Hablar de Charles Lindbergh es hablar de uno de los hombres más famosos del siglo XX. Piloto aviador, inventor, explorador, esposo y padre, y figura controvertida, “Lindy” aseguró su lugar en la historia cuando se convirtió en la primera persona en cruzar, solo y sin escalas, el Atlántico.
Seguro que por esa hazaña lo conoces, al igual que yo. Su vuelo en el Spirit of St Louis en 1927 fue uno de los momentos clave en la ciencia y arte de la aviación, y fue premiado y admirado por ello.
Pero hay mucho más en la vida de este singular personaje que a veces se queda escondido en los rincones de las bibliotecas. Éxitos y desgracias llenan las páginas de su biografía, de por sí extensa, sin que él perdiera la compostura.
Hace unos días, me encontré con una anécdota de su vida que no conocía. La voy a contar este fin de semana en otra entrada, pero creo necesario hacer antes un resumen de su vida.
“Slim”
Charles Augustus Lindbergh nació el 4 de febrero de 1902, en Detroit, Michigan. Sus primeros años los pasó en Little Falls, Minnesota, y Washington D.C., Charles Lindbergh padre, que había emigrado desde Suecia cuando niño, era miembro del Congreso de Estado Unidos.
Lindy era un chico alto, delgado, y muy tímido. Su infancia se vio marcada cuando sus padres se divorciaron en 1909. A partir de ahí, el joven Charles pasaría temporadas con su padre y con su madre, alternativamente. Rara vez pasó más de un año en la misma escuela.
Desde muy temprana edad mostró gran interés por los vehículos motorizados, primero con el coche de su padre, un Saxon Six, y luego con su propia motocicleta Excélsior. Cuando llegó la hora de decidir su futuro, en 1920, se enroló en la carrera de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Wisconsin-Madison.
En su estancia en dicha institución, Charles descubrió su verdadero llamado, el aire. A pesar de que nunca había visto un avión de cerca, se matriculó en la escuela de vuelo Nebraska Air Corporation. El 9 de abril de 922 voló por primera vez, como pasajero.
Volar, como sea
Charles Lindbergh comenzó sus clases de vuelo, pero las tuvo que suspender durante una temporada para ganar dinero. Eligió trabajar como “Wing Walker”, la arriesgada acrobacia de caminar sobre las alas de un avión en pleno vuelo. También trabajó brevemente como mecánico.
En mayo de 1923, y con la ayuda económica de su padre, Charles compró su primer avión, un antiguo Curtiss JN-4 que el ejército había utilizado como aeronave de entrenamiento en la Primera Guerra Mundial.
En el mismo aeródromo donde le entregaron su avión, Charles recibió un par de horas más de formación. Luego, se atrveió a volar en solitario. El resto del año, y ya con su licencia de piloto, Charles Lindbergh se convirtió en uno de los muchos “Barnstormers”, los acróbatas pioneros de la aviación que recorrían el país dando exhibiciones.
Tenente Charles Lindbergh
En marzo del ‘24 Lindbergh, a quien su familia llamaba “slim” (flaco), llegó al Campo Brooks del ejército para recibir instrucción como piloto militar. Ahí tuvo su primer y peor accidente aéreo, cuando su avión chocó contra otro durante unas maniobras. Charles saltó y sobrevivió.
Un año después se graduó en lo más alto de su clase, y fue nombrado 2º Teniente de la Reserva Aérea. Como en tiempos de paz no había necesidad de pilotos militares, Charles volvió a las acrobacias, y a dar clases de vuelo. No obstante, continuó entrenando con el ejército, y para 1926 ya era capitán.
Correo Lindbergh
Recién graduado de la academia, Lindbergh fue contratado para volar en el servicio de correos. La Robertson Aircraft Corporation le ofreció la ruta St. Louis-Chicago, en la que cuatro pilotos hacían el viaje en biplanos De Havilland DH-4.
En dos ocasiones, haciendo la ruta de la RAC, Charles tuvo que saltar en paracaídas por problemas mecánicos. En ambos casos, una vez en tierra se encargó de recoger el correo de los restos del avión, y entregarlo en su destino.
Pero para entonces la mente de Charles Lindbergh ya estaba rumiando otra idea. En 1919, un hotelero francés radicado en Nueva York, Raymond Orteig, ofreció una recompensa al primer piloto que lograra cruzar el Atlántico, solo, y sin escalas.
En la primera mitad de la década de 1920, muchos lo intentaron, y murieron en el intento. El Atlántico ya había sido cruzado una vez, pero por dos pilotos, los británicos John Alcock y Arthur Brown, quienes volaron de St.John’s, Newfoundland a irlanda. Charles pensó que él podía hacerlo solo, y ganar los 25,000 dólares del Premio Orteig.
El Spirit of St. Louis
Para cumplir con el reto, y antes que nada, hacía falta un avión. Charles Lindbergh no tenía uno, pero sí quien le patrocinara su compra. Él mismo puso 2,000 dólares de su dinero, la RAC puso otros 1,000, y un par de hombres de negocio de St. Louis le avalaron por un préstamo de 15,000.
Con el dinero en la mano Charles marchó a California para buscar quien le construyera un avión, tal y como él lo necesitaba. Varias empresas accedieron, pero ponían como condición nombrar al piloto. Lindbergh las rechazó.
Finalmente, la Ryan Aircraft Company de San Diego aceptó el encargo, a cambio de US $10,580. Dos meses después, Lindbergh hacía sus primeras pruebas en su Spirit of St. Louis. A mediados de mayo, y con sólo unas semanas de vuelo en el nuevo avión, ya estaba en Nueva York, listo para partir en su aventura.
El Águila Solitaria
El Spirit of St. Louis era un monoplaza, monomotor, con estructura de metal cubierta de tela. Fue diseñado por Donald A. Hall, siguiendo las instrucciones de Lindbergh. El gobierno le asignó la matrícula N-X-211, la “X” por considerarlo un avión experimental.
Lindbergh despegó del Aeródromo Roosevelt en la madrugada del viernes 20 de mayo de 1927. Su destino era París; su meta, ganar el Premio Orteig. El avión iba cargado con 1,700 litros de gasolina, un par de sandwiches, y un termo de café.
Lindbergh utilizó las estrellas y la navegación por estimación para guiarse. La travesía fue compleja, pues el tiempo no ayudaba. Durante varias horas, el Spirit of St. Louis voló a ciegas a través de la niebla, y a ratos, Lindbergh tuvo que volar al raso de las olas para que la espuma le mantuviera despierto.
La primera señal de que se acercaba a la costa fue un grupo de botes pesqueros. Lindbergh dio vueltas sobre uno de ellos, y pudo ver la cara del pescador que, sin embargo, no le hizo ninguna señal. En cualquier caso, y a una veintena de kilómetros, estaba la costa de Irlanda.
París
El Spirit of St. Louis aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget de París a las 10:22 de la noche el 21 de mayo. El tiempo total de vuelo había sido de 33 horas y media. La recepción fue apoteósica.
Más de 150,000 personas se acercaron al aeródromo para dar la bienvenida a Lindbergh. La multitud había creado el atasco más grande en la historia de París, hasta entonces. De hecho, tantas luces habían confundido a Lindy, creyendo que ese no era el aeropuerto.
Cuando tocó tierra las cosas fueron a peor. La multitud rompió el cerco montado por la policía y rodeó el avión. Mientras unos cargaron al piloto durante “media hora”, otros arrancaban trozos de la tela del avión como souvenirs. El ejército tuvo que rescatarlo de la masa.
Charles Lindbergh se había convertido en el primer humano en cruzar el Atlántico, volando en solitario, y sin escalas. También se convirtió en uno de los hombres más famosos del planeta.
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Fama
Lindbergh fue recibido por el Presidente francés Gastón Doumergue, quien le concedió la Legión de Honor. Decenas de periodistas le pidieron entrevistas, y le hicieron miles de fotos. La recepción en su patria fue aún más rimbombante.
Lindbergh llegó a Washington y fue recibido por el Presidente Coolidge. Este le concedió la Cruz de Vuelo Distinguido. En Nueva York, le recibieron con un desfile, y el alcalde lo recibió con toda la pompa, además de ofrecer un banquete para 500 invitados en su honor,
A Charles LIndbergh le cayeron ofertas de empleo en decenas de empresas y universidades. El ejército lo ascendió a Coronel de la Reserva, y el Congreso de Estados Unidos le otorgó la Medalla de Honor. También recibió, claro está, el Premio Orteig.
En enero de 1928, la revista Time publicó por primera vez su portada de “hombre del año”, y eligió a Lindbergh, quien sigue siendo el más joven en recibir tal honor. La oficina de correos sacó una estampilla con el Spirit of St. Louis y el mapa de su trayecto (no se imprimen estampillas postales con personas vivas).
En el buen estilo estadounidense, Charles Lindbergh fue invitado a dar una gira por 87 ciudades norteamericanas, hablando de su vuelo, y por supuesto, publicó un libro, el primero de 15. WE vendió 600,000 copias el primer año, y Lindbergh ganó una fortuna.
Durante el invierno de 1927-1928, la gira se extendió a Latinoamérica, visitando 16 países. En una de esas visitas, Lindy tuvo un encuentro que cambiaría su vida.
Charles Lindbergh el hombre
En la Ciudad de México, Lindbergh fue recibido por el embajador norteamericano Dwight Morrow. El también asesor de JP Morgan, tenía una hija, Anne, quien conoció a Lindy el 27 de diciembre de 1927 en la capital mexicana.
La pareja congenió inmediatamente. Ambos eran tímidos, serios, y responsables. Lindy la cortejó como se hacía a la antigua, y la pareja contrajo matrimonio el 27 de mayo de 1929. Tendrían seis hijos en los próximos 15 años, aunque uno de ellos sería la causa de la mayor tragedia que le puede suceder a un padre.
Pero esa ya es otra historia, una que contaré, no hoy, mañana…
Buen relato, su vida toda una aventura. me gusto lo de Mexico. gracias por la publicacion.
Hola Alberto,
en verdad la vida de Charles LIndbergh fue toda una aventura, y aún queda. Entre hoy y mañana publico dos artículos más sobre él.
Mil gracias por tus amables palabras. Un cordial saludo.
Y entre los precedentes de vuelos no en solitario y con escalas no podemos olvidar el raid del «Plus Ultra», con Ramón Franco, Julio Ruiz de Alda, Pablo Rada y Juan Manuel Durán, efectuado entre el 22 de enero y el 10 de febrero de 1926. Este hidroavión partió de Palos de la Frontera (Huelva) y sus escalas fueron Las Palmas de Gran Canaria, Praia (Islas de Cabo Verde), Isla Fernando de Noronha (Brasil), Recife, Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires.
Conozco lo que le pasó al bueno de «Lindy» después de aquel 1929, querido Jesús. Espero impaciente la segunda y tercera parte.
Como siempre, excelente tu artículo. Un fuerte abrazo.
Hola Ernst,
definitivamente el vuelo del Plus Ultra fue una hazaña. Da igual, en mi opinión, si hicieron escalas o no. Pero los gringos son muy buenos para el marketing, y cualquier cosa que ellos hagan siempre recibe más publicidad. Sin duda escribiré algún día sobre el Plus Ultra y su tripulación. Voy a leer algo al respecto…
Mil gracias como siempre y un abrazo!