Puedes escuchar el episodio completo aquí:
Siempre he creído que buena parte del éxito de Roma como República e Imperio, fue la capacidad de muchos de sus líderes. Dicha capacidad nacía de su sistema político, y este, se apoyaba en el cursus honorum.
El cursus honorum, o curso de honor, era el orden secuencial que debían seguir los servidores públicos en la Roma Republicana, si querían llegar a lo más alto del escalafón político. Dijéramos que el Cursus honorum era el camino de preparación para los líderes romanos, dictaba las posiciones que debía ostentar un aspirante, y a qué edad podía acceder a dichas posiciones. Eso sí, muchos se lo saltaban, hasta que Mario lo desdeñó completamente.
Para evitar los de Mario, su gran antagonista, Sila hizo el Cursus honorum obligatorio a partir del año 80 antes de Cristo, aunque dicha obligatoriedad desapareció pocos años después de la muerte del dictador. Aquellos que llegarían lejos en el último siglo de la república, Julio César, Pompeyo y el mismo César Augusto, hicieron y deshicieron con el cursus honorum como les vino en gana.
Aún así, durante la época republicana de Roma, el sistema funcionó bastante bien, y sirvió para dotar a Roma de una serie de gobernantes aptos y capaces que la llevaron a la cima de la civilización.
En el imperio también funcionó, pero más cómo una escuela de funcionarios que de hombres de poder.
Buenos días, tardes y noches querido fan de la historia. Hoy tenemos un programa político, hoy hablamos del Cursus honorum, el orden que guiaba la carrera de los aspirantes a líderes de la Antigua Roma.
El cursus honorum, fue, en mi opinión, una de las razones por las que el sistema político romano supo llevar a los hombres más capaces a dirigir los asuntos del estado, y por ende, al éxito de la civilización romana.
Quédate con nosotros unos minutos y sigue el camino del Cursus honorum, sus posiciones, requisitos y su utilidad.
Soy Jesús García Barcala y esto es, Ciencia Histórica, el Podcast.
Esta es la primera vez que en el Podcast de Ciencia Histórica publico un programa original, esto es, un programa que no se basa en un artículo escrito por mí con anterioridad. Por ello, en lugar de un artículo común, encontrarás en el blog el guión que he preparado para el programa.
No te preocupes, que a partir de este punto no notarás la diferencia.
Cursus honorum, origen desconocido.
No sabemos exactamente cuándo se comenzó a aplicar el cursus honorum. Creemos que fue ya en el periodo republicano, cuando el poder pasó de los reyes a los cónsules. Seguramente no fue un sistema diseñado ex-profeso, sino que se fue creando como fue haciendo falta.
Los jóvenes aristócratas buscaban acceder a los pocos puestos en el Cursus honorum, y luego distinguirse para seguir subiendo en el escalafón. Sobra decir que el Cursus honorum sólo estaba abierto a la clase senatorial, e incluía tanto puestos administrativos como militares.
Según parece, la alta competencia entre los participantes para acceder a posiciones de poder, llevaba a muchos candidatos a “comprar” las magistraturas sobornando a los políticos que las asignaban.
Muchos de estos candidatos eran demasiado jóvenes y no tenían ninguna experiencia administrativa para llevar a cabo su cargo con eficacia. Debido a eso, poco a poco se fue conformando el sistema, no falto de problemas.
Sabemos que hubo varios intentos de regular la carrera política a principios del siglo II antes de Cristo, pero no fue sino hasta el 180 que la Lex Villia Annalis lo consiguió. Dicha ley estableció los requisitos de edad y magistraturas previas que un candidato debía cumplir antes de subir en el escalafón.
El cursus honorum cumplió aparentemente su función bastante bien durante algunas décadas, aunque sufrió algunas excepciones. Por ejemplo, Publius Cornelius Scipio Africanus Aemilianus, fue elegido cónsul a la edad de 37, cuando la edad requerida por el cursus honorum era 42. Pero dicha elección tuvo lugar durante un periodo considerado de emergencia, durante la Tercera Guerra Púnica.
Sin embargo, fue Gaius Marius quien ignoró por completo el Cursus honorum, rompiendo muchas de sus reglas.
Gaius Marius desafía el Cursus honorum
Gaius Marius es un personaje que merece no uno, sino varios artículos. Hace tiempo que estoy planificando un especial, pero por ahora nos limitaremos a su relación con el Cursus honorum. Mario simplemente lo desdeñó, y los romanos se lo permitieron.
Resumiendo, Marius, o Mario, era un Novus homo, un hombre nuevo. Esto es, que no pertenecía a la alta aristocracia romana. Aún así, su familia, de un pueblo en el sur de Lazio, sí tenía dinero, y pudo pagarle una buena educación al joven.
Pronto Mario se distinguió como militar, especialmente bajo el mismo Scipio Aemilianus que mencionamos antes, en Numancia. En un principio siguió el Cursus honorum, pero no le fue siempre bien, perdiendo, por ejemplo, la elección para edil.
Pero Mario utilizó su éxito militar, primero en Hispania y luego en África, para conseguir ser elegido cónsul, la cumbre del poder en Roma. Era el año 107 antes de Cristo, y durante su consulado, Mario venció la rebelión de Yugurta, en Numidia.
Mientras tanto, en la Galia, tribus germánicas habían invadido y puesto en peligro la provincia de la Galia meridional, la provincia que separaba a los bárbaros con Italia. Los varios cónsules que lucharon contra los cimbrios y teutones, no lo hicieron del todo bien.
Entonces sucedió lo que no debía de suceder. Mientras Mario seguía en el norte de África, el Senado lo reeligió como cónsul en el 104, aunque no habían pasado los diez años que dictaba la Ley Villia Annalis, que deberían pasar entre dos consulados.
Más aún, y porque la rebelión celta en la Galia aún no estaba sofocada, Mario fue elegido nuevamente en 103, 102, 102, 101 y 100, hilando cinco consulados consecutivos. Lo conseguiría una vez más en el 86.
Adiós Mario, hola Sila.
Uno de los lugartenientes más importantes de Mario, Lucius Cornelius Sulla Felix, en España conocido como Sila, se convertiría en su mayor antagonista. Sila había sido responsable por la captura de Yugurta, pero Mario se llevó el crédito, y eso causó las primeras fricciones entre ellos.
Sila era, además, un político conservador que creía en la supremacía del Senado. Él vio como Mario y su ambición habían roto con el Cursus honorum y durante sus años de cónsul había acumulado tanto poder que el Senado parecía ya no servir para más que ratificar el poder de Mario.
La rivalidad entre ambos hombres los llevó a enfrentarse cuando Sila fue elegido para luchar contra el rey Mitrídates, pero Mario consiguió revocar el nombramiento de su rival, cuando este ya había dejado Roma.
Sila hizo entonces algo inédito. Volvió a Roma con las legiones a su cargo, venció a Mario, y se hizo con el poder por la fuerza, el primer romano en hacerlo durante la República. Sila rescató la posición de Dictator en el 82 a. de C., pero decidió retirarse de la vida pública tres años después.
Sila, sin embargo, y queriendo evitar que surgieran otros Marios, renovó el Cursus honorum y marcó nuevos requisitos. Tristemente para Roma, el Cursus honorum volvió a ser ignorado después de la muerte de Sila.
Ahora bien, antes de continuar, quiero analizar las diferentes fases y requerimientos del Cursus honorum, en sus dos etapas mejor definidas. Primero, cómo quedó después de la Lex Villia Annalis del 180 a. De C.
Pero, como yo no soy un experto y conozco a alguien que sí lo es, he preferido dejarlo a él que nos haga este análisis.
Estamos hablando de Oscar, un historiador y colega divulgador con el que comparto desde hace años pasión y labor.
Oscar es graduado en historia, es autor de la web historiae, que nació casi al mismo tiempo que Ciencia Histórica.
Transcribo la colaboración de Oscar a continuación:
“La primera posición en el escalafón era la de Cuestor.
La cuestura era el peldaño más bajo dentro de la escalera política que era el cursus honorum en la República Romana. Sus funciones fundamentales eran la administración del tesoro público y la protección del archivo del Estado, guardado en el templo de Saturno. No obstante, en su origen el cuestor ayudaba al cónsul en la dirección y fallo de los juicios penales, hecho que originaría su nombre (cuestor era el que «cuestionaba»).
También al principio, los cuestores eran solo dos personas, número que no se aumentó a cuatro hasta finales del siglo IV a.C. En el año 267 a.C. fueron creados otro cuatro, y Lucio Cornelio Sila elevó el número a veinte en el siglo I a.C. Este creciente número es fácilmente justificable si tenemos en cuenta que, a medida que Roma se extendía por más y más territorios, más difícil era llevar las cuentas económicas del Estado.
En este sentido, entre los cuestores podemos distinguir los que trabajaban en la propia Roma y los que lo hacían en las provincias a las órdenes de los gobernadores correspondientes. Curiosamente, estos segundos tenían competencias superiores a los primeros, ya que también eran los representantes y sustitutos del gobernador en la administración y en el mando del ejército.
Aedil
La edilidad era la magistratura que seguía en rango a la cuestura en el cursus honorum, y estaba compuesta por cuatro miembros, dos ediles patricios y dos ediles plebeyos. Entre sus funciones estaba el control y la seguridad de las calles, edificios y mercados, y el abastecimiento de víveres a la ciudad. También eran los encargados de organizar, con todo lo que eso conllevaba, los juegos públicos del Estado.
Paralelo en el cursus honorum a la edilidad estaba el tribunado de la plebe, compuesto de diez miembros de origen plebeyo. Los tribunos de la plebe eran los protectores del pueblo de cara a los posibles abusos de poder por parte de los otros magistrados, y podían actuar por iniciativa propia o a instancias de una persona. Esta función, que recibía el nombre de auxilium, permitía que se vetara la acción de un magistrado, lo que podía conllevar en el peor de los casos la paralización del aparato estatal.
Con el paso del tiempo los tribunos de la plebe extendieron esta función hasta darle el sentido de velar también por los intereses del Estado. De este modo tenían jurisdicción en los procesos judiciales por crímenes de alta traición o por atentar contra la dignidad del pueblo romano. Finalmente, por su carácter de magistrados específicos de la plebe llegaron a presidir las asambleas plebeyas, los llamados concilia plebis.
Praetor
Por encima de las ya mencionadas magistraturas se hallaba la pretura, cuyos colegio de magistrados estaba especializado en el campo de la administración de justicia. En los primeros tiempos de la República, los pretores eran iguales en rango a los cónsules, por lo que también tenían el poder del imperium. No fue hasta el año 367 a.C. cuando los pretores quedaron subordinados a los cónsules, conservando el imperium pero siempre en una categoría inferior.
Dentro de la ciudad de Roma existían dos pretores: el pretor urbano, que abarcaba la administración de justicia entre los ciudadanos romanos, y el pretor peregrino, el destinado a la impartida entre ciudadanos romanos y extranjeros. Además, como portadores del imperium estaban autorizados a convocar asambleas y el Senado, a dirigir las sesiones y a presentar propuestas.
Cuando Roma conquistó sus primeros territorios fuera de la península italiana se crearon dos nuevos pretores para la directa administración de las provincias. Yendo más allá, a comienzos del siglo II a.C. este número se duplicó, por lo que tenemos que contar a los dos pretores jurisdiccionales que trabajaban en Roma y los cuatro pretores provinciales que trabajaban fuera de ella.
Finalmente, durante la dictadura de Lucio Cornelio Sila (82-79 a.C.) se aumentó el número de pretores a ocho y se unificó sus competencias en la administración de justicia. Aparte de ello se fijó que, solo tras el cumplimiento de su cargo en Roma como jueces podían recibir el gobierno de los provincias.
Cónsul
Los cónsules eran los magistrados superiores del cursus honorum de Roma, por lo que les correspondía la dirección de los asuntos públicos. Esto supone que tenían la máxima autoridad en los ejércitos y en el gobierno de la ciudad. En tiempos de guerra realizaban los reclutamientos de tropas, nombraban los oficiales, imponían los impuestos para financiar las campañas y tenían jurisdicción sobre las tropas. En la ciudad convocaban y presidían tanto los comicios centuriados y por tribus como el Senado. Además, el consulado era la magistratura epónima que daba nombre al año.
No obstante, a medida que avanzaba la historia de la República romana y se hacía más extensa y compleja la Administración, menos funciones reales tenían los cónsules. De esta manera, a finales de la República su papel se basaba sobre todo en el mando militar y en ciertas ceremonias del Estado. Aun así, siempre se mantuvo la importancia política y el prestigio social que este cargo público llevaba asociado. Sus orígenes como institución son oscuros, aunque queda totalmente cimentada en el año 367 a.C. con la elección de un cónsul patricio y otro plebeyo.
Otras magistraturas ligadas al Cursus honorum
Censor
Más allá de las magistraturas del cursus honorum ya estudiadas, en Roma existían otros cargos públicos que eran extraordinarios en el sentido de que no cumplían con los requisitos y reglas normales de las magistraturas. Este es el caso de la censura, la magistratura encargada de hacer el censo de ciudadanos romanos. Cada cinco años, dos censores eran elegidos para un periodo activo de año y medio, durante el cual debían confeccionar y controlar la lista de ciudadanos para distribuirlos en clases censitarias y tribus.
Esta función era especialmente importante si tenemos en cuenta que de ello dependía el reclutamiento para el servicio militar o la recaudación de impuestos. Desde finales del siglo IV a.C., con la aprobación de la Lex Ovinia en el 318 a.C., tuvieron otra importante función, la de confeccionar la lista de miembros del Senado.
De aquí derivaría su tercera función, que sería el origen del significado moderno de censura: la supervisión de las buenas costumbres y la moralidad de los ciudadanos. Con el tiempo, este control sobre la conducta de las personas se extendió también al control sobre las finanzas y las obras públicas del Estado. Por estos motivos, ser censor era un puesto de inmenso poder que solo recaía en personas especialmente responsables y respetables, sobre todo en ex cónsules.
Dictator
La dictadura era la única magistratura ejercida por un solo individuo durante la República Romana. En casos de gran peligro o inestabilidad exterior o interior, los cónsules podían nombrar un dictador, que tenía poderes ilimitados para arreglar la situación en un plazo de seis meses. Al igual que los cónsules y los pretores, el dictador estaba dotado de imperium, aunque su poder no anulaba al del resto de magistrados. La concentración de poder del dictador era tan fuerte que contra él no tenía validez ningún derecho de veto ni el de apelación ante el pueblo.
Aunque en teoría cualquier ciudadano podía aspirar a desempeñar este cargo, no se conoce ningún plebeyo que lo ocupara. Curiosamente, las dos dictaduras más famosas de la República Romana, la de Sila y la de Julio César (ambas en el siglo I a.C.), poco tienen que ver con la magistratura de la dictadura propiamente dicha. En realidad, investirse del título de dictador fue solo una excusa para legitimar su poder ilimitado al margen del funcionamiento del régimen republicano.”
Conclusión
Una charla muy interesante con todas las posiciones del Cursus honorum que agradezco a Oscar, y recuerdo su web, www.historiaeweb.com, que vale mucho la pena.
Nos quedan algunos detalles en el tintero, pero ya los iremos viendo cuando hablemos de esas dos figuras cruciales, Mario y Sila. Por hoy, creo que nos hemos extendido lo suficiente.
Como siempre, si estás escuchando la versión podcast, puedes ver las imágenes en el artículo publicado en el blog www.cienciahistorica.com. Ahí podrás encontrar casi mil artículos más de muchos temas, desde el Big Bang hasta nuestros días.
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Soy Jesús García Barcala y esto es, Ciencia Histórica, el podcast.
muy bueno. el sistema político de nuestro país debería preparar a sus dirigentes.
Muchas gracias Carlos, y estoy de acuerdo contigo. Desgraciadamente, en España al menos, el sistema político está enfocado en los partidos, y son estos los que deciden quien progresa en el escalafón. Lo que buscan no es aptitud, sino lealtad, y eso nos deja con personajes sin la más mínima preparación. Así nos va…🤥🤥🤥