Ya sea que estés usando un teléfono móvil o el ordenador para leerme, debes darle las gracias a Michael Faraday. ¿Que no usas ninguno? Pues debes darle las gracias por tener electricidad en casa. Dudo que no la tengas.
En el pasado ya hablamos de James Clerk Maxwell, a quien le debemos mucha de la tecnología que utilizamos en nuestras vidas. Maxwell también fue la inspiración de Einstein. Pues bien, Maxwell, y nosotros, le debemos todo, o casi, a Michael Faraday.
Este científico británico, sin ninguna formación oficial, por sí sólo entendió los principios de la electricidad, cómo se origina, cómo funciona, y sus posibilidades como fuente de energía. Tesla y Edison, también deben darle las gracias a Faraday.
Que yo pueda escribir estas palabras en un ordenador portátil, con la luz de una lámpara y con calefacción eléctrica, no sería posible sin la dedicación de este genio, uno de los científicos más influyentes de la historia. No puedo estar más agradecido.
Principios complicados
Michael Faraday nació el 22 de septiembre de 1791, en un suburbio de Londres. Era el tercero de cuatro hijos de una familia muy humilde, cuyo padre, James Faraday, cambiaba de trabajo a menudo. Los Faraday eran también muy religiosos, adjuntos a una rama de la Iglesia de Escocia.
A pesar de la pobreza, los Faraday pudieron enviar a sus hijos a la escuela. Pero Michael tenía un problema de dicción, y tras las burlas de alumnos y profesores, su Madre decidió educarlo en casa.
Después de aprender lo básico, a los 14 años Michael encontró empleo como asistente de un encuadernador y librero. En los siete años que trabajaría para George Riebau, Faraday trabajaba de día y leía de noche de los muchos libros a su alcance.
Quería aprender todo lo que pudiera, mejorar su propia posición. Progresar.
Hombre hecho a sí mismo
Su tema favorito era la ciencia, y en el taller había muchos libros de ciencia. En especial, le interesaba una materia muy de moda en la época: la electricidad. Este tipo de energía se conocía, pero se entendía poco, y mucho menos cómo aprovecharla.
Quiso el destino que el patrón de Michael tuviese un amigo científico, e influyente. Este le consiguió una entrada para una serie de conferencias a cargo de Humphry Davy, uno de los químicos más notables de la época, en la Royal Institution.
En lugar de sentarse exclusivamente a escuchar, Faraday tomó notas de todo lo que Davy decía. Al poco tiempo, Davy recibió en su oficina un libro. Eran las transcripciones de sus conferencias encuadernadas por Faraday.
Davy invitó al joven de 20 años para conocerlo y agradecerle el regalo, pero poco más. Sin embargo, un año después, en 1813, Davy sufrió un accidente durante un experimento químico. Como tardaría en recuperarse, llamó a Faraday para que le sirviera como asistente.
De librero a científico
Para 1821 ya se había convertido en la mano derecha de Davy, y un experimentado científico. Ese año, Faraday se unió en matrimonio a Sarah Barnard. Ella se mudó al pequeño apartamento que Michael ya ocupaba en el piso superior del edificio de la Royal Institution.
En aquellos años, Davy había nombrado a Faraday Químico Adjunto de la R.I., y a esa ciencia apuntaban la mayoría de sus experimentos. Para Davy, la electricidad era poco más que un entretenimiento, lo cual no impedía que hiciese sus propias indagaciones.
En 1820, y por accidente, Hans Christian Oersted se dio cuenta que una corriente eléctrica cambiaba la direcciçon en la que apuntaba una brújula. Oersted no pudo explicar el fenómeno, pero le quedó claro que la electricidad y el magnetismo interactuaban.
En su laboratorio, Davy repitió el experimento de Oersted, pero tampoco supo explicarlo. Sin embargo, su ayudante Faraday, que estaba en el salón, sugirió que la corriente eléctrica podía estar creando una especie de “campo de fuerza”. La aguja de la brújula podía verse afectada por dicho campo.
Nadie prestó atención a la teoría del ayudante de Davy, pero eso no lo desanimó. Al contrario, le llevó a realizar sus propios experimentos.
Una máquina que cambió la historia
El aún joven estudioso se centró en analizar la interacción entre la corriente eléctrica y el magnetismo. Para ello, colocó varias brújulas alrededor de un cable, el cual conectó a una batería.
Al fijarse en la dirección que tomaban las agujas, pensó que una misteriosa fuerza invisible “fluía” alrededor del cable. Como buen científico, quiso comprobar su observación con un experimento.
Conectó una barra en forma de “L” (invertida) por la que discurría un cable conectado a la batería. De la barra colgó un alambre delgado, y debajo de este, un cuenco con mercurio con un imán en el centro. El mercurio también es un gran conductor, para cerrar el circuito.
Cuando encendió la corriente, el alambre comenzó a girar alrededor del imán. Lo que sucedió es que la corriente, al interactuar con el imán, creó un campo magnético, y obligó al alambre a moverse. Aquel experimento fue el primer motor eléctrico de la historia.
Lo repito con otras palabras debido a su importancia. Cuando la corriente se activa, genera un campo de fuerza alrededor del alambre. Ese campo de fuerza, el electromagnetismo, fluye, y es lo que mueve el alambre.
Ese movimiento es energía pura, capaz de mover objetos. Descendientes directos de esa pequeña máquina son los que ahora mueven los coches eléctricos, las bombas de agua, las batidoras, las lavadoras y miles de aparatos más.
Por cierto, un generador eléctrico no es más que un motor que funciona al revés, del movimiento, se obtiene electricidad.
Éxito y olvido
Aquel descubrimiento hubiese sido suficiente para elevar a nuestro amigo a los altares de la ciencia y la tecnología. A raíz del motor eléctrico, a Faraday llovieron los reconocimientos. Pero no se conformó.
Incluso antes del motor, ya había hecho grandes avances en la química, descubriendo el benceno, por ejemplo. En cualquier caso, siguió investigando lo que él bautizó como “electromagnetismo”.
No obstante, a Faraday le surgió un problema de salud. A los 48 años, comenzó a sufrir de jaquecas, dolores muy fuertes de cabeza. Además, se le olvidaban las cosas. En ocasiones se ponía a escribir una carta, y tenía que detenerse, pues no se acordaba a quién le escribía ni qué quería contarle.
Sarah, ya su brazo derecho, se convirtió también en sus ojos, y en su memoria. A él se le ocurrían ideas, y ella las plasmaba en papel.
Faraday y la luz
Gracias a nuestro amigo, el mundo supo que la electricidad y el magnetismo eran dos representaciones de una misma fuerza. Pero faltaba otra, la luz. Fue él quien primer propuso que esta fuese sólo una manifestación más del electromagnetismo.
No se equivocaba, pero debido a su falta de formación académica, Faraday no podía aplicar las matemáticas para probar su teoría. Entonces llegó alguien al rescate.
Ese alguien fue el aún joven James Clerk Maxwell, de quien ya hemos hablado anteriormente. Maxwell creó sus célebres ecuaciones, probando que la luz no es más que una manifestación más del electromagnetismo, como Faraday había propuesto.
Ambos científicos se conocieron y se hicieron amigos, a pesar de la diferencia de edad. A ambos les debemos nuestro estilo de vida actual.
Por si fuera poco, también fue el invento de la Jaula que lleva su nombre.
Debemos darle las gracias a Faraday
Michael Faraday se convirtió en uno de los científicos más destacados de su generación, y de la historia. Fue nombrado miembro de numerosas instituciones científicas alrededor del mundo, y llegó a ser Director del Laboratorio de la propia R.I., que también lleva su nombre.
Fue él quien instituyó las célebres charlas científicas de Navidad para niños, que aún se celebran. Su intención era explicar temas científicos a los jóvenes, con la esperanza de inspirar en ellos el amor por la ciencia.
Me llevaría muchas más líneas intentar enumerar todos los avances científicos de Faraday. Seguro hablaremos de ellos en el futuro, pues muchos son fundamentales para el progreso alcanzado hasta el siglo XXI.
Michael Faraday murió el 25 de agosto de 1867, después de cambiar al mundo. Fue enterrado en el Cementerio de Highgate, después de rechazar, en vida, ser enterrado junto a Isaac Newton en la Abadía de Westminster (sí hay una placa con su nombre).
Ya sabes, si utilizas la electricidad, debes darle las gracias a Michael Faraday.
Nunca me cansare de leer las hazañas y descubrimientos de este gran hombre, el gigante que sirvió de base para muchos otros grandes científicos. Siempre me ha parecido curioso lo joven que murió y que no haya dejado descendencia.
Hola Christian,
desgraciadamente, en nuestra civilización, admiramos más a deportistas y artistas que a los científicos, que son los que nos han dado el progreso. Faraday es un buen ejemplo. Ayer precisamente, alguien muy cercano a mí me preguntó quién era Faraday, lo cual me entristeció mucho. Pero así es la vida, y por eso me gusta publicar este tipo de entradas. Se lo merecen, y la gente debe conocerlos.
Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.
¡Y la envidia que nació en Davy por los éxitos de Faraday!
Hola!
Es verdad. Davy se molestó porque alguien que no era un «caballero», un científico «ilustrado», hubiese hecho un descubrimiento tan importante. De hecho, Davy acusó a Faraday de haber plagiado a un colega, y votó en contra de que Faraday fuese elegido a la Royal Society (Wolverston negó que Faraday le hubiese plagiado, y sí fue elegido). Pero qué le vamos a hacer. Así somos los humanos…
Mil gracias y un saludo!
Gracias a esa envidia fue que lo envió a investigar sobre el proceso de creación de lentes de vidrio, aunque sufrió bastante, más adelante se le vio recompensado al utilizar ese mismo vidrio y demostrar la interacción luz-magnetismo. Muchas veces pensamos que actualmente estamos en el lugar equivocado, sin pensar que quizá más adelante lo que aprendimos nos sea útil.
Hola Christian,
una aportación tan interesante como cierta. El hecho de que Davy hubiese obligado a Faraday a estudiar los cristales tuvo su fruto más adelante. Como bien dices, lo aprendido siempre sirve de algo, aunque en su momento no lo creamos…
Muchas gracias por comentar y Feliz Año Nuevo!
Não há porque agradecer ao Cientista Faraday ou outro, pois eles não pesquisam em busca de agradecimentos, mas de conhecimento. Há tantos outros notáveis como ele que prestaram serviços à humanidade, Se o Faraday não tivesse descoberto os fenômenos do eletromagnetismo outro faria, pois havia muitas pesquisas em andamento. Temos eletricidade pelas descobertas de Faraday e temos os antibióticos graças ao Fleming. Isso é fazer ciência.
Grande Faraday! Tienes mucha razón Manoel, hay muchos otros científicos a los que les debemos mucho,desde la antigüedad: Tales de Mileto, Potágoras, Arquímedes, Demócrito, y en la era moderna, Copérnico, Galileo, Newton, Maxwell, etc. Nuestro mundo sería muy diferente sin ellos. Algunos ya los he reseñado en Ciencia Histórica, otros no tardarán…
Obrigado Manoel, y Feliz Ano!