Más de una vez he confesado que tiendo a emocionarme fácilmente. Las culpables son historias tristes o con final feliz, o mi propia nostalgia. Sólo una vez, sin embargo, esa emoción ha sido provocada por un objeto, un edificio para ser exacto, el Taj Mahal. Nunca he sentido nada parecido con ninguna otra obra del ingenio y el arte humano, ni de lejos. Lo tengo claro, es el edificio más bello del mundo.
La fotografía no le hace justicia al mausoleo dedicado a la Princesa Taj Mahal. La «Corona del Palacio». Primero, no he visto imagen o vídeo alguno que capte toda la paleta de colores y reflejos que se admira en directo. Tampoco se puede ver el detalle de las piedras incrustadas en su mármol blanco. Se pierden asimismo los efectos ópticos creados por sus arquitectos. En principio, una pena. La buena noticia es que está ahí, y se puede visitar.
Un príncipe enamorado
La historia de esta maravilla del mundo comienza a principios del siglo XVII, cuando el norte de la India y parte de otros países vecinos estaban gobernados por los mogules. Los mogoles eran una mezcla de turcos persas y mongoles, y ambos grupos afirmaban ser los herederos de Gengis Khan.
Gobernaba el Emperador Akbar en 1592, cuando de la uniçon de su hijo Jahangir con la princesa jagat Gosaini nació Mirza Shahabuddin Baig Muhammad Khan Shah Jahan, protagonista de esta historia y a quien conocemos como Shah Jahan. A los seis días de su nacimiento, el bebé fue llevado a casa de su abuelo, el Emperador Akbar, quien lo crió hasta su muerte, cuando Jahan tenía 13 años.
En 1605 Jahangir accedió al trono, Jahan pasó a ser uno de los posibles herederos, pues a pesar de ser el tercero de los hijos de Jahangir, no había una ley que diera el poder automáticamente al primogénito. Por esos días, a principios de su adolescencia, Jahan conoció a una princesa de una noble familia persa, Mumtaz Mahal (él le daria el diminutivo «Taj», «favorita»). En 1607 sus familias decidieron el matrimonio de los dos jóvenes, aunque no se casaron hasta cinco años después, en una fecha decidida por los astrólogos de la corte.
Extraño amor romántico
Casi desde el principio, llamó la atención de propios y extraños la intensa relación entre Jahan y Mahal. No es nada anormal que dos adolescentes se miren con algo más que atracción, pero los mogoles, al igual que otros pueblos del mundo actual, no conocían el amor romántico. No. Para ellos las relaciones afectuosas apuntan más hacia la familia, la patria y los dioses. El matrimonio es más bien una institución práctica. Pero entre Jahan y Taj Mahal había algo más.
Lo curioso es que el príncipe Jahan, antes de matrimoniarse con su amada, ya se había casado con al menos otra princesa. De hecho, tuvo varias esposas, todo un harem. Pero Mahal era su favorita, y para el gusto de la corte, pasaba demasiado tiempo con ella.
En Europa diríamos que estaban profundamente enamorados, y no lo ocultaban.
Y pasaron los años…
Jahan fue coronado emperador a la muerte de su padre en 1627. No fue fácil, pues antes tuvo que luchar con alguno de sus hermanos y su madrastra, a quienes terminó venciendo. Pasó el resto de la década, y algo más, apagando rebeliones, con éxito en la mayor parte de los casos.
Al mismo tiempo, Mahal se convirtió en una de sus asesoras más importantes como guardiana del sello real. Ella tenía la potestad de revisar todos los documentos antes de ser considerados oficiales, lo que le permitía pasar aún más tiempo con su amado. Por si fuera poco, le dio tiempo de parir 14 hijos.
Desgraciadamente, durante el último parto, Mumtaz Mahal murió tras una hemorragia. Era el 7 de julio de 1631. Supuestamente, en su lecho de muerte Mahal pidió a Jahan que construyera en su honor el mausoleo más hermoso sobre la Tierra.
El Taj Mahal
Las crónicas de la época retratan a Shah Jahan como un hombre devastado por la muerte de su esposa favorita. “La muerte de Mumatz Mahal lo paralizó”, cuenta un comentarista. El folclore local dice que ayunó durante ocho días, encerrado en su estancia.
No obstante, no tardó en ponerse manos a la obra para cumplir el deseo de su amada ausente.
Ese mismo año de 1631 eligió el sitio, en la ribera del Río Yamuna, que cruza la capital del entonces Imperio Mogol, Agra, y no muy lejos del Fuerte Agra, sede de los emperadores hasta 1638, cuando la capital fue trasladada a Delhi.
Sahan no escatimó ni esfuerzos ni recursos, y contrató a los mejores arquitectos, artesanos y talladores del país. Importó mármol de Makrana, en Rajastán, jaspe de Punjab, cristal y jade de China, turquesa del Tibet y lapislázuli de Afganistán, además de otras piedras preciosas. Se dice que se utilizaron 1,000 elefantes para trasladar todo ese material.
Antes de comenzar los trabajos, se llevó a cabo una impresionante labor de construcción de cimientos. Ya que el sitio elegido para el Taj Mahal estaba al lado de un río muy caudaloso, y uno que tendía a desbordarse, se cavaron 50 pozos que luego fueron rellenados de piedras para crear una plataforma estable.
Arquitectura
En varias ciudades del norte de la India hay varios sublimes ejemplos de arquitectura similar a la del Taj Mahal, y no por casualidad. Sahan se inspiró en otros mausoleos para diseñar su mausoleo. Los minaretes, por ejemplo, son copias de los que escoltan la tumba de su propio padre.
Las cuatro torretas en los ángulos del edificio principal, son idénticas a las que forman el mausoleo de su bisabuelo. Los cuatro pórticos, inspirados por la tumba de su abuelo. Nada nuevo por separado, pero el conjunto superó en belleza, elegancia y gracia a sus predecesores.
El elemento más llamativo del Taj Mahal, la cúpula, fue inspirada en el sepulcro de su abuelo. Construida sin ningún refuerzo interno, se eleva a más de 15 metros sobre el edificio, atrayendo la primera vista del visitante, que suele suspirar al verla.
La visita
Llegué al complejo en una temprana tarde de invierno a principios de esta década. Mi guía me había contado toda la historia antes de entrar, así que, una vez dentro, se centró en describir los detalles, y especialmente en los efectos ópticos que se observan en diversos puntos.
La entrada está formada por un grupo de arcos en un lateral del complejo. En el primer patio, a la izquierda y al frente, hay dos edificios en escuadra, de un sólo piso, con portales. Eran las habitaciones de los artesanos, algunos de los cuales vivieron ahí los 20 años que duró la construcción.
A la derecha hay un Iwan, un pórtico monumental con piedras preciosas, muy parecido a los que ya había visto en Samarkanda y Bukhara. El guía hizo que le diera la espalda al Iwan, y que me situara en el centro. Segundos después, me invitó a dar la vuelta.
Me quedé un buen rato sin poder decir ni hacer nada, era simplemente espectacular. Al fondo, perfectamente enmarcado por un arco y al final de un largo estanque, se veía el mausoleo, blanco impoluto, imponente.
Efectos
Realmente me gustaría tener el talento de los poetas para poder describir mejor la impresión que me causó verlo por primera vez, pero soy más bien de prosa. En cualquier caso, muy pocos en este mundo pueden hacerle justicia con la palabra. Espero las fotos lo hagan mejor.
Seguí las instrucciones de mi cicerone, que me sugería diversos puntos de vista para admirar el mausoleo en todo su esplendor. Curiosamente, mientras más se acerca uno al pórtico, el Taj Mahal más parece alejarse, y viceversa. Ya cruzando el arco, pude ver que en realidad no es tan grande, físicamente hablando.
Tuve la suerte de que se acercaba el atardecer, y que con cada grado que giraba la Tierra y el Sol se ocultaba, cambiaba el color del mármol, de blanco a azulado, de índigo a rosa, a naranja, y casi a rojo cuando el dios Helios exhalaba sus últimos suspiros.
Mayor sorpresa me llevé cuando vi que todo el mármol del edificio está repleto de piedras preciosas incrustadas, que le dan un aspecto como de caleidoscopio.
Por dentro el mausoleo es bastante pequeño. Aparte de un recinto central con las tumbas de Mahal y Jahan (réplicas, las verdaderas están en un sótano), no hay nada más. eso sí, las paredes están adornadas también con piedras preciosas, en algunos casos con versos del Corán.
El resto del complejo
A cada costado del Taj Mahal hay sendos mausoleos, levantados por Shah Jahan para otras de sus esposas. Cualquiera de estos monumentos llamaría la atención por separado, pero yo apenas y les mostré atención, y no era el único. La cola para entrar al interior del Taj Mahal se alargó más de una hora (que mi guía pacientemente aguantó mientras yo hacía clicks), pero en los otros mausoleos apenas y había gente.
Del otro lado del río hay una pequeña plaza de mármol negro. Según la leyenda, Jahan planeaba construir ahí una copia del Taj Mahal en ese color, para él mismo, pero la vida ni los recursos le dieron para comenzarlo.
Fue tal el esfuerzo de Jahan por complacer el último deseo de su amada, que incluso provocó una hambruna regional al desviar los envíos de trigo hacia Agra para alimentar a los trabajadores. Ocupado con la construcción, descuidó la administración del imperio. Aprovechando un periodo en el que enfermó, uno de sus hijos lo declaró incapaz de gobernar y lo confinó al Fuerte de Agra. Su único deseo, que desde su celda pudiese admirar el Taj Mahal.
Epílogo
Veinte años tardaron Jahan y los trabajadores en terminar su labor. Todos los elementos fueron utilizados por los arquitectos para escribir un homenaje al amor y la belleza, de la misma manera que un bardo compone sus poemas.
El Taj Mahal reina en el mundo como probablemente el más bello ejemplo de la arquitectura mundial, y no lo digo sólo yo. El Nobel de Literatura indio Rabindranath Tagore decía que era “una lágrima en la mejilla de la historia”. Es un edificio que emociona a cualquiera, un monumento al amor espiritual, y al ingenio y arte de sus constructores.
Pero no me hagas caso. Ve a verlo. Si hay un lugar en el mundo que yo te recomendaría visitar antes de pasar a mejor vida, es este. Lo tengo claro, y espero poder volver a verlo, y volveré emocionarme, Y volveré a pensar en Mumtaz Mahal, y en Shah Jahan, y en los miles de artistas que plasmaron la belleza en piedra. Gracias a ellos, Taj Mahal vive eternamente.
Gracias, muchísimas gracias, por haber compartido tu emoción con todos nosotros. Gracias por esas fotos y esa prosa, describiendo el gran Amor de un hombre para una mujer.
Felicidades porque pudiste decidirnos a visitar eso grandioso monumento.
Hasta pronto.
Un abrazo.
Eugène (o Eugenio)
Hello Eugene,
que gusto leer tus palabras. Espero que todo vaya bien allá por el norte… 😛
El Taj Mahal es verdaderamente un edificio grandioso, que emociona a cualquiera. Si no has tenido oportunidad de visitarlo, te lo recomiendo sin duda. Es simplemente impresionante, y bellísimo, un gran ejemplo de las cosas buenas que podemos hacer los humanos…
Mil gracias nuevamente y un fuerte abrazo!