”Disfruta la guerra, pues la paz será terrible”, decían. (Geniese den Krieg, denn der Frieden wird furchtbar sein).
Esta cita no es de mi invención, es verídica. De hecho, era una broma muy común entre los soldados alemanes en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial. Después de todas las atrocidades cometidas por el régimen nazi, sabían que el castigo que les esperaba sería ejemplar, terrible.
Mucha gente se pregunta por qué los alemanes lucharon hasta el final, sabiendo desde meses antes que la guerra estaba perdida. La respuesta está en el miedo al castigo, especialmente por parte de los rusos, que no era baladí. El Ejército Rojo ya había mostrado ser capaz de brutalidades equiparables a las que los nazis les habían infligido durante la Operación Barbarossa. Pero el miedo no fue la única razón, y es que tampoco tenían mucho que perder.
Ganarse el odio a pecho
Que los nazis cometieron crímenes de guerra no es nada nuevo, y está más que probado. Pero si en un lugar la magnitud del barbarismo alcanzó cotas rara vez vistas fue en Rusia. Los soldados alemanes habían sido aleccionados durante años sobre la “inferioridad” de los eslavos, sobre su condición de “infrahumanos” que no merecían ser tratados como personas.
En el frente oriental, y desde los primeros días de Barbarossa, los alemanes ejecutaron a miles de ciudadanos soviéticos, sin juicio, sin distinción. Tanto la Wehrmacht como las Waffen SS arrasaron pueblos enteros, quemaron las cosechas y destruyeron infraestructuras. En ningún otro país invadido se llegó a tales extremos, ni siquiera en Polonia.
Los alemanes se granjearon el odio de los rusos, y con razón, pero claro, en ese momento nadie pensaba en la paz.
Stalingrado
La Batalla de Stalingrado dio un vuelco a la situación. Los nazis sufrieron su peor derrota hasta el momento en la ciudad sobre el Volga, y a partir de febrero de 1943 todo sería retiradas. A finales de 1944, las tropas soviéticas ya luchaban en territorio alemán. En junio de ese mismo año, los aliados desembarcaron en Normandía y en pocos meses liberaron el resto de Francia. El tercer Reich se desmoronaba.
Era cuestión de tiempo, muchos lo sabían, excepto Adolf Hitler y sus más acérrimos colaboradores. El Führer aún creía en sus “armas milagrosas”. Soñaba en una batalla en la que la Providencia se pondría de su lado para vencer al enemigo de un plumazo. Obviamente, ni él ni sus cómplices vivían en la realidad.
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Alemania se desploma
Sin recursos y atacada por todos los frentes, la Alemania de Hitler estaba prácticamente derrotada desde 1944. De nada servirían sus armas milagro, como los V2 y el Me-262 que, aunque eficaces en su destrucción, llegaron muy tarde. Eso sí, sus fanáticos soldados no se daban por vencidos fácilmente.
Fue entonces cuando la cita comenzó a repetirse. “Disfruta la guerra, porque la paz será terrible”. De hecho, algunos historiadores como Ian Kershaw, creen que el mismo gobierno nazi la promovió para intentar que el miedo a las represalias aumentara el espíritu de lucha de sus soldados. Y funcionó.
Nada que perder
Pero además de las posibles consecuencias de la paz, muchos soldados alemanes ya no tenían nada que perder. Sus hogares habían sido destruidos por los bombardeos aliados, y en muchos casos, habían perdido a sus familias. La paz no serviría de mucho a un país arrasado.
Por si fuera poco, al personal militar ya veterano se le añadió el apoyo del Volkssturm, las “fuerzas de asalto del pueblo”, y de las Hitlerjugend, las Juventudes Hitlerianas. Ambos cuerpos incluían a todos los hombres entre 16 y 60 años, y fueron lanzados contra los soviéticos en las últimas semanas de la guerra.
Una idea perversa como pocas, sacrificar a la juventud de una nación para defender lo indefendible. Pero dicha iniciativa estaba basada en el mismo adagio de que la paz sería terrible, mejor continuar la guerra a ver si se consumaba el milagro. No había nada que perder.
Y la paz fue terrible…
Como no podía ser de otra manera, la paz sí fue terrible para los alemanes. No que algunos no se lo merecieran, pero también muchos inocentes sufrieron las represalias de los vencedores. Las cifras de mujeres violadas varían entre las decenas de miles y los dos millones. La mayoría se adjudican a los rusos, pero hubo también varios miles de mujeres violadas por soldados norteamericanos, británicos y franceses.
Después de la guerra, varios millones de ciudadanos alemanes fueron obligados a emigrar de los territorios perdidos en Prusia Oriental. Otros miles de ciudadanos de etnia alemana fueron expulsados de sus países, en el evento de emigración forzosa más grande de la historia.
También hubo fusilamientos de soldados que ya se habían rendido. Nuevamente, la mayoría a manos de los soviéticos, pero no todos, como el asesinato de los guardias del campo de Dachau, fusilados por tropas estadounidenses.
Sin embargo, y como suele suceder, fueron los inocentes los que más sufrieron. La mortalidad infantil en Berlín, por ejemplo, se disparó hasta el 90% en los meses que siguieron a la rendición.
No les fue mejor a los prisioneros de guerra en prisiones soviéticas. Menos del 5% volvieron a sus hogares.
Conclusión
Los soldados alemanes tenían muchas razones para decir que la paz sería terrible. Sabían bien de las atrocidades que ellos mismos habían cometido en los territorios ocupados, y sabían que el enemigo clamaba venganza.
Muchos se habían ganado el castigo a pulso, pero otros muchos pagaron los platos rotos. Para todos, la guerra fue terrible, y durante un tiempo, la paz también lo fue.
Interesante articulo.
Muchas gracias Alfredo! Un saludo…
excelente.
Muchas gracias Oskarmaría! Un saludo cordial…
Es lo que ocurre cuando se abre la caja de los truenos. Las guerras siempre son terribles
Hola Nostromo,
tienes mucha razón. Alemania inició la guerra creyendo que la ganaría en pocos meses, pero los nazis calcularon mal, muy mal. El problema es que fuero los de siempre los que pagaron los platos rotos…lo bueno es que ya es historia.
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.
Justamente hoy que fui al Imperial War Museum me quedé con la sensación de que la historia (aunque está muy bien contada por los ingleses en este museo) está manipulada en favor de los aliados que se pintan como los grandes héroes de la historia, claro, bien sabemos que la historia la cuentan los vencedores; pero a pesar de que el museo pasó a ser uno de mis favoritos me dejó ese sabor de boca, muy poca imparcialidad por parte de los ingleses (a mi punto de vista).
La sección del holocausto en el museo termina con la exposición de los periódicos sobre la liberación de los prisioneros, claro, poniéndose la camiseta de salvadores absolutos pero algo ahí no me cuadraba, ya sabía que los aliados habían cometido también barbaridad y media después del triunfo sobre Alemania. Justa y casualmente me pasé por tu blog unas horas después y me topé con este artículo que me sirvió de soporte, gracias por esta aportación.
Un saludo!!
Hola Sandy,
menudo paseote has dado por el que también es uno de mis museos favoritos. Una imponente colección de artefactos y documentos en un país que se vio involucrado directamente en los conflictos más importantes de los últimos tres siglos. Pero claro, el museo es inglés y no podemos esperar que alaben al enemigo, aunque es verdad que se hecha de menos algo de auto crítica.
La guerra es un fenómeno humano, terrible, pero cierto, inevitable. En todas las guerras se cometen atrocidades, en unas más que otras y unos bandos más que otros. La Segunda Guerra Mundial es un claro ejemplo, todos los bandos cometieron crímenes de guerra, y sólo uno fue castigado por ello. Pero bueno, los alemanes la iniciaron y la perdieron, es lo que pasa.
Espero tengas oportunidad de seguir inflándote de cultura…no engorda, y vas por muy buen camino para ser una chica tan joven.
Mil gracias por tu colaboración y por compartir tus experiencias. Un besín!
Estoy de acuerdo con Sandy. No debemos olvidar que esperar imparcialidad por parte de los ganadores es algo parecido a ver a un burro desplegar sus alas y echarse a volar. Pero en el caso de los ingleses es mucho peor, y con más razón cuando los perdedores son ellos, tal y como ocurrió, por poner dos ejemplos, en Cartagena de Indias y en Santa Cruz de Tenerife en 1741 y 1797 respectivamente.
En el capítulo de «ganadores», mención especial merece la primera foto que ilustra tu magnífico artículo, tomada en Dresde tras los salvajes bombardeos de los días 13, 14 y 15 de febrero de 1945. Una verdadera atrocidad, una hecatombe, una crueldad y un escarnio para los aliados. Esa es mi opinión Jesús, pero bien sabes que la comparte mucha gente.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo Ernst,
es normal que los bandos de un conflicto sean imparciales, cada uno barre para casa. Los ingleses son expertos en ello, y ya vemos, como bien mencionas, que les encanta convertir las derrotas en victorias. Peeeero, al menos en occidente, con el tiempo los historiadores sacan las verdades para que conozcamos la historia real. Por cierto, ese es uno de mis objetivos en este blog, y por eso me encanta desenmascarar mitos.
Y ya hablaremos de Dresden en los próximos días, Publicaré por fin algo en el aniversario.
Mil gracias y un abrazo!