Políticas familiares en la Alemania nazi.

En casi cualquier estado moderno, es normal ver que las estructuras del mismo estado hacen lo posible por controlar y dirigir el “bienestar” de los ciudadanos, incluidas las políticas familiares. De hecho, no conozco ningún país que no tenga sistemas de educación y sanidad pública, aunque es posible que los haya. No obstante, antes de la Segunda Guerra Mundial eran pocos los países que ya controlaban todos los aspectos de la sociedad.

Las políticas familiares en la Alemania nazi fueron uno de los primeros y amplios esfuerzos de un estado por promover y proteger a la población a gran escala. Alemania había sido el primer país en crear un subsidio al desempleo y otras protecciones para los ciudadanos a finales del siglo XIX.

Cuando los nazis actuaron en la misma dirección no estaban inventando el hilo negro. Los nazis simplemente aceleraron el proceso y el alcance de su estado del “bienestar”, para cubrir todo lo que tuviese que ver con la vida familiar. En un estado totalitario, la institución más importante de una sociedad, la familia, tenía que estar sometida al gobierno.

Joseph Goebbels y sus políticas familiares

Joseph Goebbels y su familia. Todos los niños excepto el mayor, en uniforme, fueron asesinados por sus padres.

Purificación racial

El matrimonio y la vida familiar eran dos aspectos muy importantes en las políticas del tercer Reich. No es que les importara el bienestar de los ciudadanos, es que controlando las políticas familiares pensaban crear una “raza pura”. Controlando quién se casaba, y con quién, los nazis esperaban obtener una ciudadanía libre de la “contaminación” de otras “razas”. Alemanes y alemanas “puros” sólo podían tener bebés “puros”.

Esa era la idea, pero claro, se toparon con que la naturaleza no siempre obedece a las imposiciones políticas e ideológicas de los hombres. Para empezar, hubo muchos alemanes y alemanas que prefirieron casarse con judíos. Las Leyes de Nuremberg de 1938 prohibieron los matrimonios mixtos. Todavía hubo gente que las desafió.

Promoción de políticas familiares

Desde su llegada al poder en 1933, los nazis hicieron un gran esfuerzo por promover su idea de políticas familiares. Para empezar, a las mujeres que trabajaban como médicos, funcionarias o maestras, se les “animó” a dejar sus empleos y dedicarse al hogar. A las diversas instituciones del estado, se les prohibió que contrataran más mujeres, a menos que fuese estrictamente necesario y siempre en roles típicamente “femeninos”.

Mujeres preparándose para ser madres.

Mujeres preparándose para ser madres.

Curiosamente, la primera medida nazi con vistas a la promoción de políticas familiares fue la Ley de Reducción del Desempleo” del 1 de junio de 1933. Esta directiva estaba dirigida a reducir el paro, sí, pero sólo el de los hombres, que ocupaban las vacantes de las mujeres enviadas a casa.

La misión de las mujeres, según el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels, era “ser bonitas y traer niños al mundo”. El rol de las mujeres debería circunscribirse a las tres K’s:

  • Kinder (niños)
  • Küche (cocina)
  • Kirche (iglesia)

Para prepararlas estaba la BDM, la Liga de las Jovencitas Alemanas, la sección femenina de las Juventudes Hitlerianas.

Matrimonio

Los nazis interpretaron el matrimonio como la institución que aseguraba la estabilidad familiar. La estabilidad era necesaria para promover la reproducción, el verdadero objetivo. Hacían falta soldados para conquistar territorios y familias para colonizarlos. Hacían falta más alemanes, arios, claro está.

La promoción del matrimonio en el Tercer Reich alcanzó cotas poco vistas. Y cuando hablo de matrimonio me refiero en exclusiva al civil, el religioso no le interesaba mucho a la cúpula nazi. Las parejas recibían todas las facilidades para poder casarse, empezando porque era gratis.

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Más que gratis, el matrimonio tenía sus beneficios. La ley mencionada arriba asignaba una serie de cupones a las parejas recién casadas para que compraran muebles, ajuar y utensilios de cocina. Dichos cupones se entregaban con la condición de que la mujer no trabajara fuera del hogar.

El día de la boda, el juez participante regalaba a la pareja una copia del libro de Hitler, Mein Kampf. Con esta medida, el Führer se hizo millonario, pues claro, el estado compraba los libros.

En la misma ley, se estableció el Préstamo Matrimonial, equivalente a la paga de cuatro meses del salario medio. Con cada niño que naciera del matrimonio, se cancelaba una cuarta parte de la deuda. Al nacimiento del cuarto niño, la deuda quedaba cancelada. Todo un paraíso para las familias y los niños.

Requisitos

Formar una familia en la Alemania nazi estaba más que bien visto, pero sólo para los “arios”. El resto de ciudadanos, mientras menos niños mejor. Por ello, para casarse las parejas debían aprobar una serie de exámenes, en ocasiones onerosos y con poco o ningún respeto por la intimidad. Ambos pretendientes debían probar que era de raza aria pura, o al menos en un 80%.

El estado de salud de los novios era de suma importancia. Si alguno padecía alguna enfermedad que pudiese ser heredada por los hijos, la licencia de matrimonio se denegaba. En el caso de los aspirantes a entrar en las SS, los requisitos y verificaciones eran más estrictos, si cabe.

Políticas anti familiares

Pero como ya he mencionado, el bienestar de las familias le importaba muy poco a los nazis. El objetivo era la procreación, y cuando esta dejó de crecer al inicio de la guerra, buscaron nuevas Poster nazi, políticas familiaresmaneras de promoverla.

La principal fue buscar a mujeres solteras e intentar que tuvieran bebés con soldados. El gobierno organizaba fiestas y ponía todas las facilidades para que los jóvenes dieran rienda suelta a sus hormonas. Poco les faltó para enviar mujeres al frente como hicieron los japoneses.

Se ayudaba a las chicas solteras embarazadas, a esconder su estado de sus familias, ofreciéndoles empleo en otras ciudades durante unos meses. El estado se haría cargo de la manutención de los niños de madres solteras a través del programa Lebensborn. Con el tiempo, Lebensborn se convirtió en una verdadera fábrica de niños “arios”.

Por cierto, todo esto se pagaba con un impuesto especial del 2.5% que debían pagar todos los solteros adultos menores de 55 años.

Viva el Ama de Casa

Casarse y formar un hogar no era moco de pavo para los nazis. Como buenos alemanes, se cuidaban los detalles. Por ejemplo, las futuras esposas recibían un curso de formación en caso de no haber pasado por la BDM. Ahí aprendían las labores del hogar. Al final del curso recibían Propaganda nazi, políticas familiaresun diploma de Meister-Hausfrau.

Las madres de familias numerosas eran honradas con medallas, y homenajeadas constantemente. En 1934, el Día de la Madre se convirtió en fiesta nacional. Los anticonceptivos estaban prohibidos, al igual que el aborto, aunque en aquel caso no es que importara la vida del bebé, sino su “pureza racial”.

A las madres judías y gitanas, se les recomendaba abortar, y en ocasiones se les obligó. Los bebés con posibilidades de nacer con deformidades o discapacidades, se les  asesinaba antes de nacer, por ley. Los nazis creían que si se eliminaban los elementos “deficientes” de una generación, ya no aparecerían en la otra. Las mujeres con problemas mentales, eran esterilizadas por ley en los primeros años del Tercer Reich. Después de iniciada la guerra, fueron gaseadas.

El ocaso de los dioses

Como todo en la Alemania nazi, las políticas familiares sólo fueron una herramienta para avanzar fines ideológicos. Ni a Hitler ni a sus cómplices les importaban los niños, ni las mujeres. De lo contrario, no se hubiesen embarcado en una aventura bélica sin precedentes, y sin futuro.

En la Alemania nazi, a las mujeres se les ofreció un  mundo idílico y seguro como madres, esposas y amas de casa. Al final de la guerra, muchas habían perdido a sus hijos, maridos y sus hogares. Ese era el legado de Hitler; esa fue la herencia que les dejó el estado totalitario. Ese fue el final del camino para la idealizada mujer alemana en el Tercer Reich. Y claro, cuando llegó la reconstrucción, buena parte del trabajo también recayó sobre ellas. Creyeron que el estado les ayudaba, y terminaron pagado los platos rotos, como siempre.