Capítulo I.
De las cosas que recuerdo de mi niñez. Vivíamos en la antigua glorieta de Churubusco (ya no existe), en unos departamentos. Ahí vivían también los que después fueron mis padrinos de bautizo, Carlos Rosas Hofmann y Angelita Torres. Mi primer recuerdo es de un viaje que hicimos las dos familias, más un sobrino de mi madrina, que entonces ya era un joven. Yo tenía poco más de tres años. En Veracruz, que fue el destino de ese viaje, lo que guardo en mi memoria fue un cruce que hicimos a la Isla de Sacrificios en el cual, durante el regreso, nos entró un norte que nos pasaba agua por encima. El mar en Veracruz es normalmente tranquilo y sus olas me gustaron.
Poco después de ese viaje nos mudamos a un departamento de la calle de Aldaco #18, esto es, en pleno centro de la Ciudad de México. Ese departamento lo tengo grabado en mi memoria por completo. Se entraba por una estancia donde, en ángulo, había unos libreros empotrados en la pared. Los muebles de la sala eran de tapicería de color beige y tenían unos cuadros con café y rojo. La mesa de centro era redonda y tenía la orilla en rojo. Tanto los libreros como la mesa eran café oscuro.
Terminando la estancia había un pasillo algo estrecho y, como a la mitad, estaba la entrada a la cocina a mano izquierda. La puerta de entrada tenía unas cortinas de tipo visillo en blanco con lunares azules. De frente estaba la estufa y a la izquierda el fregadero. A la derecha estaba la mesa que, a su vez, era la puerta de una vitrina donde se guardaban los platos y la cristalería. Hasta arriba tenía mi Madre una vajilla blanca con florecitas de colores que aún existe en casa de mi hermana Pilar. A los lados de la vitrina central había otras dos más pequeñas, cuyas puertas eran también los bancos de la mesa. En esa vitrina tenía mi Mamá carpetitas de la misma tela que el visillo de la puerta. De esas tengo yo alguna en casa.
Finalmente, pasando el resto del pasillo, había una sola recámara que recuerdo muy grande. Entrando, a mano izquierda, estaba la cama de mis papás, con sus dos “burós” a los lados. Después del burí que quedaba al lado izquierdo de esa cama, estaba la cuna de Gregorio. Luego seguía la única ventana de ese cuarto que daba al “cubo” de luz de los departamentos. Enfrente de la cuna y la ventana estaban
dos camas individuales donde dormíamos las tres niñas, Pilar y yo en una y Mary en la otra. Dos roperos, uno más grande y otro chico frente a la cama de mis papás. Al fondo de la habitación, a la izquierda, estaba el baño, que tenía tina. El lavabo de pedestal y los azulejos eran blancos con algo de verde. A la derecha del baño había un closet de los que son “cuartitos” y ahí solíamos jugar a la comidita. Los muebles de la sala (excepto libreros y mesa de centro) y los de la cocina, incluida la estufa, eran propios del departamento así que, cuando nos mudamos de ahí mis papás tuvieron que comprar comedor y estufa. Esa mudanza fue la última en el D.F., y fuimos a vivir en Mártires Irlandeses #15, Depto. 1. Era propiedad de mis padrinos, que los hicieron para rentar. ¡Yo tenía 6 años y jamás volví al departamento de Aldaco!
En el departamento de Mártires Irlandeses vivimos cuatro años, y de ahí fue cuando nos fuimos a Mérida, Yuc. Este Depto. tenía un pequeño pasillo a la entrada con los escalones enfrente de la puerta de acceso. A la derecha estaba la cocina donde había una mesa pegada a la ventana que daba al patio exterior, que servía de cochera para tres o cuatro autos en batería. Enfrente a la mesa estaba el fregadero y había una puerta que daba a un pequeño patio interior donde estaba el lavadero y un pequeño baño, como de servicio. A la izquierda de la puerta de entrada estaban el comedor y la sala, recuerdo bien los muebles. El comedor era de madera en tono claro que mi Mamá decía era madera primavera. La sala era de tapicería en azul.
Subiendo las escaleras, a la izquierda, estaba el baño, que también tenía tina. Había un pequeño pasillo para pasar a las recámaras. La primera la puso Mamá como “cuarto de estar”. Ahí colocaron los libreros que teníamos en Aldaco y había una mesa donde podíamos jugar y hacer las tareas. Después, en línea recta a la primera, estaba el cuarto de nosotros cuatro. Detrás de la puerta, la cuna de Gregorio y pegadas a las paredes nuestras dos camas, que usábamos igual que en Aldaco. En medio de estas el ropero infantil que también teníamos en aquel departamento y, finalmente, en escuadra, el cuarto de los papás. Ahí estaba la cama con sus dos burós y el ropero grande.
Viviendo ahí, y en muy corto plazo, fue cuando a mi Papá se le presentó la endocarditis aguda, que ya no le dejó vivir tranquilo, y a nosotros tampoco. En esa primera crisis estuvo bastante tiempo en el hospital, y mi Mamá dividiéndose para estar con él y con nosotros. Cuando regresó del hospital estaba desencajado y muy delgado. Se pasaba el día acostado en el sofá de la sala y sólo subía para dormir por la noche. Recuerdo que costó mucho que se recuperara como para poder hacer una vida “normal”, pero ya nunca fue igual. Esto sucedió en 1950, no recuerdo en qué mes, pero sería septiembre u octubre porque los cursos escolares terminaban a finales de noviembre y mi Mamá quería suspender nuestra participación en los bailes de fin de año.
Continuará…
Wowwww!! Picadisima leyendolo. Espero las sig partes. Gracias!!!
Gracias Tony, pero la autora de todo es mi Mamá, yo sólo me limito a publicarlo…pronto la segunda parte…Un besazo guapa!