Hace unos días, ojeando los periódicos, un titular me provocó una sonrisa en la faz, y la persona que me acompañaba me preguntó por qué me reía. Le expliqué que el motivo de mi gesto era el titular “Errejón tiene un piolet en la cabeza”, en referencia al joven político español, y que me parecía, aparte de adecuado por la situación, muy astuto. Mi amiga no tenía ni idea de lo que hablaba, y tuve que contarle la historia del piolet más famoso que conozco, y al final me convenció de que publicara dicha anécdota en este blog. Por ello, y sin meterme en política, que para eso están los periodistas, visitaremos un evento ocurrido hace casi 80 años, que hizo famoso a su protagonista y a la herramienta favorita de los alpinistas; su autor intelectual ya era más que famoso.
La víctima, un ucraniano.
Lev Davidovich Bronstein fue uno de los ocho hijos de una pareja de agricultores judío-ucranianos. Nacido el 7 de noviembre de 1879, a los 9 años sus padres lo enviaron a estudiar a Odesa a la escuela alemana, donde fue rusificado siguiendo la política de “rusificación” impuesta por el Zar. En ese puerto del Mar Negro, muy cosmopolita por aquel entonces, el joven Lev estaría expuesto a muchas corrientes políticas del momento, y antes de cumplir los 18 años, ya se reconocía a sí mismo como marxista. Ya con el alias de León Trotsky, Lev sería uno de los pilares del movimiento bolchevique que se haría con el poder tras la Revolución de Octubre de 1917, junto con Lenin, Kamenev, Zinoviev y Stalin. Trotsky fue uno de los que negoció la paz con los alemanes para salir de la Primera Guerra Mundial, y quien se encargaría de la organización y dirección del Ejército Rojo en la guerra civil rusa de 1918-1920. No es que fuese un hombre muy educado, pero al lado de gente como Stalin, Lenin y Beria, hombres sin ninguna formación, Trotsky era considerado uno de los “intelectuales” de la revolución soviética.
A la muerte de Lenin, y a pesar de que Trotsky era un personaje despiadado que se confesaba practicante del Terror Rojo, Stalin le ganó la partida por el poder supremo de la Unión Soviética, aunque tuvo más suerte que Kamenev y Zinoviev, ejecutados por el genocida georgiano. Trotsky fue deportado en 1929 y se exilió primero en Turquía, luego en Francia, Noruega, y finalmente en la Ciudad de México, donde el Presidente Lázaro Cárdenas lo recibió con los brazos abiertos. En la capital mexicana, Trotsky primero vivió en la casa de la pintora Frida Kahlo (con quien el soviético se involucraría románticamente) y su pareja, el también artista Diego RIvera. Ya fuese por la relación con Kahlo o por sus diferencias políticas, Rivera echó de la casa a Trotsky este se alquiló en 1939 una casa a tan sólo unas calles, en el aquel entonces pueblo y ahora barrio de Coyoacán.
El asesino, un español.
Ramón Mercader era hijo de dos miembros de la burguesía catalana, Pablo Mercader y Caridad Hernández, esta última nacida en Santiago de Cuba pero criada en Barcelona. Ramón nació el 7 de febrero de 1913, y como todo niño de su clase social comenzaría su educación en un buen colegio, pero la ruina del negocio familiar en 1921 les obligó a abandonar el hogar y mudarse a un piso más pequeño, y al cambio a escuelas más modestas. Para más inri, el matrimonio hacía aguas, y Caridad pronto se vio frecuentando ambientes anarquistas, y terminó abandonando a la familia para irse a vivir con un piloto francés.
Años después, Caridad recuperaría a sus cinco hijos y se los llevaría a vivir a Francia, donde compartió vida con el mismo piloto, Louis Delrieu. En 1928, esta pareja también naufragó y Caridad y los niños se fueron a vivir a Toulouse. En esa ciudad francesa Ramón comenzaría a estudiar en la escuela de hostelería para ser Maitre d’Hotel. Después de un intento de suicidio, Caridad perdió la custodia de sus hijos pequeños y marchó a París, donde terminó uniéndose al Partido Comunista Francés.
El rencor nunca muere
Stalin, un hombre tan vengativo como totalitario, no podía permitir que un crítico como Trotsky anduviese por ahí criticáandolo. Por alguna razón, y después de diez años de haberlo expulsado del Partido Comunista y de la Unión Soviética, Stalin decidió que era hora de acabar con él, dándole la orden específica a Pavel Sudoplatov, a la sazón Jefe del Departamento Extranjero de la NKVD, la policía represiva antecesora de la KGB. Sudoplatov ya había asesinado a otro disidente por órdenes de Stalin, el ucraniano Yehven Konovalets, en Amsterdam, después de lo cual marchó a España como asesor soviético ante la república. En esos días, en Barcelona, Sudoplatov conoció a Ramón Mercader.
En aquel entonces, la madre de Ramón, Caridad, ya había sido reclutada como agente para la NKVD, y según algunos testigos ella sugirió que se reclutase también a su hijo. Ramón, que había vuelto a España cuando se declaró la Segunda República, también se había iniciado en el marxismo, y ya sea por la influencia de su madre o por sus propios méritos, fue enviado a adiestrarse como operativo a Francia, probablemente en 1937.
Cuando Stalin por fin dio la orden de asesinar a Trotsky, Sudoplatov pensó en el joven comunista español. En Francia, Ramón aprovecharía para seducir (por órdenes de Nehum Eitingon, agente también de la NKVD) a Sylvia Ageloff, una trotskista norteamericana que podría acercarles al líder exiliado en México.
Operación Pato
Entre Eitigon y Sudoplatov se preparó la operación que debía acabar con la vida de León Trotsky. En agosto de 1939, Ramón Mercader, con el seudónimo de Jacques Mornard y su madre, Caridad Hernández, se desplazaron a Nueva York, donde se reunieron con Ageloff, y poco después a la Ciudad de México. Con la ayuda de la estadounidense y otros contactos locales, Ramón se infiltró en los círculos trotskistas, aunque en un principio no pudo conocer al líder comunista en persona.
Por fin, en mayo de 1940, poco después de que Trotsky saliera ileso de otro atentado organizado por Eitigon y Sudoplatov (en el que participó el también muralista David Alfaro Siqueiros), Ramón Mercader conoció personalmente a Trotsky. Poco a poco Mercader fue ganándose su confianza, como novio de Sylvia Ageloff, hermana de la secretaria de Trotsky, y gracias a su buen porte y su dominio del inglés y del francés. Nadie sabe a quién se le ocurrió la idea del piolet.
El 21 de agosto de 1940, Ramón pidió ver a Trotsky con la excusa de que quería que le revisara algunos comentarios sobre la Segunda Guerra Mundial. Aquel, confiado, lo recibió a solas en su estudio y, cuando se acercó a la ventana para leer mejor, Mercader sacó un piolet que llevaba escondido bajo la gabardina y le enterró el pico en la nuca. Trotsky se tambaleó con el golpe, pero se volvió y devolvió el ataque a Mercader, con quien forcejeó por unos segundos. La conmoción alertó a los guardaespaldas, que entraron en la habitación y casi matan a Mercader a golpes. Trotsky, herido gravemente, fue trasladado al hospital, donde murió al día siguiente.
Epílogo y el piolet
Caridad y Eitingon esperaban a Ramón fuera de la casa de Trotsky, pero cuando vieron que no salía y escucharon las sirenas de la policía se marcharon. Caridad aún tuvo tiempo de conseguir un abogado para su hijo, poco antes de huir de vuelta a París. Caridad recibiría la Orden de Lenin de manos del genocida en persona.
Ramón Mercader fue detenido por las autoridades mexicanas y sentenciado a 20 años de prisión, A su salida, en 1960, se trasladó a Cuba, ya bajo la dictadura de Fidel Castro, y luego a la Unión Soviética, donde recibió la más alta condecoración, Héroe de la Unión Soviética. En 1978, murió en La Habana y está enterrado en el cementerio de Kuntsevo de Moscú.
La Casa de Trotsky es ahora un museo en el que los visitantes pueden ver la tumba del político y su estudio, con los papeles y los libros en la misma posición que él los dejó cuando fue atacado. El piolet brilla por su ausencia.
Hola Jesús,
¡qué historia! Además, en parte me es cercana por transcurrir en parte aquí en Barcelona. Da para un guión cinematográfico del que no sé si Hollywood se interesará por él pero en Moscú seguro que sí.
Un abrazo de intriga
Hola Francisco,
en algún lugar, en algún tiempo, he visto una película sobre la vida de Mercader, pero no puedo en este momento darte los detalles. Creo incluso que es una producción española. A ver si la encuentro y te mando el enlace. Una vida, como bien dices, que merece contarse, y no porque defienda sus acciones, sino porque son una parte importante de la historia.
Muchas gracias por comentar. Un saludo cordial.
HAce unas semanas acabé de leer El hombre que amaba a los perros, una buena reconstrucción de la historia de MErcader, Trotski, y otros involucrados. Aunque la novela a veces se vuelve un poco farragosa porque es casi una biografía de Trotski, está bastante buena y Padura hace una crítica muy fuerte a muchas cosas (algunas de las cuales conozco de primera mano).
Hola Roger,
No me sorprende que conozcas bien la historia de Mercader, sabiendo lo mucho que te gusta la historia, y por el hecho de que este célebre personaje vivió y murió en La Habana. No sé si se le hagan homenajes, o sí ya se haya olvidado, pero con eso de que ahora el amigo es otro…uno que habla inglés… 😛
Muchas gracias y un abrazo!
Para nada, Mercader no se menciona en las clases de historia, al menos en mi generación (en esa época los rusos eran los «hermanos soviéticos» y pobre del que osara hablar mal de ellos!). Ni siquiera recuerdo a Trotski, y dudo que aún hoy se ventilen esos trapos sucios del pasado del comunismo.
Pues mira, lo de Mercader no lo sospechaba. No me extraña que Trotsky fuese un gran desconocido, después de todo Stalin quiso borrar toda referencia a su existencia. Pero bueno, esperemos que en Cuba pronto se pueda hablar de cualquier tema. Un abrazo Roger.