De cómo Alessandro Volta transformó la ciencia, y la historia.

Infinidad de hombres han hecho contribuciones cruciales para la ciencia y el progreso. Desde aquel desconocido ancestro que descubrió cómo hacer fuego, hasta Albert Einstein, todos ellos han cambiado el mundo. Alessandro Volta fue uno de ellos.

Podrás acordarte de tus clases del colegio, que Volta fue el inventor de la pila, o batería. También que su nombre es utilizado para medir el potencial de una carga eléctrica, el voltage. Todo ello es verdad, pero hay mucho más que eso.

La pila de Volta, sin quererlo, ayudó a expandir el alcance de la ciencia. La posibilidad de crear y almacenar electricidad permitió a los científicos realizar experimentos que antes les resultaban imposibles.

Volta y su pila, de hecho, transformaron la ciencia, el conocimiento y la industria. Nuestro mundo actual es heredero de aquel invento. Curiosamente, todo surgió de una rivalidad con otro científico.

Alessandro Volta

Un niño normal

Alessandro Volta era hijo de Filippo Volta y Donna Maddalena Inzaghi, ambos de noble linaje. Llegó al mundo el 18 de febrero de 1745 en el pueblo de Como pegado al lago del mismo nombre al norte de Milán.

Alessandro estudió en los mejores colegios y, ya que no tenía que preocuparse por el dinero, se dedicó a estudiar las ciencias empujado por simple curiosidad humana. En 1774, ya era profesor de física en la Ecole Real de Como.

A Volta, como a muchos hombres de su tiempo, le maravillaba la entonces misteriosa fuerza de la electricidad. Los griegos ya la conocían, pero poco se había avanzado desde entonces en conocer y entender esta fuerza de la naturaleza.

Volta también experimentó con la química, cuyas reacciones, en muchos casos, pueden producir electricidad. Inspirado por Benjamin Franklin, Volta fue el primero en aislar el gas metano, que encontró en el Lago Como.

Por sus logros en ciencias, Alessandro Volta recibió una oferta para ocupar la cátedra de Física Experimental en la Universidad de Pavía.

Una rivalidad productiva

Por aquella misma época, otro de los muchos “electricistas” era un paisano de Volta. Luigi Aloisio Galvani era profesor en la Universidad de Bolonia, que además de física estudiaba y experimentaba en química y biología.

En 1780, Galvani había descubierto que, aplicando una serie de alambres metálicos a una ranaGalvani y su rana muerta, los músculos de esta se contorsionaban. A este efecto le llamó “electricidad animal”, creyendo que la carga estaba dentro del animal, aún muerto.

Pero la opinión de Volta era muy diferente, y no era para menos, pues los modos de pensar de ambos emanaban de dos mundos opuestos.

Como ya había dicho anteriormente, Galvani trabajaba en la Universidad de Bolonia. En aquel entonces, ciudad e institución eran parte de los Estados Pontificios. Como no podía ser de otra manera, aquellos que ahí vivían y trabajaban, estaban sometidos a la autoridad papal.

Por otra parte, y aunque en Italia, Pavía pertenecía al Imperio Austriaco hasta que fue invadida por Napoleón en 1796. En dichos entes políticos la Ilustración, la curiosidad científica, estaba por encima de la fe religiosa.

Para Galvani, la electricidad de la rana era un don de Dios. Sólo el creador podía crear y controlar las fuerzas de la naturaleza. Alessandro Volta sabía que se equivocaba, y decidió demostrarlo. El problema era cómo.

La clave está en los metales

Volta sabía que había varios animales que producían su propia electricidad. Entre ellos estaba el Pez Torpedo, un tipo de mantarraya que Henry Cavendish ya había estudiado por sus propiedades eléctricas.

Estudiando los documentos de Cavendish y tras sus propias observaciones, Volta se dio cuenta de que el pez torpedo tenía en su interior una serie de organelos cuya reacción producían pequeñas cantidades de electricidad. Como eran cientos, la “mordida” del pez podría ser muy dañina.

Pero en sus experimentos químicos, Volta sabía que también los metales podían producir electricidad en ciertas condiciones. La clave estaba en provocar una reacción entre ellos. De ahí partiría su gran invento.

La pila de Alessandro Volta

El italiano montó un disco de cobre, un disco de papel empapado en una solución de ácido sulfúrico y un tercer disco de zinc. De acuerdo con sus experimentos, esta combinación ya podía producir electricidad, pero con una carga muy débil.

Una pila de Volta

Una pila de Volta.

Entonces Volta repitió el proceso, colocando más discos metálicos y de papel, creando una columna de discos, una pila. Una vez terminada, colocó dos cables en cada uno de los polos, y ¡voila! Electricidad.

El ácido había provocado la reacción esperad en los metales, cuyos electrones exteriores tienen la capacidad de cambiarse de un átomo a otro, creando un flujo. Ese flujo es una carga eléctrica. La carga era continua, como el flujo de agua en un río, por ello se le llamó “corriente”.

La revolución de la pila de Volta

Alessandro Volta envió una carta a la Royal Institution de Londres, y de ahí su invento se internacionalizó. Volta se convirtió en una celebridad, mandatarios le otorgaron títulos. Más importante fue el efecto de la pila.

Como podríamos esperar, muchos científicos construyeron sus propias pilas. Con un flujo constante de electricidad, experimentaron con ella, aplicándola a otros compuestos.

No sabemos exactamente quién, pero alguien  aplicó electricidad al agua, y se dio cuenta de que la corriente separaba los gases del líquido, oxígeno e hidrógeno. La pila de Volta revolucionó no sólo la física, sino la química.  

El verdadero mérito de Alessandro Volta, no fue tanto la pila, sino la revolución que esta desencadenó. Hubo otros que ayudaron a desvelar los secretos de la electricidad. De uno de ellos, Michael Faraday, hablaremos pronto. Pero no cabe duda de que, a partir de la pila de Volta, el mundo no sería igual.