Yo suelo considerarla la Roma de nuestro tiempo. Es la capital mundial del dinero, origen de movimientos artísticos, y la víctima de todas las catástrofes que a Hollywood se le pueden ocurrir. Pero para la mayoría, Nueva York es simplemente, la Gran Manzana.
No tiene nada que ver con el cultivo de la fruta, ni con sus bloques urbanos, conocidos como “manzanas” en algunos países hispano-parlantes. Tampoco es un apodo muy antiguo, apenas popularizado en los años 30 del siglo pasado.
El apelativo con el que conocemos a Nueva York, fue la ocurrencia de un par de hombres, y uno de ellos, es el responsable de su popularización. Era un periodista deportivo que, como muchos, le encantaba inventarse apodos para no tener que estar repitiendo el mismo nombre una y otra vez.
Y la idea cuajó.
Metáfora
Según mis amigos de Today I found Out, la primera equiparación de Nueva York con una manzana se hizo en una novela. “El Viajante”, de Edward Martin, se publicó en 1909. Ahí, su autor se refiere a la ciudad de los rascacielos como “la gran manzana”:
“Kansas bien puede ver a Nueva York como una ciudad codiciosa… se inclina a pensar que la gran manzana se lleva una parte desproporcionada de la savia nacional…”
Y no era para menos. Entonces, como ahora, Nueva York era el foco de atención de muchos, por su tamaño, por su poder, por su incuestionable ambición. Y siempre, las ciudades que triunfan, como los hombres, son envidiadas y criticadas.
La cosa es que aquel primer bautizo de la gran manzana no cuajó. De hecho, el libro de Martin apenas y tuvo difusión, y aquello de la gran manzana pasó desapercibido. Pasaría una década hasta que alguien volviese a intentarlo.
Apodos en el deporte
Iniesta de nuestra vida, es “el de Fuentealbilla”. Javier Hernández heredó lo de “el chicharito” de su padre, también profesional del balompié. Hay locos, torpedos, bombarderos, batigoles y magos. A pocos jugadores no se les conoce un apodo.
Desde niño sospechaba yo de la razón, y luego esta me fue confirmada por un deportista deportivo que conocía hace muchos años. Aparte de intentar ser el autor de un apodo famoso, a los comentaristas les viene bien usar apelativos para no tener que usar el nombre del jugador cada vez que toca el balón.
Lo mismo con los nombres de los equipos, y de las ciudades. Hay merengues, indios, culés, cementeros, millonarios, y muchos más. De hecho, los equipos suelen tener más de un apelativo. Y por la misma razón, para no tener que estar repitiendo el mismo nombre durante la transmisión.
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La Gran Manzana
Allá por mediados del siglo XIX, avances en la agricultura estaban permitiendo mayores y mejores cosechas. También en la segunda mitad del siglo, los territorios del noroeste estaban siendo pacificados, esto es, los indios habían sido vencidos.
Alrededor de 1890, comenzaron a llegar a la costa este unas grandes y rojas manzanas. Provenían del estado de Iowa, ahora famoso por el maíz. Eran carnosas, jugosas y de muy buen ver, y llegaron a conocerse como las grandes manzanas. La gente pronto comenzó a referirse a algo grande y bueno como una gran manzana.
Era algo así como decir “the big enchilada”, o “la leche”. Algo grande, bueno, apetecible.
Nueva York, una gran manzana
Había una vez un periodista deportivo llamado John J. Fitz Gerald. Durante un viaje a Nueva Orleans, escuchó que los negros de la ciudad se referían a Nueva York como “la gran manzana”. Se referían a los grandes premios que solían darse en los hipódromos de la ciudad. A Fitz Gerald le gustó tanto que decidió adoptarlo.
De hecho, su columna en el Morning Telegraph pasó a llamarse “Around the Big Apple” (Alrededor de la Gran Manzana). El 3 de mayo de 1921, refiriéndose a una carrera de caballos, publicó:
“J. P. Smith, con Tippity Witchet y otros de la cuadra L. T. Bauer, están programados para representar a “la Gran Manzana” mañana, después de una muy buena campaña de Primavera en Bowie y Havre de Grace.”
Poco a poco, esta vez sí, el apodo de Gran Manzana cuajó en la psique de los neoyorquinos, que lo aceptaron y utilizaron en ámbitos alejados del deporte. Canciones, poemas y, sobretodo, eslóganes publicitarios, terminaron por popularizar el término.
Ahora bien, después de la Segunda Guerra Mundial, la gente dejó de referirse a Nueva York como “la Gran Manzana”, nadie sabe por qué. Entonces, en los años 70, la Oficina de Turismo y Convenciones de Nueva York, por sugerencia de su Presidente, Charles Gillett, decidió aprovechar el abandonado título.
Gillett personalmente repartía botones y pegatinas con el logo. Sobra decir que la campaña fue todo un éxito.
Otras versiones
Pululan en internet diferentes versiones del tema. Según el obituario de Gillett en el New York Times, fueron los músicos de jazz los que popularizaron el término “gran manzana”. “Hay muchas manzanas en el árbol, pero cuando coges Nueva York, coges la Gran Manzana”, refiriéndose a la posibilidad de tocar en Nueva York.
También me he encontrado con una versión más “caliente”: Supuestamente, hubo en el Nueva York de 1870, un célebre burdel. Su madame, gustaba de llamar a sus empleadas “mis bellas y apetecibles manzanas”, y de ahí a la Gran Manzana.
No obstante, la historia de John j. Fitz Gerald es la más aceptada. Del resto apenas y hay pruebas. Si algún día surge algo nuevo, seguro habrá quien lo publique. Yo el primero.
Mientras tanto, me quedo con lo conocido. Nueva York es la Gran Manzana por culpa de un periodista deportivo. Pocos como ellos para poner apodos.
Genial el artículo!
Muchas gracias Daniel! Me siento muy halagado! 😛 Un abrazo!
Hay muchos lugares en la sociedad sobre la tierra con nombre propio no sabemos en realidad; como en este caso de la gran manzana. algo e aprendido hoy. es muy importante en nuestra agenda.
Hola Apolonio,
bien dices que nos queda mucho por aprender, gracias a Dios, diría yo. Aprender algo cada día no es sólo necesario, sino ampliamente satisfactorio. Es una de las cualidades que nos hacen ser humano, además de divertido. Me halaga que ta haya gustado, y agradezco tus palabras.
Un cordial saludo.