Hace unos días fue el cumpleaños de mi hermano mayor, día en el que mi Madre se graduó con ese título, y por lo que también ella se llevó sus felicitaciones. Aprovechando, me puse a pensar en que ya se acercaba el Día de la Madre, y a pesar de que no soy de los de enviar regalo, tuve que pensar en la fecha en la que se celebra. Y es que entre los cuatro países que he vivido, el Día de la Madre se celebra en tres fechas diferentes, todas en el mes de mayo. Sólo por satisfacer mi curiosidad me puse a investigar, y me encontré una historia muy interesante, el de la mujer que promovió y consiguió que se estableciera tal fecha. Irónicamente, fue la misma mujer quien poco después intentaría detener su celebración.
Madre, no hay una…
Todos tenemos una madre, excepto Adán y Eva, dirían los que creen en la Biblia a pie juntillas. Fuera de bromas, pocos podrán decir que la Madre no es lo más sagrado. Es quien nos trajo nueve meses de canguro, es quien nos dio vida, quien nos cambió los pañales, quien nos lavó y planchó durante años y nos hizo (y nos hace) la sopa que nos gusta. Pero bueno, tampoco se trata de adelantar las felicitaciones. Hablemos entonces de la mujer a la que hago referencia en el título. Pero antes, ya que hablamos del Día de la Madre, hablemos de la Madre de la mujer a la que hago referencia en el título.
Ann Maria Reeves tenía también una Madre, que le dio a luz el 30 de septiembre de 1832 en un pueblo de Virginia, Estados Unidos. Al poco tiempo, su padre, que era ministro, tuvo que mudarse con toda la familia a otra localidad en la vecina Virginia Occidental. A los 18 años, la joven Ann conoció a un hombre de negocios llamado Granville Jarvis, con quien formó una familia en el pueblo de Webster. Pero no todo fue tan fácil. De los 13 bebés que Ann dio a luz en 17 años, sólo cuatro llegaron a la edad adulta, algo no muy extraño en aquellos tiempos, y menos en uno de los estados más pobres de la república. La mayoría de los niños murieron de enfermedades infecciosas, y eso inspiró a Ann a tomar cartas en el asunto.
Embarazada de su sexto retoño, Ann fundó los Clubs de Trabajo del Día de la Madre en 1858, en Webster, y pronto extendió los clubs a localidades cercanas. Su intención era ayudar a otras madres a cuidar su salud durante el embarazo y a mejorar las condiciones higiénicas de sus hogares, donde la mayoría daba a luz. Los clubs reunían fondos para sus programas de educación, para comprar medicina y contratar a expertos sanitarios. Otra de las labores era inspeccionar la leche dirigida a los infantes para asegurarse de que cumplía con las condiciones sanitarias necesarias, mucho antes de que lo hiciesen los gobiernos.
Cuando estalló la Guerra Civil, Ann Jarvis adaptó los clubs para atender a los soldados heridos, de ambos bandos, pues Jarvis había declarado su organización como neutral. Al final de la guerra, los mismos clubs organizaron el Día de la Amistad de las Madres, en el que las mujeres de que habían perdido a sus hijos en el conflicto, ya fuese en el lado ganador o en el perdedor, se reunieran para cicatrizar las heridas de la enemistad. Las reuniones fueron todo un éxito. Y Ann no se quedaría ahí.
El resto de su vida, Ann Jarvis no paró de involucrarse en la comunidad, de ayudar a los necesitados y de contribuir al bienestar de la sociedad. Fue maestra en la escuela bíblica de los domingos, dio conferencias sobre salud pública, religión y literatura en iglesias, escuelas y otras instituciones. Siempre ligaba los temas a la situación y posición de las mujeres, a las que nunca dejó de ayudar. En 1902, cuando Ann enviudó, se fue a vivir a Philadelphia con su hija Anna, y ahí murió el 9 de mayo de 1905.
De tal Madre tal astilla
Sobra decir que Anna Marie Jarvis, la hija, sentía una gran admiración por su progenitora. Desde muy joven Anna había ayudado a su madre en sus labores sociales y religiosas, y a insistencia de su madre, Anna estudió en la universidad. Cuando Ann llegó a Philadelphia, su hija Anna ya era una importante mujer de negocios, y aún así le dio tiempo para cuidar de sus últimos años. Y Anne tenía un gusanito desde la infancia. Según ella misma, fue al final de la escuela dominical en 1876, cuando ella tenía 12 años, que su madre terminó la lección con un pensamiento:
“Espero y ruego que alguien, algún día, cree un Día de la Madre para conmemorarla por el inigualable servicio que presta a la humanidad en todos los campos de la vida. Se lo merece.”
Anne decidió hacer algo para cumplir el sueño de su madre. Tres años después de la muerte de Ann, organizó un servicio en la iglesia Metodista de Grafton, Virginia Occidental y la última parroquia de Ann, un homenaje a su Madre y a todas las Madres. Era el 10 de mayo de 1908, y ese día se considera el primer Día de la Madre.
Desde su posición de mujer trabajadora y conocida en los círculos de poder en Philadelphia, Anne inició una campaña para conseguir que se adoptara el Día de la Madre de manera oficial, y lo consiguió pronto en algunas ciudades y estados. Escribió cartas y artículos; dio conferencias en iglesias, universidades y clubes privados, renunció incluso a su trabajo en una compañía de seguros y fundó la Asociación Internacional del Día de la Madre (MDIA por sus siglas en inglés). Sus esfuerzos pronto dieron fruto también en Canadá y México, China y Japón y, finalmente, el Presidente Woodrow Wilson declaró en 1914 el Día de la Madre como fiesta nacional, a celebrarse el segundo domingo de mayo. Todo un triunfo para Anne.
No el Día de la Madre que quería…
Desafortunadamente, las cosas se torcieron un poco. El espíritu de homenaje a las Madres que tanto Anne como su madre deseaban, pronto se tornó en un circo comercial. Como podréis imaginar, los floristas y los impresores de tarjetas de felicitación hicieron su agosto, así como los fabricantes de chocolates y bombones. Anne, que había patentado varios símbolos de la fiesta que ella había inventado y promovido, intentó detener a aquellos que se beneficiaban económicamente, llegando a presentar casi 40 denuncias en los tribunales, sin éxito. Ya en los años 20 dijo:
“Una tarjeta impresa no significa nada, excepto que eres demasiado vago para escribir a la mujer que ha hecho por tí más que nadie en el mundo. ¡Y bombones! Le llevas una caja a tu Madre – y terminas comiéndotelos tú. Muy bonito.”
Llegado un momento, Anne intentó frenar la celebración del Día de la Madre, escribiendo al Presidente de turno que cancelara la fiesta, pero sus esfuerzos fueron en vano. Ni sus retahílas ni sus demandas pudieron cambiar la avalancha de comercialismo que se había apoderado del Día de la Madre. Frustrada, pasó el resto de sus días encerrada en su mansión de Philadelphia. Anne Marie jarvis, la creadora del Día de la Madre, murió sin hijos el 24 de noviembre de 1948.
P.D. Habréis notado que me he referido a el Día de la Madre en singular, y no al Día de las Madres. Esto es porque Anne Jarvis quería que cada uno festejara a su propia madre, y no que todo el mundo celebrase a todas las madres. Y ya que estamos, el Día de la Madre se celebra en fechas diferentes por todo el mundo, por ejemplo, el 10 de mayo en México, el primero domingo de mayo en España y el segundo domingo de mayo en muchos países, incluidos Estados Unidos y Alemania.
En este enlace podéis ver en qué fechas se celebra en otros países.
Hola Jesús,
¡ostras, qué interesante todo lo que cuentas! Lo cierto es que nunca me había preguntado sobre su origen a diferencia de otros días señalados del año como Navidad. Pienso igual que Anne y como en otras festividades el verdadero significado de esas celebraciones se ha desvirtuado totalmente. Vender, consumir, gastar… es decir, nada que ver con el reconocimiento sincero de amor a una madre.
Abrazos
Hola Francisco,
yo conocía la historia de las Jarvis por aquello que viví en Estados Unidos, pero la verdad es que la había olvidado. Estoy de acuerdo contigo en que las fiestas ya no son lo que son. Desgraciadamente se ha impuesto el lado comercial sobre el inmaterial, pero creo que es algo normal en nuestra sociedad. En cualquier caso, es una cuestión personal, cada uno felicita a su madre como quiera, como lo sienta. Eso sí, estoy seguro que una madre celebra y agradece más un detalle con cariño que un regalo muy costoso…
Muchas gracias por comentar. Un abrazo.
Muy bonita historia! Felicidades, como skempre
Mil gracias planeta! Un besín y feliz semana!
Una vez que la maquinaria del negocio se ha puesto en marcha ya no hay quien la pare, indiferentemente si se trata de vender armas, drogas, medicamentos o simplemente regalos, como para Navidad, Reyes, el Día del Padre, el Día de la Madre y tantas otras ocasiones marcadas por el calendario… Aquellos que se llenan los bolsillos – incluso los Gobiernos con los impuestos (sic) que nos cobran – no estarán dispuestos a perderse estas fortunas que les brinda el comercio. En mi familia, hace años que hemos dejado de seguir con la costumbre de hacernos regalos. Hay muchas maneras y ocasiones de demostrar el aprecio y el amor hacia una persona. Una muestra de cariño, un abrazo, una carta, una ayuda en un momento dado…. tienen un valor humano que no se puede comprar.
Desgraciadamente nuestra sociedad está obsesionada por el Dios Dinero. Lo vemos en todos los ámbitos del planeta donde el negocio prevalece ante cualquier obstáculo, implicando el daño incluso la destrucción de nuestra tierra, de la flora y fauna, de ríos y mares, del aire…..
Anne Jarvis se dio cuenta del negocio que se estaba desarrollando con la festividad del Día de la Madre y que nada tenía que ver con la idea e intención que ella quiso promover. Pero la fortuna siempre reclama multiplicarse. He aquí y hasta el día de hoy las masas comprando estos regalos para las madres.
Hola Anita,
el comercio tiene cosas muy buenas, no provee con muchos bienes que nosotros no somos capaces de producir, y crea riqueza, pero tendemos a exagerar, y a comercializarlo todo, una cuestión personal, pero muy humana. Yo entiendo que de vez en cuando se regale algún detalle, pero no que sea obligatorio, y o siempre tiene por qué ser algo comprado. Un dibujo, un poema, una canción dedicada, tiene más valor a los ojos del que la recibe que un libro o un CD.
Hace tiempo que yo también he desistido de regalar cosas por obligación, e intento que cuando lo hago sea algo práctico. Desgraciadamente, como bien dices, el Señor Don Dinero manda, y ha sobrepasado el espíritu original de homenaje y cariño que Ana Jarvis habia ideado. En fin…así es la vida…
Muchas gracias por tu bello comentario. Un besín!