Solemos decir que un sitio es el “Vietnam” de otro, cuando el primero, más pequeño y débil en papel, vence a otro en una guerra. En el original, el Vietnam comunista venció al gigante estadounidense. Afganistán fue el “Vietnam” de la URSS. Germania fue el de la Antigua Roma.
Germania fue uno de los pocos territorios en Europa, Asia y África que Roma intentó, pero no pudo controlar por completo. Durante siglos se mantuvo un estado de impasse, Julio César se atrevió a cruzar el Rin; Augusto colonizó parcialmente, pero poco más.
Con Augusto las legiones llegaron hasta el río Weser, muy dentro de lo que ahora es Alemania. Pero las legiones no se quedaron. Cada vez que se marchaban al este dentro de Germania, lo hacían con mucho, mucho cuidado, y no por mucho tiempo.
Había miedo, o precaución. Germana era un territorio oscuro, misterioso. Los germanos, en la mente de los romanos, eran seres salvajes, bárbaros. No bebían vino, sino cerveza; no se cortaban el pelo, y lo peor para un romano, no pagaban impuestos. Menuda tropa.
¿Qué tenía Germania para resultarle tan complicada a los romanos? No eran mejores guerreros que los galos, astures, o pictos. No eran más en número, no tenían mejores armas.
Pero sí había una gran diferencia entre el resto de los territorios conquistados por Roma, y Germania, una diferencia importante que impidió el apuntalamiento del estilo de vida romano: la falta de civilización.
Colonia sin querer
La primera provincia romana fuera de la Península Itálica fue Hispania. Lo curioso es que no fue una conquista buscada, o siquiera planeada. Roma llegó a Hispania buscando a los cartagineses. Los escipiones querían cortar los suministros de Asdrúbal a su hermano Aníbal.
Pero, como suelo decir a menudo, ya que estaban, se quedaron. Roma sólo tuvo que sustituir a los administradores, y a los ejércitos para mantener el orden. Buena parte de Hispania ya era una colonia funcional, con ciudades, caminos y otros elementos de la civilización.
Crucialmente, las tribus que tardaron más en ser conquistadas, cántabros y astures, eran las que más similitudes tenían con los germanos. Esto es, eran grupos étnicos formados por clanes autónomos, y con mínima cohesión social.
En cualquier caso, a principios del siglo I de nuestra era, la práctica totalidad de Hispania era territorio romano. Así se mantuvo hasta la caída del imperio en el 476.
Grecia
Mientras Roma estaba ocupada con los cartagineses en las Guerras Púnicas, Filipo V de Macedonia quiso aliarse con Aníbal. Su intención era extender su dominios en Grecia, lo cual chocaba con los intereses romanos en la zona.
Roma descubrió el complot y envió una fuerza para apoyar a los Ilirios, a quienes Filipo acosaba. El conflicto terminó con un enfrentamiento directo entre Macedonia y Roma. No hubo un vencedor claro, y las dos potencias firmaron el armisticio en el 205 a. de C.
Roma aprovechó para formar alianzas con otras ciudades estado griegas,y así expandir su influencia. Macedonia se levantó nuevamente y un total de cuatro guerras fueron necesarias para que Roma acabara con la amenaza macedonia.
Roma también luchó con Esparta, a la que venció decisivamente en la Batalla de Gitión, en el 195. En 188 fue el turno del Imperio Seléucida, que ocupaba un extenso territorio entre Anatolia y la India, y que quería expandirse hacia el oeste. Fue la excusa para que Roma llegara al Medio Oriente.
En el 146, Corinto cayó tras un largo asedio, dando por terminada la colonización de Grecia. En cierta forma, Roma permitió un cierto nivel de autogobierno a los griegos. Hubo levantamientos esporádicos, pero nada que pudiese amenazar la hegemonía romana en la región.
Egipto
El Imperio de los ptolomeos fue una de las conquistas menos sangrientas de los romanos. Primero, Julio César entabló una relación amorosa con la reina Cleopatra, a quien ayudó en la guerra civil contra su hermano.
Cuando César fue asesinado, Marco Antonio tomó su lugar en el lecho, y en el corazón de la reina egipcia. No obstante, Marco Antonio fue vencido por Octavio Augusto en Actium. Marco Antonio y Cleopatra se suicidaron, y Augusto simplemente anexionó Egipto al naciente Imperio Romano.
Britannia
Juli César fue el primer general romano en cruzar el canal y hacer una visita a las Islas Británicas. En el 55 a. de C., la invasión no consiguió ningún objetivo. Al año siguiente, los romanos lograron instalar a un rey aliado, Mandubracio, pero sin conquistar ningún territorio.
Tanto Augusto como Calígula prepararon invasiones, pero ninguna se llevó a cabo. En el 43, Claudio envió cuatro legiones, una de ellas al mando de Vespasiano, para conquistar Britania. La conquista duró varias décadas, regada de constantes rebeliones.

Boudica, enemiga de Roma.
Poco a poco, durante los reinados de Claudio y Nerón, los romanos ocuparon más territorio. Sin embargo, nunca lograron la conquista total de Britania. En el 122, Adriano decidió entonces construir un gran muro de costa a costa, para consolidar las posiciones del imperio.
Aunque con constantes rebeliones, Roma mantuvo su hegemonía hasta la caída del Imperio en el 476.
Germania no se deja
Tanto en Hispania como en el norte de África, Grecia, Egipto y Britania, Roma tuvo que luchar para subyugar a las civilizaciones locales. No fue fácil, pero después de la marcha de las legiones la civilización romana se asentó, convirtiendo a las provincias en meras sucursales de la Ciudad Eterna. No sucedió lo mismo en Germania.
En el siglo II a. de C., los romanos habían sufrido varias derrotas ante los cimbrios y los teutones. La Batalla de Noreia en el 112 terminó en desastre, y con la vida del Cónsul Gnaeus Papirius Carbo.
En el 107 fue el turno de los Helvetii, quienes derrotaron a las legiones en la Batalla de Agen. Resultaron muertos el Cónsul Lucius Cassius Longinus y el General Lucius Calpurnius Piso. Dos años después, en la Batalla de Arausio, cimbrios y teutones volvieron a derrotar a los romanos.
Esta última derrota, dio pie a que un general, Gaius Marius, se embarcara en una reestructuración de las legiones, probablemente la más profunda en la historia romana. El mismo Mario, en el 102, vengó a Roma en la Batalla de Aquae Sextiae, y acabó con los teutones y los cimbrios.
Julio César y Augusto
Ya hemos visto cómo Julios César se adentró en la ribera este del Rin, aunque fuese sólo por unos días. Durante su Campaña de las Galias, el entonces miembro del Primer Triunvirato venció a los Helvetii y los suevos, y mantuvo a otras tribus germanas al margen, ya fuese con alianzas o con amenazas.
Marcus Vipsanius Agrippa, amigo y yerno de Augusto, sendo Gobernador de la Galia Transalpina, construyó un camino militar entre Lugdunum (actual Lyon), Divodurum (Metz) y Treverorum (Trier/Tréveris). Era el comienzo de los planes de Augusto de conquistar y civilizar Germania.
Entre los año 16 y 9 a. de C., Augusto reorganizó las posesiones romanas en la región, y lanzó campañas para subyugar a las tribus germanas, desde Mogntiacum (Mainz/Maguncia) fundada por Drusus en el año 12, hasta los ríos Elba y Lippe, al este y al norte, respectivamente.
Augusto fue capaz de pacificar Germania gracias a una serie de fortalezas a ambos lados del Rin.
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FIn del intento
Entonces, en el año de nuestra era, el germano, pero militar romano, Arminius, traicionó a su general, Publius Quinctilius Varus, y con la ayuda de otras tribus germanas atacó y destruyó tres legiones en el Bosque de Teutoburgo.

Fortaleza romana en Xanten, Alemania.
Seis años tardaron las legiones en volver a Germania, y sólo para encontrar los restos mortales de sus compatriotas. Augusto decidió frenar la conquista de Germania, retirándose al Rin. Aunque emperadores posteriores intentaron tímidamente volver, esta nunca se consolidó como una provincia romana.
¿Por qué no en Germania?
Como hemos visto, las primeras conquistas romanas fuera de la península eran territorios que ya habían sido conquistados y civilizados con anterioridad. En dichos lugares, había ciudades, caminos, redes comerciales, y sus gentes estaban acostumbradas a cierta estabilidad.
Lo único que hizo Roma fue reemplazar a la autoridad anterior, y poco a poco, instalar el estilo romano de vida. En el día a día, poco cambió para los habitantes nativos, simplemente cambiaron de patrón a quien pagar tributos.
Todo lo contrario que en Germania. Ahí no había ciudades, pocos caminos, y mucha enemistad entre las muy diversas tribus. No había una autoridad “nacional”, ni un reino, ni un imperio. Germania no conocía la civilización.
Germania no era más que una colección de clanes que no conocían la escritura, o al menos no la usaban. Las tribus germánicas criaban poco ganado, y prácticamente no cultivaban la tierra. Eran cazadores y recolectores. Vivían en la Edad de Hierro.
Los romanos no supieron “civilizar” a los germanos. No consiguieron convencerlos de que los monumentos de mármol eran mejor que las chozas de madera. No lograron imponerles sus dioses. Tampoco los hicieron bebedores de vino.
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Los límites del Imperio Romano
Ya hemos tratado el tema del por qué Roma se detuvo en algunas fronteras. Al sur estaba el desierto del Sahara; al oeste el Océano Atlántico. En Asia, la distancia y la presencia de otros imperios dificultaron la expansión.
Pero Germania estaba cerca, y era un territorio colmado de tierras fértiles. A cualquier emperador o ciudadano romano le hubiese encantado haber podido integrarla como provincia de pleno derecho.
Roma tuvo problemas para civilizar otras provincias. Fue derrotada en el campo de batalla en más de una ocasión. Pero en Germania, las tribus rara vez se enfrentaron a las legiones en campo abierto. Las rebeliones se basaron en una guerra de guerrillas, no muy diferente a lo que sucedió a los estadounidenses en Vietnam.
De no haber sido así, quién sabe hasta dónde hubieran llegado las fronteras del Imperio. Nunca lo sabremos.