Es muy probable que al oír la palabra bikini, lo primero que te venga a la mente sea un cuerpo escultural en la playa. Y no es de extrañar. Con esa palabra nos referimos a un tipo de bañador de dos piezas, muy popular en las últimas décadas.
Pero antes de traernos dulces recuerdos y evocar alegres imágenes playeras, Bikini era un término negativo. Curioso, pues Bikini era, y es, una paradisíaca isla en el Pacífico, una tierra de playas, cocos y mares de turquesa.
Hasta que llegó la guerra, la energía atómica, y el Pentágono, y echaron todo a perder. En 1946, el gobierno de Estados Unidos eligió a Bikini como el sitio para sus pruebas nucleares. Los habitantes fueron evacuados, y en un periodo de doce años, siete grandes bombas nucleares fueron detonadas sobre el atolón.
Hasta la década de 1970, ninguno de sus antiguos habitantes pudo volver. Cuando pudieron, sus descendientes ya no quisieron. Para ellos, Bikini sigue teniendo una connotación negativa.
Regalos de Dios
Las Islas Marshall son un archipiélago situado en el Pacífico Sur, al noreste de Australia y al suroeste de Hawaii. Compuesto de aproximadamente 1,100 islas y atolones, las Marshalls se extienden más de 1,000 kilómetros de punta a punta, y ocupan un área total de 181.5 kilómetros cuadrados. En la lengua local, El archipiélago lleva el nombre de “Jolet Jen Anij”, (Regalos de Dios).
Las Marshall son de origen volcánico, y como tales, muchas de ellas son atolones. Esta singularidad geográfica, se forma cuando un arrecife de coral nace alrededor de una isla. Con el tiempo, la isla desaparece bajo la superficie por la erosión, y el anillo de arrecifes permanece, rodeando una laguna.
Ese es el origen del Atolón Bikini, formado por cuatro pequeñas islas, Bikini, Eneu, Nam y Enidrik, unidas por largas playas. El nombre de Bikini nació de la mala pronunciación de su nombre original, “Pikinni”, que significa “Tierra de Cocos”.
Las Islas Marshall fueron descubiertas para los europeos por Fernando de Magallanes. Subsecuentes visitas por ingleses y españoles terminó con el reconocimiento de la autoridad española. España vendió las islas al Imperio Alemán en 1885, y Bikini pasó a llamarse Eschscholtz.
Japón y la guerra
Durante la Primera Guerra Mundial, los japoneses invadieron las Marshall, y durante décadas explotaron su riqueza en cocos, para exportar la fibra de la copra y el taro, una planta con un suculento y nutritivo tubérculo.
En 1920, la Liga de las Naciones organizó el Mandato del Pacífico Sur, una entidad que reunía a las Marshall con otras islas de Micronesia, bajo el mando de Japón. En la Segunda Guerra Mundial, las islas fueron utilizadas como bases navales por los japoneses, hasta que Estados Unidos las liberó en 1944. Las Islas Marshall son en la actualidad son parte de los Estados Federados de Micronesia.
Bikini y las pruebas nucleares
No obstante, antes de ser un estado independiente, las Islas Marshall quedaron bajo el mandato de Estados Unidos. En 1946, Washington eligió el Atolón de las Bikini para llevar a cabo pruebas nucleares.
El propósito de las pruebas era observar el daño que una bomba nuclear podría producir en una flota armada. La marina situó decenas de embarcaciones de todo tipo, desde un portaaviones hasta lanchas de desembarco.
El 1 de julio, como parte de la Operación Crossroads, la primera bomba sobre las Bikini, Gilda, fue detonada a una altura de 160 metros. La bomba, de 23 kilotons, cayó a 400 metros del punto elegido, y no tuvo el efecto deseado sobre los barcos situados en la laguna.
La segunda, “Helena de Bikini”, fue detonada a 27 metros de profundidad, nuevamente en el centro de la laguna. Tampoco tuvo el efecto deseado, y la marina tuvo que suspender una tercera prueba.
En 1954 volvieron las pruebas a Bikini. Con seis explosiones nucleares en el atolón. El 1 de marzo, la Bomba “Shrimp” explotó con una potencia mayor de lo esperado. Shrimp destruyó las infraestructuras permanentes en el atolón, y contaminó la laguna.
Aún así, las pruebas prosiguieron, para un total de 25 bombas sobre las Bikini.
Relacionado: De cómo Estados unidos se apoderó de Hawaii.
Evacuaciones
Aparte del complejo trasfondo ético de las pruebas, al Gobierno de Estados Unidos se le presentó otro problema. Bikini, al igual que otros muchos atolones de las Marshall, estaba habitada.
Para ser exactos, 169 isleños, repartidos entre Bikini y Eneu, llamaban hogar al atolón. Claro está, antes de detonar las bombas había que evacuarlos. Y eso hizo el gobierno yanqui, aunque sin ser honesto con las consecuencias.
Los habitantes de Bikini, convencidos de que las pruebas se hacían para promover la paz en el mundo y terminar con todas las guerras, aceptaron la oferta y fueron evacuados al atolón de Rongerik, a unos 200 kilómetros al este de Bikini.
Rongerik, con sólo un 15% del área de Bikini, pronto se demostró insuficiente para proveer a sus nuevos habitantes. Cuando pensaron que ya podían volver, se les informó que la limpieza tardaría un poco más, y se les trasladó al atolón de Kwajalein.
A ese mismo atolón fueron evacuados los habitantes de Rongelap, vecino de Bikini. Tras la prueba Castle Bravo, la bomba “Shrimp” había sido mucho más poderosa de lo esperado, y había contaminado a Rongelap. Muchos de sus habitantes sufrieron quemaduras, inflamación de las extremidades, vómitos, diarrea y fatiga.
Lleno Kwajalein, los isleños de Bikini se decidieron por otra isla, más alejada pero también más pequeña, Kili. Ahí permaneció la mayoría, y sus descendientes hasta la actualidad.
De vuelta a Bikini
Sólo cuando los nativos protestaron por el abandono y sus paupérrimas condiciones en Kili, el Gobierno de Estados Unidos se decidió a hacer algo. Los habitantes originales de Bikini no pudieron verlo, pero sus descendientes recibieron finalmente una compensación de 125 millones de dólares por los daños causados en el archipiélago.
Además, Washington sigue abonando cantidades anuales a los habitantes de Kili. Este último punto también ha sido criticado porque los isleños se han acostumbrado a los subsidios y han abandonado sus prácticas ancestrales.
Los habitantes de Rongelap, por su parte, denunciaron a la Atomic Energy Comission por haberlos utilizado como conejillos de indias para investigar los daños de la radiación, sin haberles pedido permiso.
La misma queja pusieron los habitantes de otras islas e islotes de la zona, al igual que un grupo de pescadores japoneses que se encontraba faenando cuando la explosión de “Shrimp”.
Epílogo
Precisamente aquella detonación de potencia inesperada, y sus consecuencias, llevaron Estados Unidos a descontinuar las pruebas submarinas. Las protestas de organizaciones internacionales también contribuyeron a la moratoria de pruebas nucleares en 1963.
Algo tarde para los habitantes de Bikini. Perdieron sus tierras, su medio de vida, y recibieron poco a cambio. Se les ha ofrecido volver a su atolón, pero ya no confían en las autoridades estadounidenses. No los culpo.
En cualquier caso, Bikini se ha convertido en la actualidad en un paraíso para los submarinistas. A pesar de que los niveles de radiactividad no son idóneos, se permiten visitas de pocos días. Eso sí, hay que tener mucho dinero, pues cada excursión puede ascender a más de 5,000 dólares.
Bikini es un atolón, y de ahí surgió el nombre del famoso bañador. Un paraíso en el Pacífico, se convirtió en una palabra que significaba destrucción. Poco a poco la isla se va recuperando, esperemos que su reputación también.