Para los lectores españoles y los europeos en general, no es ninguna noticia oír sobre un fraude relacionado con la producción o venta de aceite. Muchos estamos familiarizados con el caso del aceite de colza en 1981, cuando miles de litros de este condimento, adulterados, entraron en el mercado causando la muerte de más de mil españoles. También recordamos cómo por las mismas fechas la entonces Comunidad Económica Europea descubrió que agricultores italianos habían estado cobrando subvenciones por supuestos olivos, cuando en realidad eran árboles pintados en cartón, que en las fotografías aéreas aparecían como verdaderos. hace apenas un año, en Taiwán, una empresa fraudulentamente comercializó aceite reciclado que fue usado para fabricar productos alimenticios. Hace poco me topé con la historia de otro fraude grasiento, esta vez en los Estados Unidos, que fue tan importante que a punto estuvo de causar un “crash” financiero.
Sospechoso habitual.
Anthony de Angelis era el hijo de dos inmigrantes italianos. Nacido en el Bronx, Nueva York, en 1915, empezó muy joven como aprendiz de carnicero y las cosas parecieron irle muy bien, pues en 1946 ya controlaba su propia empacadora de carnes. Por esos días, el gobierno de los Estados Unidos había creado un programa para financiar almuerzos escolares para niños de bajos recursos, programa que aún existe. De Angelis fue uno de los que consiguieron un contrato para venderle carne al gobierno y en los próximos años hizo una gran fortuna. El problema es que el carnicero estaba haciendo trampa, cobrando por carne no entregada además de que en muchas ocasiones, cuando ésta si llegaba a las escuelas, era producto no debidamente inspeccionado En 1952 el gobierno descubrió el fraude, pero de Angelis apenas recibió una multa de 100,000 dólares (unos 900,000 de la actualidad). Eso sí, el negocio de la carne se fue al traste.
Un tipo grasiento.
De Angelis entró entonces en el negocio del aceite de soja, con una inmensa refinería de aceites vegetales en New Jersey, y aprovechó nuevamente una iniciativa federal para enriquecerse. El plan “Alimentos por la Paz” creado por la administración de Eisenhower, buscaba ayudar a los países europeos a salir de la posguerra con alimentos baratos, a la vez que creaba una salida para los superávits agrarios locales. Por lo visto, nadie reparó en los antecedentes del dueño de la Allied Crude Vegetable Oil Refining Company, Tony de Angelis, pues consiguió un importante contrato para comprar el aceite de soja de los agricultores norteamericanos, refinarlo y exportarlo a Europa. El programa empezó en 1954 y para finales de la década ya vendía 200 millones de dólares al año (dos mil millones de dólares en 2015). De Angelis no podía estar más contento.
En 1957, el ya entonces magnate del aceite, había entrado en sociedad con la empresa American Express a través de un complejo chiringuito financiero. El programa consistía en que la aceitera cedía el control financiero del contenido de sus tanques a American Express, y ésta expedía unos recibos basados en el valor del inventario, que a su vez de Angelis utilizaba como colaterales para conseguir créditos. En poco tiempo había pedido prestado más de 150 millones de dólares a 51 entidades crediticias. Pero donde hubo fuego siempre quedan brasas, y árbol que crece torcido jamás su rama endereza.
Aquí me ves, aquí no me ves.
Los inspectores de American Express de vez en cuando visitaban las instalaciones para verificar los inventarios, y en un principio todo parecía ir bien. Lo que no sabían es que los supervisores de los tanques eran amigos y familiares de Tony de Angelis, que no había podido resistir la tentación de ganarse unos dólares extra. Cuando un inspector llegaba se subía a los tanques y medía desde afuera el nivel del aceite y con una sencilla operación aritmética calculaba su volumen total. La trampa consistía en que De Angelis se estaba aprovechando de un simple hecho de la ciencia, que no es más que el aceite flota sobre el agua. Ya habréis adivinado que los tanques estaban casi llenos de agua y sólo flotaba sobre la superficie el aceite suficiente para engañar al inspector.
No sabemos cuánto hubiese durado el fraude, si no fuera porque la avaricia de De Angelis le hiciese cometer un error. El caco ideó un plan para comprar, con dinero prestado por supuesto, todo el aceite de soja, haciéndolo subir de precio. Luego pensaba comprar contratos de futuros, una herramienta financiera que obliga a las partes contratantes a comprar o vender un número determinado de bienes o valores en una fecha futura y determinada, y con un precio establecido de antemano, en este caso, el precio antes de que subiera, para luego venderlos a precios más elevados, ganando lo suficiente para pagar los préstamos y quedarse con una buena ganancia. Y las cosas no le salieron bien.
Estalla el fraude.
Como fue, De Angelis no tuvo dinero suficiente para comprar todo el aceite y arrinconar el mercado. El precio sí subió durante un tiempo, pero no a los niveles esperados por él, por lo que no pudo ni hacer las entregas de aceite prometidas ni pagar los créditos, y tanto clientes como bancos comenzaron a reclamar. Ante las quejas, a mediados de 1963 American Express decidió hacer una inspección más a fondo y descubrió el fraude. El escándalo saltó y varias firmas de Wall Street se vieron implicadas; el precio del aceite de soja se desplomó y las finanzas del empresario-mafioso se vieron aún más afectadas.
El 19 de noviembre de 1963 la empresa de De Angelis se declaró en bancarrota, provocando el hasta entonces mayor escándalo financiero de la historia. No ayudó el hecho de que tres días después el Presidente kennedy era asesinado en Dallas, añadiendo a la incertidumbre de los mercados. La bolsa de Nueva York tuvo que hacer malabares para rescatar a algunos de los bancos, pero no a todos. Aún así, la crisis se resolvió con grandes inyecciones de dinero. A De Angelis le cayeron 20 años, de los cuales sólo sirvió siete, y el dinero, como suele suceder en estos casos, se perdió para siempre.
Pensaríamos que este señor había aprendido la lección, pero no fue ese el caso. En 1992 ya con 78 años, fue arrestado por intentar comprar más de un millón de dólares en carne, con un cheque falso. Después de pasar otros 21 meses en la cárcel, el rastro del fantasma de Tino de Angelis se perdió para siempre.
P.D. El fraude se cebó sobre American Express, y el precio de sus acciones se desplomó correspondientemente. Un todavía joven inversor aprovechó para hacerse con 5% de la empresa crediticia por 20 millones, justo cuando las tarjetas de crédito comenzaban su expansión. Se dice que ese hombre, Warren Buffett, ha ganado casi 4,000 millones de dólares de aquel negocio.
el apellido como que no le fue de mucha ayuda … debe haber sido uno de los angeles caídos …
Jeje, Hola María,
es verdad, el tipo no le hacía honor a su apellido, aunque podría ser lo que dices, que era un ángel caído…y muy caído! 😛
Un besín…
Hace un par de años hubo un fraude similar en la Habana, los trabajadores de la fabrica de aceite, en contubernio con los del crematorio, estuvieron adulterando el aceite de soya con grasa de cadaveres. Suena bastante horrible, pero acá se ven cosas peores, recuerdo que mi madre me llamo y me dijo que evitara comprar aceite, pero por suerte en esta region tenemos nuestra propia refinadora/embotelladora.
Hola Roger,
desconocía la historia que me cuentas, pero tampoco me extraña. Los humanos somos ambiciosos, algunos tanto que les lleva a hacer trampa, pero lo de usar grasa humana se lleva la medalla. Ojalá y les hayan castigado como se merecen.
Muchas gracias y un abrazo.