Es normal que una policía secreta espíe a los ciudadanos, perverso pero normal. Un régimen totalitario necesita controlarlo todo, especialmente a la disidencia. Pero, ¿robar a la gente su ropa interior? Eso es lo que hacía la Stasi.
Como bien sabes, la Stasi era la policía secreta del régimen comunista de Alemania Oriental. Disfrazada como el Servicio de Seguridad del Estado, o Staatssicherheitsdienst, se encargó de reprimir cualquier disidencia dentro del dividido país.
Fue fundada el 8 de febrero de 1950, a imagen y semejanza de la KGB, y aprovechando las estructuras y buena parte del personal de la GESTAPO. El nuevo gobierno de la Alemania reunificada, la cerró en enero de 1990.
Poco después, d¡funcionarios del gobierno entraron en las vastas instalaciones de la Stasi. Se encontraron millones de archivos, informes y otros documentos sobre prácticamente todos los ciudadanos de la DDR, incluyendo de sus líderes.
Sin embargo, lo que más llamó la atención de los inspectores, fue una enorme colección de frascos en los que se guardaban prendas de ropa interior de hombre y de mujer. Cada contenedor estaba debidamente etiquetado con el nombre y los datos de sus anteriores dueños.
La historia de esta rara colección fue explicada por los antiguos empleados de la Stasi, y dejó a muchos boquiabiertos.
Todos somos la Stasi
En el largo registro de policías secretas y represivas, la Stasi destaca por su extensión y eficacia. En un país de sólo 17 millones de habitantes, más de 100,000 personas trabajaban directamente a su servicio.
Eso sin contar los millones de informadores. Se calcula que uno de cada seis ciudadanos colaboró en al menos una ocasión para la Stasi. La mayoría lo hacía presionado por los agentes, bajo amenaza, por supuesto.
Había un espía de la Stasi en cada institución de la Alemania comunista: escuelas, fábricas, hospitales, sindicatos, y por supuesto, en la policía y el ejército. Nada ni nadie se libraba de los ojos avizores de la Stasi. Sería eso de la eficacia alemana.
Casa bloque de apartamentos tenía un informador a tiempo completo. Cualquier cosa “anormal” era debidamente incluida en los informes. Si un amigo comía en tu casa, la Stasi lo sabía. Si tu primo se quedaba a dormir, la Stasi lo sabía.
Métodos totalitarios
Como cualquier policía represiva que se preste, la Stasi necesitaba saber todo lo que hacían y decían los ciudadanos. Para ello contaba con muchos métodos heredados de la GESTAPO y aprendidos de la KGB.
Estaban los informadores, las cámaras y los micrófonos ocultos, pero también había chantaje. Agentes de la Stasi abrían el correo de todo aquel ciudadano sospechoso de cualquier tipo de disidencia. Si has visto la película «La Vida de los Otros», sabes lo que te digo.
Cualquier cosa podría ser usada en tu contra, un comentario, una broma, o el simple hecho de no alabar al régimen como se debía. Si ya estabas en la mira de la Stasi, podía obligarte a delatar a un vecino, amigo o parente. Si no, tú pagabas el pato.
La Stasi quería conocer a todos tus contactos, todas tus relaciones, y todo lo que hacías. La Stasi quería saber dónde estabas en cualquier momento. Y este último deseo es lo que nos lleva a las bragas.
Sospechoso a la fuga
Como bien sabes, miles de personas escaparon de la prisión que era Alemania Oriental. Cavando túneles, escondidos en el maletero de algún coche, por avioneta o globo, muchos lograron saltar el muro hacia la libertad.
La Stasi sabía que buena parte de sus oprimidos ciudadanos quería escapar. Otros muchos, cuando se sabía perseguidos se escondían donde podian. A mediados de los años 60, los agentes diseñaron un método para encontrar a sospechosos.
Robando bragas
Cuando la Stasi creía que un ciudadano podía escapar, sus agentes entraban entraban en el domicilio del ciudadano objeto, y robaban ya fuesen sus calzoncillos o sus bragas dependiendo si era hombre o mujer.
Cada prenda se llevaba a un cuartel, y como decía al principio, se etiquetaba con la información del usuario pertinente. Los frascos se almacenaban bajo grandes medidas de seguridad, hasta que hicieran falta.
Entonces, si alguna vez la Stasi se veía en la necesidad de encontrar a un ciudadano, y este no aparecía a la primera, buscaban el frasco correspondiente. Un agente cogía la prenda, y se la frotaba a un perro. Con el olor, se pretendía que los sabuesos encontraran al sospechoso.
Después de la caída del muro, muchos de los antiguos agentes de la Stasi fueron interrogados. Algunos confesaron la táctica de los calzoncillos, pero nunca se ha podido dilucidar qué tan efectiva era.
Viejas ideas para tiempos modernos
Curiosamente, la idea le vino bien a la policía de la República Federal Alemana. En 2007, cuando Alemania se preparaba para ser la sede de la Cumbre G-8, la policía decidió aplicar un método para rastrear a los sospechosos usuales entre los alborotadores.
En esa ocasión no les robaron los calzoncillos, sino que fueran llamados a las comisarías, donde eran interrogados. Al dejarlos libres, los agentes obtenían su aroma corporal frotando paños en las sillas donde habían estado sentados.
Como colofón, puedo contarte que buena parte de la colección de bragas está expuesta en el Museo de la Stasi en Berlín. Algunos de sus dueños las habían recuperado, pero otros prefirieron dejar las cosas como estaban. No los culpo.
Ignoro si alguna policía moderna hace lo mismo. Pero ya sabes, si pierdes tu ropa interior y no está en casa de tu novio o novia, pregunta en la comisaría.
El trailer de La Vida de los Ortos: