores y algunos cañones, y pronto los vencieron gracias a su superioridad numérica, matando en el proceso al enviado teutón Emile von Zelewski. Al año siguiente, Mkwawa barrió un destacamento alemán en Kondoa. En octubre de 1894, los alemanes volvieron a la carga con un contingente mayor apoyado por tribus rivales de los HeHe y atacaron y conquistaron la fortaleza de Mkwawa en Kalenga, aunque el jefe tribal pudo escapar.

A partir de entonces, Mkwawa organizó una guerra de guerrillas para acosar a los alemanes, quemando sus plantaciones, asaltando correos en los caminos y, en ocasiones, atacando posiciones defendidas, lo que obligaba a los ocupantes a mantener tropas en diversas plazas. Sin embargo, cuando el 19 de julio de 1898 Mkwawa fue hallado y rodeado después de una intensa campaña de persecución, prefirió pegarse un tiro antes que ser capturado vivo. El cuerpo, encontrado por el Sargento Merkl, fue decapitado y su cabeza enviada a Berlín, aunque aparentemente terminó en el Museo de Ultramar en Bremen, una institución dedicada a la historia natural y el etnicismo que aún existe.

La reclamación.

Fue el Administrador Británico de África Oriental, H. A. Byatt, quien sugirió a su gobierno que se recuperara el cráneo de Mkwawa de los alemanes para devolvérselo a su tribu y de esa manera agradecerles su ayuda durante la guerra. La reivindicación apareció en el texto del artículo 246:

“Dentro de los seis meses siguientes a la entrada en vigor del presente Tratado, Alemania deberá restituir a S. M. el rey del Hedjaz, el Corán original que perteneció al califa Osmán, y se llevaron de Medina las autoridades turcas para ofrecérselo, según se dice, al ex-emperador Guillermo II.

El cráneo del sultán Makuaua que, sacado del protectorado alemán del África oriental, ha sido transportado a Alemania, deberá ésta remitirlo en el mismo plazo al Gobierno de S. M. Británica.

La entrega de dichos objetos se verificará en los lugares y condiciones que señalen los Gobiernos a los cuales habrán de hacerse las devoluciones.”

(Fuente: Constitucionweb

Devolución.

Los alemanes negaron que tuvieran el cráneo y, como hicieron con varios artículos más, no lo cumplieron. El gobierno británico les creyó y dio el asunto por cerrado. No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial, el Tumba de MkwawaGobernador de Tangañica, Sir Edward Twining, decidió abrir nuevamente el caso, viajando él mismo al Museo de Bremen para buscar el cráneo perdido. El problema con el que se encontró, al ser un museo etnográfico, es que este contaba con una colección de más de 2,000 calaveras, 84 de las cuales provenían de las antiguas colonias alemanas de África Oriental y de estas, una docena tenía agujeros de bala. Tras un cuidadoso estudio que le llevó a medir los cráneos y compararlos con los de los descendientes del jefe HeHe, eligió uno que él creyó pertenecía a Mkwawa. Finalmente, en julio de 1954, el agujereado cráneo fue entregado por los alemanes y desde entonces está expuesto en el Museo Memorial Mkwawa en Kalenga. Del Corán no he encontrado nada, pero sigo buscando…

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4 thoughts on “El curioso caso del artículo 246 del Tratado de Versalles.

  1. Interesantísimo y curiosísimo artículo, me refiero tanto a tu publicación como al artículo 246 del Tratado de Versalles de 1919.

    He repasado tus artículos sobre sobre la Primera Guerra Mundial y echo en falta al único mando alemán («Generalmajor» en este caso) que no perdió ni una sola batalla durante aquel conflicto. Algo de lo que no pudieron presumir ni Hindenburg, ni Ludendorff ni von Falkenhayn. Me refiero a Paul von Lettow-Vorbeck, que luchó precisamente en los territorios en los que Mkwawa desarrolló su actividad años antes (principalmente en Tanganika, aunque también lo hizo en Mozambique y Zimbawe). Sólo depuso sus armas y las de sus tropas alemanas y nativos «askaris» (4.800 hombres en total) cuando se produjo el armisticio, el 11 de noviembre de 1918, y no ese mismo día, sino dos semanas después (el día 25), cuando la noticia se conoció en el frente africano. Miles de soldados de la Entente se emplearon, sin conseguirlo, en intentar «cazar» a las tropas de von Lettow-Vorbeck durante casi toda la guerra, mientras el amigo Paul les daba una paliza tras otra, en precarias condiciones y con fuerzas muy inferiores en número.

    Von Lettow-Vorbeck regresó a Alemania en marzo de 1919 y fue recibido como un héroe. Suyas fueron las únicas tropas que desfilaron por el Berlín de la Alemania derrotada en la Gran Guerra. A caballo, al frente de los 120 oficiales de su «Schutztruppe» y ataviados con sus uniformes coloniales, el bueno de Paul desfiló bajo la Puerta de Brandenburgo, engalanada al efecto.

    En 1953, un octogenario von Lettow-Vorbeck volvió a Tanganika. Iba de paso hacia Sudáfrica y recaló en Dar es Salaam. Se le recibió con honores militares por parte de las autoridades británicas. Cuando Paul puso el pie en el muelle, la banda comenzó a tocar y el gobernador le estrechó la mano. En ese instante, un grupo de ancianos rompieron el cordón de seguridad y se hincaron de rodillas ante von Lettow. Eran «askaris» supervivientes de la «Schutztruppe», soldados que habían dejado de luchar casi cuarenta años antes y que habían jurado seguirle hasta la muerte y permanecer junto al «invencible» para librar todas las guerras del futuro.

    Von Lettow los abrazó uno a uno. Después, ellos le alzaron en hombros y, ante la mirada atónita de las autoridades británicas, lo pasearon por el muelle cantando en alemán el «Haya Safari», su viejo himno de combate.

    • Wow Herr Udet!
      la verdad es que no me sorprende un comentario tan extenso, merecido y completo. El año pasado, durante el especial que publiqué de la PGM, pensé en dedicar un artículo a la guerra en África, pero se me quedó en el tintero por falta de tiempo. Bien dices que Vorbeck se merece unas líneas, y ya estoy tomando notas, pero podría también publicar tu comentario y ahorrarme todo el trabajo… 😛
      Un abrazo!

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