Cuántas veces habremos visto a los policías en las series yanquis repetir lo mismo: “Tienes derecho a guardar silencio; tienes derecho a un abogado, si no puedes contratar uno, el estado te facilitará uno sin coste; todo lo que digas podrá y será usado en tu contra en los tribunales”. Muchas, supongo. Es la letanía que los polis están obligados a repetir cuando detienen a un sospechoso.
Es un ritual que ahora se repite en muchos países, con sus variaciones locales. En algunos casos, como en el de España, la policía está obligada a informar al detenido de sus derechos no tanto en el momento de la detención, sino antes de hacer una declaración. En cualquier caso, las cuestiones legales no son el objeto de esta entrada. Lo que te quiero contar hoy es la historia de cómo nació la famosa letanía, conocida como la “Miranda”.
Un niño problemático
Ernesto Arturo Miranda nació en algún pueblo de Arizona, Estados Unidos, en alguna fecha entre finales de 1940 y marzo de 1941. Encontré más de dos fechas y más de dos lugares, por lo que prefiero dejarlo abierto. Da igual. Lo que importa es que Ernesto dio problemas desde muy temprana edad.
Siendo apenas un niño (seis o siete años) su madre murió, y al poco tiempo su padre volvió a casarse. Ernesto pareció no tener un a buena relación ni con su padre ni con su madrastra, ni con sus hermanos. A los 13 años se le abrió por primera vez un expediente criminal, y a los 14 fue sentenciado a un año de reformatorio por robo.
Un mes después de ser liberado fue encontrado culpable de intentar violar a una niña, y devuelto al reformatorio. Cumplida su sentencia, y con 17 años, Miranda se mudó a Los Ángeles, donde pronto fue detenido por robo a mano armada y por vouyerismo. Tan pronto cumplió los 18 años, fue extraditado a Arizona.
Construyendo curriculum
En su estado natal, se enroló en el ejército, pero fue expulsado después de año y medio por mala conducta. Aparentemente pasó varias noches en la estocada por ausentarse sin permiso, y nuevamente por vouyerismo. El ejército le ordenó recibir ayuda psicológica, pero Ernesto sólo se presentó la primera vez.
A partir de ahí, Miranda vagabundeó un par de años por diversos estados, dejando un buen récord tras de sí. Fue arrestado por vagancia en Texas y por robar un coche en Nashville, Tennessee, y pasó al menos un año en una cárcel federal en Lompoc, California. (Llevó el coche robado a otro estado, lo cual es un delito federal).
Finalmente, cuando Ernesto cumplió los 21 años, pareció querer sentar cabeza. A principios de 1963 se mudó con su novia, y los hijos de esta, a Mesa, Arizona. Ernesto hasta consiguió un trabajo fijo como mozo en un almacén de Phoenix. Ahí trabajaba cuando todo se enredó.
El crimen
El 3 de marzo de 1963, una joven de 18 años salió de su trabajo en un cine en el centro de Phoenix. Andando por la calle, apenas se dio cuenta cuando su agresor le llegó por la espalda y le puso un cuchillo en la garganta. El asaltante le dijo que no gritara, le ató las manos a la espalda y la acostó en el asiento trasero de un coche. No puso mucha resistencia, pues el miedo “la congeló”. De cierta manera, a la joven le fue impuesto el derecho a guardar silencio.
Después de conducir unos 20 minutos, el delincuente la desató y la desvistió. En este punto ella intentó rechazarlo, empujándolo, y pidiéndole que no le hiciera nada y que la dejara ir. Miranda luego dijo que ella no se había resistido, pero tanto él como ella declararon que la violó.
Diez días después Miranda fue detenido. En la comisaría, la víctima lo reconoció y dos policías lo llevaron a una sala de interrogaciones. Dos horas después, los agentes salieron con la confesión firmada de Miranda. Todo parecía que el crimen estaba resuelto y que el culpable sería sentenciado fácilmente. Al menos al principio tuvieron razón. Lo malo es que nadie le dijo que tenía derecho a guardar silencio.
El Juicio
Ernesto Miranda fue declarado culpable de violación y robo (por el coche), y fue sentenciado a entre 20 y 30 años de prisión. Su abogado intentó defenderlo en base al hecho de que la confesión había sido extraída sin la presencia de un letrado, pero el juez lo vio de otra manera.
Miranda había firmado en su confesión que “…esta declaración ha sido hecha voluntariamente y por mi propia voluntad, sin amenazas o promesas de inmunidad y con el conocimiento de mis derechos legales, entendiendo que cualquier declaración que yo haga podrá y será usada en mi contra”.
Miranda recurrió la sentencia en un tribunal estatal, y volvió a perder. Sus abogados no se dieron por vencidos y decidieron llevar el caso al Tribunal Supremo. En su defensa, creían que un hombre como Miranda, no muy bien de la chaveta y con muy poca formación, no era consciente de la 5ª Enmienda, que, entre otras cosas, prohíbe atestiguar en contra de uno mismo.
Miranda había confesado sin ser obligado a ello, pero según su defensa, la policía debió haberle leído sus derecho, especialmente el que concierne al derecho a guardar silencio, y al de tener un abogado.
Sentencia
El 13 de junio de 1966, el Tribunal Supremo sentenció que el Departamento de Policía de Phoenix había violado los derechos constitucionales de Ernesto Miranda, y que su confesión no podría ser usada en un juicio, Desde entonces, todos los departamentos de policía de los Estados Unidos establecieron la Advertencia Miranda, con el conocido texto.
«Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno de oficio. ¿Le han quedado claros los derechos previamente mencionados?».
Tienes derecho a guardar silencio
Desde su aplicación, se supone que la policía lee siempre los derechos a un sospechoso. En ocasiones, debido a las circunstancias del arresto, la policía no ha leído la Miranda a un detenido, por lo que éste siempre ha salido libre. La costumbre se ha extendido a muchos países de occidente.
¿Qué sirve de algo? Bueno, al menos en Estados Unidos son muy rigurosos, fui testigo una vez de un arresto y los agentes no fallaron. Otra cosa es cómo funciona el sistema judicial. Lo mismo en otros países. Nunca he sido detenido en Europa, por lo que no sé si se cumpla la ley en este aspecto.
Mi poca experiencia con la policía ha sido siempre muy positiva. De hecho, me ha llamado la atención lo amables que son en España. En el resto de países que he estado, siempre parece que te ladran en lugar de hablarte.
En fin, quería contarte esta historia, espero te haya gustado. Eso sí, me gustaría me contaras si tienes alguna experiencia al respecto, puedes hacerlo sin miedo, pero no estás obligado. Recuerda, tienes derecho a guardar silencio…
Epílogo
Ernesto Miranda fue procesado nuevamente por la violación, y fue encontrado culpable gracias a la confesión de su novia. Cumplió seis años de los 20 a los que fue condenado, siendo liberado en 1972. Cuatro años después, Ernesto Miranda murió acuchillado en una pelea de bar. Tenía 33 ó 34 años.