Gaius Iulius Caesar

Para inaugurar esta nueva sección de Biografías, he elegido al político y miliar romano Julio César, no tanto porque su personaje me guste o porque lo considere un héroe. Todo lo contrario, me parece que no fue más que uno más de esos hombres que sacrifica la vida de cientos de miles de humanos en su egocéntrica búsqueda de riqueza, reconocimiento y gloria. Aún así, su señoría Pontífice, Tribuno, General, Imperator y César, fue la primera figura que alcanzó la fama mundial, al menos en el mundo conocido de su época, y por ello se ha ganado su lugar en la historia.

Julius.Caesar.

Gaius Iulius Caesar nació en el hogar de una familia noble (gens Iulia, de ahí su apellido. lo de Caesar era un apodo) que había visto mermar su prestigio a pesar de que su padre, del mismo nombre, había sido gobernador de Asia. No estamos seguros de la fecha exacta de su nacimiento, pero si sabemos que fue en el año 100 o el 99 antes de Cristo durante el sexto consulado de Gaius Marius, esposo de una tía materna. A quedar huérfano de padre  a los dieciséis años, el joven Gaius se convirtió en jefe de familia, justo el año del comienzo de la guerra civil entre Sila y su tío Marius, al que apoyó políticamente. Sin embargo, Marius salió derrotado y su sobrino tuvo que exiliarse por un periodo de tiempo.

En ese tiempo aprovecha para viajar por Asia Menor, visitando a reyes y potentados aliados de Roma, puliendo sus capacidades diplomáticos y aumentando su cartera de contactos poderosos. En unos de esos viajes, su barco fue atacado por piratas y fue retenido como rehén, pidiendo un rescate de 25 talentos (un tipo de moneda) de plata. Según nos cuenta la historia, tal era la arrogancia del joven noble que se enfadó con los piratas por pedir tan poco dinero a cambio de su vida, y les exigió que pidieran 50 talentos. También les prometió que se vengaría de su afrenta, y prometió volver a matarlos, promesa que cumplió unos meses después.

Gaius vuelve a Roma tras la muerte de Sila en el año 78 a.C. y, al haber perdido su fortuna familiar, establece su práctica de la abogacía que pronto le traerá fortuna y fama gracias a su cuidada oratoria. Así empezó su carrera política. El año 69 a.C. fue elegido quaestor, una especie de oficial administrador y auditor del estado y fue enviado a Hispania para llevar a cabo si labor.

De vuelta en Roma un lustro después fue elegido Pontifex Maximus, el más alto cargo de la religión del estado, pero claramente una posición de prestigio político que le obtuvo enormes beneficios. Pero no era suficiente, pues su nivel de vida y los dineros necesitados para sobornar a funcionarios y políticos para ser elegido excedían lo ingresado. En el 62 a.C. es enviado de nuevo a Hispania como gobernador. Estando ahí, venció a dos tribus y se ganó el título de imperator, dado a los generales que vencían en una batalla.

Pero las cosas no le iban tan bien si era él quien juzgaba su carrera política. Ser gobernador no era suficiente, empezando porque ni con ese empleo podía pagar sus deudas, así que volvió a Roma y consiguió ser elegido Cónsul para el año 59 a.C., no sin engrasar la maquinaria electoral. Durante su periodo como uno de los dos mandamases, Gaius Iulius tramó con su acreedor Marcus Licinius Crassus y el otrora “niño de oro” Gneus Pompeius, para controlar juntos todos los negocios del estado, comprando a quien fuese necesario y amedrentando a quien se opusiera. Así nació el Primer Triunvirato.

La costumbre era que al final de su consulado, los magistrados recibían un mandato militar por un año en alguna de las provincias, pero dadas las deudas y problemas legales de Gaius Iulius, era muy poco tiempo, por lo que sus aliados le ayudaron a que recibiera un inusual mandato de cinco años, siendo enviado a la Galia Cisalpina, al norte de Italia, con cuatro legiones a su mando. ¿Alguien cree que se conformó? Pues no.

Habiendo escapado de sus acreedores a su exilio militar por los pelos, Julio agregó la Galia Transalpina a los territorios bajo su control y, sin permiso del senado, reclutó dos legiones más. Ahora que ya tenía sus ejércitos, algo habría que hacer con ellos.

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Por medio de argucias y engaños, Julio consiguió crear un altercado entre las tribus que vivían en las montañas y valles del Jura, en la actual Suiza. Una vez expulsadas, provocó y lucho contra grupos galos ya muy fuera de su provincia, según él para garantizar la seguridad de la república, pero a nadie se le escapaba que lo único que deseaba era guerrear para aumentar su prestigio y fortuna personal. Y ya que estaba, se embarcó en una campaña de ocho años sometiendo y descuartizando a toda la Galia (Francia) y sus habitantes, sin dejar de medrar vicariamente en los cada vez más turbios asuntos políticos de la capital. Para entonces, su relación con Pompeyo se había enfriado y este mandó a su rival que desarmara a sus legiones y volviera a Roma.

En enero del 49 a.C., convencido de que sería juzgado por sus muchas indisciplinas, César cruzó el rio Rubicón en el norte de Italia con una de sus legiones, desatando la guerra civil contra su antiguo aliado. Cuentan Suetonio y Plutarco, que al llegar al otro extremo del rio Julio César citó al dramaturgo Menander diciendo, Alea Iacta Est, la suerte está echada. Y parece que los dados favorecieron al más famoso de los calvos, pues venció a sus enemigos en menos de dos años, aunque Pompeyo logró escapar a Egipto, y volvió a Roma donde fue encumbrado como Dictator, término que no necesita traducción.

Asegurado el poder, Gaius Iulius marchó a las tierras del Nilo buscando a Pompeyo, pero cuando llegó, los egipcios le entregaron su cabeza decapitada creyendo que de esta forma apaciguarían al César, pero este sólo vio la oportunidad de inmiscuirse en los asuntos locales y, de paso, agenciarse y aliarse a la bella Cleopatra, hermana/esposa del faraón infante, y derrotaron al pequeño. Juntos celebraron la victoria con una procesión naval en el Nilo, y Julio César, a pesar de estar casado, volvió a Roma acompañado.

A partir de entonces César fue amo y señor del Mediterráneo y territorios aledaños, pero no se estuvo quieto, lazando campañas contra los hijos de Pompeyo y contra algún otro rey alebrestado. El senado, más por miedo que por respeto, le llenó de honores y riquezas, y le permitió todos sus desmanes, pero eso no quiere decir que no tuviese enemigos.

El 15 de marzo del 44 a.C., Julio César fue asesinado en la sede del senado por varios conspiradores, incluido el hijo de su amante Calpurnia, Brutus. Terminaba así el periodo más convulso de Roma hasta entonces, e iniciaba una nueva guerra civil que desembocaría en el nacimiento del imperio a manos de Octavio, más tarde conocido como César Augusto.

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La figura de Julio César es aún en nuestros días objeto de muchas controversias. En primer lugar están sus metas, ¿fueron personales o inspiradas por el afán de engrandecer a Roma? César decía que la república se había convertido en un “estado de corrupción” y el senado en un “nido de ratas”, que sólo él podía limpiar. Es verdad que en el reinado de César se llevaron a cabo muchas reformas, y también es verdad que el poder de Roma se consolidó y dobló su tamaño con la adición de la Galia a sus territorios, pero es muy difícil de poner a los historiadores de acuerdo sobre el veredicto hacia su persona y sus métodos. Los hechos están ahí, invito a cada lector a que tome sus propias conclusiones.

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