Cuando pienso en la Primera Guerra Mundial, lo primero que me viene a la cabeza son las trincheras; si es la Segunda Guerra, lo hace en forma de bigotito mal recortado y hombres de negro a paso de ganso. Me pasa que a cualquier periodo de la historia suelo asociarlo con algún elemento típico o con un personaje. No sé por qué, pero sospecho que no es una sensación que tenga yo en exclusiva. Con la Guerra de Vietnam, no podría ser de otra manera. Imágenes llegan a mi mente como un torrente, normal con un conflicto tan mediático, recordatorios de horror, de sufrimiento, de injusticia. A la violencia de esa época, no obstante, hay que añadirle la música y las drogas, pues no es que fuese la primera vez que estos factores se entremezclan con los militares, pero pocas veces con tanta fuerza. Cuando pienso en Vietnam, pienso en Rock n’ Roll, en yerba y en hongos, y este es el porqué.
Una generación descompuesta.
Ayer me adelanté con un artículo dedicado a los baby boomers, la generación que mayoritariamente dejó sus vidas en Vietnam. Eran hombres y mujeres fruto de la posguerra, hijos de aquellos que se jugaron el pellejo en Iwo-Jima y Normandía. Eran prósperos, llenos de confianza, satisfechos, y muy patriotas. Educados hijos de familia, cabello bien recortado, y como mucho bebedores de cerveza. ¿Qué sucedió, por qué se rebelaron? El movimiento de los derechos civiles para eliminar el segregacionismo fue precursor a la guerra, y fue la primera señal de que los baby boomers no estaban de acuerdo con las políticas de sus padres, y de que pensaban hacer algo al respecto.
Mucho tuvo que ver Vietnam, pero antes incluso de que soldados americanos pusieran pie en Indochina para combatir, los tiempos ya estaban cambiando, y bien lo dijo Dylan en 1962 en “Blowin’ in the Wind”, y dos años más tarde con su “The Times They Are a-Changin”. Una joven hija de un inmigrante mexicano en Nueva York, sufrió el racismo en carne propia en las calles y escuela de su ciudad natal. En 1963, convertida en Joan Baez, cantó ante cientos de miles de personas el himno del Movimiento de los derechos Civiles, “We Shall Overcome”, que le llevó a lo más alto de las listas del folk-rock y la elevó al Olimpo de la canción de protesta. Pero durante esos años, la rebeldía se ceñía a unos cuantos jóvenes implicados, y no representaban aún una masa social.
Drogas contra la depresión
Y llegó Tonkin, y adolescentes de Iowa y Minnesota se vieron de pronto en los pantanos de Da-Nang, y sus cuerpos fueron devueltos a la patria rápidamente, envueltos en bolsas de plástico, y con la de barras y estrellas como manta. Las cosas no iban bien en ‘nam, era un infierno donde tu mejor amigo podía saltar en pedazos por una bomba trampa justo después de contarte un chiste verde. La camaradería era tan poco longeva como la última estrategia de los generales. Los de uniforme verde oliva no sabían qué hacían en las junglas del trópico, qué se les había perdido ahí. No había un Hitler a quien eliminar, no había un ejército visible al cual apuntar la artillería. El enemigo era un fantasma, oculto en la maleza, en los túneles, debajo de una muñeca rota que al ser levantada accionaba una granada. Un lugar y una situación deprimente de la que muchos querían escapar, y no hay mejor escape que las drogas.
Las farmacéuticas se habían encargado de popularizar la química como camino a la felicidad. La DuPont repetía su slogan “Una mejor vida a través de la química”, como si la tecnología fuese la panacea psicológica para la felicidad. La publicidad funcionó, y madres y padres probaron de todo para aliviar sus males, imaginarios o no. A mediados de los años 50 la marihuana se popularizó entre algunos jóvenes, aún al margen de la sociedad, pero poco a poco, canuto a canuto el estigma se fue borrando como se borra la razón bajo el influjo del THC. Y la marihuana se daba bien en el trópico, y se vendía bien entre los soldados. Al poco, ya no era suficiente para provocar el escapismo, había que probar el LSD.
El Rock n’ Roll se une al movimiento
Aquellos que se libraban del servicio militar sabían lo que estaba pasando, y no les gustaba, y también estaban experimentando con las drogas, en su caso, alentados por las estrellas de la música. En enero de 1966, los Beatles publicaban Day Tripper, una canción abiertamente promotora de las drogas (“trip” en inglés es “viaje”); en junio del 67, sacaron a la venta su álbum “Sergeant Pepper’s and the Lonely Hearts Club Band”, en el que se incluía la canción “With a Little Help From My Friends”, con la frase, “I get high with a little help from my friends” (me coloco con un poco de ayuda de mis amigos), y la no menos alucinante “A Day n the Life”. Ese mismo año, Jefferson Airplane lograba un éxito con la alucinante “White Rabbit”, en la que cantaban:
“One pill makes you larger, and one pill makes you small.
And the ones that mother gives you don’t do anything at all.
Go ask Alice, when she’s ten feet tall”
(Una píldora te hace más grande, y otra te hace pequeño. Y las que te da tu madre no hacen nada. Pregúntale a Alicia, cuando mida tres metros)
El Rock ‘n Roll se metía en las drogas. Y no era el final. Artistas como Jimi Hendrix y Janis Joplin imprimían en sus letras las experiencias propias con las drogas. Todos tuvieron un gran éxito en Vietnam.
En 1967, decenas de miles de hippies convergieron en San Francisco para celebrar el Verano del Amor, en el que la contracultura de las drogas, la música y el sexo mostraban su cara al mundo en seña de rebeldía. Para entonces la Guerra de Vietnam empeoraba para los estadounidenses, y la gente ya se preguntaba qué hacían sus hijos, hermanos y novios en tan lejano lugar. En agosto del 69 tuvo lugar Woodstock, el multitudinario concierto en el que artistas y audiencia se mostraban abiertamente hostiles a la intervención en el sudeste asiático. Fue el apogeo simbiótico de la música, los estupefacientes y la protesta política.
No creo que haga falta que enumere más ejemplos, son fáciles de recordar. Es más que conocida la relación entre Vietnam, las drogas y la música, elementos que servirían como catalíticos del movimiento anti-guerra. Como dije al principio, pienso en Vietnam con un fondo musical y una patena de alucinógenos, y probablemente os pase a vosotros lo mismo. Si no, ya me contaréis.
Otros enlaces de interés:
Siempre interesantes sus escritos.
Saludos
Muchas gracias Cristina, hacemos lo que podemos, con mucho cariño, eso sí..pero este blog no sería nada sin vosotros!
Un besín.