Ayer por la noche se celebró un debate entre los cuatro principales candidatos a Primer Ministro de España (es un error llamarlo “presidente”, al final explico el porqué). La verdad es que no presté mucha atención a lo que decían, pero si me fijé en el movimiento de las redes sociales, el mejor termómetro que conozco para medir la opinión pública. Tampoco es que hubiese novedades, pero un pequeño debate en Twitter sobre la definición ideológica de un partido, que si es de “izquierdas” o de “derechas”, me recordó la historia y origen de esta división. Para que os la cuente, tengo que remontarme a la Francia revolucionaria, allá por el año de 1789.
División de opiniones.
La Assemblée Nationale fue un cuerpo político de muy corta duración (13 de junio al 9 de julio de 1789). Esta surgió tras una importante división, cuando los representantes del Tercer Estado, los”comunes”, decidieron en mayo del mismo año, separarse de los Estados Generales, pues estos no les reconocían todos sus derechos. En realidad, más que al pueblo en general los Comunes representaban a los burgeoisie, la clase media, frente a los otros dos bandos, el Estado y el Clero, y estos dos finalmente decidieron unirse también a la Assemblée Nationale. La estabilidad y la confianza volvieron a la sociedad, aunque no por mucho tiempo.
En aquel entonces, sin embargo, los diputados no se reunían en partidos, y por lo general se veían como representantes de un grupo de personas específico o de una región. No existían los partidos, y la diferencia que más les marcaba era si apoyaban al rey o a la revolución, y no tanto sus políticas o ideologías económicas. Pues bien, por alguna razón, puede que hubiese sido casualidad, en la asamblea quedaron sentados, divididos a la izquierda del presidente de la cámara, los revolucionarios, y a su derecha, los que apoyaban al rey. En un principio estos últimos rechazaron dicho orden, pues no se veían como un grupo, pero el resto de asientos ya estaba ocupado, y no les quedó más de otra que sentarse a la derecha del presidente.
En 1791, la Asamblea Nacional fue sustituida por la Legislativa, pero el orden de sentada permaneció igual. Eso sí, para entonces ya no estaba el rey, y los de la derecha se veían así mismos como defensores de la constitución, mientras que a la izquierda se sentaban los “innovadores”. También surgió un nuevo grupo, los “moderados”, que se sentaron en el centro. La sucesora de la Asamblea Legislativa, la Convención Nacional, continuó con la división y con la costumbre de sentarse de un lado o del otro según las ideas políticas. No obstante, todavía nadie hablaba de izquierdas o derechas.
Después de la Reacción Termidoriana, los “partidos” políticos fueron prohibidos y la división política en respectivos lados de la galería desapareció, hasta el final de la dictadura napoleónica. En 1815, con la Restauración, los grupos políticos volvieron a aparecer, con los constitucionalistas en el centro, los ultrarrealistas a la derecha, y los independientes a la izquierda. Fue entonces cuando los grupos empezaron a ser llamados según su posición física en el hemiciclo, había extrema derecha, extrema izquierda, centro-derecha y centro-izquierda, pero estas descripciones aún no reflejaban la ideología política de cada grupo, sino sólo su posición geográfica.
Izquierda y Derecha política.
Habría que esperara hasta 1848, con la llegada de la revolución y el inicio de la Segunda República, para que los partidos en cada lado del hemiciclo se diferenciaran ideológicamente, a la izquierda, los Socialistas Demócratas de La Montaña, y enfrente el Partido del Orden, formado tanto por monárquicos como por conservadores, aunque divididos en facciones. Entre los miembros distinguidos de este último grupo estaban el historiador Alexis de Tocqueville, autor de Democracia en América, y Frederic Bastiat, el economista cuyos escritos inspiraron la Escuela Austriaca de economía. El golpe de estado de Luis Napoleón significó el final de la República, y la desaparición de la distribución entre izquierda y derecha según la ideología.
El arreglo volvería con la Tercera República en 1871, esta vez para quedarse. Estaba la Izquierda Republicana, la Extrema Izquierda, la Izquierda Radical, el Centro Izquierda y el Centro Derecha, en ese orden tanto física como ideológicamente. Y desde entonces.
Para finales del Siglo XIX los políticos franceses ya se habían acostumbrado a utilizar la posición física en el hemiciclo para definir la ideología política de cada grupo, aunque cabe decir que lo hacían mutuamente de manera peyorativa. Para definirse a sí mismos, la izquierda prefería el término “republicanos”, y la derecha, “conservadores”. Poco a poco la costumbre se extendió por Europa, y luego al resto del mundo.
La división se contagia.
En la segunda mitad del siglo XX, el profesor de Teoría Política de la Universidad de Heidelberg, Klaus von Beyme, categorizó a los partidos políticos europeos en siete familias, de izquierda a derecha, comunistas, socialistas, verdes, liberales, cristiano-demócratas, conservadores y extrema derecha. Von Beyme adjudicó el orden de los partidos dependiendo de sus posiciones en la propiedad de los medios de producción, y en asuntos sociales. Por lo general este orden es aceptado, con la excepción de la llamada “extrema derecha”, que coincide mucho más con los comunistas que con sus vecinos los conservadores. (Véase cómo el Partido Nacionalista francés de Marine Le Pen concuerda en muchos puntos con el español Podemos).
La división perdura, aunque hay que decir que en algunos países como Estados Unidos y Alemania, las diferencias ideológicas entre las llamadas izquierdas y derechas es mínima. De hecho, hay casos como el de Bill Clinton y Tony Blair, cuyos partidos Demócrata y Laborista, respectivamente, tradicionalmente de izquierdas, han sido acusados de ser más de derechas (a Tony Blair le decían que tenía 19 corbatas azules y una roja, ésta para usarla sólo en los congresos del Partido Laborista). De España prefiero no hablar mucho, pues no quiero meterme en el debate, pero la mayoría coincidirá que existe una gran confusión respecto a lo que significa ser de izquierdas o de derechas. Por ejemplo, la Falange de José Antonio Primo de Rivera, un convencido socialista, con un programa estrictamente socialista y anti-capitalista, por alguna razón es tradicionalmente conocida como una organización de derechas, de extrema derecha para ser exactos.
Si me lo preguntáis, creo que al final da igual. La prostitución de la política en todo el mundo y su conversión en una carrera con fines económicos en lugar de ser un servicio público, borra casi cualquier línea ideológica. Pero a muchos aún les influencia el que un partido se denomine a sí mismo como de izquierdas o derechas, sin importar sus políticas o programas. Cuestión de opiniones.
Nota: os prometí una explicación. En España, y no sé por qué, pero creo que es una costumbre histórica, al jefe del Ejecutivo se le denomina “presidente”, cuando en realidad es un primer ministro, pues es miembro del congreso y es elegido por el resto de miembros. En un sistema presidencialista, el presidente no es miembro del Poder Legislativo, y es elegido directamente por los votantes. De hecho, cuando el “presidente” español viaja al extranjero, a países de habla no-hispana, no le llaman presidente, sino primer ministro.
Siempre me ha parecido curioso como incluso al partido nazi muchos lo denominan de derecha, cuando incluso en su mismo nombre se cataloga en el nacional socialismo… a mi gusto los demás socialistas, genios propagandísticos se han sabido deslindar de casos como estos, pero en fin, te comparto un test de ubicación política http://www.testpolitico.com/ los resultados son muy interesantes. Saludos, buena entrada.
Hola Rodo,
ya somos dos, o muchos más a los que les parece «curioso» que a los nazis, algunas personas los consideren de «derechas». Sinceramente, no creo que sea un accidente o casualidad, sino un esfuerzo concertado de los socialistas para intentar borrar su historia. Eso sí, como no dejan de utilizar las tácticas propagandísticas de Goebbels, son fácilmente reconocibles.
Muchas gracias por el link y por tu comentario. Un cordial saludo.
Hola Jesús,
otro hecho curioso es la asociación de estos partidos políticos con los colores. Así, el azul y el rojo se suelen asociar a la derecha e izquierda, respectivamente; el blanco al movimiento monárquico (se origina del Pabellón real de Francia); el gris y el amarillo a los liberales; el marrón al nazismo; el negro, al anarquismo y el fascismo y el rojo a la revolución. El origen de la asociación del rojo proviene también de la Revolución francesa, cuando en 1791 se izó la bandera roja en París para reprimir las manifestaciones contra el Rey Luis XVI.
Por cierto, ya que hablo de los colores permíteme añadir una curiosidad que creo que te gustará sabiendo tu pasión por las lenguas. El azul no existía en la Antigüedad, me explico. Las lenguas antiguas no poseían una palabra para el azul (tampoco el griego, ni el mandarín…). Cada lenguaje tenía inicialmente una palabra para el blanco y el negro, después sería el rojo, el amarillo, el verde y por último el azul. (se piensa que los egipcios serían los únicos en designar la palabra azul) Esto no quiere decir que no vieran o distinguieran el color azul sino que aunque podían verlo, no notaban nada especial en él y lo mencionaban como verde (por ejemplo).
Un abrazo y me has dejado de piedra, o sea, el Presidente es Primer Ministro también aquí en España (creo que nos costará cambiar el chip)
Hola Francisco,
Una aportación muy interesante la que nos dejas hoy, como todas las tuyas. No conocia el origen de la asociación de los colores con las ideologías que mencionas, excepto la del rojo con socialistas y comunistas. Y ya que estamos, te cuento que, a pesar de que es verdad que las revoluciones francesa y rusa popularizaron el rojo como color de la revolución, dicha asociación viene de más antiguo, varios siglos atrás, y n otro país, pero es un secreto que me guardo unos días para otro artículo… 😛
Ignoraba lo del color azul también, y has picado mi curiosidad, pues me vendría bien como tema para una clase, a ver qué encuentro. Por lo demás, muchas gracias por estos datos tan interesantes, nunca dejas de asombrarno.
Un abrazo.
Saludos, Jesús.
En primer lugar, felicitarte por tus artículos de Historia. Me resultan harto interesantes.
Por ello, dada su valía, porque son muy buenos, me veo en la necesidad de decirte que en el llamado , se ha colado un gazapo.
Comentas que en España se llama Presidente al jefe del Ejecutivo, cuando debería ser Primer Ministro.
En realidad, el jefe del ejecutivo español es un Presidente, no un Primer ministro. Y lo es ya que la Constitución Española, en el Título IV, Del Gobierno y la Administración, en su artículo 98.1, dice: .
Y el 98.2: .
Por ello, es un error, en realidad, cuando en el extranjero le llaman Primer Ministro, porque no es su cargo. Tan incorrecto como llamar Canciller a David Cameron o Presidenta a Angela Merkel.
Las razones por las que los diferentes países tienen distintos nombres para designar al jefe de sus respectivos gobiernos, está enraizada en el devenir histórico de dichos estados. Son relatos muy interesantes, y de los que se podían hacer comparaciones para ver su evolución.
Pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.
Muchas gracias por tu atención, y espero tus próximos artículos, para seguir aprendiendo y disfrutando.
Hola Jorge,
Muchas gracias por tu comentario. Entiendo perfectamente lo que explicas, y soy consciente de que en España, al jefe de gobierno se le llama presidente. Pero ese es precisamente el error. verás, aun presidente es elegido directamente por los ciudadanos; en España eso es imposible. Un presidente no es miembro del congreso, en España si lo es. Es verdad que cada país llama a su jefe de gobierno como quiere, el problema es que en España elegimos un nombre que ya existe para otra posición, completamente diferente. Un Primer Ministro, es elegido por la mayoría de diputados en el parlamento y es miembro del mismo. Eso es lo que es Rajoy, un Primer Ministro, aunque le llamemos presidente.
Algo similar sucede con nuestro sistema político. Buena parte de la incauta población, cree que España es una democracia, porque así se lo vienen repitiendo los políticos y los medios durante 40 años. Desgraciadamente eso no es verdad. En una democracia los ciudadanos eligen a sus representantes en el gobierno, en España eso no es posible, sólo se nos permite votar a un partido, y son los partidos quienes eligen al gobierno; segundo, en una democracia existe una clara y estricta separación de los tres poderes del estado, para evitar que uno ostente el poder absoluto. En España no existe la separación entre el ejecutivo y el legislativo, ni en la teoría ni en la práctica, y la separación entre el legislativo/ejecutivo con el judicial está en la constitución, pero en la práctica todos sabemos que los partidos nombran a los jueces. En España los ciudadanos no tenemos poder, ergo, no hay democracia; todo el poder lo ostentan los partidos, ergo, España es una partitocracia.
Muchas gracias por comentar, un cordial saludo.