Como mencioné en la primera parte de este relato, en noviembre de 1978, 909 personas murieron en el asentamiento de Jonestown, en Guyana. En principio se trató de un suicidio colectivo, aunque tras la investigación se comprobó que muchos fueron obligados, especialmente los niños.
La masacre de Jonestown es uno de los más radicales eventos de este tipo, en los que los miembros de una secta deciden quitarse la vida con el fin literal de “pasar a mejor vida”. La diferencia del suicidio de Jonestown es que la causa no era religiosa, sino política. Fue un suicidio por comunismo.
Los miembros de la “Iglesia del Templo”, se sentían perseguidos, como cualquier otra secta. Esa era el mensaje que su líder, Jim Jones, no se cansó de proclamar. No importa que tal persecución no existiese como tal. El único problema, es que antiguos miembros de la secta reclamaban la salida de sus familiares.
Jonestown fue un suicidio por comunismo porque sus miembros, y su líder, creían que el sistema capitalista era el anticristo. Creían que el comunismo era la respuesta, y dieron la vida por ello.
El Paraíso en Guyana
En 1963, camino de Brasil, donde Jim Jones pensaba establecer su colonia comunista, hizo escala en la entonces colonia británica de Guyana, en Sudamérica. Una década más tarde, cuando su congregación se enfrentó a problema legales en California, Jones volvió a fijarse en Guyana.
Para entonces ya no era una colonia, sino una república. Mejor aún, estaba gobernada por un gobierno socialista, que cada día se movía más hacia la izquierda. Jones no tardó en contactar con el Primer Ministro, Forrest Burnham, para alquilar una gran parcela.
En 1974, gobierno y Jones llegaron a un acuerdo por algo más de 15 kilómetros cuadrados de jungla, a unos 240 km. al oeste de la capital, Georgetown. No era tierra muy fértil, y el río más cercano estaba a 11 km., pero eso no pareció importar a Jones.
Al año siguiente se comenzó la construcción de un asentamiento. Chabolas de madera y poco más. Los primeros miembros de la congregación llegaron a mediados de 1976. La mudanza final sólo ocurrió cuando Jones se vio acorralado en su país natal.
Fuga más que emigración
El asentamiento, obviamente, fue bautizado por su líder como Jonestown. Su intención era la de construir un “paraíso socialista”, alejado de la inferencia de los gobiernos, y de la prensa. Precisamente, lo que motivó a Jones a hacer la mudanza final fue la advertencia de que un periódico iba a publicar un reportaje cargado de quejas de abusos de antiguos miembros de la secta.
Aquel verano de 1977, varios cientos de miembros acompañaron a Jones para unirse a los que ya estaban en la colonia, Jones se entrevistó con miembros del gobierno de Guyana, quienes confirmaron sus acuerdos.
Jones también se reunió, en al menos dos ocasiones, con agentes de la KGB en Georgetown. La política de la URSS hacia Jones y su secta era ambigua. Por una parte, no le hacían ascos a su promoción del comunismo; por otra, creían que Jones estaba un poco chiflado.
La Utopía en problemas
Desde la llegada de Jones a la colonia, las cosas fueron de mal en peor. La emigración masiva de feligreses sobrepasaron la capacidad de alojamiento de las chabolas. Jones también vivía en una de ellas, pero con mucha menos gente Ya sabemos, iguales, pero unos más iguales que otros.
Además, Jones contaba con una pequeña nevera, en la que siempre había algo de carne, huevos y refrescos. Para el resto de ocupantes de la “utopía agricultural” la comida consistía en poco más que una sopa al día, y de vez en cuando algo de carne.
La razón principal para los problemas es que los cultivos simplemente no estaban teniendo el rendimiento adecuado. La realidad es que ninguno de los líderes ni de los colonos sabía lo que hacía. Para Jones, como buen comunista, eso no importaba, el trabajo y la ideología debían dar por sí solos los rendimientos esperados.
Jonestown tuvo que importar alimentos casi desde el primer momento, y eso drenaba los fondos de la comunidad. Para intentar ocultar los problemas, Jones pisó el acelerador del adoctrinamiento.
Propaganda comunista
A los emigrantes se les había prometido un “paraíso socialista”, en el que la vida sería perfecta, todos iguales, y en armonía. Cuando dichas promesas no se cumplieron, Jones eligió distraer al personal, y a echar la culpa a otros.
La KGB se encargó de suministrar a Jones de una gran cantidad de material propagandístico. Todas las noches se exhibían documentales y películas críticas con Estados Unidos y con el sistema capitalista, a la vez que se hacía apología del comunismo. No faltaban las alabanzas a Stalin, Mao, Pol Pot, Robert Mugabe y Kim Il Sung.
Los sermones de Jones, nunca religiosos, sólo hablaban de cómo Jonestown era la respuesta a los ataques de las grandes empresas estadounidenses, y de cómo la colonia era el mejor experimento de una utopía socialista.
De hecho, Jones afirmaba que los habitantes de Jonestown eran los comunistas más puros y los más felices. Daba igual que la evidencia apuntara en sentido contrario.
Las Noches Blancas
Acuciado por los problemas en Jonestown, su líder buscó culpables. La CIA y otras agencias “imperialistas, según él, estaban planeando la destrucción de Jonestown y de sus habitantes. Ante tal amenaza, Jones les ofreció cuatro alternativas.
La primera, emigrar a la Unión Soviética (la URSS nunca discutió con Jones tal posibilidad); la segunda, escapar a la jungla y vivir de la tierra; la tercera, quedarse en Jonestown y luchar; y la cuarta, lo que él llamó un “suicidio revolucionario”.
Como las tres primeras tenían pocas posibilidades, Jones se centró en la cuarta. Para ello, creó las llamadas “Noches Blancas”, en las que se prepararon y llevaron a cabo simulacros de suicidio masivo.
Los colonos tomaban un refresco (Flavor-Aid, parecido al Kool-Aid), que en un supuesto estaría mezclado con cianuro y otros medicamentos. Muchos voluntarios se ofrecieron a probarlo, sin saber si el refresco llevaba el veneno o no.
Al final, Jones les confesaría que sólo eran pruebas de su lealtad y disposición al sacrificio. En las dos “Noches Blancas” de simulacro, nadie sufrió ningún daño.
Aumentan los problemas
Jonestown no sólo sufría de hambre y adoctrinamiento. Aunque por su naturaleza son lentos, los problemas legales comenzaron a aumentar. Uno de ellos se refería a dos antiguos miembros, Tim y Grace Stoen, quienes habían demandado a Jones para recuperar a su hijo de cinco años, retenido en Jonestown.
Los tribunales de Guyana dieron una y otra vez la razón a los padres, pero Jones rechazó liberar al pequeño. Entonces, un juez expidió una orden a la colonia para que entregara al niño. La respuesta de Jones fue una muy típica de los sectarios: la conspiración.
Jim Jones llegó a pensar que el Ejército de Guyana entraría en Jonestown para recuperar al hijo de los Stoen. Al menos eso anunció a la congregación. Les dijo que estaban a punto de ser atacados, y decretó Seis Días de Sitio, en el que volvieron a ensayar el “suicidio revolucionario”.
El ataque nunca llegó, pero Jones se dio cuenta de que ya no podía confiar en las autoridades de Guyana. Nuevamente buscó alternativas para emigrar. Los gobiernos de Cuba, Albania, Yugoslavia, Corea del Norte y otros “paraísos comunistas” recibieron cartas indagando sobre las posibilidades de emigración.
Ninguno respondió. Sólo Feodor Timofeyev, dirigente de la Unión Soviética, acudió a Jonestown, y aseveró que la URSS acogería a “sus hermanos” con los brazos abiertos. No hubo ofertas concretas, pero la crisis se desinfló.
Parientes preocupados
Mientras tanto, En Estados Unidos, un grupo de familiares de colonos retenidos en Jonestown se organizó. Crearon el grupo de “Familiares Preocupados”, Tim Stoen escribió una carta a todos los miembros del Congreso en Washington, al Departamento de Estado y al Gobierno de Guyana.
El grupo pedía simplemente que se investigaran las muchas quejas de abusos en Jonestown, y la libertad de sus familiares. En abril de 1978, los Familiares Preocupados (Concerned Relatives) entregaron un paquete con documentos que evidenciaban, no sólo los abusos, sino las paupérrimas condiciones de los colonos.
Por su parte, defensores de Jones también escribieron cartas. Harvey Milk, por ejemplo, escribió al Presidente Jimmy Carter diciendo que Jones era “un hombre cabal”, y que sus acusadores sólo querían dañar su reputación publicando mentiras.
Delegación a investigar
Finalmente, el Congreso De Estados Unidos decidió enviar una delegación para investigar las acusaciones. El Representante de California Leo Ryan (imagen), se ofreció para encabezar la delegación, que incluyó a 19 personas.
Además de Ryan, viajaron una de sus ayudantes, un representante del Ministerio de Información de Guyana, un diplomático de la Embajada Norteamericana en el país, varios reporteros, fotógrafos y cámaras del San Francisco Examiner, del San Francisco Chronicle, del Washington Post y de la NBC.
Acudieron también varios miembros del grupo de Familiares Preocupados, Liderados por Tim y Grace Stoen.
En un principio, Jim Jones se negó a dejarlos entrar en Jonestown, pero finalmente permitió a Ryan y a tres más entrar. Otro grupo llegó por la tarde. Primero les recibió con diatribas sobre la supuesta conspiración, pero por la noche cambió el tono, y ofreció un festival musical a sus “invitados”.
18 de noviembre, Día de la Masacre
A la mañana siguiente, después de que cayera un chaparrón tropical, tuvieron lugar escenas surrealistas. Jones, en muy mal estado de salud, insistió en que Jonestown era víctima de una conspiración. Al mismo tiempo, se ofrecía un tour de las instalaciones a los reporteros y el grupo de Familiares Preocupados.
Por la mañana, un grupo de once personas escapó del recinto. No se sabe si se olían algo o fueron advertidos por uno de sus familiares, encargado de la seguridad de Jonestown. Alrededor del mediodía, dos familias enteras junto con otros dos colonos se acercaron al Congresista Ryan, sentado frente a Jim Jones, y le pidieron que los ayudara a salir del campamento.
Uno de los hijos adoptivos de Jones, quiso convencer a uno de ellos para que se quedara. Jerry Parks respondió: “De ninguna manera, esto es un campo de concentración comunista”. Otro miembro de la congregación pidió a Ryan que sacara a sus hijos, pero su esposa se adelantó y lo acusó de conspiracionista.
Jones dijo que todos aquellos que querían irse mentçian sobre las condiciones en Jonestown, pero les permitió partir. Al menos eso parecía.
Matanza en el aeródromo
Alrededor de las 16:00 horas, buena parte de la delegación y los “desertores”, partieron en un camión hacia el aeródromo más cercano, Port Kaituma, a unos diez kilómetros de Jonestown. Ryan se quedó con el delegado del Ministerio esperando por si alguien más quería escapar.
En eso, uno de los colonos más fanáticos, Dan Sly, cogió a Ryan por el cuello y le amenazó con un cuchillo. Sly fue rápidamente derribado por otros miembros, Ryan decidió alcanzar al grupo que iba en el camión.
También en ese momento, Larry Layton, otro de los fanáticos, pidió que se le permitiera unirse al grupo. Cuando llegaron al camión, que se había detenido a unos cientos de metros, los colonos protestaron porque no creían en las buenas intenciones de Layton. Tenían razón.
Llegados a la pista, el grupo se dividió entre un turbohélice para 20 pasajeros de Guyana Airlines, y una Cessna enviada por la Embajada de Estados Unidos, con capacidad para seis. En esta última se subieron el piloto, varios colonos, y Layton: A las 17:10, la Cessna comenzó las maniobras para situarse en el inicio de la pista. Segundos antes de despegar, Layton sacó una pistola e hirió a tres de los pasajeros antes de ser desarmado por Dale Parks.
Justo en ese momento, un tractor de Jonestown entró en el aeródromo tirando de un carro con varios hombres, y se acercó al avión más grande. Sus pasajeros estaban embarcando y apenas pudieron reaccionar.
Los hombres del tractor, armados con escopetas y ametralladoras, rociaron de balas a los que rodeaban el avión. Cinco de los pasajeros murieron, incluyendo al Congresista Ryan, y al cámara de la NBC; que logró grabar los segundos iniciales del ataque (vídeo abajo). Del resto, nueve resultaron heridos, y tuvieron que esperar varias horas hasta que fueron rescatados.
Jonestown “suicidio revolucionario”
De vuelta en el campamento, los asesinos anunciaron a Jones lo que había sucedido, básicamente, que habían cumplido sus órdenes. El líder comprendió que ya no había vuelta atrás, y que esta vez la “Noche Blanca” sería real.
Existe una grabación conocida como “la cinta de la muerte”. En ella se puede escuchar a Jones hablando de la inevitabilidad de lo que va a suceder. El culpa a los “conspiracionistas”, a los “traidores” que han abandonado su noble causa. Una mujer, Christine, pregunta si aún es posible escapar a la URSS. Jones responde que es demasiado tarde.
Otro miembro, Jim McIlvaine, que acaba de unirse a la colonia, añade, “Hagamos de este un día hermoso”.
Poco a poco les va convenciendo de lo irremediable de la situación. Al mismo tiempo, un grupo mezcla en una gran tina el refresco con el cianuro, Valium, hidrato de cloral y prometazina, un hipnótico. La bebida parece inocente, colorida, dulce, pero esconde la maldad entre sus moléculas.
Muerte por comunismo
La primera en beber el refresco es Ruletta Paul. Ella misma administra la bebida a su hijo de un año, con una jeringa. Jones se acerca al resto de los presentes, e invita a cada uno a beber. Algunos se resisten, otros beben pero pronto se arrepienten y rompen en llanto.
Después de consumir el brebaje, los colonos fueron conducidos a otro edificio para morir. Poco a poco, la gran mayoría bebió, y a los niños se les forzó a beber. Al menos 70 de los cuerpos tenían marcas de jeringas.
Según la sobreviviente Odell Rhodes, que escapó antes de su turno, nadie se quejó. Sin embargo, en las cintas se escuchan los gritos angustiosos de niños y adultos. De los 908 cadáveres encontrados, sólo dos, uno de ellos el de Jim Jones, tenían orificios de bala.
Los cuerpos fueron descubiertos al día siguiente por las autoridades. Dos docenas de colonos escaparon, o no estaban en el campamento durante el suicidio masivo.
Jim Jones consiguió llevar a la muerte a más de 900 personas, muchas de ellas inocentes. El suicidio masivo fue su respuesta al fracaso de su utópica comunidad. Al igual que Hitler, Jones no supo o no pudo aceptar el fracaso de sus ideología, y prefirió llevarse a la tumba a sus seguidores.
Jonestown fue una tragedia, un suicidio masivo en “defensa” de una ideología, el comunismo. En varios de los cuerpos se encontraron notas que pretendían ser testamentos. Varias de ellas pedían que sus propiedades y los saldos en sus cuentas bancarias, fueran entregados al Partido Comunista de la Unión Soviética. Ignoro si su última voluntad fue obedecida.
Impresionante historia. Conocía el suceso, pero pensaba que era una secta religiosa y no sabía nada de lo del comunismo. Tampoco sabía el apoyo prestado por Harvey. Una gran lectura y muy bien explicado. Te felicito, por eso te sigo siempre, tus historias aparte de ilustrativas siempre te descubren algo nuevo. Saludos amigo.
Hola Juan,
en realidad es una historia espeluznante, una que recuerdo de niño me dejó los pelos de punta. Eso si, hasta hace poco, desconcía todos los detalles, y cuando estudié el tema, pensé que sería interesante para los lectores. Me alegra haber dado en el clavo.
Muchas gracias como siempre pro tus amables palabras.
Un cordial saludo.
Alucinante. Abrazos
Tristemente alucinante, así es Helena! 😛 Mil gracias y un besín!