A principios de mayo de 1945, Alemania estaba en ruinas. Sus ejércitos vencidos, sus ciudades arrasadas, sus líderes muertos o encarcelados; su pueblo, empobrecido, huérfano, y mal reputado. Una gran diferencia con la visión en los primeros meses de la guerra, todo victorias, desfiles triunfales, el Führer apareciendo en público en cada oportunidad para presumir y darse baños de masas; planes megalómanos de reconstrucción para después de la victoria. Pero algo falló, o mejor dicho, muchas cosas fallaron. El mismo Hitler cometió muchos errores estratégicos y de cálculo ante los objetivos. Ya hemos visto en algún otro artículo cómo sus constantes cambios de táctica le evitaron lograr lo que parecía una victoria segura en la Batalla de Inglaterra. Hoy veremos cómo una cuestión abstracta, la arrogancia, el sentido de la superioridad innata a los nazis, tuvo mucho que ver con su derrota, y tardaron en darse cuenta de ello.
El mito de la Luftwaffe
En septiembre de 1939, nazis y comunistas invadieron Polonia e hicieron de ella un sandwich totalitario. La campaña duró cuatro semanas, sólo una menos de lo que duraría la conquista de Francia, y eso a pesar de que el Ejército Francés estaba en un nivel similar al alemán. Mucho se ha hablado de la supuesta facilidad con la que la Wehrmacht derrotó a los polacos, pero también hay mucho de mito, en parte basado en la propia propaganda nazi. Por ejemplo, la resistencia del Ejército Polaco fue mucho más efectiva de lo que se suele hablar. Sólo en los primeros días de lucha, los alemanes perdieron una división armada completa, miles de soldados y el 25% de su poder aéreo. La Luftwaffe sí tuvo una participación relevante en la campaña de Polonia, pero superioridad no fue tan aplastante como pregonaron las terminales mediáticas de los nazis, y poca relevancia tendría en el resultado final de la guerra.
Sin ningún género de dudas, una de las imágenes más repetidas por los medios alemanes, y posteriormente por los occidentales, fue la de los JU 87 Stuka cayendo en picada sobre sus enemigos, mientras el terrorífico ulular de sus sirenas precedía las explosiones en el terreno. Estos célebres aviones, que ya habían visto acción en la Guerra Civil Española, causaron grandes daños a las líneas de abastecimiento polacas, pero también sufrieron grandes pérdidas (156 de los 290 Stukas en Polonia fueron derribados o puestos fuera de combate). Los alemanes, no obstante, creían que el Stuka era el mejor caza-bombardero del mundo, y le harían pocas modificaciones en los años siguientes. Poco después, verían como los Stuka se mostraban incapaces contra los más rápidos y maniobrables Spitfires de los ingleses. La promesa del Mariscal Göring de eliminar a la RAF en sólo unos días quedaría en papel mojado. La Luftwaffe no pudo con los ingleses, a pesar de su superioridad numérica.
Y no sólo durante la Batalla de Inglaterra. Es verdad que los pilotos alemanes estaban a la altura de los aliados o incluso más, pero en todos los frentes en los que lucharon directamente después del verano de 1940, la Luftwaffe sólo cosechó derrotas. Es verdad que Alemania no tenía la capacidad industrial para reponer o mejorar sus aviones que sí disfrutaban los aliados, pero habían empezado la guerra con una ventaja considerable y la habían dilapidado. La Luftwaffe nunca pudo detener las incursiones de los bombarderos aliados, y nunca consiguió la superioridad aérea en el frente oriental después de diciembre de 1941. Sin embargo, Göring se mantuvo como jefe de la fuerza aérea hasta el final de la guerra, y aunque Hitler ya no confiaba mucho en él, la Luftwaffe siguió recibiendo amplios recursos.
La «Inteligencia»
Probablemente el error nazi en el que su arrogancia es más evidente, es el hecho de que a lo largo de toda la guerra, creyeron que sus códigos de encriptado para sus comunicaciones era indescifrable. Nada más lejos de la realidad. Incluso antes del inicio del conflicto, un grupo de científicos polacos se estaba acercando a resolver el misterio, y poco después, ya exiliados en Gran Bretaña, lograron construir una réplica de la máquina Enigma que utilizaban los nazis para encriptar sus mensajes. A partir de ese momento, los aliados pudieron escuchar y entender buena parte de las comunicaciones militares de los nazis, sin que estos tuvieran la menor idea (lo mismo sucedió a los japoneses, y por la misma razón). Creían que su tecnología era tan avanzada que los aliados no podían superarla.
Un caso similar fue el de los radares. La Luftwaffe había desarrollado un primitivo sistema de navegación por radio, especial para misiones nocturnas, el Knickbein (pierna doblada), y los aliados desconocían este avance. Lo mismo ocurría con los alemanes, que durante la Batalla de Inglaterra siempre les llamó la atención que los Spitfires ya los estuvieran esperando cuando cruzaban el Canal de la Mancha. Sorprendentemente, a los alemanes nunca se les ocurrió que los ingleses hubiesen inventado un sistema de detección, y de hecho les costó trabajo creerlo cuando se enteraron al final de la guerra. Su manera de ver las cosas era que, si ellos no habían podido conseguirlo, los aliados, seres inferiores, claro está, con menos razón podrían.
Hay más casos de errores nazis debidos a su innata arrogancia, como el hecho de considerar al soldado ruso un Untermensch (sub-humano), incapaz de luchar. Estos y otros ejemplos demuestran que la mentada “superioridad aria”llevó a los nazis a cometer muchos errores de cálculo, que terminaron por costarles la derrota. Al final, Hitler, sus cómplices y sus soldados resultaron ser tan normales y mortales como cualquier humano, y su tecnología, tan mejorable como la aliada. Lo peor, que esos errores los pagaron los de siempre, los que no tomaban las decisiones. Cosas de los Estados…
Gracias.
Gracias a tí Antonio. Un saludo.
No soy historiador experto en historia militar, pero si no me equivoco, el Stuka más que un caza, es un cazabombardero (y más bombardero que caza). Es cierto que los Stuka mostraron su pobreza en la Batalla de Inglaterra, pero el caza por excelencia de esa batalla en el bando alemán fue el Messerschmitt (Bf109), que mostró una ligera inferioridad sobre el caza inglés Spitfire. Un saludo.
Hola Erik,
tienes razón, el Stuka era un caza-bombardero, y en la Batalla de Inglaterra fue el Me 109 el que tuvo el protagonismo. Mi intención era mostrar más bien el mito del Stuka, que es cierto que tuvo un papel muy importante en la campaña de Polonia, pero que después su protagonismo no fue muy positivo. Ahora bien, la culpa no fue siempre de los aviones o de los pilotos, sino de los estrategas, y de la falta de recursos ya en los últimos meses. Un ejemplo fue el Me 262, que Hitler quiso usar como bombardero de largo alcance en lugar de como caza, y cuando quiso enmendar su error ya era demasiado tarde.
Muchas gracias por tu acertado y amable comentario. Un cordial saludo.
Interesante conclusión de la arrogancia que le costo caro a los nazis pero mas fue el que Hitler creyera en el esoterismo y ese fue su talón de Aquiles por que los aliados también consultaron a un astrólogo que cohensidia con los pronósticos del astrologo de Hitler y así fue como los aliados estuvieron un paso adelante del Nazismo.
Hola Arnaldo,
eso de los astrólogos que consultaba Hitler, que es muy cierto, demuestra hasta que ‘punto llegaba su ignorancia. Es increíble que en el siglo XX aún quedase gente (y aún queda) que cree en esa pseudo-ciencia. Al cabo austriaco no le ayudó en mucho…
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.
El Stuka era un bombardero en picado. Durante la SGM demostró su eficacia pero también su vulnerabilidad si no se le escoltaba convenientemente. El verdadero caza-bombardero de la Luftwaffe fue el bimotor biplaza Messersmitch BF 110. En 1943 se empezó a comisionar el Stuka serie G, más maniobrable que la serie D-1 y al que se le insalaron dos cañones de 37 mm para cazar carros de combate, uno bajo cada ala, junto al carenado del tren de aterrizaje, los cuales disparaban proyectiles perforantes con cabeza de wolframio. Durante la campaña de Kursk (5-11 de julio de aquel año) los serie G desempeñaron ese cometido con bastante efectividad. El principal «as» anti-carro de la Luftwaffe, Hans-Ulrich Rudel, se apuntó gran parte de sus victorias durante esa batalla.
Por su parte, los rusos ya habían puesto en servicio excelentes aviones de caza, como los Lavochkin y los Yakovlev, y de ataque a tierra, como el Petliakov Pe-2 y el Ilyushin IL2 «Sturmovik». Este último es considerado uno de los mejores aparatos de todo el conflicto. Se fabricaron 36.000 unidades. El «Sturmovik» también se empleó a fondo como caza-carros, pero está claro que los tanques que destruyó se repusieron por la Wehrmacht a un ritmo mucho menor que los que destruyó el Stuka serie G. Los recursos humanos y el poderío industrial de la URSS fueron los que aplastaron finalmente a los alemanes en el Frente Oriental, y ni todos los Rudel del mundo lo habrían podido evitar.
Hola Ernst,
este no lo había visto…Efectivamente, el Stuka era un bombardero en picado y así fue como se utilizó en variad campañas, como en la de Polonia. No obstante, también estaba preparado para actuar como caza, y realizó especialmente esa labor en la Batalla de Inglaterra, pobremente por cierto. Si digo que está un poco sobrevalorado es porque aparte de Polonia, donde desarrolló una labor aceptable, también es verdad que los nazis exageraron su rendimiento. De hecho, fuera de esa primera campaña contra una fuerza aérea inferior, el resto de la guerra siempre salieron perdiendo los Stukas.
También tienes razón en que el M110 fue el caza-bombardero más usado por la Luftwaffe, y creo sin temor a equivocarme que fue muy superior a los Stuka. Seguramente en algún momento escribiré algún post discutiendo en más detalle las armas nazis, pero para ello necesitaré vuestro consejo… 😉
Mil gracias y un abrazo.
Corrijo un error en mi anterior comentario. Es «Messerschmitt», como acertadamente ha escrito Erik Brückner, y no «Messersmitch» como puse yo.
No problem, a todos nos pasa…