No soy fan de la monarquía. No creo que se deban otorgar privilegios a gente sólo por ser “hijo de”. Tampoco es que me importe mucho lo que las “familias reales” hagan en su tiempo libre, sólo me gustaría que lo hicieran sin mi dinero. Pero eso no es lo que nos importa hoy, sino un episodio en la historia, el de un rey que abdicó por amor. En realidad, sospecho que varios reyes y reinas han abdicado por cuestiones del corazón, pero este caso fue de enorme relevancia.
Esta es la historia del romance que tumbó a un rey. Un rey que abdicó por amor. Es la historia de un amor que, por una parte, levantó ampollas, por otra, ganó su lugar en la historia. Fue una relación que creó una crisis institucional en una de las monarquías más añejas, y más clasistas. Y si me lo preguntas, también fue un zasca en toda la boca para los monárquicos. El rey les dijo, no me importa vuestra corona, me importa mi Wallis. Fue el rey que abdicó por amor.
Príncipe popular
A principios de la década de 1930, Edward Albert Christian George Andrew Patrick David Windsor, era el heredero al trono del Imperio Británico. (Familia y amigos le llamaban David). Ya con treinta y muchos años, muchos estaban interesados en que sentara cabeza y buscara una mujer para, a su vez, tener un heredero.
Pero Edward no era un Príncipe de Gales común y corriente. Era un hombre moderno, con ideas modernas, que desde joven ya tenía pensado darle una desempolvada a la corona. A Edward le gustaba salir y mezclarse con el pueblo, hablar con ellos, y no tenía ningún problema con tocarlos. Los británicos, a cambio, le adoraban.
Pero el príncipe no era una joyita. Desde su juventud se le conocían innumerables relaciones, algunas con mujeres casadas. Le gustaba mucho la juerga, y era muy normal verlo en los clubs de la época, en Gran Bretaña y en el extranjero. Más de un escándalo llevaba su nombre. Peor aún, era un racista que consideraba a los aborígenes australianos como “repugnantes, lo más parecido a simios”.
Chico conoce a Chica
Entonces, una noche de 1931, su entonces amante, Lady Furness, le presentó a una pareja norteamericana. Eran Ernest Aldrich Simpson, un ejecutivo anglo-americano, y sus esposa Wallis. Pronto, la pareja estaba siendo invitada a los bailes del palacio. Muchas fiestas, muchas joyas, y a Ernest se le empezó a acabar el dinero.
Su marido de vuelta en Estados Unidos, Wallis comenzó a pasar mucho tiempo con el príncipe, que tenía no una, sino varias amantes. Aparentemente, cuando en 1934 Lady Furness, la número uno, hizo un viaje a Nueva York, Edward tomó a Wallis como sustituta. Ahora bien, él negó haber intimado con ella en esa época. Difícil de decir.
Pero ya sabemos por donde irían las cosas. Edward estaba completamente enamorado de Wallis, y le importaba muy poco que estuviera casada. La prensa fuera de Gran Bretaña publicaba el affaire, pero en las islas nadie se atrevía a decir nada en público. Hasta que hubo que tomar una decisión.
Edward rey
El 20 de enero de 1936, el rey George V, falleció. Edward se convirtió en el nuevo monarca esa misma tarde, eligiendo el nombre de Edward VIII. Tenía 42 años, pero no un heredero. Los políticos ya hablaban de buscarle una mujer para asegurar que dicha situación cambiara. Edward tenía otros planes.
Desde su ascensión al trono, Edward VIII tenía pensado casarse con Wallis Simpson. Ella estaba aún casada, pero ya preparaba su divorcio. La idea no le gustaba nada al gobierno, pues un rey no podía casarse con una mujer divorciada, dos veces, pues Wallis había estado casada anteriormente con un oficial de la marina estadounidense.
El Primer Ministro, Stanley Baldwin, y el resto de la familia real, buscaron una salida. Propusieron al rey que mantuviera a Wallis como amante, pero que necesitaba una esposa “digna” de la corona. Edward rechazó la idea. Lo intentaron con amenazas de publicar las muchas fotos del rey con una mujer casada, fotos hasta ese entonces desconocidas para la gran mayoría de los británicos. Al rey le importó muy poco.
Comienza la crisis
En noviembre de 1936, sólo semanas antes de la coronación, el problema escaló en crisis. El rey insistía en casarse con Simpson y el gobierno insistía en no darle su aprobación. Al rey no le hacía falta la aprobación, o eso creía.
El Parlamento estaba dividido. Del lado del rey estaba Winston Churchill, el díscolo y entonces desprestigiado político. El del puro y los whiskies estaba de acuerdo en relajar las reglas de la rígida monarquía. Además, su propia madre era norteamericana.
Durante esas semanas, Edward pidió a Wallis que abandonara el país para que no la acosaran, aunque no sirvió de mucho, pues la prensa la siguió por todo Francia hasta que encontró refugio en un palacio de la Costa Azul. Los británicos para entonces ya se habían enterado del asunto, y estaban tan divididos como los políticos.
Quedando pocos días para la coronación, planeada para el 11 de diciembre, Edward VIII tomó su decisión.
El rey que abdicó por amor
Baldwin y el resto de la familia real, en contra del matrimonio con Wallis, creían que Edward, al final, desistiría. Se equivocaron. Ella intentó convencer al rey de que no abdicara por ella. Pero Edward estaba convencido.
El 10 de diciembre de 1936, Edward VIII se convirtió en el rey que abdicó por amor. En su residencia de Fort Belvedere, firmó el documento en presencia de sus tres hermanos menores, incluido Albert, quien subió al trono ese mismo día como George VI.
Por la tarde, ya como Duque de Windsor, Edward se dirigió el pueblo británico (tenía prohibido hablar por la radio siendo rey).
Extracto del discurso:
“Hace unas horas cumplí con mis últimas obligaciones como rey y emperador, y ahora que he sido sucedido por mi hermano, el Duque de York, mis primeras palabras deben ser para declarar mi lealtad hacia él. Esto lo hago con todo mi corazón.
Todos ustedes conocen las razones que me han obligado a renunciar al trono. Pero quiero que comprendan que, al tomar mi decisión, no me he olvidado del país o del imperio que, como Príncipe de gales y últimamente como rey, he intentado servir durante los últimos 25 años.
Pero deben creerme cuando les digo que me es imposible cargar con el peso de la responsabilidad y de cumplir mis obligaciones como rey como me gustaría hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo.»
El discurso completo en inglés aquí. El discurso con sonido, en inglés, en este vídeo).
Y vivieron felices y comieron perdices, y caviar…
George VI; padre de la actual reina Elizabeth II, fue coronado al día siguiente. Edward, el rey que abdicó por amor, se trasladó a Austria, y tuvo que esperar seis meses sin ver a Wallis debido a una regla que se les impedía para poder casarse. Finalmente, la boda tuvo lugar en un palacio cerca de Tours, Francia, el 3 de junio de 1937.
Wallis recibió el título de Duquesa de Windsor, pero no podría ser llamada Alteza Real, por prohibición del rey. La madre de Edward se negó a recibir a Wallis por el resto de su vida. De hecho, la pareja se convirtió en una apestada para la familia real. No ayudó que, en 1937, visitaran a Hitler y se declararan en favor del apaciguamiento.
Durante las próximas décadas Wallis y Edward se dedicaron a la buena vida, gracias a la gran herencia del duque y a una buena asignación que recibía del rey. Sin embargo, no serían invitados nuevamente a una celebración real hasta los años 60, ya con Elizabeth en el trono. Finalmente, el rey que abdicó por amor falleció de cáncer en 1972. Wallis, recluida y probablemente con Alzheimers, le sobrevivió 14 años. Ambos están enterrados en el cementerio privado del castillo de Windsor.
En la serie The Crown, se explica de forma muy resumida. Aunque aquí queda mucho más claro.
Muchas gracias por todas las publicaciones, son muy interesantes.
Hola Paco, no he visto la serie, aunque tengo ganas. A ver si alguien me la pasa, pues no tengo Netflix… 😛 Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo.