Tardé muchas horas en decidir el adjetivo para este titular. Aún así no he quedado satisfecho. El incidente del RMS Laconia fue trágico, confuso, perverso, evitable y muchas cosas más. Me he quedado con “enrevesado” porque tiene muchos cabos, que es imprescindible deshilvanar. Por si fuera poco, el incidente del Laconia tuvo consecuencias nefastas para muchos otros buques, sus pasajeros y tripulantes.
En tiempos de guerra, que un rival hunda un barco de otro no es ninguna novedad. Pero insisto, en este caso no hubo nada normal, todo lo contrario. Todo lo que sucedió fue tan extraordinario que el evento sentó precedentes, perversos precedentes, con consecuencias a muy largo plazo.
El barco
RMS Laconia era un crucero trasatlántico de la Línea Cunard-White Star. Botado en 1921, era el sustituto de otros Laconia, hundido por un submarino alemán cuatro años antes. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, como muchos otros, fue requisado y reequipado por la Royal Navy para actuar como transporte de tropas.
El 8 de septiembre de 1942, con el Capitán Rudolph Sharp al mando, el Laconia partió de Ciudad del Cabo con rumbo a Freetown, en Sierra Leona. Más de 2700 almas ocupaban sus cabinas, pero no eran pasajeros normales.
El submarino
U-Boat 156 era uno de los muchos submarinos de la Kriegsmarine pululando en el Atlántico, acechando a sus presas, de preferencia cargueros con valiosas vituallas y, claro está, transportes de tropas. El Capitán de Corbeta Werner Hartenstein, un experimentado marino en su cuarta patrulla atlántica, había sido encomendado patrullar por la costa oeste de África, entre Liberia y la Isla Ascensión, y ahí se encontraba la noche del 12 de septiembre, cuando desde su periscopio observó la silueta de un buque.
El hundimiento del Laconia
Como casi todos los barcos de su tipo, el Laconia iba armado con cañones de corto alcance, ocho de seis pulgadas y dos de tres pulgadas. No era un gran armamento, pero llevarlo permitía que fuese atacado sin advertencia, y el U-Boat 156 no iba a perder la oportunidad.
Poco después de las ocho de la noche, Hartenstein apuntó con su periscopio y dio la orden de lanzar tres torpedos.
A las 20:10, el primer torpedo golpeó a estribor del Laconia, causando una explosión que mató instantáneamente a decenas de sus pasajeros. Segundos después, otro torpedo dio en el blanco, abriendo un segundo boquete. El Laconia comenzó a escorar, y el Capitán Sharp dio la orden de abandonar el barco a mujeres, niños y heridos.
Sin embargo, los pasajeros del Laconia no eran comunes y corrientes. Aparte de la tripulación de 463 y 286 soldados británicos, viajaban 80 civiles, la mayoría mujeres y niños, 1800 prisioneros de guerra italianos, y 107 soldados polacos a cargo de estos. Los primeros muertos se contaron entre los italianos, pero en la confusión, muchos lograron salir de las bodegas.
Caos
En las explosiones iniciales se habían perdido varios de los 32 botes salvavidas a bordo. Aún así, había suficiente para rescatar a todos. No obstante, en el caos reinante, algunos italianos quisieron apoderarse de un bote, acción evitada por las balas británicas y las bayonetas polacas.
Cuando la tripulación consiguió bajar todos los botes salvavidas, la mayoría de los italianos ya habían saltado al agua, y los botes no iban llenos en su totalidad. Aún así, muchos prisioneros recibieron disparos de los soldados desde las lanchas. La sangre pronto atrajo a los tiburones, que se deleitaron en un festín macabro.
El capitán del submarino, de acuerdo con las reglas navales, se acercó al Laconia para apoderarse de cualquier objeto de valor. Fue entonces cuando descubrió que el crucero llevaba civiles y prisioneros de guerra italianos, aliados de Alemania.
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Rescate
Hartenstein ordenó rescatar al mayor número de mujeres, niños e italianos posibles. Más de doscientos dentro del submarino mismo, y decenas más en los botes, que fueron atados al U-Boat. Nuevamente siguiendo las reglas navales, izó la bandera de la Cruz Roja, y envió un mensaje al Alto Mando pidiendo instrucciones.
El Laconia se hundió a las 23:23, llevándose al fondo a más de 1,600 hombres, la mayoría italianos. Muchos otros murieron en las próximas horas, ya fuese entre los dientes de los tiburones o por el frío y las heridas. El U-Boat , con sus involuntarios pasajeros, se alejó a una distancia prudente, y se aprestó a esperar ayuda.
Los intentos alemanes
El Almirante Karl Dönitz, jefe de las Operaciones Submarinas, ordenó a siete submarinos que se acercaran a la zona a recoger sobrevivientes. Estas siete primeras unidades estaban preparando un ataque en Ciudad del Cabo, pero cuando Döntiz informó a Berlín de su decisión, Hitler enfureció, y ordenó que se olvidaran del rescate y volvieran a su misión.
Dönitz entonces ordenó a los U-Boat 506 y 507, y al submarino italiano Capellini, que acudieran en ayuda del 156 y sus pasajeros. Avisó, además, al gobierno de Vichy para que enviara barcos franceses cercanos.
Hartenstein, por su parte, envió un mensaje en abierto y en inglés, a cualquier buque en la zona, prometiendo no atacarlo si viniese a recoger a los sobrevivientes.
“Si cualquier buque ayuda a la tripulación del naufragado Laconia, no atacaré, con el provisto de que yo no sea atacado por buques o fuerzas aéreas. Recogí 193 hombres. Coordenadas 4,53 Sur, 11,26 Oeste. Submarino Alemán.”
Sospechas
Los británicos interceptaron el mensaje, pero temían que podía ser una trampa, y no le hicieron caso. No fue sino hasta dos días después, el 15 de septiembre, avisaron del hundimiento a los estadounidenses, que tenían una base de aprovisionamiento en la Isla de Ascensión, unos 200 kilómetros al suroeste.
Sin embargo, el mensaje enviado no fue redactado correctamente, y los norteamericanos pensaron que el Laconia se acababa de hundir. El mensaje tampoco mencionaba que el U-156 había rescatado sobrevivientes y que estaba utilizando la bandera de la Cruz Roja.
Ese mismo día, los otros dos U-Boats 506 y 507, y el Capellini se unieron al 156, subiendo a algunos de los rescatados a sus cabinas, y atando a más botes salvavidas. La mala suerte quiso que durante la noche se levantara un temporal y el U-156 se separara del resto. Dos botes salvavidas se soltaron y terminaron llegando a la costa africana, aunque con muy pocos sobrevivientes.
¿Error o maldad?
Al día siguiente, el 16, las cosas iban a empeorar. Poco antes del mediodía, un bombardero B-24 “Liberator” del ejército estadounidense, partió en búsqueda del submarino alemán. Cuando los oficiales alemanes en el submarino avistaron el avión, el Capitán Hartenstein envió un mensaje al piloto, en código Morse y en inglés, solicitando ayuda, y recordándole que navegaba con la bandera de la Cruz Roja, y con sobrevivientes, niños y mujeres a bordo.
El piloto, James Harden, no respondió al mensaje y se alejó, para contactar con su oficial superior. El Capitán Robert Richardson, desde su base en Ascensión e ignorante de los esfuerzos de rescate, ordenó a Harden “hundir el submarino”.
Harden volvió al submarino e hizo tres intentos fallidos de soltar cargas de profundidad. En la cuarta pasada, soltó dos bombas, una cayó entre los botes salvavidas y mató a cerca de 50 sobrevivientes. La otra cayó cerca del U-156, causándole daños mínimos. Hartenstein ordenó la inmersión, lentamente para dar tiempo a los sobrevivientes en la cubierta de alejarse.
Lo curioso es que Harden informó haber hundido al submarino. Según él, “el submarino volcó y fue visto por última vez con el fondo hacia arriba. La tripulación saltó hacia los botes salvavidas.”
Continúa el rescate
Los U-506 y 507, sin enterarse del bombardeo, continuaron recogiendo sobrevivientes. Ambas naves informaron al Almirantazgo que había recogido conjuntamente a más de 650 sobrevivientes, incluidas 40 mujeres y niños. Recibieron la orden de soltar a los británicos y polacos, y unirse al U-156. La primera orden la desobedecieron.
El 17 por la mañana volvió el Liberator de Harden y encontró al U-506, que llevaba 191 sobrevivientes a bordo. Soltó cuatro bombas y cargas de profundidad, pero sin causar daños.
Para entonces ya muchos barcos se acercaban a la zona, especialmente franceses. Finalmente, los tres submarinos entregaron a sus pasajeros civiles a los franceses, y mantuvieron a los oficiales británicos como prisioneros de guerra. En total sobrevivieron 1,113 de los originales 2,732. De los 1,619 fallecidos, 1,420 eran prisioneros italianos.
Las perversas consecuencias
Hitler terminó furioso y frustrado con el rescate, y ordenó a Dönitz prohibir los rescates. La directiva Triton Null (Tritón Cero) fue la respuesta (se conoce como la Orden Laconia). A partir de aquel 17 de septiembre, las tripulaciones alemanas tuvieron prohibido rescatar a nadie. Cabe decir que muchos capitanes desobedecieron la orden, y continuaron con los rescates.
El tiro por la culata
Durante los Juicios de Nuremberg, al final de la guerra, uno de los acusados fue el Almirante Dönitz. Casualmente, él había sido el sucesor de Hitler como líder de la Alemania nazi.
En su contra, la acusación puso como evidencia de sus presuntos crímenes contra la humanidad, la Orden No. 154, que ordenaba la guerra submarina sin restricciones, y la Orden Laconia. La acusación resultó contraproducente.
La defensa de Dönitz arguyó que, en el caso del Laconia, él había ordenado el rescate, y fue Hitler quien después cambió la orden. Además, Dónitz apuntó que los estadounidenses habían atacado a un submarino que navegaba con la bandera de la Cruz Roja. Los testigos dieron la razón al almirante, y los jueces desestimaron dicha parte de la acusación.
Epílogo
Fue una situación bochornosa para Estados Unidos, ya que durante el juicio se reveló que también la US Navy había llevado a cabo la guerra submarina sin restricciones.
Como colofón, el Capitán Harden no sólo no fue castigado por bombardear una nave neutral y matar civiles. Todo lo contrario, a pesar de sus errores, o de su mala intención. A pesar de que su informe del bombardeo resultó falso, fue condecorado.
Es todo un placer leer sus crónicas. Muy agradecido.
Muchas gracias a ti Efrén por leerme y por dejarme tan amables palabras. Hago lo posible por contar historias interesantes para el lector, y tengo la suerte de a veces, dar en el blanco.
Gracias nuevamente y un cordial saludo.
Ni todos loa Alemanes eran tan malos, no todos los aliados eran tan buenos…
Totalmente cierto Nostromo. Y este caso hay que añadir que el cuerpo de submarinistas era el menos nazificado de todas las fuerzas armadas alemanas. Muchas gracias por tu amable comentario. Un cordial saludo.
No todos los alemanes eran malos de ves en cuando desobedesian órdenes , más malos eran los rusos y nadie les decían nada.
Hola Ramón,
coincido contigo, no todos los alemanes eran malos, esta historia lo demuestra. Y sí, los soviéticos cometieron muchas atrocidades de las que apenas se habla, y todo porque terminaron en el bando aliado y Roosevelt no tuvo lo que hacía falta para enfrentarse a Stalin. Así es la política.
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.
Por favor si tienes más crónicas cómo estás publicarlas x favor gracias Dios te bendiga
Hola Ramón,
pues sí, tengo algunos artículos similares, si te refieres a cuestiones navales durante la guerra. Te dejo aquí algunos ejemplos.
https://www.cienciahistorica.com/2014/06/01/la-peor-tragedia-naval-no-el-titanic/
https://www.cienciahistorica.com/2014/08/19/el-hundimiento-del-lusitania-una-tragedia-evitable/
Muchas gracias por tus amables palabras. Un saludo cordial.