Harvey, Irma, José y Katia, son los nombres de los huracanes que en estos días causan estragos en el Caribe, México y Estados Unidos. De hecho, mientras escribo estas palabras, Irma está a punto de entrar en Florida, donde se cree que sus efectos serán devastadores.
Katrina, Andrew, Rita y Edna, son otros nombres que recuerdan tragedia, y aún inspiran miedo en las regiones que atacaron. Con vientos de más de 120 km/h, un huracán de categoría 1 ya es capaz de grandes destrozos. Imagina uno de categoría 5, a más de 250 km/h.
Estas fuerzas de la naturaleza ocupan el podio entre las más destructivas. Son predecibles, sí, pero la combinación de vientos y agua las hace muy poderosas. Cada año, se pierden miles de millones de dólares por culpa de los huracanes, además de decenas de vidas.
Pero hoy estoy aquí para hablar de los nombres de los huracanes y su curiosa historia. El sistema de nombramiento se inició hace siglos, y ha sufrido numerosos cambios. Antes que nada, no obstante, hablemos de lo que es un huracán.
Humraqan
De acuerdo con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), un huracán es una tormenta que se forma sobre aguas tropicales o subtropicales. Un sistema atmosférico rotante de baja presión en forma de espiral.
La Escala Saffir-Simpson clasifica a los huracanes de acuerdo a la velocidad de sus vientos, tal y como ilustra el siguiente gráfico:
Creo necesario notar que nos referimos a huracanes a las tormentas de este tipo que ocurren en el Atlántico y en el Pacífico Oriental. El mismo tipo de fenómeno, en el Pacífico Occidental se llama Tifón, y en el Pacífico Sur y Océano Índico se le denomina Ciclón.
También es interesante comentar el origen del nombre “huracán”, que proviene de huricán, nombre que usaban los indios del Caribe, y este de Humraqan, uno de los dioses creadores de los mayas.
Primer sistema
La práctica de dar nombres a las tormentas surgió por la necesidad de facilitar su seguimiento. Es muy posible que dos o más huracanes avancen sobre el Atlántico al mismo tiempo. Usar términos técnicos puede confundir a la población.
Durante los años de las colonias españolas en América,el clima del Caribe demostró tener una gran importancia en el tráfico de galeones. Cientos de estos y otros barcos pueblan los fondos de las aguas cercanas, por lo cual no es de extrañar que las tormentas comenzaran a tener nombres.
Dada la creencia arcana de explicar los fenómenos de la naturaleza con explicaciones divinas, tampoco es de extrañar que los primeros nombres de los huracanes fueran de origen religioso. Durante siglos, los huracanes recibieron el nombre del santo que se celebraba el día en que golpeaba el huracán.
Hubo un Santa Ana que golpeó en Puerto Rico el 26 de julio de 1825, día, por supuesto, de Santa Ana. También en Puerto Rico dos huracanes con nombre San Felipe causaron grandes destrozos, el 13 de septiembre de 1876 y en la misma fecha pero de 1928.
En Inglés, también se acostumbraba a nombrar los huracanes según el lugar donde hubiesen tocado tierra, Okeechobee, Galveston, Nueva Inglaterra. Etc.
Un curioso meteorólogo
Clement Wragge era un meteorólogo inglés, un hombre muy curioso y un visionario. Trabajando para el estado de Queensland, en Australia, Wragge entendió la importancia de guardar un registro de los fenómenos climáticos. También comprendió la importancia de estudiar los ciclones para conocerlos mejor y así intentar predecir sus caminos.
En un principio, Wragge bautizó a sus ciclones con los nombres letras del alfabeto griego. Luego pasó a nombre de políticos, claro está, los que no le caían bien. Siendo funcionario, dicha práctica le ganó menos amigos que enemigos, por lo que tuvo que cambiarla.
Wragge utilizó entonces los nombres de dioses y deidades, tanto polinesias como Europeas: Blastus, Teman, Jerjes y Aníbal. Pero el sistema de Wragge no cuajó entre sus colegas, probablemente porque criticaba a casi todos. Al jubilarse en 1902, su sistema cayó en desuso.
Segunda Guerra Mundial
Con tantos portaaviones, acorazados y destructores recorriendo las aguas del Pacífico, la U.S. Navy vio necesario crear un sistema para nombrar las tormentas. Siguiendo el antecedente de Wragge, los meteorólogos yanquis decidieron utilizar nombres de personas, eso sí, no de cualquiera.
Cuenta la leyenda en los corrillos militares, que aquellos jóvenes geógrafos, alejados durante meses de sus madres, esposas y novias, decidieron que sus nombres sirvieran como nombres de los huracanes.
En 1945, las fuerzas armadas norteamericanas adoptaron oficialmente una lista de nombres de mujeres para los tifones y ciclones, pero no consiguieron convencer a la Oficina del Clima de los Estados Unidos (USWB por sus siglas en inglés) de hacer lo mismo para los huracanes en el Atlántico.
La USWB, creía que no era serio utilizar nombres de personas, y adoptaron un sistema utilizando el alfabeto fonético, también del ejército: Able, Baker, Charlie, Dog, etc. sin embargo este no fue bien recibido,
Cuando la OTAN produjo un nuevo alfabeto fonético internacional, en 1952, la USWB decidió entonces adoptar el modelo de la marina y utilizar nombres femeninos. Claro está, a algunas mujeres no les gustó mucho la idea.
Controversias con los nombres de los huracanes
No culpo a las mujeres que se quejaban de que sus nombres se usaran como nombres de los huracanes. Después de todo, son fuerzas destructivas. Lo curioso, es que durante muchos años, la gran mayoría de las mujeres aceptaba la práctica.
Conforme la sociedad fue cambiando, no obstante, también cambiaron las sensibilidades. A finales de los años 60, diversas oficinas meteorológicas locales comenzaron a intercalar en sus listas nombres masculinos. Los nombres de los huracanes perdieron el monopolio femenino.
Finalmente, en 1977, durante la reunión anual de la Organización Mundial Meteorológica (WMO), Estados Unidos propuso utilizar listas con nombres femeninos y masculinos. También se acordó integrar nombres en español y francés, lenguas utilizadas por millones de ciudadanos en el Caribe y Norteamérica.
Nombres de los huracanes en la actualidad
La controversia no se ha detenido en este siglo. Algunos países han reclamado que se utilicen sus lenguas y nombres para tormentas que les afecten. La WMO ha intentado acomodar todas las peticiones, pero es imposible contentar a todo el mundo.
En la actualidad, los nombres de los huracanes, ciclones y tifones, se deciden en una de las 11 oficinas regionales. Cada país confecciona una lista, y luego se mezclan. Hay cuatro listas para el Atlántico y seis para el Pacífico, que se vuelven a utilizar cuando se acaban.
Otro dato curioso es el relativo a los nombres “retirados”. Tormentas que han causado muchos daños, ven sus nombres d
retirados de la lista, no como homenaje, sino para que la gente no se confunda. Después de diez años, pueden volver a utilizarse.
Se elige un nombre por cada letra del alfabeto excepto Q, U, X, Y y Z, por la escasez de nombres con esas letras. Si se acaba la lista en un año muy activo, entran las letras del alfabeto griego, como sugirió Wragge. La última vez que se dio el caso fue en 2005.
Y así llegamos a Harvey, masculino anglosajón, Irma, femenino internacional, José, masculino español. Espero, aunque lo dudo, que no causen muchos destrozos, y menos vidas. Tengo familia y amigos por toda la región y sé lo que se siente.
Yo mismo sufrí el huracán Jerry en Texas, en 1989. Sólo era de categoría 2 cuando tocó tierra, y créeme, no es juego de niños. Suerte a todos.
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Siempre me lo había preguntado, gracias un saludo
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Mil gracias como siempre Helena!
Pues hay que comprarlo!
Honor que me harás amiga! EN un par de días, ya verás como lo publicito a lo grande… 😛
Mil gracias como siempre. Un besín!