La que seguramente es la película menos conocida de Steven Spielberg, y la menos valorada, es una de mis favoritas. Se trata de la desternillante y alocada “1941”, con los inigualables John Belushi, Ned Beatty y Dan Aykroyd, apoyados por otro gran número de estrellas. 1941 cuenta, a su manera, los misteriosos eventos sucedidos la noche del 24 al 25 de febrero de 1942. Aún existen diversos rumores sobre lo que sucedió, o no, en las playas del Sur de California. Sea cual fuere la verdad, la llamada Batalla de Los Ángeles es uno de los eventos más curiosos del conflicto.
Supuestamente, aviones y submarinos japoneses atacaron la gran urbe californiana, desatando un contraataque por parte de la población civil. Cinco personas fallecieron, pero no precisamente por las bombas. Los japoneses, se enteraron de todo por la prensa, y cuando lo hicieron, perdónenme Vds., se descojonaron.
Antecedentes
El 7 de diciembre de 1941, fuerzas aéreas y navales del Imperio del Japón atacaron Pearl Harbour. Al día siguiente, los Estados Unidos declararon la guerra, Buena parte de la fuerza naval estadounidense fue destruida en el ataque, y con la mayor parte de la marina en el Atlántico, tanto la población como las autoridades tenía razones para temer un ataque.
Los japoneses habían situado a siete submarinos a lo largo de la costa oeste, desde Seattle hasta San Diego. Durante los primeros meses de 1942, llegaron a hundir varios buques mercantes y se enfrentaron en un par de escaramuzas a la US Navy. Los nervios estaban a flor de piel, y un evento terminó por desatar el caos.
La tarde del 23 de febrero, el submarino nipón I-17 emergió de las aguas del Pacífico a dos kilómetros y medio de la costa californiana. A las 19:05, su comandante, Kozo Nishino, ordenó abrir fuego contra las instalaciones petroleras a pocos metros de la playa. El ataque apenas destruyó una grúa y dañó un muelle cercano, pero no hizo blanco en los grandes tanques.
Al día siguiente la noticia corrió como gato con la cola incendiada. Las autoridades llamaron a las unidades designadas para la defensa aérea, y alertaron a la población, intentando no causar el pánico.
Comienza la Batalla de Los Ángeles
Todo estaba oscuro, se había decretado un apagón general. A los soldados en sus posiciones, acompañaron decenas de civiles que se auto-asignaron deberes de vigía en la costa. En un pequeño museo dedicado a la batalla cerca de Santa Mónica, hay fotos de familias enteras preparadas para la contienda. Padres e hijos adolescentes armados con escopetas y protegidos con cascos (algunos de fútbol americano); madres e hijas preparando vituallas para las “tropas”.
A las 23:00, los guardacostas avisaron de la presencia de un avión acercándose a Los Ángeles, pero los responsables no hicieron nada, al entender que a una ciudad de ese tamaño llegaban aviones constantemente. Luego, a las 3:16 del 25 de febrero, se escucharon las primeras explosiones.
No eran bombas caídas del cielo, sino artillería anti-aérea disparada por un cañón de calibre .50. Poco después, decenas de reflectores iluminaron el cielo. La radio comenzó a emitir noticias del ataque. Según algunos reportes, un avión japonés había sido visto sobre L.A. Según otros, hasta 25 aviones volaron sobre la ciudad. Supuestamente dos bombas habían causado daños en la superficie, y dos aviones enemigos habían sido derribados. Uno de ellos, según se anunció, se estrelló en una calle de Hollywood, y sus restos se habían incendiado durante la batalla.
Pánico
A las comisarías de policía llegaron todo tipo de informes. Que si submarinos japoneses habían sido avistados en las playas, que si tropas niponas ya estaban en las calles. Los agentes no sabían cómo reaccionar, el ejército no respondía. Los medios seguían informando noticias sobre el ataque.
Las calles se tornaron en caos, a pesar del mínimo tráfico. Las centralitas se bloquearon de tantas llamadas. La gente disparaba al cielo sin ton ni son. Algunos informaron haberle dado al blanco. Los potentes reflectores parecían fijarse en un sólo objeto, redondo, estacionario, al que las balas parecían no hacerle daño.
Un total de 1,400 proyectiles antiaéreos fueron enviados a los aires, sin contar las balas de los civiles. El fuego acabó con el amanecer, cuando la gente dejó de informar de “avistamientos”. En aquel momento, los marinos japoneses ya estaban a decenas de kilómetros de Los Ángeles, descansando en sus literas.
La prensa del día siguiente informó del ataque con todo lujo de detalles, pero sin las fotos de los aviones derribados. Nunca se encontraron.
¿Qué sucedió en realidad?
Hay una razón por la que el ejército no hizo nada. En sus pantallas de radar, no apareció ningún avión, ningún objeto volador. Sus vigías no vieron a nadie en las playas, y los guardacostas no se encontraron con ningún submarino. El informe oficial publicado poco después, sugería que todo había sido el resultado del estrés colectivo, y de la imaginación. Una vez que alguien hizo el primer disparo, se armó la de San Quintín.
El supuesto objeto señalado por los reflectores, el que no se movía, no era más que la intersección de los mismos reflectores. No recibió ningún impacto a pesar de que las bombas estallaban a su lado, porque no era un objeto sólido. Podéis verlo en el vídeo aquí abajo.
Aparte de los daños causados por trozos de artillería, la propia, no se encontraron restos de bombas, y mucho menos de aviones en Hollywood. Tres de los cinco muertos fueron el resultado de accidentes de tráfico; los otros dos, de infartos. La locura colectiva había llegado a la cúspide de lo irracional.
Pocas horas después del incidente, el Secretario de la Marina, Frank Knox, declaró que todo había sido una falsa alarma debido a la ansiedad y los “nervios de la guerra”.
Teorías conspiranoicas
No faltó quien acusó al gobierno de intentar ocultar un verdadero ataque. Algunos creyeron que el gobierno lo había preparado todo para estudiar la reacción de la ciudadanía. Se corrió el rumor de que los japoneses tenían una base secreta en México.
Por supuesto, hubo quien culpó de todo a los OVNI’s. Estos, no obstante, no aparecieron hasta años después, y claro está, no aceptan ninguna explicación racional. Su única “prueba” es la foto que publicaron todos los medios de los reflectores apuntando a un objeto “luminoso” estacionario. Viendo el vídeo lo entenderéis. De risa.
En fin, que los angelinos se pasaron de testosterona. Los nervios de la guerra les afectaron tanto que vieron cosas que no existieron, y se armó una batalla en la que sólo luchaba un bando. Ahora, la Batalla de Los Ángeles sólo es un mito más del folclore norteamericano, material de ufólogos y de Hollywood. He visto que hay una nueva peli llamada “La Batalla de Los Ángeles”, pero por lo que veo no tiene nada que ver con la de 1942. La de Steven Spielberg sí que tiene que ver, muchos angelinos atolondrados, muchas bombas, y mucha risa…
Hola Jesús,
no recuerdo haber visto esta película y eso que el Spielberg es uno de mis directores preferidos (imagino que también para muchos otros). Me picaste la curiosidad…
Abrazos
Hola Francisco,
es muy buena, te la recomiendo…está basada ligeramente en la Batalla de Los Ángeles, aunque es mucho más absurda que la realidad…en YouTube hay algunos trozos. En cualqueir caso, es la única película de la que Stielberg se arrepiente de haber hecho,. No entiendo por qué, al menos en E.E.U.U. es de culto…:P
Mucas gracias por comentar, y espero encuentres «1941»…Un abrazo.