Hace unos años en España, uno de los libros más utilizados por los profes de inglés eran los de la serie “Headway”. En uno de ellos, había un texto de esos que usamos para practicar la lectura. Era el capítulo inicial de “El alcalde de Casterbridge ”, de Thomas Hardy, y contaba la historia de un hombre que vendió a su mujer. Y es que los hijos de la Gran Bretaña vendían a sus esposas, hasta no hace mucho.
Indeed!, como dirían en la Pérfida Albión, si mi bisabuela hubiese sido inglesa, bien podía haber sido vendida, pues la costumbre duró hasta principios del siglo XX. Y no deberíamos asustarnos, pues la práctica continúa en algunas “culturas”. No sólo se venden esposas a otro marido, sino hijos para ser esclavizados. Lo que sí llama la atención es que esto ocurriera en un país supuestamente civilizado, y justo cuando disfrutaba de su máximo esplendor.
Cuestiones prácticas
Esta claro que no todos los matrimonios son para siempre. Desde la antigüedad existen maneras para disolver los contratos entre hombres y mujeres. Razones, sobran, y seguro que tú conoces más de una. La cuestión es que, en ocasiones, lo mejor es que cada uno siga su camino. El problema es cómo.
Una civilización tan antigua como los romanos ya usaba el divorcio. Es más, lo usaba mucho. Conocemos bien las historias de los emperadores y otros allegados que constantemente se casaban y divorciaban para formar alianzas militares o políticas. Pero no todas las culturas permiten o permitían el divorcio, y en cualquier caso, aunque legal, era complejo y caro.
Eso sucedía en la Inglaterra del imperio. Allá por mediados del siglo XVIII, a alguien se le ocurrió que pagar los gastos del divorcio lo hacían prohibitivo, y encontró la manera de reencontrar la soltería de una manera más práctica. Vendiendo a su esposa.
Subastas
A pesar de que algunos maridos vendían a sus esposas, no era una práctica muy extendida. Además, estaba prohibida, aunque las autoridades se hacían de la vista gorda. De hecho, hay registros oficiales de alrededor de 500 esposas vendidas en Gran Bretaña entre 1750 y 1900. Imposible saber cuántas más fueron vendidas en secreto.
En muchos casos la venta era un arreglo directo entre un marido y el amante de la esposa, o algún otro candidato. Muy a menudo, también, vendían a sus esposas por medio de una subasta pública. Sí, sí, en plena calle y a la vista de todos, como lo cuenta Hardy en el Alcalde de Casterbridge.
Generalmente el día de mercado, el marido llevaba a la mujer con una cuerda como si fuera una vaca, y la paseaba por las calles para que el público la admirara. A la hora de la venta, la subía a una tarima, y comenzaba a escuchar ofertas. El público gritaba y bromeaba, y en ocasiones la sufrida se quejaba de las bajas ofertas.
No siempre sin mi consentimiento
Pero no siempre era algo impuesto a la mujer. Como comprenderás, en muchos casos ella estaba igual de feliz de cambiar de pareja que el marido. Hay incluso alguna instancia en la que el marido quiso echarse para atrás, pero su mujer decidió quedarse con el nuevo. Eso sí, ella no tenía el derecho de venderlo a él.
Seguramente la vida era un infierno para algunas de estas mujeres. Es más, creo que el simple hecho de que un marido la quisiera vender era razón para que ella también se quisiese ir. Había hombres que vendían a sus esposas, pero si las hubiesen dejado, muchas esposas hubiesen vendido a sus maridos. Creo que a algunos los hubiesen regalado, incluso pagado porque se los llevaran.
¿Por qué vendían a sus esposas?
Como decía anteriormente, era una cuestión práctica. El divorcio era simplemente muy caro y complejo, y pocos podían permitírselo. A partir de 1853, cuando el parlamento rebajó el coste de los divorcios, el número de maridos que vendían a sus esposas disminuyó. Sin embargo, para los más pobres, el divorcio seguía estando fuera del alcance de sus bolsillos.
En los casos en los que el adulterio era la causa, el marido cornudo podía demandar al amante por “daños a su propiedad”. Aquel, para evitar una costosa demanda, prefería comprar a la mujer. Ahora bien, seguramente había alguna esposa no muy ejemplar, ¿pero venderla?
Y es que en la Inglaterra victoriana, como en otros países y épocas, la mujer, al casarse, pasaba a ser propiedad del hombre. Terrible para nosotros, pero muy común en el pasado y no tan pasado.
Por cierto, en algunos casos, como en el de la historia de Thomas Hardy, junto con la mujer iba uno o varios hijos, lo que no siempre aumentaba el precio.
El dinero para celebrar
Contrario a lo que sucede y sucedía en los mercados de esclavos, los hombres que vendían a sus esposas no conseguían mucho dinero. La cuestión era que, si querían vender a su mujer, era por algo. Además, el comprador no sólo tenía que pagar el precio, sino mantenerla a partir de ese momento.
Según un diario de Blythburgh, en octubre de 1789, un tal Samuel Balls vendió su esposa a un tal Abraham Rade por 1 Shilling, de ninguna manera una fortuna. Una libra tiene 20 Shillings, pero contando la inflación, esa cantidad en la actualidad no llegaría ni a cien Euros. Era común que con el dinero de la venta, los que vendían a sus esposas invitaban a unas cervezas entre los presentes, incluidos la ex y el nuevo marido.
No nos sorprendamos
Esta práctica, aunque despreciable, tampoco debería escandalizarnos. La vida humana no siempre ha tenido mucho valor, y es algo que aún persiste. En la actualidad aún se venden esposas e hijos en esclavitud, y pocos reclamamos por ello.
Desgraciadamente, los mismos que se quejan de un piropo en occidente defienden la esclavitud de la mujer en oriente. Según ellos, hay que “respetar” sus culturas. Una posición hipócrita, como poco, pero ya sabemos de qué pie cojean.
Difícil decir si algún día los seres humanos aprenderemos a respetar la vida y la libertad de las personas. Pero no te voy a soltar un discurso buenista, me basta con haberte contado esta historia.
Hola…
Pues vaya que si me ha dejado Ud ,pasmada ,con esta historia.
Uno cree haber oído de toda barbarie»;pero siempre se oye algo nuevo y más escalofriante *…En éste caso diría. yo :»indignante y denigrante !!
A veces…a veces cuando leo historias como está…me pregunto :»eran humanos ?? ó Híbridos??? Los de esa época y la de ahora …!!????
Después de leer esto …y guardarme en celibato total ,4 años…me aseguraré ,de que mí esposo se sienta ,satisfecho*,conmigo,en especial «en lo íntimo «; para que ni se le ocurra «venderme!!…Ni tampoco se lo permitiría!!
Soy EMBERÁ !! CON MUCHA HONRA!!
Gracias prof.Barcala,por ilustrarnos más acerca de costumbres antiguas»..Y ponernos sobreaviso a las mujeres…Un abrazo desde Panamá *!!
Querida Margenia,
muchas gracias por tus amables y halagadoras palabras. Así da gusto trabajar. Desgraciadamente, como bien dices, nos encontramos a menudo con prácticas bárbaras, aún en nuestros tiempos. El ser human aun no ha aprendido a respetar al prójimo Ahora bien, lo del celibato no lo veo tan bien, a mens que seas una monja. pero si estás casada, mejor a disfrutar de la vida y del matrimonio… 😛
Mil gracias como siempre por tus bellas palabras. Un besín.