En 1783, el Tratado de París dio por terminada la lucha por la independencia de las 13 colonias británicas en norteamérica. Hasta ese momento, ninguno de estos territorios pensaba en fundar un país. Tuvo que llegar Alexander Hamilton, el hombre que inventó los Estados Unidos.
Sin miedo a equivocarme, más que George Washington, Benjamin Franklin o Thomas Jefferson, Hamilton hizo de Estados Unidos lo que es actualmente: una democracia constitucionalista, federalista y mercantilista.
No sólo eso. Tres de los elementos que mejor describen la cultura y el ser estadounidense, la Unión, Wall Street y el ejército, son creaciones casi en exclusiva de Hamilton. Fue él quien propuso la unión de las colonias, quien trabajó por ello,y quien consiguió el objetivo, a pesar de los obstáculos.
Básicamente, sin Alexander Hamilton difícilmente podría haber en estos momentos un país llamado Estados Unidos, la primera potencia mundial económica y militar. Repito, ambas cualidades se deben a Hamilton quien, desde un principio, sabía lo que quería para el nuevo país.
Tristemente, la vida de Hamilton fue cortada de tajo por una estúpida tradición, un duelo. Quién sabe lo que este gigante hubiese logrado en un par de décadas más. Nunca lo sabremos, pero sí podemos hablar de su prolífica y activa existencia, y de su influencia en el futuro del país más poderoso de la Tierra.
Hamilton, el hombre político
En su infancia leyó a los clásicos, Virgilio, Livio y Platón; en la adolescencia trabajó como encargado de las cuentas de una empresa mercantil. Aprendió dialéctica y retórica junto con aritmética, y llegó a conocer en profundidad el intrincado mundo del comercio y las divisas.
En Nueva York completó sus estudios, y se labró una reputación como un buen abogado. En la guerra reforzó su confianza como líder, y se demostró a sí mismo y a otros que coraje no le faltaba. Aún joven, se convertiría en el hombre que inventó Estados Unidos.
Vanidoso y opinionado, inteligente, y sabedor de ello. Nada diplomático, siempre decía lo que pensaba de quien fuese. Ergo, Alexander Hamilton fue una máquina de hacer enemigos. Pero su genialidad y honestidad, también le surtió de muchos seguidores.
Ningún padre fundador hizo más para moldear el carácter de la nación, ningún otro padre fundador fue tan controvertido. Hamilton fue la china en el zapato del resto de padres fundadores. Era lo opuesto a los ricos hacendados como Washington, Jefferson y Madison. Alexander Hamilton era hijo ilegítimo, inmigrante, y un genio.
Algo más importante. Hamilton, nacido en el Caribe, no sentía una particular lealtad por ninguna de las colonias. No mostraba un fuerte cariño por el terruño virginiano de, nuevamente, Washington, Jefferson y Madison, o por las calles de Philadelphia, como Franklin.
Hamilton no veía una colección de colonias o estados que se comportaran como buenos vecinos y socios. Intuía una unión, un país, un ente multiétnico cimentado en la fuerza de la multiculturalidad. Fue el hombre que inventó Estados Unidos.
Hamilton quería un país fuerte, con un gobierno fuerte, una economía sólida y un ejército fuerte. Pero estaba solo en su afán. Siempre lleno de confianza y ambición, decidió desarrollar su plan de unión. Es él quien primero demuestra una motivación por vertebrar a las colonias.
El hombre que inventó Estados Unidos
Las 13 colonias británicas eran tan diferentes entre sí como lo pueden ser ahora los países europeos. No había un idioma común. En Virginia y Pennsylvania dominaba el alemán. Las Carolinas hablaban el francés. En Nueva York convivían tres docenas de lenguas.
Las colonias tampoco usaban la misma divisa. De hecho, todas utilizaban varios tipos de monedas, principalmente el Real español. Sus economías también las separaban. El norte era más mercantilista, pre-industrial. El sur era agrario casi en su totalidad.
Aún después de terminada la guerra de independencia, pocos colonos pensaban en la unión. Su única motivación para trabajar juntos hasta aquel entonces era echar a los británicos. Entra en escena Alexander Hamilton, quien ya tenía la idea de fundar un país, unido, grande y fuerte.
Su plan era invitar a los representantes de las colonias para llegar acuerdos comerciales. Su primera misión es lograr un mercado único, sin barreras, sin tarifas. De paso, aprovechó para hablarles de otros asuntos, que en un principio las colonias veían como temas internos, locales.
Poco a poco, Alexander Hamilton los llevó a su terreno. Su incansable trabajo contagió la fiebre de la unión a los líderes de las colonias. Sus argumentos los convencieron de reunir un congreso constituyente.
En 1787, Hamilton era diputado en la Asamblea Legislativa del Estado de Nueva York. Como tal, fue elegido para representar a su estado en la Convención Constitucional, la asamblea constituyente de la que saldría la actual Constitución de Estados Unidos.
Él tendría muy poca influencia en la redacción y aprobación de la Constitución, a la que consideró “débil”. Pero era mejor que nada, y su labor fue fundamental en lograr la aprobación por las 13 colonias.
The Federalist Papers
Hamilton proponía un estado con un poder central fuerte, lo opuesto de lo que buscaban la mayoría de sus colegas diputados. Aprovechando su talento con la pluma, Hamilton decidió publicar una serie de artículos en los que defendía su causa federalista. Serían conocidos como The Federalist Papers.
Con la ayuda del también neoyorquino John Jay y del virginiano James Madison, Hamilton desgranó cada una de las ventajas de un gobierno fuerte, del federalismo, de la unión. También defendió el sistema electoral, y la separación de poderes.
Con los Papeles Federalistas, Hamilton logró convencer a las colonias que el futuro estaba en la unión, con un poder ejecutivo fuerte, limitado por los otros dos poderes. Si las colonias decidieron unirse para formar un país, fue precisamente por los artículos de Hamilton y, en menor medida, los de Jay y Madison.
Hamilton fue el hombre que inventó Estados Unidos, porque fue él quien tuvo la idea de la unión. Fue él también quien logró convencer a las colonias. Más tarde, sería él quien lograra dotar al incipiente país de sus instituciones más importantes.
Secretario del Tesoro
Una vez refrendada la Constitución, George Washington fue elegido el primer Presidente de Estados Unidos. El 30 de abril de 1789, en Nueva York, entonces capital del nuevo país, Washington prestó juramento. En septiembre del mismo año, el Presidente nombró a Hamilton como su primer Secretario del Tesoro.
Como en todos los aspectos de su vida, Hamilton volcó toda su pasión y talento a la tarea de crear, organizar y construir la economía de Estados Unidos. Desde el día de su nombramiento, su trabajo fue incansable, tortuoso y exitoso. El poder económico del país se debe en buena parte a su primer Secretario del Tesoro.
Su primera y muy controvertida medida, fue aceptar como “federal” todas las deudas incurridas por las colonias durante la guerra de independencia. A los acreedores les venía muy bien, pero muchos criticaron la medida pues el hecho incrementaba el poder del gobierno federal.
El principal argumento de Hamilton sobre la asunción del riesgo de la deuda, era crear un registro crediticio para el país. Sabía que para crecer, la economía necesitaría crédito, y este sólo existe cuando una entidad prueba su capacidad de pagar sus deudas.
Con el apoyo de George Washington, Hamilton se salió con la suya. Desde entonces, Estados Unidos tiene la deuda más alta, y la mejor calificación crediticia del mundo.
El Banco Nacional
A pesar de la enemistad que en los últimos años se han ganado los bancos, ninguna economía moderna puede vivir sin ellos. Un banco funciona para canalizar los ahorros de sus clientes hacia inversiones necesarias y rentables, para as´poder pagar intereses a los ahorradores.
Hamilton lo sabía muy bien, habiendo trabajado en el comercio, y después de fundar el banco de Nueva York en 1784. El mismo Washington le había pedido que hicieran un informe sobre la posibilidad de crear un banco nacional.
La propuesta del Secretario del Tesoro fue crear un banco privado, pero controlado por el gobierno. Para capitalizar al banco con los $10 millones sugeridos, el gobierno pediría al mismo banco un préstamo, que pagaría en diez anualidades. Sólo un 20% del dinero sería gestionado por el gobierno, el resto estaría disponible para inversores particulares.
Nuevamente, Hamilton se encontró con la oposición de muchos. Políticos sureños creían que la única intención del Secretario del tesoro era apoyar la economía del norte, más dependiente de los créditos que el agrario sur.
Las críticas también surgieron por la similitud del banco propuesto con el Banco de Inglaterra. Hamilton respondió que el banco estaría gestionado en parte por sus inversores privados, y que el objetivo único era promocionar el desarrollo económico, de todo el país.
Te cambio un banco por una capital
En principio, Washington apoyó la propuesta de Hamilton para crear un banco nacional. Sin embargo, otros de sus asesores crearon dudas en la mente del Presidente. Finalmente, un encuentro fortuito resolvió la situación.
Hamilton mantenía residencias en Nueva York y en Philadelphia, ciudades que compartían la capitalidad de la nación. Un dia, caminando por la calle, se encontró con Thomas Jefferson, virginiano opuesto a casi todo lo que proponía su colega en el gobierno, pues Jefferson era Secretario de Estado.
Ambos políticos decidieron reunirse para hablar de sus diferencias. Jefferson invitó a Hamilton a cenar en su casa de Nueva York. De paso, invitó a james Madison, también rival sureño, pero bien conocido por Hamilton.
En esa cena, el trío discutió muchos temas, pero uno en especial fue puesto sobre la mesa por Jefferson. La primera capital de Estados Unidos había sido Nueva York, y a partir de 1791 sería Philadelphia. Los sureños querían que se construyera una nueva capital en un terreno neutral.
Hamilton quería que Nueva York siguiese siendo la capital. No obstante, y a pesar de que sabía que una rendición le crearía muchas enemistades en su ciudad, decidió aceptar que se construyera una nueva capital el norte de Virginia, a cambio de que Jefferson y Madison aceptaran su propuesta de un banco nacional.
En una cena, surgieron dos de las instituciones más importantes del país, un banco nacional, mercantilista y semi-privado, y Washington D.C.
Wall Street
Algo sin querer, la mano de Hamilton fue crucial en el nacimiento de otra de las grandes instituciones norteamericanas: Wall Street. La calle ya existía, muy cercana, casualmente al Federal Hall, la primera sede del gobierno estadounidense.
En el siglo XVI, Wall Street se había convertido en un mercado de esclavos. Poco a poco, inversores y especuladores comenzaron a reunirse en la misma calle, para comprar y vender valores, títulos de crédito y obligaciones. Era un mercado informal y desorganizado, abierto a cualquiera, y la informalidad provocaba riesgos, y quiebras.
Cuando Hamilton decidió asumir la deuda de las colonias, tuvo que vender bonos del estado para poder pagar dicha deuda. Fue tal la cantidad de bonos que los inversores en Wall Street vieron la necesidad de formalizar su mercado.
En 1792, un grupo de inversores fundó el Mercado de Valores de Nueva York (New York Stock Exchange), justo en Wall Street. El NYSE es, de lejos, el mercado de valores más grande del mundo. No sin razón, Alexander Hamilton está enterrado sólo a unos pasos de su sede.
Más aportaciones
En 1791, Hamilton envió un informe al Congreso proponiendo el establecimiento de una divisa nacional, y de una ceca (fábrica de moneda). Hasta entonces, la moneda de mayor uso en las colonias era el Peso Español, que era incluso la divisa oficial del Estado de Virginia.
Hamilton propuso que la nueva moneda, el dólar, fuese equivalente al Peso, con la única diferencia de que la divisa estadounidense estaría fraccionada decimalmente, y no en octavos, como la española. No hay Estados Unidos sin dólar, y no hubiese habido dólar sin Hamilton.
Por otra parte, y como buen político, Hamilton sabía que la recaudación tributaria era la base sobre la que se sustenta un estado. Pero había un problema, el contrabando estaba tan extendido que la economía sumergida hacía un gran daño a la capacidad recaudadora del gobierno.
Como la mayor parte del transporte en la época se realizaba por barco, Hamilton propuso la creación de un cuerpo naval para vigilar las costas y reducir el contrabando. El Revenue Cutter Service, fundado en agosto de 1790 por Hamilton, con diez barcos patrulleros armados, fue el antecesor directo del Servicio Guardacostas actual.
Aunque a título póstumo, Hamilton es considerado el padre del Ejército de los Estados Unidos. Desde el nacimiento del país, insistió que era necesario para proteger sus territorios, sus propiedades y a sus ciudadanos. No lo consiguió en vida, pero tras la invasión inglesa en 1812, el Congreso decidió rescatar el plan de Hamilton, y crear un ejército nacional.
Renuncia
En cinco frenéticos años, Hamilton sentó las bases para el futuro de los Estados Unidos. A pesar de sus éxitos, no todo había sido un jardín de rosas. Los obstáculos, la oposición y la derrota de muchas de sus propuestas, agotaron sus energías.
A principios de 1795, el hombre que inventó el país anunció a Washington que dejaba el cargo. Quería volver a la abogacía, pues el salario de Secretario del Tesoro no le alcanzaba para mantener a su mujer y ocho hijos,
Sin embargo, el trabajo civil tampoco le proporcionó la fortuna buscada. Como hombre de principios, Hamilton no aceptaba defender a delincuentes por mucho que le pagaran. Sí aceptaba las causas de los más desfavorecidos, que en muchas ocasiones no podían pagarle.
Además, el político siempre es político, y no pudo dejar completamente de lado participar en los debates, por lo general por medio de su pluma. Por cierto, en esos años Hamilton fundó el New York Post, uno de los periódicos más importantes de la ciudad, que aún existe.
En uno de esos debates, Hamilton se enfrascó con un viejo enemigo. Aaron Burr era un hombre sin escrúpulos metido a la política, que él mismo confesaba era una profesión con muchas posibilidades para enriquecerse.
Hamilton detestaba a Burr, y el odio era mutuo desde que el primero hubiese descarrilado la posible candidatura a la presidencia del segundo.
Hamilton Vs. Burr
En la elección presidencial de 1800, cada miembro del Colegio Electoral tenía dos votos. Así, el candidato que se llevara más votos sería presidente, y el segundo vicepresidente. El Partido Demócrata-Republicano de Jefferson había ganado las elecciones, por lo que acordó que sus 73 electores votarían por Jefferson, y 72 por su candidato a vicepresidente, Burr. El problema es que alguien cometió un error, y el resultado fue un empate a 73.
Para resolver el empate se acudió al Congreso, de acuerdo con la Ley Electoral. Ahí tenía la mayoría el Partido Federalista de Hamilton. Ahora bien, al igual que su líder, los federalistas odiaban a Jefferson, y en un principio pensaron en elegir a Burr.
No obstante, y a pesar de su enemistad con el virginiano, Hamilton creía que Burr no estaba calificado para ser presidente. Lo consideraba (y lo era) un hombre corrupto, indecente. La influencia de Hamilton en su partido fue fundamental en la elección de Jefferson. Burr nunca se lo perdonó.
Ofensa
Cuatro años después un conocido mutuo escribió una carta al suegro de Hamilton, el ex Senador Philip Schuyler. Dicha carta fue publicada por un diario de Albany, en el contexto de la invalidez de Burr como posible presidente.
En esa carta, Charles D. Cooper afirmó que tanto Hamilton como un juez, presentes en un acena, habían dicho que Burr era un hombre peligroso al que se le podían no podían confiar las riendas del gobierno. Según Cooper,Hamilton había dicho cosas “más despreciables” sobre Burr.
Burr se sintió ofendido, y escribió a Hamilton requiríendole que se retractrase. Este dijo no recordar la cita, y que por lo cual no podía retractarse. Burr insistió en su petición, al igual que su oponente en su respuesta.
El duelo
Finalmente, Burr retó a Hamilton a un duelo, y este, cargado de honor, no pudo más que aceptar. Para muchos, era un suicidio, y más trágico cuando el propio primogénito de Hamilton, Philip, había muerto en un duelo dos años antes.
No había escapatoria, escribió Hamilton. Si quería mantener el respeto del público y su honorabilidad, tendría que batirse con Burr. Ante todo, para el hombre que inventó Estados Unidos, estaba el honor.
La mañana del 11 de julio de 1804, los contendientes se dirigieron en lanchas hasta la costa de Nueva Jersey (los duelos estaban prohibidos en Nueva York y Nueva jersey, pero en este último estado la ley no se aplicaba con mucho afán).
Al amanecer, los duelistas contaron los pasos y eligieron sus armas. Caminaron en direcciones opuestas y se volvieron para apuntar. Hamilton, que había dicho a sus allegados que sus convicciones y religión no le permitían disparar, cumplió lo dicho.
La bala de Burr perforó el hígado de Hamilton, y rompió el diafragma. Herido, fue trasladado nuevamente a Nueva York. Después de 31 horas de agonía, Alexander Hamilton, Padre Fundador, el hombre que inventó Estados Unidos, expiró.
Epílogo
Le comenté a un conocido en California que iba a publicar este artículo, y le dije el título. Estuvo de acuerdo. Hamilton bien puede ser considerado el hombre que inventó Estados Unidos, porque ante de que él lo propusiera, pocos creían en una unión de las colonias.
Pero no fue sólo la idea. La labor de Hamilton fue crucial para lograr dicha unión, que contaba con muchos opositores. Además, y como hemos visto, fue Hamilton quien fundó o propuso muchos de los elementos políticos, económicos y sociales que ahora distinguen a ese país del resto del mundo.
Sin el inmigrante bastardo, quién sabe qué hubiese sido de las 13 colonias originales. Probablemente hubiesen sido reconquistadas en 1812; probablemente se hubiesen convertido en una cadena de mini países. La historia moderna, sin Estados Unidos hubiese sido muy diferente.
Hamilton está considerado como uno de los grandes héroes de Estados Unidos, el Padre Fundador más intelectual, y el más controvertido, el hombre que inventó el país.
Puede parecer curioso entonces que, en la capital, no se le haya dedicado ningún gran monumento, como los de Washington, Jefferson y Lincoln.
La respuesta me la recordó mi amigo, y es una muy conocida entre los estadounidenses. Hamilton no necesita un monumento, pues el país entero, y la nación que lo habita, es todo un mausoleo a la vida y obra de uno de los más grandes de su historia.
Buenas tardes Prof. Jesús G. Barcala. ¡Me encantó el artículo y me desasnó de este personaje!.
¡Muchas gracias! – Saludos desde Montevideo – Uruguay
Hola Juan Carlos!
Hamilton siempre me ha parecido un gran personaje, como el de una tragedia griega. Fue héroe y villano, depende del punto de vista, y termino su vida en un desafortunado incidente. Me halaga que te haya gustado.
Muchas gracias como siempre y un abrazo hasta Uruguay!
Hola Jesús,
Está claro que de grandes autores salen grandes obras. Detrás del nacimiento de un gran país tiene que haber un equipo de hombres excepcionales.
Grandísimo artículo!.
Gracias por compartirlo.
Juan.
Hola Juan,
dices bien que un gran país necesita grandes hombres, algo que echamos de menos en la España actual. Fuera de la política, aunque Hamilton se dedicaba a ello, todo lo que hizo lo hizo por su pasión, por mejorar la vida de sus conciudadanos, y por fundar un gran país. Con sus luces y sus sombras, ese país es un reflejo de lo que él quería. Otra cosa es que sus sucesores no hayan estado a la altura de los Padres Fundadores.
Muchísimas gracias por tus palabras. No me canso de agradeceros vuestro tiempo, y vuestras siempre amables palabras.
Un abrazo!
Gracias. Ecuador necesita un hombre honorable ejemplo de A. Hamilton para salir de la pobreza. Donde esta?
Jeje, creo, Fernando, que la mayoría de países del mundo necesitan hombres como Hamilton, pero no estoy seguro de que existan. Esperemos que algún día surjan, al menos uno en Ecuador y otro aquí en España. Hacen mucha falta.
Muchas gracias por tu amable comentario. Un fuerte abrazo hacia el país hermano de Ecuador.
Hola Jesús. Muy interesante como siempre. No conocia la historia de Alexander Hamilton y todo lo que aportó para el surgimiento de los Estados Unidos. Lamentablemente su prolifica vida se vio truncada, ahora sabiendo como fue su final me nace una reflexión: el hombre estaba dispuesto a morir por sus convicciones, pero ¿a donde hubiera llegado de haber estado dispuesto a matar por ellas?
Abrazo desde Montevideo…
Hola Carlos!
Fueron muchos los que contribuyeron a la fundación de Estados Unidos, pero Hamilton fue quien ideó algunos de los elementos más importantes y que tanto distinguen a ese país. Seguro algunas cosas las podrían haber hecho mejor, pero tampoco les ha ido tan mal… 😛 Lástima que en nuestra época no haya personas así… en fin.
Mil gracias como siempre por tus amables palabras. Un abrazo!
Vaya, no conocía esta parte de la historia de los estados Unidos, y me parece muy admirable que prácticamente es el esfuerzo de un solo hombre, de un visionario, que al forjar primero en su imaginación y luego llevarlo a la práctica es como si también hubiera moldeado parte de la historia del mundo considerando el papel protagónico que aún mantiene los Estados Unidos. Con razón su rostro esta en uno de los billetes norteamericanos. Buena historia, gracias por ilustrarnos. Saludos.
Hola Carlos,
Se suele hablar de Washington, de Jefferson, de Franklin. Pero fuera de Estados Unidos, Hamilton es un personaje poco conocido. Es posible que el hecho de que no haya sido presidente, y de que haya muerto tan joven, le hayan relegado a los asientos traseros de la historia. Pero en el gigante norteamericano, si es muy conocido. He querido contar su historia precisamente porque creo que en otros países deberíamos conocerla. Quién sabe, pueda inspirar a alguien…
Muchas gracias como siempre por tu comentario. Un abrazo y feliz fnde!
Lo que se necesita son hombres con principios y que digan claramente las cosas, sin atender a intereses egoístas y muy personales. De forma especial se nota la carencia de estos hombres en España, muy especialmente en estos momentos.
Gracias, le sigo con asiduidad.
Un cordial saludo.
Hola Jesús,
muchos países necesitan hombres de principios, valores y acción. España es uno de ellos, sin duda. No quiero ni hablar de nuestros actuales políticos porque me he levantado de buenas y no quiero echar a perder el día. Aquellos que están al tanto de nuestra situación lo saben bien. Que bien nos iría un Alexander Hamilton en estos momentos! 😛 Pero en fin…
Muchas gracias por tus amables palabras y por seguir Ciencia Histórica. Un abrazo y feliz finde!